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Callie

Me gustaba pensar que solía mantener la calma, pero también que tenía un tope, y cuando la llamada número veinte entró en mi teléfono, realmente consideré golpear algo.

Había ignorado cada una de ellas y sus mensajes que sabía que solo me generarían una ansiedad que no necesitaba.

Me encontraba en la biblioteca, en la sala que me gustaba ocupar cuando iba allí y en la que había estado con Devon también cuando el teléfono comenzó a vibrar una vez más.

Cansada, me puse en pie y descolgué.

—¡¿Qué?!

—Ya era hora, maldita mocosa. No es tan difícil responder. He estado tratando de hablar contigo desde hace semanas.

—Deberías haber entendido el mensaje. No quiero oírte. No quiero nada de ti. Lo dejé claro cuando...

—Yo también dejé las cosas claras entonces, y decidiste ignorarlas y huir. Con mi dinero.

—No es tu dinero. No te dejó nada.

—Debería haberlo hecho, sin embargo, te dejó todo a ti. No solo malvendiste la casa, sino que te llevaste todo el dinero. Incluso mi parte.

—Ella no estipuló nada de eso en su testamento. Fue muy clara en que el dinero era para mis estudios.

—¿Tus estudios? ¿Qué mierda me importa a mi eso, niña?

—A ti puede que no, pero la abuela...

—¡Esa vieja estaba senil! Empezó a perder la cabeza cuando tu madre murió y supiste aprovecharte bien de la situación, ¿no es así?

—¡No hables así de ella!

Ni siquiera me di cuenta de que había gritado hasta que la bibliotecaria llamó mi atención.

Sabiendo que no podía quedarme allí ni siquiera cuando colgué dejándole con la palabra en la boca, recogí mis cosas, murmuré una disculpa y me marché.

Devon

El entrenador dio por finalizada la charla después de casi hora y media y yo estaba más que listo para salir de allí e ir a casa.

—¿Te diriges a la biblioteca? —preguntó Cam.

—Sí. Callie me mandó un mensaje diciéndome que ya estaba allí y que la avisara cuando acabara.

Saqué mi teléfono y marqué su número. No llegó a sonar. Saltó directamente al buzón de voz.

Cuando, tras la tercera llamada, la cosa seguía igual, me apresuré a despedirme de mi amigo y corrí hacia la biblioteca.
Tal vez me preocupaba sin motivo, sin embargo, prefería equivocarme a que el dolor que sentía en el pecho fuese el indicativo de que algo no iba bien con ella.

Al principio no la vi. Iba tan concentrado en llegar que no me fijé en su pequeña figura encorvada en la entrada.

—¡Callie!

Su cabeza se levantó y observé cómo se quitaba las gafas para secarse las lágrimas.

—¿Ya terminaste lo que tenías que hacer?

Sus ojos se mantuvieron en todo momento entre mis hombros, evitando mi mirada.

—Sí. ¿Qué pasó? ¿Por qué estás llorando?

—Solo... No importa.

—Por supuesto que lo hace si te tiene de este modo.

—Por favor, podemos... ¿podemos irnos?

—Sí, por supuesto —cedí.

Caminé a su lado mientras nos dirigíamos a mi camioneta.
Cam estaba allí a punto de subir a su coche y sé que iba a decir algo gracioso, pero se contuvo al mirarla.

Me encogí de hombros ante su silenciosa pregunta. Como dijo por la mañana, tenía intención de ir a mi casa para ver a Ashley, así que en cuanto Callie abrochó su cinturón de seguridad, puse el coche en marcha y nos llevé hasta allí con mi amigo siguiéndonos de cerca.

El viaje fue completamente silencioso, incluso de reojo me pareció ver que ella había apoyado la cabeza contra la ventanilla y se había quedado dormida. Al menos eso indicaba su respiración.
Y durante todo el tiempo hasta que detuve el coche frente a la casa me pregunté qué había sucedido.

—¿Callie?

Toqué un par de veces su brazo cuando ella no abrió los ojos.

—Oye, ya hemos llegado.

Mantuve la calma solo porque seguía viendo que su pecho subía y bajaba de forma regular. Desabroché mi cinturón y salí de la camioneta para rodearla y abrir su puerta. La cargaría hasta el interior si hacia falta.

—¿Está dormida? —Cam se acercó por detrás y abrió del todo la puerta para que yo pudiese cogerla en brazos.

—¿Hijo?

Cerré los ojos al escuchar la voz de mi madre seguido del gorgojeo feliz de Ash que me sacó una sonrisa y tuvo a mi amigo olvidándose de mí y corriendo para cogerla.

—¡Ahí está mi princesa! Ven con el tío  Cam. ¡Te extrañé! Voy a mudarme aquí al final. Cada vez que te veo estás más grande y no me lo quiero perder.

Una serie de ruidos sonoros de besos después que arrancaron carcajadas de mi hija, me volví hacia Callie y observé sus preciosos ojos abiertos.

Lejos de apartarme y darle espacio, mi cuerpo se paralizó.
Sus ojos seguían rojos a causa de las lágrimas anteriores, pero en ese momento, estaban completamente centrados en mí.

—Intenté despertarte pero tienes el sueño profundo.

Sus mejillas enrojecieron y me pareció que era incluso más bonita que segundos antes.

—Lo siento. Estaba cansada.

—Bueno, ya estamos aquí.

Me aparté lo suficiente para dejarla salir y aunque me mordí la lengua para no preguntar de nuevo el motivo de su tristeza, sí le ofrecí una pequeña solución que siempre me ayudaba a mí.

—¿Te apetece una taza de chocolate caliente con un poco de nata? Mi madre lo prepara de forma deliciosa y...

—¿Con nubes?

Me gustaría pensar que yo puse esa mirada esperanzada en su rostro, pero sabía que no era eso.

—Seguro. Vamos.

La seguí hasta el interior donde mi madre, Cam y Ashley habían desaparecido poco antes.

Sabía que lo mejor era mantener las distancias con Callie. Que eso nos ahorraría problemas a la larga, pero una parte de mí, la que había estado dormida desde que Leyla murió, golpeaba con fuerza cada vez que ella estaba cerca.

No tuve que decirle nada a mi madre cuando entramos en la cocina. Una sola mirada a Callie y su instinto maternal se activó. Empezó a sacar cosas de los armarios para hacer lo que mejor sabía: cuidar de los demás.

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Hola!
Quería avisar por si no lo sabíais que estoy participando en el ONC2024 con una historia de fantasía que ya podéis encontrar en mi perfil. Os dejo por aquí la portada y la sinopsis.
Gracias.

Su vida era monótona y aburrida.
Con más responsabilidades de las que una chica de su edad debía llevar sobre sus hombros, Irati simplemente sobrevivía.
Hasta la noche en la que su abuela murió.

Buscando en su mesita de noche, esperando encontrar allí los papeles que el médico le había pedido, encontró un libro en blanco.

Mientras ojeaba sus páginas, una de ellas le cortó el dedo manchando la hoja de sangre y transportándola de inmediato a otro mundo.



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