Parte 3.

Takemichi no podía concentrarse en nada. Las letras y diagnósticos ese día no tenían sentido. Había estado tan distraído que le habían dado un descanso, por lo que ahora estaba apoyado en el sofá de la sala de descanso, haciendo pucheros.

—¿Se puede saber qué te pasa hoy? — preguntó Hanma, sentándose a su lado.

Takemichi no se inmutó por su cercanía, pero tampoco estaba de ánimos para preocuparse por ello.
—No he dormido bien, es todo— respondió escuetamente—, pero no puedo darme el lujo de descansar. Hay mucho que hacer hoy.

—¿Te traigo un café? — insistió su compañero de trabajo.

—No es necesario, solo necesito relajarme. — Se irguió lo suficiente para ver el rostro del más alto, sonriéndole por su amabilidad. Takemichi le daba crédito por ser tan atento.

— Esta bien, si necesitas algo estaré en la sala de emergencias.

— Gracias, compañero— dijo con una sonrisa, tumbándose el sofá nuevamente desganado. Lo único que quería era olvidarse de la existencia de Mikey, aunque sea un solo minuto, sin embargo, su tonto mejor amigo ocupaba cada uno de sus pensamientos.

Para bien o para mal, era un tumor difícil de exterminar. Y hablando de ello, su móvil sonó y definitivamente no se sorprendió al ver de quien se trataba. Takemichi tenía el poder de invocarlo en los mejores momentos.

Era como si incluso vigilara sus pensamientos, lo cual en cierto modo era aterrados. En ese caso hizo lo que cualquier persona haría en su caso, colgó la llamada y continuó dormitando hasta que su hora de descanso terminó. Lo siguiente fue solo rutina: atender pacientes, fingir sonrisas antes sus compañeros de trabajo y no enloquecer por cada llamada que recibió de Mikey.

Parecía algo simple, pero su mejor amigo no se rendía. Y bueno, así era él, demasiado terco para su propio gusto, ¿Por qué se había enamorado de él en primer lugar?

Normalmente terminaba agotado por su extenuante jornada laboral, sin embargo, ese día acabó el doble de cansado. Arrastró sus pies fuera del hospital, pensando que quizá debería ir por pastillas para dormir antes de regresar a casa.

Tenía fe de que por lo menos su noche fuese más tranquila, aunque la persona que lo esperaba frente a su puerta de salida no era exactamente una que esperaba ver ese día, independientemente de si era Mikey o no.

Estuvo a punto de hacerse el desentendido, sin embargo sus pies se movieron en dirección al auto estacionado al costado de la calle. Takemichi miró mal a Chifuyu, sabiéndolo cómplice del juego de Mikey.

—No me mires así, es una orden del jefe— dijo el chico como si pudiese leer su mente.

—¿Por qué no vino él mismo? — preguntó Takemichi, sin ganas de replicar eso que comentó Chifuyu. Mikey se estaba pasando de controlador.

—Pensó que necesitabas tu espacio.

—Y vaya que estoy obteniendo eso— agregó, cerrando de un portazo la puerta.

—Solo está preocupado por ti— dijo Chifuyu, encendiendo el auto cuando ambos estuvieron dentro.

Takemichi se colocó el cinturón de seguridad, resoplando frustrado. No entendía a Mikey y jamás lo haría. Era como si pensara una cosa e hiciera otra completamente distinta para su beneficio.

¿Por qué le impresionaba?

—Todos ustedes me han mentido durante años, ¿por qué debería ser condescendiente?

—No lo sé, pero lo hizo solo para protegerte. No quería involucrarte en esta vida.

Ya no dijo nada. No había mucho que decir en realidad. Cada uno tenía sus razones para ocultar secretos, pero se suponía que Mikey y él, eran mejores amigos que se contaban todo y aún más si es referente al trabajo, ¿Cómo podría estar seguro Takemichi que Mikey nunca se lastimó?

Y lo peor era que nunca se enteraría de ello, también si Mikey muriera seguramente Takemichi no hubiese poder hacer nada. Se estremeció al imaginar lo cerca que estaba Mikey de la muerte o de la cárcel, un paso en falso y todo acabaría.

Cubrió su rostro y se ahogó en sollozos, que fueron tristemente escuchados por Chifuyu quien no se detuvo hasta que llegaron a su casa.

Chifuyu se había quedado a su lado prometiendo que se quedaría a dormir con él; pidieron comida y charlaron como en los viejos tiempos. Fue reconfortante su compañía, aunque siguiese sintiendo el peso de la mentira.

—Eres un doctor reconocido y sigues viviendo en este pequeño departamento—murmuró Chifuyu, acomodando la almohada de su lado de la cama.

Takemichi y Chifuyu dormirían juntos puesto que ese lugar no tenía habitación de invitados. Era una pequeña cajita, solo con una cocina, baño y una sala de estar. Mikey le había estado insistiendo para que vivieran juntos, pero su respuesta era más que obvia. Además de que Mikey pasaba más de viaje y se sentiría mal en un lugar tan grande y solo.

—Es más cómodo así, ¿ya no quieres dormir conmigo? Antes no te quejabas, ¿es por Baji? —bromeó, riendo cuando Chifuyu le lanzó una almohada.

—No me quejo, pero prefiero dormir con Keisuke.

—Son tan empalagosos. — Le lanzó de vuelta la almohada.

—Al menos no soy tan cobarde como para no confesarle mis sentimientos al chico que he amado por más de doce años, ¿dónde te deja eso?

—Eso es diferente, pensé que Mikey nunca me vería como algo más...— Y seguía sin creerlo, era demasiado bueno para ser real.

—¿Y ahora qué sabes que te ama que harás al respecto?

—Nada, al menos no por ahora; ya le he dicho que lo amo, pero solo como amigo.

—Eres tan pesado, Takemichi.

—No todos tenemos nuestra vida amorosa resuelta.

Chifuyu no insistió con el tema y al terminar de acomodar su lugar en la cama, se fue al baño. Takemichi aprovechó su distracción, para tomar su móvil y revisar los mensajes, la mayoría de ellos era de Mikey, había uno que otro de sus compañeros de trabajo y otros de los amigos en común que compartía con Mikey.

Enamorarse de un mafioso estaba en contra de su ética, pero allí estaba suspirando como un idiota.

Cuando Chifuyu regresó, Takemichi estaba un poco más cuerdo. Solo esperó hasta que ambos estuvieron acomodados para dormir que blanqueó su mente para solo quedarse con lo más bonito. Los recuerdos de los momentos más significativos con Mikey.

A pesar de los días caóticos, las rutinas de Takemichi no habían cambiado mucho. Tampoco había hablado con Mikey desde ese día, pero sabía que estaba atento por los mensajes diarios. Takemichi había tenido mucho tiempo para pensar, aunque seguía renuente a perdonarlo.

Takemichi amaba su vida como doctor, amaba lo que había construido a lo largo de los años y no estaba seguro de querer estar del lado de Mikey en su vida de mafioso, ya sea como amigo o pareja, aunque también estaba la opción de aceptar ambas vidas por igual como lo hacían los demás, pero... ¿y si se metía en problemas?

Realmente dejó a la suerte su destino, que lo pusiese en el lugar que merecía.

Otra semana había pasado muy rápido; Takemichi estaba terminando su jornada en el hospital, un turno nocturno que lo tenía allí hasta las cuatro de la mañana, cuando de repente recibió una llamada. No era normal en ese momento, ni en esas circunstancias, por lo que se ocultó en el cuarto de descanso para responder.

Trató de no sonar sorprendido al ver que se trataba de Mikey, pero su voz temblorosa lo delató cuando dijo un simple:

—¿Mikey-kun?

—Te necesito, ¿puedes venir?

Sus nervios se pusieron en alerta. Se movió inquieto hacía la puerta, tratando de no perder la compostura. Era raro que Mikey le pidiese ayuda, mucho más, cuando debía saber que estaba trabajando. Mikey conocía cada uno de sus horarios, aún si estaban peleados.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó exactamente?

—No puedo decirte por teléfono. Tienes que venir, no tardes por favor. Te mandaré la dirección por mensaje, es de vida o muerte.

Antes de poder replicar, la llamada se colgó. Solo quedó el pitido insistente de su móvil. Takemichi jadeó nervioso, quedándose quieto lo suficiente para procesar las cosas que habían pasado en tan poco.

Mikey se había escuchado tan ansioso y preocupado, no era el tipo alegre que siempre lo buscaba. Y Takemichi no podía abandonarlo en esas circunstancias. Salió de cuartito, yendo por sus cosas. No le faltaba mucho para salir, pero con irse unos minutos antes no le haría daño. De todas formas, pidió una excusa por emergencia y se marchó. Tal como había dicho Mikey, le mandó un mensaje.

Suspiró para relajarse, tomando un transporte rápido que lo llevó sin más a un edificio al otro lado de la ciudad. No era una zona exclusiva, pero casi contrastaba con el apartamento lujoso de Mikey. No estaba seguro de si era la dirección correcta, pero caminó nervioso hacía la puerta de vidrio.

Obtuvo un poco de alivio al ver que lo esperaba un conocido. Era Chifuyu.

Su mejor amigo se veía más cansado de lo usual, su expresión en blanco era espeluznante. Pareció relajarse al verlo llegar, pero no bajó la guardia.

—¿Ahora si me van a decir qué pasó? ¿Es Mikey?

—Entra, te llevaré en donde está él— respondió Chifuyu sin detallar la situación.

Tanto misterio estaba empezando a incomodarlo, de todos modos, lo siguió hacía un elevador que los llevó a ambos al tercer piso. Por donde quiera que Takemichi pasara se veía lujoso, grande y lúgubre. Estaba empezando a temer por su propia vida.

—Es Mitsuya— dijo finalmente Chifuyu, abriendo la puerta de uno de los apartamentos.

—¿Qué? — preguntó pasmado. Mitsuya herido era sinónimo de muchos problemas, entre ellos un Hakkai muy preocupado. Ese par era inseparable.

Takemichi rogó para que no fuese tan grave. Mitsuya era su amigo, uno de los pocos que seguía siendo tan calmado y amoroso.

Si pensó que el apartamento de Mikey era grande, con ese se quedaba corto. Era un espacio amplio y elegante, grandes ventanales y a primera vista podía ver una especie de sala con bar incluido. No tenía por qué estar tan sorprendido, de no ser porque el lugar estaba repleto de personas.

Caras conocidas y otras no tantas. Todo el aire de sus pulmones se perdió cuando distinguió la figura de Mikey, demacrado y ojeroso, su primer instinto fue correr hacía él, pero se detuvo al ver el verdadero motivo por el que Mikey lo había llamado: Mitsuya.

El chico estaba tendido en un sofá largo con una mancha espantosa de sangre en su costado. Takemichi dejó todo de lado y se acercó a él, pero hacer un diagnóstico rápido de la situación.

—Estábamos haciendo un trabajo rápido, pero era una trampa. Nos emboscaron y al intentar protegernos y huir, Mitsuya recibió un disparo. Aunque Chifuyu sabe lo básico no pudo hacer que la sangre se detuviera— explicó alguien a sus espaldas.

Takemichi asintió como si eso fuese suficiente y se dispuso a sacar las cosas que tenía en su bolso, por los menos las que necesitaría.

—¿Por qué no lo llevaron al hospital? Puede estar comprometido un órgano interno—dijo, mirando de reojo a Mikey.

Su mejor amigo no le devolvió la mirada, lo suficientemente culpable como para replicar.

Desde su pelea con Takemichi, el rubio cenizo había estado muy distraído. Entre vigilar al doctor y estar pendiente del trabajo, las cosas se habían complicado un poco. No comía mucho, dormía un par de horas. Trató de no estar tan deprimido, confiaba en que Takemichi volvería a su lado, pero tenía miedo de que su paciencia se agotara.

Lo último que quería era obligar a Takemichi a estar a su lado.

—No podemos arriesgarnos, harán preguntas— respondió alguien más.

Kokonoi era el tipo que se encargaba de limpiar sus desastres, pero había cosas que sobrepasaban los límites, como ese. No pudo hacer más por Mitsuya que llevarlo al edificio y esperar que Takemichi llegara.

Mikey no había estado muy de acuerdo con involucrar a Takemichi por el momento, sin embargo, no quedó de otra. No cuando su amigo y colega estaba al borde de la muerte.

Afortunadamente Takemichi era bueno en lo que hacía, pues se desenvolvió muy rápido y como el profesional que era. Dio varias órdenes, todos se movían de un lado a otro buscando agua limpia, instrumentos médicos y muchas vendas. La sala de aquel apartamento se volvió un quirófano. Mikey tuvo que aguantarse cada corte en Mitsuya, los silbidos de sus amigos y el llanto de Hakkai, tan preocupado por su Taka-chan.

Mikey se dio varias vueltas por el espacio en el que Takemichi trabajaba, pero finalmente decidió sentarse muy lejos para no poner nervioso a su mejor amigo. Aún tenían mucho de qué hablar.

Dos horas de angustias y raras indicaciones pasaron antes de que Takemichi finalmente levantara sus manos. Todos levantaron sus cabezas, ansiosos por el resultado. Mikey como líder fue el primero en levantarse.

—Esta noche será crucial, hay que tener paciencia. Vigilar sus signos vitales cada media hora y rogar porque la herida no se infecte— dijo Takemichi suavemente.

—Chifuyu puede hacer eso, necesitas descansar— mencionó Mikey, poniendo una mano sobre el hombro de Takemichi. El chico pareció tensarse por su cercanía, pero no se movió.

—Me quedaré aquí si no te molesta, solo necesito un baño. Soy el doctor después de todo, ¿no? — Takemichi inclinó su rostro y lo miró, sus ojos expresivos estaban cansados y aprehensivos.

Mikey no se atrevió a contradecirlo. Se encogió de hombros y volvió a tomar distancia para despedir a sus amigos. Fue una gran lucha para sacarlos a todos, pero a excepción de Hakkai y Takemichi que se quedaron, los demás no pudieron desobedecer sus órdenes directas.

—¿Qué es este lugar? ¿Su guarida?

—Ah, no, no. Solo es un lugar para reposar. Es mi apartamento— respondió Mikey como si nada

No se perdió la escabrosa mirada que Takemichi le lanzó, pero fue fácil ignorarlo cuando lo llevó a la habitación y lo empujó por algo de ropa limpia. Tenía que usar la suya y bueno, no es como si no hubiesen compartido antes.

—Estás tan lleno de secretos que ya no sé cuál es el verdadero Mikey— dijo Takemichi, eligiendo un atuendo sencillo para pasar la noche—. No creas que te perdonaré tan fácil, me has herido.

—Estas siendo muy duro conmigo, Takemicchi. Soy el mismo. — Se acercó al chico, poniendo suavemente sus manos en sus hombros. Al tomarlo con la guardia baja, Takemichi no pudo moverse, al contrario, apoyó su cabeza en el hombro derecho de Mikey y se quedó allí, disfrutando de su compañía o eso creía.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top