Parte 2.

Pero, Mikey no lo dejaría ir. Nunca permitiría que se le escapara. Takemichi era suyo, solo suyo.

Tocó la puerta varias veces, sin obtener resultados. Takemichi estaba renuente a verlo. Lo intentó varias veces hasta que finalmente acabó con la paciencia del doctor.

—¡Vete, no quiero verte ahora!

—Hablemos, te diré todo lo que desees saber. — trató de negociar—. Además, voy a hacer cualquier cosa que quieras, lo prometo. Quiero ganarme tu perdón.

Hubo un silencio momentáneo, probablemente fueron los minutos más largos de toda su vida cuando por fin Takemichi dio señales de vida.

—Entonces... llévame con el tipo al que golpeaste, veamos si de verdad está muerto. Puedo ayudar, soy doctor. — su voz era calmada y nerviosa, el toque de angustia estaba allí y Mikey lamentó no poder darle la respuesta que Takemichi quería.

—Takemicchi, está muerto. Le disparé— habló con parsimonia, apoyando su frente en la puerta solo para sentir como la madera retumbó de lleno por el golpe que seguramente Takemichi le estaba dando del otro lado.

El estallido de ira le sacó una risa que tuvo que cubrir con el antebrazo para que Takemichi no pensara que se estaba riendo de él. Solo eran graciosas las circunstancias.

—Eres un cínico mentiroso, jamás te perdonaré por esto.

—Déjame entrar o te juro que abrirle la puerta a la fuerza. — Debía ser firme si quería lograr avances con Takemichi—. La patearé hasta que ceda, sabes que lo haré.

— Lo haces y te olvidas que existo, no te volvería a hablar nunca más— dijo el chico con una pasividad aterradora, era una amenaza por donde quiera que la mirara—, ¿sabes qué? no quiero hablarte ahora.

— ¿Takemicchi?

Mikey esperó una respuesta que no llegó. Sintió que su propio cuerpo de tambaleaba y aún con las ganas de romper todo, permaneció quieto. Takemichi lo perdonaría, solo debía esperar que se calmara, ¿verdad?

Se dejó caer en el suelo. Cerrando sus ojos con pesadez, cuando fuese el momento ambos hablarían, Takemichi no podía quedarse todo el tiempo encerrado.

— ¿Recuerdas qué en mi niñez comencé una pandilla con mis amigos? — preguntó. Sabía que no recibiría respuestas, así que entonces continuó—, no la dejé como pensaste que lo haría. De hecho, creció cuando estuviste en problemas y me amenazaste con que huirías, ¿crees qué iba a dejar qué me dejaras solo? Hice todo lo que pude para mantenerte a mi lado, conseguí dinero rápido para ayudarte a sobrevivir cuando huiste de casa.

— ¡Maldito psicópata!

No le afectaron para nada esas palabras, al contrario, sonrió porque Takemichi le estaba prestando atención.

— Los chicos y yo tuvimos uno que otro negocio, y lentamente empezamos a crecer. Ya no éramos esa pandilla que conociste. Tomamos las cosas con más seriedad. Hicimos dinero, conseguimos nuevos aliados, muchos contactos de negocio. Y permanecimos todos juntos— dijo Mikey, cerrando sus ojos—, cuando Draken murió pensé que todo se derrumbaría, pero estuviste allí para mí, Takemicchi. Eventualmente me enamoré de ti, y cómo no hacerlo. Eres un sol que ilumina mi camino, la persona más importante para mí. Te amo, por eso no te puedes alejar de mí.

Pegó la oreja en la puerta y pudo escuchar los sollozos del otro lado. Le dolía que Takemichi estuviese llorando por su culpa. Su corazón se comprimía de pesar. Tocó la puerta varias veces, esperando en vano que se abriera. Esa noche no tendría tanta suerte, ¿verdad?

—Por favor, déjame entrar— suplicó al punto de llorar también. Estaba tan cerca y tan lejos de Takemichi.

— ¡Vete, Mikey-kun! Nada de eso explica porque matas personas, pensé que tu pandilla era para proteger a tus amigos.

— ¡Lo hago! Pero, cada vez era más difícil mantenerlos al margen de las peleas. Draken murió, maldita sea, no pude protegerlo.

Mikey recordaba todo lo que había hecho para mantener a todos los que quería a salvo. Sacrificó muchas cosas, los golpes fueron desagradables, pero aún si sobrevivió pues sabía que Takemichi estaría esperando por él, sin embargo, ahora veía como su mundo lentamente se derrumbaba. Su pilar más fuerte estaba tambaleando.

Cerró sus ojos y golpeó la puerta con su puño, rindiéndose ante la negativa del pelinegro; no iba a insistir por el momento. Takemichi era terco cuando se lo proponía.

—Me quedaré aquí hasta que salgas.

—¡Haz lo que quieras!

Se rio sin ganas, apoyando su espalda en la puerta. Atrajo sus piernas hacía su pecho, abrazándose a ellas por el repentino frío. Esa noche no era distinta a las demás, cuando tenía que sostenerse sin Takemichi.

Takemichi se levantó de la cama, seguía incapaz de disculpar a Mikey, pero estaba preocupado por él. Hacía mucho había dejado de hablar y no había ruidos fuera de la habitación.

"Se lo merecía", pensaba, pero su corazón de pollo no soportaba ver a su mejor amigo sufriendo. Lo sentía, sabía cuándo Mikey no estaba bien. Un tanto tembloroso, estiró su mano y sostuvo el pomo de la puerta. El dilema no terminaba ni siquiera si pudiese hablar con el rubio cenizo, había tantas cosas que no entendía aún, pero solo por esa noche podía fingir.

Cuando abrió la puerta, se sobresaltó cuando encontró a Mikey dormitando al punto de caerse. Se agachó para abrazarlo, manteniéndolo a salvo en su pecho. Mikey hizo algunos ruiditos, que acabaron al darse cuenta de quien lo estaba agarrando.

— ¿Takemicchi?

— Ven a la cama, te resfriaras si duermes aquí— dijo en voz baja.

Ambos se levantaron, caminando juntos hacía la cama. Takemichi esperó hasta que Mikey se acostarlo para seguirlo. No era la primera vez que dormían juntos, pero si la primera en hacerlo cuando había una confesión de por medio.

Ahora que Takemichi sabía que Mikey correspondía a sus sentimientos, había una pequeña chispa de felicidad en su interior que era opacada por el secreto mejor guardado del chico. Aún no podía creer que le hubiese estado mintiendo todo este tiempo sin embargo, tampoco podía ignorar que por tanto tiempo había esperado tener una mini oportunidad y ahora que lo tenía todo en sus manos, ¿Qué podía hacer con todo ello?

—¿Me odias? —preguntó Mikey débilmente. Sus ojos estaban manchados de tristeza.

Takemichi le consoló, acariciando sus cabellos revueltos.

—No te odio, pero tampoco puedo pasar por alto todo esto— respondió en voz baja, temeroso.

— Solo quería protegerte. — Mikey lo dijo con tanta credibilidad que de nuevo se sintió frágil ante él.

Odiaba el poder que ese torpe rubio cenizo tenía sobre su cuerpo. Una palabra y caía rendido a sus pies.

—Puedo cuidarme solo. — intentó sonar más seguro, titubeando al momento en el que se movió para abrazarse más cerca de Mikey.

Contra todo pronóstico, Mikey sonrió por eso último. Takemichi no entendía lo que pasaba por la cabeza del chico, aunque se consolaba pensando que tal vez solo estaba delirando.

— Eres todo un luchador, ¿eh?

— Duérmete o de verdad vas a conocer mi lado luchador.

Después de decir esas palabras, Mikey lo abrazó de la cintura y se acurrucó cerca de su pecho. Parecía un bebé grande en busca de calor y esa era una de las cosas por las que se había enamorado. Mikey siempre fue alguien mimoso y divertido, un poco arrogante y posesivo, pero no una mala persona.

Takemichi se inclinó y besó la frente de su amigo, dejando su mentón presionado en los cabellos revueltos.

—Takemicchi, ¿me amas?

—Te amo, eres un gran amigo para mí...— respondió sin pensar y en parte era verdad. Takemichi lo amaba más que nada en la vida, lo quería más que a un amigo, pero no estaba dispuesto a decirlo en esas condiciones.

Mikey se conformó con esa respuesta y por fin su rostro se suavizó, tarareando contento por la oportunidad que se le daba de quedarse a su lado, así como también dejarlo dormir en su cama.

Pequeñeces que al final del día, a Takemichi también le daban felicidad. Se quedó despierto hasta que Mikey se durmió y no mucho después, lo acompañó al mundo de los sueños.

. . .

A la mañana siguiente Mikey se levantó tanteando su costado, aun dormitando podía sentir que algo le faltaba y no estaba lejos de la verdad; se sobresaltó cuando la realización de que Takemichi no estaba allí a su lado.

"Se escapó", fue lo primero en lo que pensó cuando saltó de la cama y desesperado lo buscó alrededor, empezando por el baño.

Debía verse como un loco cuando salió de la habitación, ya que ni siquiera notó la figura que lo mirada desconcertado a un costado.

—Buenos días, Mikey-kun, ¿estás bien?

Esa voz, Takemichi. Suspiró aliviado y corrió directamente a los brazos de Takemichi, fundiéndose en sus cálidos brazos. El chico lo sostuvo con la preocupación pintando sus facciones.

—No te has ido, Micchi— dijo con la voz ahogada.

—¿Eh? ¿estás preocupado por eso? — preguntó Takemichi con una sonrisa tenue en sus labios—. Estaba pensando en prepararte el desayuno antes de irme a casa, tengo que darme un baño antes del trabajo. Hoy será un día ocupado.

—No te vayas, quédate conmigo— repitió Mikey como si fuese un mantra.

Takemichi lo tomó de los brazos y lo alejó para que lo mirara.

— Tengo que trabajar, de todos modos, no te salvas. Aún tenemos que hablar de lo de ayer, no te perdonaré tan fácilmente.

— No hagas nada ahora, ¿puedo invitarte a desayunar? — Mikey lo estaba intentando, de verdad quería la total atención de Takemichi antes de sentir que se le escapaba de las manos.

Takemichi debió notar su angustia, pues asintió suavemente y se separó muy a su pesar.

— Déjame ir por mis cosas y nos vamos, ¿quieres?

— Yo también debo ponerme algo— dijo, peinando sus cabellos alborotados para seguir a Takemichi a la habitación.

No pasó mucho para que ambos estuvieron listos, fue tan simple como salir del edificio y detenerse en la cafetería favorita de Takemichi. Tenían un café muy delicioso, con un pan de chocolate y miel que le encantaba. Mikey no era nadie para negarle un capricho.

Se sentaron en silencio, mirándose el uno al otro como si apenas se estuvieran conociendo.

— ¿Y bien? ¿Hay algo qué tengas que decir ahora?

— Takemicchi, ¿tú me odias? — preguntó Mikey.

— No podría ni en mil años, pero... no es fácil, eres mi mejor amigo, ¿por qué no confiaste en mí desde el primer momento?

— No quería involucrarte en esto.

— ¿Ah no? ¿Qué tanto me ocultas entonces?

Mikey abrió y cerró su boca, ladeando su cabeza para evitar la intensa mirada de Takemichi. Odiaba el enojo que irradiaba de él, aunque se lo tenía más que merecido.

— Todo lo demás que te he dicho es cierto.

— ¿Entonces es verdad qué me amas? ¿No fue un truco barato para tenerme a tus pies?

El rostro de Mikey se contrajo en una mueca y por primera vez en todo el rato, estuvo realmente molesto. Takemichi no podía dudar de sus sentimientos. Había sido completamente sincero.

— ¿Por qué lo dudas?

— Porque me has mentido todos estos años, ya no confío en ti.

Tenía tanto que decir, mucho que replicarle, sin embargo, Mikey se quedó callado. El dolor estaba estampado en cada centímetro de su rostro. Y se lo merecía, al final lo sabía. Su vida estaba destinada a la soledad.

Comieron en silencio, esperando que toda esa incomodidad fuese pasajera, en especial Mikey, que tramaba la forma de tener a Takemichi a su lado, nunca lo dejaría ir. Era lo único que lo mantenía en pie, no podía perderlo también.

—Ahora si debo irme a casa, no es necesario que me lleves. Tomaré un taxi.

—Está bien, ¿paso por ti esta noche?

—No es necesario— fue la respuesta corta y dolorosa que pudieron darle. El amor de su vida se le escapaba de las manos.

Mikey se quedó en su asiento mientras Takemichi se marchaba. Desde la ventana, podía verlo moverse con gracia en la acera para pedir un taxi. Takemichi quería su espacio y se lo daría, pero esperaba que no se tomara mucho tiempo pensando o Mikey iría por él.

Se levantó después de ver como Takemichi desaparecía, haciendo varias llamadas cuando se embarcó a su aventura del día, aunque primero debía tomar un baño.

Por otro lado, Takemichi llegó a su apartamento sintiéndose terrible. La verdad sobre Mikey no le había sentado bien y tenía que disimular frente a él, para no demostrar lo mal que estaba. Su cabeza palpitaba de dolor y sus entrañas se retorcían de asco al imaginar todo lo que hacía su mejor amigo.

Recibió una llamada de repente y estuvo tentado a ignorarla, pero podía ser del hospital y no podía rechazarlas por más que quisiera. Sacó su móvil de su mochila, pero solo se sorprendió al ver quien lo llamaba.

Chifuyu.

¿Qué quería ahora?

Se recompuso mientras se preparaba para bañarse, respondiendo la llamada, desganado.

—Chifuyu, qué sorpresa— murmuró, yendo al guardarropa por su ropa de trabajo.

Takemicchi, ¿Estás bien? Mikey parecía preocupado hoy, nos llamó diciendo que te cuidáramos la espalda— dijo el chico del otro lado de la línea.

— ¿Hizo eso? — preguntó Takemichi sorprendido—. No pasa nada, estoy mejor que nunca— agregó a regañadientes. Seguramente Mikey ya les había advertido a todos sobre su confesión, la fachada que habían construido a su alrededor se estaba cayendo lentamente.

Me alegra, pensé que podríamos reunirnos hoy.

— Estaré trabajando, pero puedo mandarte un mensaje si me desocupo.

¿Sabes qué puedes decirme cualquier cosa verdad?

La ira burbujeó en el estómago de Takemichi. Tenía ganas de gritarle que no era necesario que fingiera más, pero Chifuyu era un gran amigo, no podía desquitar su enojo con él, seguramente nada de eso era su culpa.

Lanzó una sudadera sencilla a la cama y se rindió al impulso de gritar, no lo estaba tomando tan bien como pensó.

— Lo mismo te digo— respondió con amargura—, debo irme. Te escribiré luego.

Antes de que Chifuyu pudiese decir algo más, colgó la llamada. Sus ojos picaron por las lágrimas, si lo pensaba bien, todos sus amigos le habían mentido y no sabía qué hacer con todo eso. No sabía cómo sentirse con respecto a la mentira, una vida de risas y confianza que lentamente se desvanecía.

Decidió que los enfrentaría a todos en su debido momento. Ahora tenía mucho que pensar, como el hecho que Mikey estaba tratando de cuidarlo o vigilarlo, involucrando a sus amigos en común. Eso sí que lo cabreaba.

—Cómo no me di cuenta antes de lo idiota que es Mikey— farfulló molesto, metiéndose a bañar entre quejas y maldiciones. Dónde quiera que estuviese Mikey esperaba que sintiera su ira. No se lo iba a dejar pasar fácilmente. 

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