Parte 1.

¡Buenas noches! 

Esta es una comisión de la cumpleañera más preciosa del mundo. La adoro. Esta idea es completamente de ella, de comienzo a los pies, todos los créditos son para ella. Yo solo narré las cositas que salieron de su cabeza linda. Espero que lo disfruten. Ooohlord te adoro.



La cirugía fue todo un éxito. Takemichi salió del quirófano totalmente cansado, pero con un aura de satisfacción inigualable. Se quitó los guantes en el cuarto séptico, junto al gorro y la bata quirúrgica que arrojó al cesto de la ropa sucia. Luego fue al lavamanos para desinfectar sus brazos y cuello, y enjuagar su rostro.

—Buen trabajo, doctor Hanagaki— dijo alguien a sus espaldas.

Takemichi apenas tuvo tiempo de torcer el cuello para ver a su colega y amigo, Hanma Shuji; había estado tan emocionado por su nuevo logro que ni siquiera se dio cuenta que estaba acompañado por uno de los mejores cirujanos del plantel.

—Muchas gracias, la cirugía fue un poco complicada. A última hora pensé que no podríamos remover ese tumor— respondió casual, secándose las manos con la toalla limpia colgada en el perchero superior al lado de la puerta corrediza.

Se giró para quedar frente a su compañero con una sonrisa afable y educada, Hanma era un gran cardiólogo, sus halagos no pasaban desapercibidos para Takemichi quien apenas llevaba un año en ese hospital, ganándose a pulso una buena reputación.

—Siento que pude haberlo hecho mejor.

—Solo te falta un poco más de confianza, pero te desenvuelves muy bien.

—Supongo, de verdad eres muy amable. — Sus mejillas se colorearon lo suficiente para que el doctor frente a él sonriera con arrogancia. Takemichi salió del cuarto antes de avergonzarse más y caminó a la par de Hanma.

Con algo de suerte, daría un corto recorrido por la cafetería y pediría un café muy caliente antes de irse a casa.

—¿Tienes planes para esta noche? — preguntó su compañero.

— Uhm, no lo creo, ¿por qué? — respondió dudoso sin detener su andar, estaba cerca de su destino.

— Solo me preguntaba sí...

Antes de que Hanma pudiese hacer su petición, su móvil sonó estrepitosamente haciéndolo sobresaltarse. Algo apenado metió su diestra en su bolsillo delantero y tomó el aparato para descubrir con una sonrisa alegre quien lo estaba llamando.

— Lo siento, tengo que responder.

— No te preocupes, te diré luego— respondió despreocupado el chico, doblando por el pasillo siguiente para dejarlo solo. Takemichi suspiró un agradecimiento y no tardó en responder la llamada.

— ¡Mikey-kun!

Tardaste, Takemicchi, ¿llamé en mal momento? — del otro lado de la línea se escuchaba un suave traqueteo y una música suave, Mikey debía estar conduciendo.

— En realidad no, terminé hace poco una cirugía y estoy yendo a cambiarme para irme a casa, ¿por qué?

Estoy cerca y pensé que podría ir a verte, hace mucho no nos vemos.

— Tres semanas y dos días, lo sé...— trató de no sonar tan ansioso, pero había extrañado a Mikey. Sus trabajos los mantenían muy distanciados, por un lado, Takemichi tenía largas jornadas de cirugías y Mikey solía viajar a lo largo de Japón o al extranjero por negocios—. Te extrañe, puedes pasar por mí.

¿Es normal que tengas el tiempo contabilizado? — preguntó burlón el chico, suavizando el tono de su voz por lo último que Takemichi mencionó— Voy hacía allá.

Takemichi asintió como si tuviese en frente de Mikey y se metió al cuartito de empleados para cambiarse de ropa sin soltar el teléfono. Por otro lado, Mikey se estaba limpiando las gotas de sangre que habían salpicado a sus mejillas. Por el espejo retrovisor trataba de guiarse, pero mientras hacía esa tarea, estaba prestando atención a Takemichi y su verborrea sobre la cirugía. Sonaba tan entusiasmado mientras le contaba las buenas noticias que Mikey no quería perderse ningún detalle del asunto, aun cuando tuviese que limpiar los últimos desastres de su última misión en Shibuya con algo de dificultad. Era una suerte estar tan cerca de Takemichi en esos momentos.

No deberías estar hablar conmigo mientras conduces, Mikey-kun. — se hubiese reído de Takemichi si lo tuviese en frente. Se imaginó su tierno puchero y sus exasperados movimientos de manos. Hermoso incluso molesto.

Mikey estaba enamorado de Takemichi y no solo eso, estaba loco por él. No había momento en el día que no lo deseara a su lado, aunque fuese para hablar de temas banales. Mikey amaba que Takemichi lo cuidara, amaba su tono preocupado cuando tardaba en regresar o de las pequeñeces que hablaban por teléfono. Todo, absolutamente amaba todo.

Su amistad comenzó en las calles de Tokio. Fue una casualidad, tal vez. Takemichi era un rubio teñido nada relevante, sin embargo, se metió en una pelea de la que no saldría bien librado hasta que Mikey intervino y le salvo el trasero. Como agradecimiento, el escuálido muchacho lo siguió a todas partes y hasta la fecha, se había mantenido fiel a sus mandatos.

—Estoy bien, uso los manos libres— respondió sin gracia, peinando los mechones negros que revoloteaban con el aire que se colaba de la ventanilla. Le bajó el volumen a la música al estar a poca distancia de su destino, solo a unos metros de su Takemichi—, estoy cerca, te esperaré en la salida de empleados.

Me pongo mis zapatos y salgo—agregó Takemichi—, voy a colgar por tu propio bien.

— Takemicchi, no es necesario— Mikey suspiró cuando el chico del otro lado colgó, dejándolo por unos segundos en la penumbra.

Se estacionó en el lugar de siempre y se bajó del auto para esperar a Takemichi reclinado en el capó. Su rostro inclinado hacia el cielo en donde se dibujaba una estela de estrellas difuminadas por la luz de la ciudad. El paisaje no era tan bonito, pero si lo relajaba en su espera.

Takemichi se miró una última vez en el espejo de su casillero, preocupado por las ojeras alrededor de sus ojos. No se veía nada presentable para el encuentro con Mikey. Arrastró sus manos por su rostro descompuesto, palmeando sus mejillas una última vez antes de salir del cuartito, debía obligarse a no pensar en su apariencia para no volverse loco.

No podía contener su emoción, quería correr a la salida y estrecharse en los fuertes brazos de Mikey. Estuvo a punto de saltarse todas las normas de seguridad solo por llegar más rápido, pero finalmente su fuerza de voluntad fue más grande y pudo pasar las puertas sin hacer un escándalo.

Reconoció la figura de Mikey de pie al lado de su auto negro, esta vez no pudo aguantarse un segundo más y corrió hasta que sus piernas se quejaron, luego se lanzó a los brazos de su mejor amigo, sosteniéndolo con todas sus fuerzas.

— ¡Mikey-kun, qué gusto volver a verte! — exclamó emocionado, hundiendo su rostro en el cuello contrario para llenarse de ese aroma que tanto extrañó, una mezcla de galletas y sándalo, tan bueno—, pensé que te tomaría menos tiempo esta vez, estuviste fuera casi un mes, ¿sabes lo mucho que te extrañe?

— Lo siento, Takemicchi. Surgieron asuntos urgentes, yo también te extrañe muchísimo. — Mikey sonó tan dulce que Takemichi tuvo que tragarse los reproches.

— Estoy siendo un poco dramático, sé que tu misterioso trabajo es así.

Takemichi levantó una ceja hacía el rubio cenizo, mirándolo con curiosidad. Llevaban años siendo amigos y aún no descubría de que se trataba su negocio. Mikey lo había maquillado como intercambios variados de servicios, pero nada tenía sentido para él. Era un poco torpe para la administración, por algo eligió algo más practico como la medicina, de todas formas no era ni el momento ni lugar para hablar de eso.

—Hablaremos mejor cuando estemos en casa, te responderé todas tus preguntas.

Asintió con entusiasmo y estuvo a punto de darse vuelta para irse al lado del copiloto cuando notó una pequeña mancha en la mejilla de Mikey. La bombilla del poste al lado, alumbraba débilmente la salpicadura carmesí, pero era inconfundible. Era sangre. Takemichi, alarmado, tomó las mejillas de Mikey, dejando al chico atónito por su toque repentino.

—¡Mikey-kun, ¿estás herido en algún lado?! — preguntó en voz alta, notando como los ojos de Mikey vacilaron alrededor de los suyos, había miedo y preocupación, por lo que el cuerpo de Takemichi se tensó al pensar lo peor—. Hay sangre en tu mejilla.

—No es mía, Takemichi— respondió Mikey con un tono glacial que no había escuchado antes. Takemichi se estremeció y lo soltó lentamente.

—¿Entonces? ¿Por qué tendrías sangre de otra persona encima? — preguntó dubitativo, tomando cierta distancia de su mejor amigo.

—¿Podemos hablar de esto en casa? — la cortante respuesta de Mikey lo enervó, sus dedos hundiéndose en el borde de su camisa hasta arrugarla.

Takemichi volvió a asentir a regañadientes, con sus ánimos desinflados. Tanto misterio le ponía los nervios de punta. Prefirió quedarse en silencio cuando entró al auto y se colocó el cinturón de seguridad, su rostro estuvo en todo momento inclinado hacia la ventanilla, mirando el paisaje nocturno en vez de al chico.

Si Mikey notó su actitud lo dejó pasar mientras conducía al departamento de Takemichi para su propio alivio.

—Lo siento, Micchi— dijo en voz baja el rubio cenizo.

—Solo estoy preocupado por ti— murmuró indiferente, jugueteando con los bordes de su camisa como único entretenimiento.

Ese sería un largo viaje.

— Lo sé.

Por primera vez en su vida, Takemichi se sentía incómodo en presencia de Mikey. Era como si pudiese sentir la aprehensión y la duda. Y no, no le estaba recriminando al chico que tuviese sangre en la mejilla, era más bien el temor infundado de que le estaba ocultando algo. En su cabeza solo había dudas, tantas preguntas que no sabía cómo abordar sin parecer desesperado.

Desde siempre habían sido inseparables; Mikey era un pilar importante para su vida, animándolo siempre a continuar a pesar de las dificultades y, estaba seguro de que le perdonaría todo lo que tuviese que decirle, sin embargo, aún era difícil para Takemichi asimilar que seguramente Mikey le estuviese guardando secretos. Ambos siempre eran sinceros el uno con el otro, era un acuerdo tácito entre ellos.

¿Entonces por qué ahora sentía que no conocía a su mejor amigo?

Llegaron al edificio de Takemichi y poco después, estuvieron en su apartamento. Se sentía un poco frío por la cantidad de tiempo que había estado solo, pero estaba muy limpio. Takemichi se encargaba de mandar a alguien para que lo limpiará al menos una vez a la semana. Lo conocía pulgada por pulgada, así que cuando se dirigió a la sala Mikey lo siguió sin refutar.

Takemichi le señaló el sillón más pequeño para que tomara asiento y hablaran de lo que sea que tuvieran que hablar, aunque antes de eso Takemichi fue por paños húmedos para limpiar la cara de Mikey, esas pequeñas salpicaduras de sangre que cada vez se hacían más evidentes.

— Ahora sí, cuéntame de donde viene toda esta sangre— habló tranquilo. La mirada de Mikey lo taladraba desde su posición.

— Vengo de trabajar, Takemicchi.

— Ya veo, ¿y cómo está la otra persona? ¿crees que necesite ayuda? — preguntó, apartando los cabellos que se colaban en la frente de su mejor amigo.

— Esta muerto.

El cuerpo del doctor se tensó tan fuerte que le dolieron sus músculos. Sus dedos quedaron colgados en el aire, con el paño deslizándose hacía el suelo. Sus cejas se entrecerraron, negando ligeramente incrédulo por la confesión de Mikey. Debía estar bromeando, no podía estar hablando en serio, ¿verdad?

— ¿Qué dices? ¿Por qué estaría muerto? Ni que fueses un matón, Mikey-kun— murmuró burlón.

El rostro de Mikey no había cambiado para nada, se veía tan serio y sincero. Takemichi entonces entró en pánico, retrocediendo como si Mikey quemara.

En ese momento, Mikey se levantó y le tomó de las muñecas, evitando que saliera corriendo. Un gritó se le escapó al doctor, jadeando como si le costara respirar y en parte, eso era verdad. No podía sentir el aire en sus pulmones.

¿Qué mierda estaba pasando?

— Espera, déjame explicarte, Takemicchi. No saques deducciones tan apresuradas.

— ¡¿Qué me vas a explicar?! — gritó exaltado—, No negaste que mataste a alguien, ¿Qué puedo suponer de todo esto? Me has mentido todo este tiempo sobre tu trabajo, sobre tu vida entera, ¿y hace cuanto nos conocemos? ¿doce años? Mikey-kun, esto es muy injusto para mí, ¿Qué más falta por decir?

Las lágrimas ya corrían por sus mejillas, estaba tan frustrado y triste, seguramente debía dejar hablar a Mikey, probablemente todo se trate de un error de percepción, pero en esos momentos solo quería golpearlo.

—Si no queda de otra, es hora de que sepas que soy un asesino; manejo una empresa criminal desde hace años. De un insignificante pandillero pasé a ser un gran mafioso, ¿eso era todo lo que querías saber, verdad? — preguntó Mikey, sin quitarle la mirada de encima.

Takemichi ahogó un grito, soltándose del agarre de Mikey con un fuerte empujón. Trató de ordenarle a sus piernas que se movieran, pero continuaron inamovibles, muertas en el duro suelo.

Mikey lo veía sufrir, pero continuó con su diatriba sin contemplaciones, era rudo y cruel, más aún con lo que seguía en medio de sus lamentos:

— Takemichi, te he ocultado grandes secretos todo este tiempo y sobre todo, lo mucho que te amo. Te amo con toda mi alma.

Takemichi estaba aterrado, en primer lugar Mikey le estaba diciendo que todos esos años habían vivido una mentira juntos y ahora, se le estaba confesando de la peor forma. Un día soñó con que Mikey les correspondía a sus sentimientos en una ocasión romántica e inesperada, quizá con el cliché de las flores o un viaje alrededor del mundo.

sin embargo, solo tenía la revelación y mentiras, muchas mentiras.

Mikey por otro lado, vio en primer plano como Takemichi se derrumbó. El rubio cenizo siempre había sido fuerte y decidido, le había perdonado cada falla, sus ausencias, sin embargo, ahora se veía tan frágil y confundido, y no era para menos, nunca pensó hablarle de su verdadero empleo, pero ahora que tuvo la oportunidad no podía desaprovecharlo. Debía sincerarse por una vez en su vida.

— Cálmate, te harás daño— dijo Mikey, rodeando de la cintura al chico cuando casi se cae. Era un pequeño animalito asustado, Mikey tenía que cuidarlo.

— No me toques, Mikey-kun.

—Es tarde para esto, Takemicchi. Ya estás tan hundido como yo en esto— dijo Mikey.

Era consciente de lo mucho que estaba afectando a Takemichi con su cinismo, pero era la única forma de decirle que lo quería a su lado por siempre.

—Estas muy demente si crees que soy igual que tú.

Mikey no se ofendió por ese comentario, sabía que Takemichi estaba molesto y era tan obvio por cómo se contenía, su rostro estaba rojo y sus manos empuñadas en sus costados. Mikey suspiró, estirando sus brazos para mostrarse tan seguro de sí mismo que a Takemichi no le quedaría duda que habla con la verdad.

—Tal vez no hacemos lo mismo, pero Takemichi, ¿me vas a negar que también estas enamorado de mí?

Los ojos del doctor se abrieron como platos, entre la sorpresa y la incredulidad, como si no supiese como abordar ese tema del que Mikey se había tomado la confianza de hablar. Hubo una llama incandescente en esos ojos azules que lo miraban con tanto enojo del que jamás creyó posible y luego, el primer golpe.

Mikeyapenas tuvo de registrar el cambio de actitud de Takemichi antes de que elchico saliera corriendo y se encerrara en la habitación, dejándolo a su suerte.

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