Capítulo Veintisiete
Observé a Blake en silencio sorprendida de que estuviera ahí delante del reino. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que le dije que se marchase? El tiempo se había convertido en algo que no me importaba, era relativo, desde que había llegado a aquí. Ni siquiera sabría decir en qué día o mes estábamos.
Una parte de mí se alegró de ver a Blake bien, porque era lo que aparenta, que estaba bien, al menos físicamente ya que no tenía ninguna herida. Pero otra seguía muy molesta por toda la situación que nos llevó a que él se fuera.
Todavía no lo había perdonado, no podía hacerlo.
Blake tenía los ojos azules clavados en mí, sin importarle nadie más, pero yo no hice lo mismo. Uno a uno analicé la gente que lo había acompañado hasta aquí. Su familia, aunque me faltaba un rostro conocido, y me extrañó. ¿Por eso Blake había tenido esa sensación de que le faltaba algo? Porque si era así, lo entendía, o podía hacerlo.
Además de todas las caras que reconocí, había muchas que no, y todas ellas me estaban observando esperando que hiciera algo. Eran hombres lobo, me había quedado claro por la manera en la que estaban en formación, preparados para recibir un ataque.
¿Se creían que íbamos a atacarlos? Porque si era así, ¿qué hacían aquí? La manada más cercana estaba bastante lejos de donde nos encontramos. ¿Y si era lo contrario? ¿Y si habían venido ellos a atacarnos?
Tampoco le veía sentido, estaban con Blake. Yo me fiaba de él en ese sentido, no iba a tenderme una trampa. O es lo que quería creer.
Volví a mirarlo, esperando que me diese una respuesta a lo que estaba pensando. Sin embargo, permaneció impasible. Seguía con su mirada intensa de ojos azules, como siempre, pero había algo extraño. Algo en él era diferente.
¿Me había llevado a una trampa por haberlo echado del reino? Solo hice lo que creía conveniente para los dos, lo que era lo mejor. Y lo que yo necesitaba. Necesitaba tiempo, y sigo necesitándolo.
No quería hacerles daño, pero si me atacaban... Prefería no pensarlo.
Los guardias a mi alrededor estaban esperando una señal por mi parte, al igual que Andrea, que estaban atenta a la situación.
—¿Y bien? —me susurró Godrik sin que me lo esperase muy cerca de la oreja, tanto que sentí su aliento en mi nuca—. Toma una decisión, la gente se impacienta.
Tenía razón, estaba pensando demasiado las cosas y no era bueno. Así que decidí confiar en Blake una vez más, que me observaba con curiosidad, había visto la cercanía de Godrik conmigo.
—No los ataquéis —ordené a mis guardias—. Son amigos.
—Son hombres lobo —dijo uno de los guardias que estaban a favor de Salvatore sin dejar de bajar sus armas, al igual que muchos otros.
—¿Crees que no lo sé? —rebatí—. He dicho que no los ataquéis, bajad las armas.
Con cierta duda, lo hicieron, quizá porque Godrik los miraba de esa forma tan suya, entre amenazante e intimidante. Seguían sin respetarme, eso estaba claro. Tenía que ganarme su confianza y nos quedábamos sin tiempo.
—Debes estar encantada, Aerith —habló Zara con el mismo tono despectivo que usaba en West Salem para hablar conmigo—. Ahora tienes lo que quieres, que te hagan caso todo el tiempo.
—Retira lo que has dicho —gruñó el guardia que siempre me defendía, tenía que aprenderme su nombre, con todas esas acciones se había ganado que confiase en él—. No es la forma de hablarle a nuestra gobernante.
—¿Gobernante? Supongo que de ahí viene esa corona que llevas en la cabeza —se mofó Zara—. Lo dicho, mientras que por tu culpa todos estamos sufriendo, tú estás como si nada. No has sufrido nada, deben tratarte como creías que merecías.
—Zara —intercedió Blake.
—¡No! Ella está tan bien aquí y nosotros... Nosotros... —Suspiró—. Es igual. Todo es por su culpa, por la maldita hada de fuego. Si pudiera la mataría ahora mismo, pero no puedo, está rodeada de gente que la protege. Míradla —se dirigió a la gente que no conocía—. Tan impasible cuando por su culpa ha muerto demasiada gente, incluida su hermana. ¿Ya puedes dormir por las noches?
Zara acababa de cruzar una línea que no le convenía conmigo, y mi actitud lo demostró. Tenía la mano izquierda llena de llamas, esperando algo más para atacarla. No era nadie para juzgar cómo me sentía yo por la muerte de Hebe, ni tampoco necesitaba que me recordasen que era por mi culpa. Ya lo sabía. Seguía teniendo pesadillas y muchos remordimientos.
—Deberíamos atacarlos —secundó alguien—. Nadie le habla así al hada de fuego.
—Exacto —le apoyó otro—. Ella es de los nuestros, es la gobernante, tenemos que vengar su honor.
—No —volví a negar—. No vais a atacarlos.
—¿Tienes miedo? —se burló Zara—. Mucha hada de fuego y poderes, pero yo podría contigo, ¿eso me convertiría en vuestra gobernante? La corona me sentaría bien.
—Zara —gruñó Blake.
—¿Qué? —preguntó de forma inocente—. Si ni me está contestando, le debe ser igual. No dejo de ser inferior a ella. O eso es lo que ella debe pensar.
—He dicho que suficiente —alzó un poco el tono de voz, pero seguía inmutable. Pero funcionó ya que Zara se mordió los labios con fuerza, como reprimiéndose las ganas de seguir hablando—. Siento todo esto, Aerith.
—No pasa nada —le intenté quitar importancia—, aunque si se pusiera la corona se quemaría, está hecha de fuego. Sería una muerte bastante patética.
—Necesitamos ayuda —soltó sin preámbulos—, por eso estamos aquí.
—Habla.
—Preferiría hacerlo con menos gente. Si es posible.
—Lo es.
—¿Dónde está Camille? —Antes de que pudiese decir que Blake y alguien me acompañasen, Joseph, el padre de Blake, me interrumpió.
—Papá.
—¿Dónde está? No la veo, creería que estaría a tu lado y...
Me sorprendió la hipocresía del padre de Blake, solo había manipulado las cosas a su antojo y para su propio beneficio. Nunca pensó en mi madre y ahora lo primero que hacía era preguntar por ella.
—Mi madre no está aquí —espeté, molesta—. Y no le debería importar el lugar en el que esté, la echó. Blake, ven a hablar conmigo y trae a alguien más contigo, para que no crean que vamos a haceros daño. —Al ver que era Jospeh quien se estaba acercando me detuve—. Tu padre no, que sea Zara. Me importa bien poco vuestra jerarquía ahora mismo, soy yo la que manda.
Con un gesto de mano, hice que me acompañasen Andrea, Gael y Godrik, y el trayecto hasta el sitio en el que íbamos a reunir lo hice en silencio. Ahí tomé asiento en el antiguo sitio de Salvatore y esperé a que los otros hicieron lo mismo.
—Empezad —es Godrik quien lo dijo, aún cuando se suponía que era la máxima autoridad aquí, demostraba, una vez más, que él también era importante—. No tenemos todo el tiempo del mundo.
—Como he dicho antes —dijo Blake con calma—, necesitamos vuestra ayuda, y sé que vosotros también necesitáis la nuestra. Os van a atacar, cuanto más gente aquí, mejor. Podemos luchar junto a vosotros.
—¿Y qué gana Jospeh en todo esto? No lo entiendo.
—Deja a mi padre al margen de esto —me amenazó Zara—. No sé ni qué hacemos aquí.
—Vete entonces —respondió Godrik—. Nadie ha pedido que vinieras, lobita. Por mucho que tu alfa lo quiera, siempre podías tomar decisiones propias.
—No sabes cómo funcionan estas cosas...
—Sí lo sé, he vivido más de lo que te imaginas, lobita. —Tuve que contenerme la risa porque me parecía curioso que Godrik y Gael usasen la misma palabra para referirse a Blake y a su hermana—. La prueba está en tu hermano, que ha hecho lo que ha querido más de una vez.
—¿Quién te crees para hablarme así? —Zara estaba casi fuera de sí—. Me tenéis más que harta las hadas, ¿qué os creéis?
—Zara —la interrumpió Blake.
—Deja de pedirme que me calle, no lo haré. Se supone que ahora es una reunión entre iguales, no nos estáis tratando como tales.
—Porque no lo sois —intervinó Gael—. Señorita Lycaon, estás dirigiéndote a dos hadas de fuego, y una de ellas es un Tark.
—¿Y a mí qué?
—Zara —repitió Blake.
—Además que no sé qué hace aquí el señor Fitzgerald, ¿no era un vampiro? ¿Qué hace un vampiro en un reino de las hadas? Es ilógico. Blake, piensa con la cabeza por una vez en tu vida. Esto no es una buena idea.
—Zara, cállate. Solo hablarás cuando yo te pregunte tu opinión, ¿de acuerdo?
¿Eso había sido una orden? Zara siempre había respetado a Blake, lo había visto, pero esto era distinto. Quizá era porque Blake ya había estado aquí y sabía cómo iban las cosas. O quizá... quizá Blake empezaba a tener el carácter que le faltaba.
—¿Y bien? —intercedió Godrik—. Lo he dicho antes, no tenemos todo el tiempo del mundo.
—Queremos quedarnos aquí para nuestra propia seguridad, West Salem ya no es seguro para nuestra manada. —Supe que Zara pensaba que era por mi culpa por su mirada—. Y han sucedido una serie de complicaciones, que nos han hecho irnos de ahí.
—¿Complicaciones?
—Sí, complicaciones —confirmó Blake. Por su tono, le estaba intentando quitar la importancia real.
—Si no voy errado —habló Gael—. Vuestra familia, la familia Lycaon, llevaba siglos en esa ciudad. Ayudó a fundarla.
—¿Tú no deberías estar encerrado? —rebatió Blake.
—¿Y tú? —respondió Gael.
La situación no iba a ir a ninguna parte y necesitaba obtener respuestas, no podía dejar a tantos hombres lobos que se quedasen sin una buena explicación. Por lo que siendo lo más racional posible, llamé la atención de todos los presentes.
—Dejadme a solas con Blake, por favor. Y llevaos a Zara de vuelta con su familia.
—¿Segura? —preguntó Godrik, aunque sabía que estaba de acuerdo con esta decisión y lo que estaba haciendo, lo que me había enseñado. Tener el control de la situación e imponer mi criterio.
—Sí.
A Zara le costó mucho irse, tuvo que ser casi arrastrada por Godrik y Gael, aunque no protestó ni dijo nada en voz alta, haciendo caso aún a lo que había dicho su hermano.
—Quiero saberlo todo —murmuré una vez solos—. ¿Qué es lo que ha pasado para que esté aquí toda vuestra manada?
—Solo están los que sobrevivieron. Los atacaron. Desde que te fuiste de West Salem la presencia de los vampiros ha aumentado de forma considerable, es como si los hubiesen enviado queriendo. Al principio mi padre intentó controlar la situación, hablar con el nuevo cabecilla de la ciudad, ya que eran vampiros que nunca antes habían estado.
—¿Eso es que Gael antes era el líder?
—Sí, y los que formaban parte de su grupo estaban controlados. Es lo que decía mi padre, nunca se alimentaban dentro de West Salem y si lo hacían era de bolsas de sangre. Eran pacíficos. Pero se fueron a la misma vez que el señor Fitzgerald, supongo que con él. Con el tiempo, los nuevos vampiros se cansaron de las normas que les ponía mi padre y pasaron al ataque. Por eso estamos aquí, porque hemos perdido ya a demasiada gente.
—¿Cuándo sentiste ese vacío era por qué...?
—Sí.
No lo entendía. No entendía cómo podía estar tan entero después de que su madre hubiese muerto, no parecía triste o cabizbajo, solo estaba frío. Nada más. Todavía entendía menos la actitud de Joseph. Su mujer había muerto y preguntaba por mi madre, ¿no tenía respeto? Tampoco quería ahondar más en ello porque necesitaba obtener respuestas, ya tendríamos tiempo.
—¿Cómo están los más pequeños? —pregunté pensando en Will.
—Es... complicado. Han pasado muchas cosas y tienen que procesarlas. Aunque lo está haciendo lo mejor que puede, como todos.
—Lo siento mucho —susurré y me sentí culpable. No podía evitar hacerlo, esos vampiros estaban ahí por mí, por si decidía regresar.
—No tienes la culpa de nada, mi madre... Es igual.
—¿No había otra manada cercana? —seguí mi interrogatorio—. Si lo que necesitáis es tiempo para poder recuperaros y luego marcharos, os lo daré y tendréis las comodidades necesarias.
—El alfa no quería ir a buscar a otra manada.
—Tu padre es demasiado extraño, no logro entenderlo. ¿Qué gana viniendo aquí? Podría pagarle con la misma moneda, echarlo en el momento que más lo necesita, como hizo con mi madre.
—Ahí te equivocas, mi padre ya no es el alfa. Ahora soy yo.
Me levanté por la sorpresa de la noticia. ¿Blake el alfa? No tenía sentido, todavía le quedaba mucho por aprender y no tenía ni la mitad del poder de su padre. Además, dudaba que Joseph hubiera decidido relegar su poder y responsabilidad en su hijo en estos momentos tan difíciles, no era su estilo.
—¿Lo desafiaste? —cuestioné con miedo a su respuesta.
—Lo hice, necesitaba ser el alfa para poder tomar las decisiones correctas para poder ayudarte y...
—¡No te lo pedí! —chillé exasperada al pensar en lo mal que debe haberse sentido toda su familia en este período de tiempo. El dolor en la cara de Joseph, la rabia en Zara, de ahí que fuese todavía más mordaz conmigo, me culpaba por lo que había pasado. Y con razón, era la responsable, aunque fuese de forma indirecta—. Yo no te lo pedí.
—Creí que era lo que querías, que tuviese el poder suficiente para tomar mis propias decisiones y no depender de nadie.
—Lo quería, pero no así. ¡Es una locura lo que has hecho! —exclamé siendo obvia—. En lugar de preocuparte de ese tipo de cosas deberías estar con tu familia, apoyándolos. Tu padre acaba de perder a su mitad, no estaba para ningún tipo de lucha, deberías saberlo, pero no, tú solo piensas en mí. Me siento sucia por ello. Has hecho cosas en mi nombre que a mí nunca se me hubieran ocurrido...
—Aerith, podría haberte mentido y...
—Aprecio tu sinceridad —admití—, pero seamos realistas, nunca ha sido nuestro fuerte. La comunicación nunca ha fluido de forma clara. Tú me has ocultado cosas y yo también.
—Ahora será diferente, Aerith. Nadie me va a prohibir que miente o me va a ordenar hacer cosas que no quiero. Solo haré lo correcto para los dos, para que podamos recuperar lo que tuvimos...
—No así, Blake... No así —susurré para luego suspirar—. Podéis quedaros aquí, ya pensaré en qué podréis ayudar y ese tipo de cosas, tengo que hablar con Godrik, necesito consejo.
—Aerith, tienes que intentar entenderlo.
No podía. La familia para mí siempre había sido lo más importante, podía no entender las decisiones de mi madre, pero nunca le hubiera hecho algo así. Anteponer mis propios deseos a su propio beneficio personal. ¿Ese era el Blake de verdad? ¿O era que el poder también lo estaba cegando?
Muchos besos, tened una linda semana :)
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