Capítulo Veintiocho
Dar la noticia de que los visitantes se iban a quedar no les sentó nada bien a la mayoría de hadas del reino. Las caras de decepción eran más que evidentes en sus rostros, dudaban de mí y de las decisiones que estaba empezando a tomar, no confiaban en que estuviese haciendo lo correcto. Pero nadie dijo nada, aceptaron lo que había dicho, sin rechistar, sin poner ninguna queja, aunque sabía que no estaban de acuerdo conmigo.
Godrik volvió a salvar la situación al decir que también pensaba del mismo modo, que era una decisión acertada y que nos convencía tenerlos de nuestro lado para poder defender el reino.
Y me sentí impotente, como si lo que yo dijese no valiese para nada, en la que alguien tuviese que apoyarme para que mi propio reino confiase en mi criterio.
Estuve en silencio mientras el Tark seguía hablando y tomando decisiones, como la construcción de una serie de casas, iguales a las existentes, casi a las afueras del reino, para que pudieran vivir con tranquilidad e intimidad mediante la magia feérica para hacerlo de inmediato.
Por sugerencia de Andrea, se les asignaron tareas para hacer durante el día, así también serían útiles, unos trabajos adecuados a su forma física y potencial: como en el caso de Joseph, que se encargaba de entrenar y dar sugerencia en la lucha contra los vampiros.
La mayoría de hadas de mi círculo más cercano eran siendo muy amables conmigo y me ayudaban sin que ni siquiera se lo pidiera, intentaban hacerme todo mucho fácil, y se lo agradecía, aunque todavía me costaba adaptarme a mi nueva situación. Me era extraño.
Había pasado de estar en un lugar nuevo para mí, en el que nadie parecía entenderme y en el que cada vez había más gente que se ponía en mi contra, a ser la que tenía más poder, y no acababa de asimilarlo.
Todo estaba yendo demasiado bien, y algo me decía que no iba a seguir así por mucho tiempo, por lo que no dejaba de estar atenta a cualquier cosa que me pareciese extraña o a movimientos que no eran normales por parte de alguien ni tampoco bajaba la guardia.
Un ejemplo de ello: Salvatore.
No decía nada, no objetaba mis decisiones, ni tampoco parecía que le importasen, era como si ya no quisiera estar en el poder cuando era imposible que fuese así.
Se mantenía en silencio, observando la situación, analizando todo, examinando a todos aquellos que me secundaban, pero sin abrir la boca. Era extraño, y no me gustaba nada. En los meses que llevaba tratándole me había dado cuenta de que a veces se callaba las cosas que pensaba para no precipitarse, primero quería asegurarse de que iba a resultar beneficioso para él antes de pronunciarse. Controlaba muy bien sus emociones y lo que pensaba y estaba claro que estaba tramando algo...
Lo único bueno que había traído la visita inesperada de la manada de hombres lobo era la sonrisa de mi hermana. Febe era feliz, su sonrisa la delataba, brillaba con luz propia. Cuando vio a Will salió corriendo para abrazarlo, como si lo hubiese echado mucho de menos.
Ella y Hebe siempre lo pasaban muy mal cuando nos mudábamos de un lugar a otro y dejábamos a sus amigos por el camino. Lo más probable era que pensase que nunca más vería a Will, que sería otra persona más de su pasado con la que había compartido muy buenos momentos. Pero ahí estaba, en el mismo sitio que ella, y Febe no paraba de sonreír. Se pasaba todo el tiempo que podía con Will, e incluso me había pedido permiso para que estuviera en sus clases con de magia y control para así no separarse de él.
El recuerdo de Will, y el que él estuviese aquí, le hacía pensar, en cierto modo porque dudaba mucho que la hubiese olvidado, en Hebe, porque siempre habían estado los tres juntos. Aunque no me lo dijera, porque la conocía y sabía que no quería que lo pasase mal, la echaba de menos. Yo también lo hacía. Cada día pensaba en ella quisiera o no.
No obstante, no había tiempo para lamentarse, ni tampoco para nada que no fuera estar pendiente del reino ni de mis poderes. Godrik se encargaba de ello. A donde iba, me seguía, a veces ni me daba cuenta de que estaba ahí, y no paraba de mencionar cómo me debería comportar en todo momento. Además de eso, no paraba de presionarme, sobre todo en todo lo que me enseñaba. Siempre decía que no había tiempo, que nos estábamos quedando sin para que aprendiese todo lo que debía saber, y que me estaba costando demasiado dominar cosas simples.
Ese no era mi único problema, estaba Blake, que parecía otro. Era demasiado seguro de sí mismo y no paraba de demostrarlo delante de todos aquellos que le conocíamos de antes, como Matthew, que estaba sorprendido por el cambio que había hecho, según él, para mal.
También estaba la forma en la que desafiaba a Gael con la mirada siempre que se lo encontraba, porque el vampiro era la sombra de Godrik. No sabía qué le había dicho cuando lo había liberado, ni qué condiciones puso para hacerlo, pero Gael se mantenía detrás del Tark y siempre que hablaba con él lo hacía en susurros que yo no podía entender.
Y esa era otra cosa que se me escapaba, una más en la lista.
—Yo si fuera tú, convocaría una reunión del consejo —Godrik fue directo, como siempre. No me saludaó ni disimuló en hacerlo, dijo justo lo que pensaba, sin adornarlo.
—¿Alguna novedad? —pregunté esperando que compartiese la información que tuviese conmigo.
—No he dicho eso, solo te estoy aconsejando a que convoques una reunión. Nada más.
Suspiré y eso le sacó una carcajada que no ocultó mientras me tocaba el hombro con mucha naturalidad. Godrik era especialista en eso, en tratarme con mucha cercanía desde la propia distancia que él se había impuesto. Me gustaría conocerlo más, era la única persona que tenía a mi alrededor, a excepción de Febe, de la que me podía fiar ciegamente, sin tener que sospechar de él o no estar segura de lo que hacía. No dudaba de él, y eso me gustaba, tampoco dudaba sus intenciones o de si tenía que confiar en él o no. No había esa duda constante de si debía o no hacerlo, y eso me relajaba. Podía ser yo por una vez, sin intentar ver más allá de la otra persona.
—No me aconsejarías eso si no supieras algo nuevo —murmuré con el ceño fruncido—. Y deja de reírte de mí.
—Voy a seguir riéndome de ti, no me voy a disculpar por ello. Convoca la reunión, ya no te lo estoy aconsejando. Te lo sugiero de forma Activa.
—¿Me dirás por qué?
—Porque debes hacerlo.
No cuestioné mucho más, sabía que tampoco iba a obtener una respuesta firme, así que hice lo que me dijo; convocar una reunión con los miembros del consejo y con los hombres lobos a petición de Godrik.
—No sabía ahora que el consejo lo formaban hombres lobo —gruñó el hada al lado de Salvatore—. Si lo hubiese sabido, no estaría aquí.
—Lo he ordenado yo —comentó Godrik y empezó a jugar con sus dedos y el fuego. Al principio esa actitud de él me sorprendió, ahora sabía que era su forma de intimidar a los demás. Con ese simple gesto estaba demostrando su superioridad—. ¿Alguna objeción?
—No, Godrik, pero...
—Nadie te ha dado permiso para tutearme —sonrió de forma cínica y con un gesto de mano acercó una silla a su derecha—. Falta una persona. —Segundos después, Gael abrió la puerta y se dirigió al sitio que le había preparado Godrik—. Ahora sí, estamos todos.
—No solo hombres lobo, también vampiros... —susurró Salvatore con rabia.
—¿Qué es lo que estás diciendo, Salvatore?
—Nada, excelencia. Solo estoy sorprendido por la presencia de otras criaturas sobrenaturales aquí.
—Como ya he dicho, lo he ordenado yo. Además, Aerith está de acuerdo en esta decisión, fue una sugerencia suya —mentía, aunque lo hacía para dejarme a mí bien—. Y ella no deja de ser la reina.
—Una inexperta —apuntó un miembro del consejo.
—No voy a negar eso. —Godrik apretó los labios y volvió a sonreír—. Por eso estoy aquí, para aconsejarla. La presencia de los hombres lobo y el vampiro es porque son necesarios para lo que vamos a debatir ahora mismo. Van a atacarnos, eso es una obviedad. Pero no hemos tomado ninguna decisión estratégica adecuada.
—¿Qué sugiere?
—Aprovechar nuestros nuevos invitados. Tenemos al antiguo alfa y al nuevo de la manada de West Salem, un lugar conocido por su alta población sobrenatural, y también a un vampiro muy antiguo. Sabrán técnicas que no conocemos o métodos para tener ventajas contra ellos.
—Nuestra forma de luchar es...
—Es demasiado general —interrumpió Gael—. Os he estado observando estos días, desde que llegué aquí mejor dicho. Sois buenos luchando, pero no excelentes. Si os atacase un vampiro cuerpo a cuerpo no sabríais qué puntos atacar ni cómo hacerlo. Siempre tenéis a favor la mayoría numérica, pero ¿si ya no la tenéis qué haréis?
—Exacto —se mofó Godrik—. Bien hablado, Gael.
—Hablamos de un futuro ataque —bisbiseó Matthew que seguía sustituyendo a su padre en el consejo—, y no dudo que sea cierto. Sin embargo, ¿cuándo será? No sabemos nada, quizá no tenemos el tiempo suficiente para aprender...
Casi todos los miembros asintieron. Nos iban a atacar pero no sabíamos ni cuándo ni cómo. Nos seguía faltando información.
—Creo que Gael puede ayudarnos en esto —murmuré mirándolo—. Estoy segura de que tiene contactos de algún modo con la comunidad de vampiros.
—En West Salem tenía informadores —añadió el padre de Blake—. ¿Los sigues teniendo?
—Sí, de hecho antes de que me capturasen. —Miró a Blake de reojo, porque había sido su culpa—. Tenía pensando reunirme con un infiltrado en las filas enemigas.
—Entonces ve a reunirte con ese vampiro —soné demasiado autoritaria, pero me era igual—. Necesitamos saber la máxima información posible.
—De acuerdo —musitó Gael—. Si es lo que la reina desea.
Alcé una ceja sorprendida de la formalidad con la que me estaba hablando, pero no dije nada, no era el momento adecuado.
—Esa no será la única medida que creo que es conveniente —siguió Godrik—. A partir de hoy se va a reforzar las medidas de seguridad del reino. Se van a doblar las guardias y reforzarán los hechizos. —Se centró en Andrea mientras—. Os voy a ayudar, lo más importante es que el reino sea seguro.
Después de eso se mencionó un poco de la situación actual y de cómo se habían adaptado los hombres lobo a la vida del reino. No obstante, yo solo estaba pendiente de Salvatore y él lo estaba de mí. Verde contra verde. Retándonos. Examináandos.
—Si a Aerith le parece bien —continuó Godrik captando mi atención de nuevo—. La reunión se ha acabado.
Los miembros del consejo se marcharon, incluidos Blake y su padre, dejándonos solos a Godrik a Gael y a mí.
—Te irás hoy mismo —ordenó Godrik—. ¿De acuerdo?
—Sí, sin ningún problema. A ti te parece bien, ¿Aerith?
—¿A mí? Solo haz lo que tengas que hacer —intenté sonar lo más fría posible, sobre todo delante de Godrik. No se me olvidaba que al ser un Tark me había visto compartir momentos íntimos con Gael.
—¿Sabéis una cosa? —gruñó Godrik—. Os dejo a solas para que os despidáis, odio este tipo de cosas amorosas, agotan mi paciencia que no es que sea grande. De las pocas cosas que no tengo grandes.
Godrik se fue dejando llamas a su alrededor y me mordí el labio pensando en lo que decir para rellenar el silencio que se había instalado.
—No hemos podido tener casi tiempo a solas en estos días...
—Sigues a Godrik a todas partes, ¿por qué?
—Tan directa como siempre —se rio y yo fruncí el ceño—. Porque llegamos a un acuerdo cuando me sacó de los calabozos. Nos entendemos bastante bien a decir verdad, no dejamos de tener una edad parecida.
—Nunca he sabido con exactitud tu edad, ¿cuántos años tienes?
—Porque no lo considero importante.
—¿Y si yo sí?
—Aerith, es lo de menos.
Sin que me lo esperase, me acarició la mejilla y cerré los ojos ante ese contacto, disfrutando del roce de su mano fría. No hacía falta decir nada más.
—Ten cuidado, por favor —susurré.
—¿Eso es que te preocupas por mí?
—O quizá es que me preocupo por el futuro del reino. —Negué con la cabeza—. Te necesitamos aquí, Gael. Yo te necesito aquí —admití casi en un susurro.
Me besó la frente, aprovechando la diferencia de altura que había entre ambos, y lo abracé. Era una despedida corta, pero no dejaba de ser una, y la posibilidad de no verlo más no deaparecía de mi cabeza, así que intenté disfrutar ese contacto con él.
Poco después se fue sin decir nada más, usando su velocidad sobrenatural, dejándome sola.
—Nunca me he enamorado, ¿sabes? —Godrik entró de nuevo en la sala—. Es curioso ver a la gente que sí lo está, lo estúpidos que os volvéis.
—Yo no estoy enamorada.
—Aerith, recuerda que a mí me importa muy poco lo que hagas o dejes de hacer. Ahora eres la reina, el hada de fuego, puedes cambiar las leyes a tu antojo, voy a apoyarte.
—Godrik...
—Practiquemos, recuerda que el tiempo es escaso en esta dimensión.
A los días de esa reunión, y después de haber reforzado las medidas de seguridad, empezaron a llegar muchas hadas provenientes de otros reinos, todos ellos mandados por sus gobernantes para conocer al hada de fuego. Venían para conocerme a mí y era muy extraño. Pero se quedaban, lo que no lograba entender, y no era la única, también a Godrik, que aunque no lo decía su expresión era demasiado reveladora. Cada vez había más hadas, todas ellas expertas en el combate, miembros de la guardia de seguridad del reino del que provenían. Así que decidí que siguieran ejerciendo su trabajo aquí, nunca había suficientes personas para proteger a todo el reino.
—¿Podemos hablar un momento? —Zara me había estado evitando todo el tiempo que llevaba aquí, y la entendía, pero necesitaba hablar con ella. O mejor dicho, necesitaba a una persona que no me adulase o dijera que todo lo hacía bien.
—¿Quieres intentar sentirte mejor contigo mismo, alteza? —se mofó—. Blake no está aquí, así que él no te ha pedido que hables conmigo.
—Siempre has sido arisca conmigo —continué sin hacerle mucho caso—, en un principio, en West Salem, creía que era porque no me conocías, o estabas enfadada porque tu familia me estaba protegiendo, pero no era así, todo fue un plan de tu padre.
—Soy arisca contigo porque no me gustas, Aerith, no me caes bien. Te he dicho cosas que no pienso, no creo que tengas la culpa de todo lo que te ha pasado —admitió—, o al menos no toda. El problema no eres tú.
—¿Entonces?
—Odio en lo que se ha convertido mi hermano por tu culpa.
—Yo no le obligué a hacer nada de lo que ha hecho —rebatí de inmediato.
—Ese es el problema, si le hubieras obligado Blake no sería tan tonto para hacerlo, está tomando decisiones que cree correctas por ti, para merecerte. Sigue obcecado en que os vais a casar, que es válido el compromiso que hicieron nuestros padres. —Tragué saliva, no me estaba gustando por donde estaba yendo la conversación—. Has convertido a mi hermano en lo que nunca quiso ser. Y te odio por eso. Blake siempre ha sido un chico fuerte, el heredero de la manada y ahora... Ni yo misma lo reconozco.
—Zara...
—Después está el hecho que desde que viniste a West Salem mi vida se ha venido totalmente abajo —me reprochó—. He perdido a mi madre por una causa que no considero mía, por ti, por la maldita hada de fuego. Sí, no la mataste ni estabas ahí en ese momento, pero fue por ti —remarcó—. La mataron porque mi padre decidió empezar una lucha en la que no teníamos un papel, en la que podíamos mantenernos al margen. No me importa que te capturen, no me importa que les pase algo a todas las hadas que están aquí. Yo solo quiero lo mejor para mí y para mi familia —afirmó muy segura—. Y desde que volviste a aparecer en nuestra vida, solo nos has causado sufrimiento. Ni siquiera sé el motivo por el que te cuento todo esto, no me importa lo que pienses de mí o si me odias, tampoco cambiaré mi opinión que tengo de ti por mucho que me digas lo que tienes en mente. No me gustas, no me caes bien y nunca lo harás. Mi familia va antes que tu causa, y ya hemos perdido bastante por ella.
—Lo siento.
Fue lo único que pude decir, disculparme por algo que no creía que fuese culpable pero que entendía. Porque yo en su lugar pensaría del mismo modo.
Bueno, llega Julio y despauso la edición de Imperdonable para acabarla antes de que acabe el mes. No sé cada cuánto voy a subir, pero antes de que acabe el mes, la novela estará completa. Siento la espera, pero es que me centré al completo en mi otra novela original de mi perfil, La verdad tras su sonrisa.
Muchos besos xx
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