Capítulo Veintinueve


La conversación con Zara hizo que me diera cuenta de que no había sido nada fácil para ellos llegar hasta aquí, que lo habían hecho siguiendo las órdenes de su nuevo alfa, Blake, y que este no había tenido en cuenta sus preferencias u opiniones.

Solo había hecho lo que creía y no me parecía que fuese una buena actitud con su manada.

Zara estaba enfadada y me lo había hecho ver. No se había quedado callada o había tenido el respeto que todos los demás hombres lobo conmigo, y se lo agradecía. Su sinceridad me había hecho reflexionar sobre su estancia aquí, también me había hecho darme cuenta de que muchos miembros de su manada pensarían del mismo modo.

¿Qué papel tenían uno hombres lobo en una lucha contra los vampiros para defender a las hadas?

Ninguno.

No había ninguna alianza, ni implicación sentimental, lo más probable era que ni supieran lo que estaba pasando.

Sin embargo, estaban aquí. Y era culpa de Blake.

Seguí sin entender esas actitudes tan extrañas que tenía, y menos la manera en la que se comportaba, no era el de siempre. Era como si el que había conocido en West Salem hubiera dejado de existir.

Además, me había intentado acercar a él para saber cómo estaba y cómo llevaba la muerte de su madre, porque debería ser un momento difícil, pero no parecía nada afectado... Era como si desde que era alfa hubiese cambiado su carácter y no le importase nada en la vida que no fuese él mismo o el poder.

Tampoco iba a forzar a que se abriese conmigo para hablarme de sus sentimientos, porque sería peor, ni tampoco le iba a obligar a hacerlo, solo quería que supiera que estaba ahí si me necesitaba, del mismo modo que él intentó estar a mi lado y apoyarme cuando sucedió lo de Hebe.

Pero yo no me había apoyado en él y él tampoco parece querer hacerlo conmigo.

No era que nuestra relación estuviese en su mejor punto, no había cambiado nada entre nosotros, lo había echado del reino, y lo volvería a hacer ahora mismo, repetiría las mismas acciones. Solo que no podía, porque ya no se trataba de él y yo, había mucho más en juego y muchas personas implicadas.

A medida que iban llegando más hadas, porque no paraban de llegar pese a mi sorpresa, ya se dirigían de forma directa a mí y me ofrecían sus servicios para cualquier cosa. Era como si ya los demás reinos supieran que había aparecido y viviese en el reino de Lignum, por eso venían a verme.

Aunque me sentía rara con todas esas acciones, esperaban mucho de mí, y no solo los de este reino, sino todos los demás que venían. Pero no lo demostraba, me seguía mostrando fría y distante con todos los que no conocía, y seguía con mis funciones.

Godrik no me permitía relajarme, no paraba de recordarme todo lo que debía estar haciendo o que no había hecho, también remarcaba que cada vez quedaba menos tiempo. Y eso me ponía de los nervios porque parecía que sabía más de lo que estaba diciendo, que era un hecho, me lo había dicho de forma directa, que conocía cosas que a mí me interesaban saber pero que no me las decía porque no quería.

—¿No os extraña la calma que hay? —habló Alex en un momento de descanso en el que estábamos con Matthew—. Sobre todo por parte de Salvatore.

—Tampoco puede hacer nada, Godrik tiene el poder. Es un Tark.

—Matthew, seamos realistas, conoces a tu abuelo mejor que yo —siguió Alex—, algo está tramando, ¿sabemos qué? No. Hay que averiguarlo. Mi madre piensa igual.

—Y yo —admití apretando los labios—, pero no tengo tiempo para saber más.

—Godrik te da mucha caña —se burló Matthew—. Se nota en tu aspecto, estás hecha un asco, primita.

—Yo también te tengo aprecio —suspiré. No tenía ni fuerzas para golpearlo—. ¿Habéis hablado con Blake?

—¿Por qué la pregunta? —Matthew alzó una ceja y me miró esperando una respuesta, pero no se la di. Me quede en silencio—. Sí, he hablado con él.

—¿Y?

—Ya lo sabes.

—Mi madre está un poco cansada de tanta gente extraña, dice que las medidas de seguridad no son suficientes y que puedes estar desprotegida. No se fía de los hombres lobo.

—¿Os fiais de alguien?

—Sí, de nosotros. Por eso estamos contigo la mayor parte del tiempo.

Godrik apareció de la nada, saludó con un gesto de cabeza a los dos chicos y me indicó, sin decir ni una palabra, que lo siguiese. Nos entendíamos muy bien, a veces no necesitábamos las palabras. Con él tenía esa conexión que no tenía con ninguna otra persona, quizá porque entendía cómo era, era el otro hada de fuego, solo él sabía todo lo que estaba pasando en cuanto a mis poderes.

Lo seguí hacia la sala donde se celebraban las reuniones, cosa que no entendía, no había programada ninguna.

—¿Por qué estamos yendo hacia ahí, Godrik?

—Alguien solicitó una reunión contigo, a solas.

—¿Quién?

—Demasiado curiosa eres —apuntó—. Autoricé esta reunión porque considero que era necesaria, me quedaré fuera. Cualquier cosa, dilo y entro.

—Godrik...

No dijo nada más, solo me abrió la puerta y con la mano me hizo un gesto para que entrase. No sabía quién había pedido la reunión. Mi primera idea fue Salvatore, que Godrik de algún modo había conseguido convencerlo para que hablase conmigo.

Pero me equivoqué.

Sentado en una de las sillas y con la mirada muy perdida, centrada en sus manos, estaba Joseph, que cuando escuchó mis pasos al caminar alzó la vista.

—¿Por qué has solicitado una reunión conmigo? —fui directa y clara. Todo el respeto que le tenía se quedó en el pasado. Era un reflejo del hombre que había visto en West Salem. Ya no imponía, ni daba miedo ni respeto.

—Porque de algún modo tenía que poder hablar contigo, Aerith.

—No tengo nada que hablar contigo, Joseph. Ya no eres el alfa de tu manada, cualquier asunto relacionado con ellos hablaré con Blake.

—No es por eso que quería hablar contigo... —se quedó callado pensando qué decir o cómo hacerlo. No estaba cómoda a su lado, le tenía demasiado rencor—. ¿Sabes algo de tu madre?

Resoplé y él lo notó. Seguía preguntando por mi madre, lo hacía casi a diario y sobre todo a Andrea. Ella me contaba todo lo que pasaba en el reino, incluido esas preguntas tan extrañas.

¿Por qué tanto interés en ella?

—No, no sé nada de mi madre. ¿Por qué tanta insistencia?

—Camille es una persona muy importante para mí, ni te imaginas cuánto.

—Pero la echaste de West Salem en su peor momento —recordé—. Mi hermana acababa de morir y tú la echaste.

—Era mi obligación.

—¿Tu obligación? —me reí, esta situación me parecía patética—. Si tan importante era para ti deberías haberla apoyado, estar ahí en ese momento, su peor momento. Pero no lo hiciste.

—Cada vez venían más vampiros a West Salem, la vida de gente inocente estaba en juego... Era lo que tenía que hacer.

—Y yo ya no estaba ahí para que pudieras seguir con tu plan. Lo más probable es que las cosas hubieran cambiado si me hubiese quedado, ¿no? La prometida del futuro alfa estaba por encima de esas personas inocentes. Eres hipócrita.

—Era lo que debía hacer...

—Repites lo mismo todo el tiempo, Joseph. Pero a mí no me convences —afirmé—. Sé que hay más cosas que no sé, para variar, que os relacionan a ti y a mi madre.

Crystal había muerto, la madre de todos sus hijos, y él no paraba de pregunta por mi madre, ¿por qué? Tampoco se lo iba a preguntar de forma directa, era demasiado, incluso para mí.

—Tu madre no quería mucha de las cosas que pasaron en West Salem, fue cosa mía y...

—No justifiques más lo que pasó, no me sirven ya esas excusas. Hebe murió y tú eres uno de los responsables, al igual que yo...

Godrik entró en la habitación sin que yo se lo hubiese pedido, interrumpiéndonos. Tenía la misma expresión calmada de siempre pero sabía que tenía la mente ocupada, que había algo que le preocupaba.

—La reunión tiene que acabar. Señor Lycaon, debería irse, necesitamos la sala con urgencia.

Joseph se marchó sin despedirse, tampoco pidió explicaciones, y volví a estar desconcertada. ¿Qué es lo que estaba pasando?

—¿Godrik?

—Reunión de urgencia, ya lo he dicho. Paciencia.

—No tengo paciencia...

—¿En serio? —se mofó de mí y tomó su asiento típico, esperando a que los demás miembros llegasen.

Primero Salvatore, junto a Agnes, como siempre inseparables, luego los demás miembros y me quedé esperando a que llegasen los demás.

Andrea entró en la sala y no estaba sola, mi madre y Charles estaban a su lado.

Habían vuelto, por fin lo habían hecho.

No sabía por qué pero mi primer impulso fue levantarme de la silla y esperar una reacción por parte de mi madre, que no tardó en llegar, se acercó a toda prisa para abrazarme.

Nunca habíamos sido de tener mucho gestos cariñosos entre nosotros, sobre todo yo, pero llevaba meses sin verla; meses sin saber si estaba bien, si le estaba pasando algo grave o si seguía viva.

No me había pasado por alto que tanto ella como Charles estaban desaliñados, su aspecto físico no era el mejor, incluso tenían algunas heridas por la cara ya curadas. Estaba claro que no lo habían pasado bien en su viaje, pero estaban aquí, a salvo.

—Aerith —murmuró mi madre emocionada, examinándome la cara—. Estás tan cambiada...

—¿Lo estoy? —me reí ante esa afirmación.

—Sí, tu aura es totalmente distinta. Es... otra. Y llevas una corona.

—Soy la reina.

—Como debía ser.

Miré a Charles y lo abracé también, pero una tos de Salvatore interrumpió ese momento, estaba intentando demostrar delante de sus hijos que seguía teniendo algo de importancia. Sin embargo, tanto mi madre como Charles lo ignoraron, fueron directos a saludar a Godrik.

—Excelencia —habló mi madre—, qué placer verle aquí.

—Llamasteis a los Tark, el hada de fuego necesitaba ayuda y por eso vinimos.

—No sabíamos que se iba a quedar.

—Aerith necesita que esté a su lado, aconsejándola. Por eso estoy aquí, en parte gracias a vosotros dos.

—Sea como sea, es un placer verle, excelencia —repitió Charles y se sentó en el sitio que había ocupado estos últimos meses Matthew.

—¿Por qué la reunión? —pregunté—. No lo entiendo.

—Venimos a dar las respuestas a todas las preguntas, supongo que nuestra partida extrañó a mucha gente —explicó Charles.

—Sobre todo a vuestro padre —remarcó Salvatore—. Que era el líder en esos momentos.

—No éramos esclavos ni nada parecido, podíamos irnos cuando queríamos, papá.

Alcé una ceja ante las palabras de mi madre, ahí vi un reflejo de lo que me habían dicho durante tanto tiempo, que tenía su carácter, esa actitud mordaz que siempre había tenido con ella. Sobre todo con la ironía para pronunciar el papá.

—Requeria una notificación, estaba preocupado.

—¿Seguro, papá? —mi madre se rio—. Tanto Charles como yo nos fuimos en busca de respuestas.

—¿A qué preguntas, mamá?

—Luego lo hablamos, a solas —puntualizó—. Hay varias cosas que deben saber los demás miembros del consejo. El primero es el motivo por el que llamamos a los Tark.

—Porque queríais quitarme el poder —gruñó Salvatore sin titubear. Su actitud era otra, estaba mucho más confiado.

El problema era que ya no tenía derecho a hacer eso, nunca lo había tenido.

—No merecías tenerlo —espetó mi madre. Este tiempo fuera le había venido bien, la veía mucho más segura de lo que era, como si hubiera recuperado esa confianza perdida—. Aerith es el hada de fuego, según las leyes es la que merece gobernar.

—Las leyes se pueden modificar, ¿o no, Godrik?

—¿Por qué me tuteas? —rebatió el Tark—. Además, es gracioso que ahora hables con tanta confianza cuando en las últimas reuniones has estado muy callado, casi como si la cosa no fuera contigo. ¿Intentas probar algo delante de tus hijos?

—Excelencia...

—Cállate —ordenó—. Seguid.

—Sabíamos que desde aquí no podríamos llamar a los Tark, por eso nos fuimos a otros reinos —habló Charles—. Primero al Evighet, donde intentamos buscar muchas respuestas, no solo de temas relacionados con Aerith, también de otros, ¿recuerdas quién vivía en el reino Evighet, papá?

—Para olvidarlo...

—Ahí nos ayudaron mucho, nos dijeron dónde se encontraban los otros reinos, su localización exacta, ya que ni Charles ni yo lo teníamos seguro, y nos ofrecieron unos guardias para llegar a salvo a los demás reinos. Primero al Koraha y por último al reino Aintzira.

—¿Encontrasteis lo que buscabais? —preguntó Godrik.

—A medias —murmuró Camille.

—Nosotros al llegar aquí vimos que en parte sí teníais razón a una de las cosas que nos dijisteis —comentó como si nada, aunque solo ellos tres sabían de lo que estaban hablando—. Esa una de las razones por las que me he quedado.

—Además de eso dijimos la verdad, que Aerith es el hada de fuego y que se encontraba aquí en este reino. Es por eso que han empezado a venir todo tipo de hadas, enviados por sus gobernantes para saber si era cierto o no. Por eso algunos se han quedado, para ayudar en lo necesario.

—¿Saben que nos van a atacar?

—Sí, por eso se quedan —me respondió mi madre—. Quieren ayudarte, Aerith. Eres el hada de fuego, cualquier ayuda es poca.

—Me sorprende que todos los reinos hayan querido ayudarnos... —comentó Salvatore, con una clara doble intención.

Se me estaba escapando algo.

—En todo caso el que no debería ayudaros es el Evighet, ¿no crees, Salvatore? —comentó Godrik, con una sonrisa socarrona—. Debido a... ya me entiendes. Y es el primero que ha ayudado a Camille y a Charles. Curioso, ¿verdad?

—Tienes razón en una cosa, Salvatore —murmuró Charles—. Un reino no ha querido ayudarnos, eso sí, nos ha tratado con mucha cordialidad y han sido amables en nuestra estancia.

—¿Y ese es?

—El Aintzira. Dice que no van a tomar parte en una posible guerra entre vampiros y hadas. Ya perdieron suficiente en el pasado.

—Era de esperarse —habló Andrea—. Los Zoruak siempre han sido muy orgullosos, siguen teniendo esa herida abierta pese a que han pasado muchos años.

—¿Qué fue lo que pasó? —quise saber, esperando a que me respondieran porque no estaba entendiendo nada.

—El reino Aintzira fue el reino de Carlin, un hada de fuego que tuvo... problemas —susurró Andrea—. Fue un hada de fuego con mucho poder, esperaban grandes cosas de ella y murió.

—El nombre le debe sonar, no deja de ser muy cercana a quien le hizo todo a la pobre Carlin. Quien le arrebató todo.

Miré a Salvatore y me reí. ¿Por qué había tenido ese cambio de actitud?

¿Qué ha hecho ya Salvatore que no sabemos?





Hemos entrado en la recta finaaaal jejeje.

Mucho besos xx

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