Capítulo Veinte
Pocas personas eran las que sabían que Gael estaba aquí a las afueras del reino, para según sus propias palabras, protegerme de cualquier peligro posible y decirme cómo iban de verdad las cosas. Había sido el primero que me había puesto en alerta sobre el peligro que corríamos por un posible ataque.
Sin embargo, en este momento estaba rodeado de muchísimos guardias que lo apuntaban con todo tipo de armas de forma amenazante, o estaban preparados para atacar con sus poderes para poder inmovilizarlo con plantas o noquearlo con aire, lo tenían controlado a la perfección por si hacía un movimiento fuera de lugar y tener la excusa para atacar diciendo que él lo iba a hacer primero.
Observando la situación no pude evitar sentirme responsable de lo que estaba pasando. Yo era la culpable de que él estuviera aquí, aunque no quisiera tenerlo cerca, él me había seguido hasta el reino, me había seguido desde que me había ido de West Salem. En ningún momento le había dicho que se fuera, que no quería tenerlo a mi lado o cerca de mí. Incluso cada cierto tiempo iba a hablar con él, porque una parte de mí necesitaba saber cómo estaba, si se encontraba bien, si ya se había curado de sus heridas o si seguía estando ahí, a mi lado.
Me gustaba su compañía, aunque no lo admitiese. Gael seguía afectándome, hacía que una parte de mí quisiera tenerlo cerca o saber que lo tenía ahí, a escasos metros, para protegerme. Porque con él, aunque fuese extraño, me sentía protegida. Y otra parte de mí lo quería lo más lejos posible por todo el daño que me había hecho.
No me habían seguido hasta aquí, ni ahora, ya que había llegado una vez que ya estaban todos los guardias, ni en los otros días. Era muy cuidadosa en ese aspecto, Gael me había enseñado a serlo, a tener en cuenta todas las posibilidades y que me siguieran era una muy probable. Después de todo lo que estaba pasando con Salvatore, sabía que me vigilaban, cada vez lo hacían de forma menos disimulada, eso era cierto, cada vez encontraba a más guardias observándome o yendo detrás de mí. En un principio también lo hacían, pero no de este modo, así que iba con muchísima más precaución de lo normal para no revelar la posición del vampiro.
Porque yo no quería esto. No quería verlo de ese modo.
Y si no había sido yo la que había revelado su localización, ni tampoco me habían seguido, solo quería decir una cosa, solo había una posibilidad...
Alguien me había traicionado. De nuevo.
Porque dudaba que de forma voluntaria Gael hubiese hecho acto de presencia, era ilógico, no iba a delatarse para que lo encerrasen, o peor, lo matasen, sin ningún tipo de razón o con un motivo lógico. Y si ese fuese el caso, me lo hubiera dicho antes para que lo supiese, para que no me preocupase. O eso es lo que quería creer.
Tenía que haber sido un chivatazo, y por lo que había escuchado a los guardias que me habían llevado hasta aquí, había sido orden de Salvatore, porque alguien se lo había dicho. Y Salvatore se fiaba de esa persona.
Había confiado en muy pocas personas después de todo lo que había pasado en los últimos meses, y ninguna de ellas se la había ganado del todo, pero no hacía falta, me habían vuelto a hacer daño intentando hacer lo que creían que yo quería, lo que era mejor para mí o lo que supuestamente era correcto.
Eso me llenó de rabia y me enfureció como hacía tiempo que no estaba. ¿Por qué la gente seguía decidiendo por mí? ¿Por qué no me dejaban tomar mis propias decisiones? Había demostrado que era capaz de hacerlo, estaba intentando aceptar todas mis responsabilidades siendo lo más madura posible y que podía tomar mis propias decisiones sin perjudicarme. Sin embargo, parecía que nada de lo que había hecho significase algo para esa persona, había vuelto a decidir por mí. Solo necesitaba saber quién había sido para poder decirle las cosas tal y como las pensaba, porque esto no iba a quedar así. Estaba ya harta de este tipo de situaciones.
—Hada de fuego, apártate —me gruñó uno de los guardias sin dejar de observarme. Me estaba apuntando con un arco, preparado para lanzar la flecha en cualquier momento, preparado para atacarme a mí o a Gael.
No me moví ni un centímetro, no me sentía amenazada por sus palabras. Miré de reojo a Gael, que me devolvió la mirada de soslayo y noté que estaba sorprendido por mi actitud. Tenía una ceja levantada y parecía estar haciendo lo mismo que yo, analizando la situación, ya que sus ojos iban de mí a los guardias más de una vez, pero no iba a dejarlo a solas en este momento. Por mucho que supiese luchar o fuera más poderoso que la mayoría de vampiros que había conocido, eran demasiados. No iba a tener ningún tipo de opción aunque lo intentase. O si la tenía iba a salir demasiado herido.
Suspiré y me mordí el labio para intentar encontrar una posible solución a lo que teníamos delante, aunque sea una idea alocada algo se me tenía que ocurrir... Volví a mirar de reojo a Gael y no supe el motivo por el que quería protegerlo, no sabía por qué me había puesto de inmediato a la defensiva con los miembros de la guardia al ver que estaban rodeándolo o porque no estaba dispuesta a irme sin más o a ponerme del lado de los de mi especie, en el bando que estaba a punto de atacar a Gael. Ni siquiera me había planteado esa posibilidad.
Había una cosa que tenía clara, sabía que no quería apartarme de delante suyo, que iba a atacar si hiciera falta para que él tuviera una posibilidad de huir, que iba a ir en contra de mi propios compañeros para salvar a Gael. Porque si tenía que morir, quería ser yo la que lo asesinase, aunque no hubiese podido hacerlo cuando tuve ocasión, si Gael moría, tenía que ser por mis propias manos.
Analicé la situación, mis ojos vagaron de la forma más rápida posible entre todos los miembros de la guardia de seguridad que tenemos delante, tanto hombres como mujeres, preparados para atacar, listos para cumplir su misión.
Intenté pensar en algo de forma racional, compartimentar mis emociones y de ese modo ser más eficiente, lo que me había enseñado Alex durante todos estos meses. No me debía dejar llevar por lo que sentía en cada momento, pero era incapaz de no hacerlo, porque por mucho que quisiera pensar de esa forma, la idea de que me habían traicionado seguía clavada en mi mente, y si a eso le sumaba que querían hacerle daño a Gael, no podía ser racional.
Al ver que uno de los guardias vaciló e hizo un movimiento extraño, como si estuviera a punto de lanzar esa flecha en nuestra dirección, exploté.
Una a una todas las armas que tenían la mayoría de guardias acabaron calcinadas, lo que les sorprendió, sobre todo cuando empezaron a quemarse las manos al tenerlas sujetas y tuvieron que tirarlas al suelo para que no les afectase el fuego, y aun así, no dejé de quemarlas hasta que quedaron totalmente destruidas, reducidas a cenizas.
—Vete —le ordené a Gael sin mirarlo mientras esperaba que los guardias hicieran algo—. Huye. Yo me encargo de que no te sigan. Ponte a salvo.
Gael no dijo nada, solo me miró con sus ojos verde-grisáceos e intenté adivinar qué era lo que me estaba queriendo decir con esa mirada. Si se marchase ahora, podría controlar la situación para evitar que lo siguieran, podría ponerse a salvo e incluso me veía capaz de inventarme una excusa creíble para lo que acababa de hacer. No dejaba de ser el hada de fuego, tenían que obedecerme en todo lo que dijera o hiciera.
No obstante, Gael en lugar de ir en dirección contraria a los guardias, se colocó a mi lado y rozó de forma sutil mi mano con la suya, en un leve contacto, casi como en una caricia, como si intentase decirme con ese gesto que no se iba a ir, que iba a estar conmigo.
—¿Eres consciente de lo que estás haciendo? —me susurró en voz muy baja, me costó escucharlo así que supuse que los demás no lo habían hecho. Aunque poco me importaba, debían saber que entre los dos existía una relación cercana si me había puesto de ese modo, o al menos debían suponerlo.
Con un simple movimiento afirmativo de mi cabeza le dije que sí, que lo sabía. Salvarlo. Al igual que había hecho él tantas veces conmigo. Salvarle la vida.
—Te lo he dicho antes, hada de fuego, apártate —espetó el mismo guardia, al que le había quemado el arco—. No queremos hacerte daño, pero si tenemos que hacerlo, lo haremos. Aunque nos hayas quemado nuestras armas, tenemos poderes, no podrás con nosotros. El agua apaga el fuego.
Ese comentario generó un poco de controversia con sus propios compañeros, unos estaban muy dispuestos a hacer lo que había dicho, en cambio otros, todo lo contrario. Dudaron, incluso escuché algunos murmullos de sobre lo que tenían que hacer o no, porque no querían atacarme, y se alejaron un poco de mí. Incluso vi cómo un par de ellos volvían al reino a toda velocidad.
—Hada de fuego, déjanos cumplir nuestra misión —me pidió el mismo guardia que hace unos días no quiso dejarme a solas con Blake cuando estaba totalmente fuera de control, el que se preocupó por mí—. No queremos hacerte daño. Eres nuestra gobernante y nuestra misión es que tú estés a salvo.
—Lo sé, de ti lo sé —murmuré—, por eso quiero que lo dejéis ir.
—¿Dejar ir a Gael Fitzgerald? —se mofó el guardia que desde un primer momento había demostrado que no era muy partidario de mí—. No somos tan tontos. Aunque seas el hada de fuego, y tengamos que hacer lo que dices, no vamos a dejarle escapar.
—¿Ni aunque os lo ordene?
—A mí no me manda un hada que no se ha criado en el reino, que no sabe nada de nuestras costumbres. Debo hacerte caso porque eres el hada de fuego, o eso es lo que se supone. ¡Una verdadera hada de fuego no confraternizaría con el enemigo! ¡No pediría que dejásemos ir a un vampiro!
Vítores de otros guardias siguieron a sus palabras, muchos pensaban como él, pero otros no, otros se quedan callados. Con estas cosas me di cuenta de que desde mi llegada, y desde el enfrentamiento directo con Salvatore, había creado dos bandos. Los que estaban a favor de Salvatore y los que estaban en el mío. Y eso no era nada bueno, si de verdad nos iban a atacar debíamos permanecer unidos.
—Gael no es el enemigo —dije muy segura, sin dudar ni un momento de mis palabras. Podía odiarlo, podía quererlo lejos de mí, pero sabía que no lo era. O al menos no el mío.
—Para mí sí lo es, es un vampiro. Los mismos que arrasaron con el reino años atrás, los mismos que mataron a decenas de nosotros sin ningún tipo de explicación. Y es Gael Fitzgerald. Así que apártate hada de fuego, o haremos que te apartes.
Una de las cosas que me seguían sorprendiendo era que la mayoría de hadas conocían a Gael, y consideraban que era alguien importante. Incluso más de lo que me creía. ¿Quizá era por la historia de Carlin? ¿Todo el mundo sabía que había sido él quién la había llevado a la muerte?
—No me voy a mover.
—Entonces vamos a ir también a por ti, hada de fuego.
—Me gustaría ver cómo lo probáis —sonreí con autosuficiencia. Seguía sin poder evitarlo, en ese tipo de situaciones me salía mi vena más arrogante porque no eran rivales para mí—. Vete —insistí a Gael.
—¿Y dejarte a ti con toda la diversión? —murmuró e hice una mueca—. Para nada. No voy a dejarte sola y menos con lo que te pueden hacer. ¿Eres consciente de lo que te juegas intentando salvarme?
No respondí, solo quemé unas pequeñas plantas que estaban creciendo en el suelo para intentar atraparnos. Así estuvimos durante unos minutos, en los que no hicieron ningún movimiento más y Gael y yo tampoco. Hasta que empiezan a atacarlo con plantas, que quemé de inmediato, con tierra que conseguía derribar, con aire, que desviaba sin inmutarme y con agua.
El guardia que quería ir también a por mí sabía usar el agua. Me sorprendí, y vi el rostro de felicidad de ese hada, se creía que tiene una posibilidad ante mí.
Pero el agua se evaporaba a mucha temperatura. Así que la que sonrió al ver cómo cada ataque que hacía con agua quedaba en vapor con solo una mirada por mi parte.
—¡Vete! —le ordené a Gael girándome para verlo cara a cara—. Por favor.
—No me voy a ir.
Sabía que no debería distraerme, que estábamos en medio de una situación complicada, pero no pude evitarlo al ver la forma en la que me miraba Gael. Sus ojos reflejaban emociones que nunca antes había visto en él, y eso me hacía dudar de todo.
¿Decía la verdad cuando admitía que le importaba de verdad?
Caí al suelo, Gael me empujó y no entendí la razón. Hasta que alcé la vista y vi que tenía un carámbano de hielo en el estómago, un poco más abajo de la altura del corazón. Por la risa de después, supe quién lo había lanzado. Sabía también que no iba en su dirección, si no, no me hubiera empujado. Ese guardia había querido matarme. La posición del carámbano en el cuerpo de Gael me hacía ver que iba directo a mi corazón, el vampiro era más alto.
Uno de mis propios compañeros, un hada como yo, había intentado matarme.
Y de nuevo, exploté.
Me levanté del suelo con una clara intención: matarlo. Sabía que mi aspecto había cambiado, que el fuego me rodeaba, casi como si fuese mi aura, y poco a poco avancé hacia ese guardia, a paso firme sin dudar.
No supe si era que mi aspecto era mucho más intimidante, o si se había dado cuenta de su error, pero ese guardia se queda inmóvil, viéndome avanzar.
—Aerith, no. —La voz de Andrea me sobresalta y la vi, justo en la salida del reino, al lado de Matthew y Alex—. No lo hagas.
—¡Quería matarme! ¡A mí!
—Está defendiendo al enemigo, quiere decir que ella es el enemigo.
—¡Cállate! —Lancé una bola de fuego en su dirección que al chocarse con una gran bola de agua quedó en nada—. ¡Matthew!
—Aerith —siguió Andrea—. Pon fin a esta situación. Todavía no ha pasado nada de lo que puedas arrepentirte, no es tarde. No ha sucedido nada de lo que tengas que arrepentirte.
—Quería matarme —espeté—. Para él ya es demasiado tarde.
—Aerith —el que habló fue Gael—. Estás a punto de perder el control, no sé si te has dado cuenta pero desde que te has enfadado has hecho que muchos guardias queden inconscientes por tu poder. —Observé el suelo, estaba lleno de guardias inconscientes—. Además, en ningún momento te he pedido que intentases protegerme o salvarme. No lo quería.
—Aerith, confía en mí. —Andrea me miró y aunque no debería hacerlo, con esa mirada me convenció. Sabía que no había sido ella la causante de la situación—. Es lo mejor. Es lo que se debe hacer.
—Pero no quiero...
—Sé que te va a costar —me dijo Gael acercándose a mí todavía con el carámbano en el estómago—, pero confía en mí. Hazlo. Quiero lo mejor para ti, Aerith. Y si tengo que acabar en los calabozos de tu reino para que tú estés bien, lo estaré.
Me sonrió y me acarició la mejilla. Disfruté de ese contacto, queriendo que no se acabase mientras derretía el carámbano. No quería esto. No lo quería.
Gael hizo un gesto a Andrea y después de eso, tanto Matthew como Alex se acercaron a él con unas esposas, iban a detenerlo. Y Gael no hizo nada para evitarlo.
—Menos mal que has llegado, Andrea —afirmó el guardia que había intentado atentar contra mi vida—. La chica iba a matarme.
—George —dijo Andrea en lo que creo que era una sonrisa—, quedas detenido por alta traición. Has intentado asesinar al hada de fuego. Ya sabes cuál es el castigo.
—¿Qué? ¡No es posible!
Otros guardias se lo llevaron mientras gritaba todo tipo de palabras que no quise escuchar, solo me quedé sentada en el bosque, intentando asimilar la situación.
—Gael te importa. —Andrea se sentó a mi lado y alcé la vista del suelo. Ya no había nadie más, solo quedábamos ella y yo.
—¿Qué importa eso?
—Nada. Solo estaba intentando hablar contigo. Tu madre me pidió que cuidase de ti, aunque nunca he tratado con una chica y sus problemas... No sé qué decirte.
—¿Cómo sabía que estaba aquí?
—Yo no te he traicionado. —Andrea supo por dónde iba—. Ni tampoco lo han hecho Matthew ni Alex.
—Nadie más sabía que Gael estaba aquí.
—¿Estás segura de eso? —con esa pregunta se delató. Ella sabía quién había sido—. Aunque me obligues no te la voy a decir.
—Andrea...
—A veces las personas que más nos importan son las que nos hacen más daño —comentó en voz baja—. Aunque eso no quiera decir que no tengan derecho a equivocarse o a actuar como creen que deben hacerlo, según lo que consideran correcto.
—Una persona no puede decidir por otras. ¿Quién ha sido, Andrea?
—Piensa, creo que ya sabes la respuesta aunque no quieras reconocerlo.
Solo había una persona que podía haber actuado de ese modo, creyendo que estaba intentando protegerme. Y también era de las pocas que de verdad me importaban en este reino.
Blake.
Blake era el que me había traicionado.
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