Capítulo Treinta y Tres
Cuando conocí a Salvatore la primera impresión que tuve de él no fue tan buena como me esperaba.
Venía de un viaje largo, en el que los recuerdos por la muerte de Hebe estaban demasiado presentes. Estaba reacia a tener ningún tipo de relación con nadie, aunque fuese mi familia, pero tampoco tuvo la paciencia necesaria para darme el espacio que necesitaba en esos momentos y luego ganarse mi confianza, como habían hecho Charles, Andrea o Alex. Desde el primer momento que lo tuve frente a frente, tuve una mala sensación con él, había algo que no me gustaba y fue incrementando con sus intentos por tenerme contenta y mostrarse como el abuelo del año cuando no era así; él era uno de los culpables de todo lo malo que me había pasado en la vida.
Con el paso de los días, me di cuenta gracias a Alex que era un plan por su parte para mantenerme vigilada y que de ese modo no supiese lo que él me intentaba esconder y que no le pudiera sacar el poder ni gobernar el reino.
Cuando lo supe, quiso aferrarse al cargo como pudo, inventando todo tipo de excusas o intentando desprestigiarme delante de los demás miembros del reino para así quedar bien él.
También quiso desestabilizarme poniendo a uno de mis mayores apoyos, Blake, en mi contra y lo consiguió, quebró aún más el vínculo que teníamos provocando una grieta que no se había reparado y apresó a Gael.
Todo cambió cuando los Tark aparecieron y pusieron orden al reino dándome el sitio que me correspondía. A partir de ese momento, Salvatore cambió, pero creía que solo estaba pensando algún plan retorcido dentro de su estilo para recuperar el poder.
Pero me equivoqué.
Por su mente solo pasaba el plan para poder irse del reino sin que nadie se lo esperase y en el peor momento, era su manera de seguir haciéndome daño, su manera de decir que pese a que ya no controlaba el reino, seguía teniendo poder a su manera.
No era que me hubiera sorprendido su cobardía, eso ya lo sabía, Salvatore era un cobarde, lo había demostrado en muchas ocasiones, como por ejemplo la forma en la que se amedrentaba al hablar con Godrik o como nunca le había visto luchar o hacer uso de sus poderes en todo el tiempo que le conocía. Se escudaba detrás de sus secuaces y de su apellido. Lo que sí me había chocado era su falta de compromiso por toda la gente que había estado bajo su cuidado durante tantos años. Él había sido el gobernante casi toda su vida, se suponía que se preocupaba por el bienestar de todos ellos, o es lo que se había encargado de decir a todos aquellos que dudaban, escudándose en que yo no me iba a preocupar por ellos porque no dejaba de ser una extranjera aquí, un hada que había nacido fuera del reino y que nunca llegaría a entender las leyes o los motivos por los que se hacían las cosas.
Estaba muy enfadada, no podía evitarlo ni intentó ocultarlo. Estaba llena de rabia por lo que acababa de hacer. Había dejado atrás a todas las hadas el reino, no solo a las que me apoyaban a mí, sino a las que seguían teniendo fe en él.
No me hizo falta ver mucho más las caras de los que estaban entrenando para saber que esa noticia les había sentado muy mal y había conseguido el efecto que estaba segura que quería Salvatore, bajar los ánimos de todos aquellos que creían que podíamos ganar, que creyesen que todo está perdido.
Y justamente era lo que estaban pensando, lo vi en sus rostros, tenían miedo y mucha incertidumbre. Que se hubiera ido Salvatore solo les estaba dando a entender que no íbamos a ganar, que por eso se había marchado, para no morir en una batalla que ya está perdida de antemano.
Pero me negaba a pensar que eso era cierto, no creo que todo estuviera decidido ni mucho menos. Confiaba en todas las hadas que estaban aquí y los hombres lobo, sabía que podíamos ganar, teníamos que hacerlo. Había demasiados intereses en juego, yo tenía esperanza en nuestras posibilidades.
—¿Qué hago? —Me acerqué a Godrik y le susurré mis miedo. Él dejó de ayudar a un hada y me observó, vacilante, pensando también en qué decirme para arreglar este desastre.
—Por muy mal que esté todo, no puedes precipitarte, no corras.
—Entonces lo que propones es que deje que la gente siga con ese estado de ánimo —rebatí—. ¿Que sigan creyendo que vamos a perder?
—No he dicho eso. Solo que quieres precipitarte a decir lo primero que se te pasa por la cabeza para calmarlos, y no va a funcionar.
—¿Qué propones?
—Tiempo. Demuestra que no te afecta que se hayan ido Salvatore y compañía, sigue entrando, sigue luchando, sigue teniendo fe en lo que haces.
—¿Y si no funciona?
—Funcionará —Godrik sonrió. Estaba totalmente convencido de lo que decía que me convenció—. Y si no es así, te tocará recordarles por lo que luchan. Pero ahora no.
—Tienes demasiada confianza en mí...
—No, tengo la necesaria. Sé lo eres capaz de hacer. Y ahora, dejemos de perder el tiempo, a entrenar.
Quizá tenía razón, pero no pensé mucho más en ello, me centré en lo que me pedía, crear objetos desde el fuego, hechizos y la lucha cuerpo a cuerpo. No me daba descanso, cuando creía que no podía más, que no tenía más energía y que estaba a punto de desfallecer, seguía insistiendo, seguía levantándome cuando caía al suelo.
Pero no conseguía golpearlo, siempre lo evitaba.
Y eso me frustraba muchísimo.
•❥❥❥•
Unos días más tarde, en los que la incertidumbre seguía demasiado presente en el ambiente al no saber cuándo nos iban a atacar, había avanzado mucho en todo lo que Godrik me enseñaba. Los ánimos parecía que se habían recuperado un poco, lo más probable porque tampoco había tiempo de pensar en otra cosa.
—Ya tardabas —sonrió Godrik cuando lo conseguí golpear por primera vez mientras se limpiaba la sangre con la mano, como si nada. Ni sabía cómo lo había hecho, solo que le había pegado en la nariz—. Creía que lo lograrías antes, no voy a negarlo...
—Godrik —me reí porque estaba mintiéndome, estaba orgulloso, sus ojos le delataban—. ¿Te he hecho mucho daño?
—Nada que no pueda soportar. Además ya me he curado. No me has desfigurado mi precioso rostro, eso sí que hubiera sido una verdadera pena.
—Si lo sé, te pego más fuerte.
—Tampoco lo hubieras conseguido —Godrik se quedó callado y me observó, en silencio —. Creo que ha llegado el momento de irme.
—¿Ya?
—Sé que te apena mi marcha —se regodeó, encantado de que mi reacción haya sido esa—, pero es algo que deberías haber previsto. Anunciaré mi marcha en en voz alta y daré una charla motivadora, no podrán regarse a lo que voy a decir, soy un Tark. Seguro que eso da los ánimos que os faltan.
—Gracias.
—No las des —le restó importancia—. Antes de irme, quiero hablar contigo a solas.
Pero al contrario de lo que se pensó el Tark, su charla no levantó mucho los ánimos, las hadas consideraron que solo era otra persona que se iba para no morir, aunque esta vez, lo entendieron. No dejaba de ser un Tark, el líder de ellos, su muerte sería mucho más perjudicial e importante que la de alguien tan insustancial como la de Salvatore, que no dejaba de ser uno más.
Una vez que había acabado de hablar, me pidió con la mirada que lo llevase hasta dentro del castillo. Como no sabía a dónde llevarlo, fui hasta mi habitación.
—¿Por qué no te has ido delante de todos los demás? Hubiera sido mucho más... espectacular. Y esas son las cosas que te gustan.
—Porque tenemos que hablar a solas, te lo he dicho antes —murmuró observando todo. No estaba decorada, ni mucho menos, podría ser la habitación de cualquier persona, no había nada que dijese que yo dormía ahí, ni tampoco tenía ningún recuerdo que la hiciera especial para mí—. ¿Te has dado cuenta de que tus alas han empezado a crecer?
—¿Lo han hecho?
—¿Y si lo miras por ti misma?
Creé fuego de inmediato y lo convertí en un espejo, porque sabía que era lo que quería, que utilizase lo que él me había enseñado en lugar de irme a mirar en cualquiera que hubiese cerca.
Al verme tenía razón, de nuevo, y sonreí como una idiota al ver que empezaba a tener alas. Seguían siendo pequeñas si las comparabas con cualquier otra hada, o insignificantes lo hacías con las de Godrik. Ver que, por fin, estaban empezando a crecer y que ya se veían, me alegró sobremanera.
—Tengo alas... —murmuré mirando a Godrik sin creérmelo—. ¿Por qué no me lo has dicho antes? ¿Y desde cuándo?
—Te han ido creciendo poco a poco desde que hemos empezado a entrenar estos días, aunque no son nada comparadas a lo que tienen que ser. Tus alas deberían ser como las mías, o más grandes.
—¿Por qué?
—Lo sé.
—Es decir, es de esas cosas que sabes y no me quieres decir —completé.
—Podría decirse que sí —de nuevo se calló, y cerró los ojos para luego suspirar—. Aerith, ven conmigo.
—¿A dónde?
—A donde vivimos los Tark. Si quieres irte, no luchar, no tienes que hacerlo si no es lo que quieres. Este reino siempre ha sido muy atacado por el punto en el que se encuentra, es un punto conflictivo.
—Godrik...
—No me interrumpas, es de mala educación. Si quisieras, podrías ser una Tark, tienes potencial, muchísimo. Todo aquello que no sabes y te hemos estado ocultando, podrías saberlo —quiso convencerme—. Todas tus preguntas sin respuesta ya no serían así, lo sabrías todo, Aerith. Todo.
No supe qué decir, me quedé en silencio porque lo que me acaba de decir era muy tentador. Ya no tendría esas múltiples preguntas sin respuesta en mi mente, ya conocería todo. Sabría el motivo por el que me habían mentido y lo que me habían ocultado.
Pero irme con los Tark sería abandonar a mi familia, a todas las hadas del reino, a los hombres lobo, a Blake y a Gael. Dejarlos a su suerte y no volverlos a ver nunca más.
—¿Por qué ahora?
—Porque no estaba seguro de todas mis sospechas, tenía que asegurarme. Te estoy dando una posibilidad, Aerith.
—Tanto que me he quejado de que Salvatore se haya ido y ahora quieres que yo haga lo mismo.
—Tú estás destinada a hacer grandes cosas. Te espera un futuro brillante, solo te estoy dando esa oportunidad.
—Aunque me sorprenda a mí misma al decirlo, no me iré contigo. No quiero ser una Tark. Si yo ahora me voy del reino, sería una hipócrita. Vienen a por mí, tengo que quedarme y luchar. Es lo que hacen las hadas de fuego, ¿no? Ser las que lideran las batallas.
—Sabía que dirías que no. —Godrik negó con la cabeza, como si no le hubiera sorprendido para nada mi respuesta—. Solo te pediré una cosa, no mueras, ¿de acuerdo? —se rio pero sabía que lo estaba diciendo muy en serio—. Sería una verdadera pena desperdiciar todo el potencial que tienes.
—¿Eso es que me echarás de menos? —bromeé.
—En ningún momento he dicho eso. Volveremos a vernos, Aerith. Estoy convencido de ello.
No dijo nada más, se alejó de mí y desapareció entre una gran llamarada de fuego, dejándome sola. Y ahí, en mi soledad, me agobié. Cuando me permití hundirme después de tantos días de presión.
Y me sentí sola, muy sola.
Necesitaba desahogarme, relajarme de algún modo, así que empecé a chillar con toda mi rabia, lo más fuerte que pude, rompiendo lo primero que me encontraba.
—Aerith. —En medio de mi espiral autodestructiva Gael apareció por la puerta muy alterado—. Te he escuchado gritar.
—Estoy bien —musité—. No tenías que preocuparte.
—Siempre me preocupo por ti —dijo, y se acercó a mí, me sacó lo que tenía en las manos y me obligó a sentarme a su lado en la cama—. ¿Necesitas hablar?
—No —murmuré y al ver que siguió mirándome con esos ojos verde grisáceos añadí:—. Sí.
—Te escucho.
—En el fondo estoy aterrada, ¿sabes? —admitió y al hacerlo fue como si me quitase un peso de encima—. Todo lo que va a pasar es superior a mí. Sí, he matado antes a vampiros y he tenido alguna pelea, pero ¿esto? Nada que ver. No sé si estoy preparada o...
—Si no lo estuvieras no tendrías sentimientos —comentó—. Esa una de las cosas que más me gustan de ti, Aerith. Sientes tus emociones sin miedo, no las reprimes. No dejas de ser una niña y...
—No soy una niña.
—Comparada conmigo, lo eres —negó y me acarició la mejilla—. Pareces muy cansada...
—No he dormido casi nada en estos días, Godrik quería apurar el tiempo.
—Descansa entonces. Duerme, recupera horas de sueño. —Se levantó de la cama y mis acciones fueron antes de que ni siquiera las pensase, le cogí la mano impidiendo que se marchase—. Aerith.
—Quédate —le pedí—. No quiero estar sola, estoy cansada de estarlo...
Me tumbé en la cama y él hizo lo mismo a mi lado, con la cabeza ladeada para observarme.
—Haré todo lo posible para que no te pase nada y protegerte, Aerith. Sé que siempre te lo estoy diciendo, pero no me cansaré de recordártelo. Incluso hay vampiros a las afueras del reino para ayudar en la batalla, son de confianza y la mayoría son de mi progenie, sé que no me fallarán. Son otra ventaja estratégica.
—Gael...
—Por ti haría cualquier cosa. Cualquiera.
—¿Cuánto tiempo hace que no te alimentas? No te he visto salir del reino...
—He salido, pero no muy lejos.
—Eso no responde a mi pregunta.
—Hace mucho que no me alimento... —su voz fue ronca, quizá porque le costaba decir esto o porque no quería que yo supiera algo así.
—Bebe de mí —susurré y él abrió los ojos, sorprendido—. No sería la primera vez, muérdeme.
—Aerith...
—Por favor. No sé cuándo van a atacarnos y te necesito al cien por cien de tus posibilidades, confío en ti para ganar. No puedo tenerte débil.
—¿De verdad quieres que me alimente de ti? Ya te dije que la sangre de hada es exquisita y la tuya lo es todavía más. Me volví loco la última vez. Si no soy capaz de controlarme...
—Confío en ti —murmuro—. Siempre dices que vas a protegerme y no vas a hacerme daño. Muérdeme.
Le ofrecí mi muñeca, pero él negó de forma sutil con la cabeza y se acercó a mí, quedando nuestros labios a escasos milímetros del otro. Iba besar, o eso es lo que creía, porque cuando veo que estaba a punto de hacerlo desvió la trayectoria y fue a mi cuello, apartó con cuidado el cabello, dio un pequeño beso, que me erizó toda la piel, y me mordió.
De nuevo, apareció esa sensación tan placentera que sentí la primera vez que lo hizo. Esta vez no se estaba controlando, noté cómo la sangre iba cayendo por mi cuello poco a poco. Desconecté la mente de mi cuerpo, solo sentí, y como la otra vez, quise más.
Jadeé cuando sentí su lengua lamer la herida que él mismo había provocado y la sangre que caía por mi cuello, era como si me acariciase, pero mi cuerpo ya no reaccionaba de la misma manera que antes. Cada vez que me tocaba era como si generase miles de estímulos y sensaciones que provocaban que no podía pensar en otra cosa que no fuera en lo bien que me sentía y en lo que anhelaba más sus atenciones. Era como si sintiera que me tocasen por primera vez, y mi cuerpo reacciona como tal, vibrando cada vez que sentía la humedad de su lengua rozando mi piel.
Noté su ausencia cuando dejó de lamerme el cuello, e hice un pequeño mohín como queja.
Gael alzó la cabeza y me miró. Había tanta intensidad en esa mirada, vi tanto reflejado en sus ojos verdes grisáceos, que no me aparté.
Él sonrió, y vi sus dientes manchados de mi sangre. Poco me importaba. Quería más, seguía queriendo más. Al ver que no me quejaba ni decía nada, se acercó y, por fin, me besó.
No le dejé ser dulce, en cuanto nuestros labios entraron en contacto, invadí su boca con ansía, y su lengua me recibió del modo que quería, sin ningún tipo de compasión. Lo mordí, primero su lengua y después su labio inferior, provocándole un jadeo ronco. Era consciente de que estaba llevándole al límite, yo misma estaba ahí.
Cuando volví a morderle el labio, Gael soltó un gemido, mucho más sonoro, y aproveché para cambiar de posición colocándome encima de él. No me costó ningún esfuerzo conseguirlo, y me sentí poderosa.
Ardía, sentía que estaba a un paso de provocar fuego por el propio incendio que había dentro de mí, pero en lugar de alejarme, me acerqué más y me rocé con él sin ningún tipo de pudor. Por unas milésimas de segundo me sorprendí de notar el efecto que provocaba en su cuerpo, noté que estaba excitado y supe que no era la única que estaba a apunto de perder el control.
Era la primera vez que estaba tan cerca de él, así que aproveché el momento para simplemente dejarme llevar. Me balanceé de forma ligera haciendo que lo que al principio era un simple roce, se convirtiera en mucho más. Se sentía bien, como si con algo tan simple pudiese hacer que llegase al éxtasis, y cuando escuché un gruñido por su parte supe que a él también le estaba gustando por la manera en la que puso sus manos en mis caderas y acompasó mi movimiento.
Le ataqué el cuello, dejando besos por todo el sitio que encontraba y lamiendo cada parte que podía. Mordí el lóbulo de su oreja derecha y estaba a escasos segundos de besarlo. Sin embargo, pareció que me leyó la mente, porque fue él el que volvió a unir nuestros labios y con un ágil movimiento volvió a colocarse encima de mí, sin romper el roce de nuestros cuerpos. Intentó posicionarse para que ambos estuviéramos cómodos y al hacerlo sentí su presión, la que demostraba que quería seguir por el camino que estábamos marcando, así que le facilité el trabajo y abrí un poco las piernas para que se acomodase mucho mejor. Al rozarse de nuevo, cerré los ojos y reprimí un jadeo que murió ahogado en mi garganta.
Cuando una de sus manos se introdujo bajo mi camisa y noté lo frías que estaban, me estremecí por el contraste que había del calor que emanaba mi cuerpo con lo gélido que era él. No la movió, solo la mantuvo ahí, quieta, esperando una respuesta por mi parte. Nuestras miradas volvieron a cruzarse, tenía las pupilas totalmente dilatadas, y no dije nada. Lo que lo tomó como una invitación para seguir explorando mi cuerpo sin nada encima. Era piel contra piel. Temblé por un instante cuando sus dedos rozaron uno de mis puntos más débiles, lo que hizo que Gael se riera sin apartar su mano de ahí, haciendo que descubriera nuevas sensaciones.
Volví a besarlo, deseando que el cosquilleo de mi estómago se apagase o desapareciera. Pero en lugar de eso, se incrementó.
Y cuando quise seguir besándolo, se alejó. Y noté el vacío por su distancia.
—Descansa, Aerith.
Estaba por quejarme, decirle que quería seguir besándolo, sin embargo, el cansancio se apoderó de mi cuerpo, y todo se volvió negro.
Bueno, bueno, ¿qué ha pasado aquí :p?
Las del teamBlake me matan jahahaha. En fin, sigo diciendo, cada vez queda menoooooos. No diré qué es menos, pero queda menos.
En fin, nos leemos pronto, que en twitter ya he dicho que la acabaré pronto :)
Muchos besos xx
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