Capítulo Treinta y Dos


La noticia de que Godrik no se iba a quedar para la batalla no me sorprendió en absoluto.

Lo llevaba avisando desde días atrás, a su forma, eso sí. Siempre decía que quedaba poco tiempo, que estaba a punto de acabarse, y a eso se refería, que cuando nos fueran a atacar se iría, y lo más probable era que no lo viera nunca más, porque los Tark vivían en su propio espacio temporal alejados de todo.

Lo iba a echar de menos, pese a su carácter complicado y su gran arrogancia, porque eso no se podía negar, Godrik era así, su ego era casi tan grande como su poder, y había marcado un poco mi vida.

Él era el único que me entendía y que sabía todo lo que implicaba ser un hada de fuego, todas las responsabilidades que conllevaba serlo y las obligaciones. Sin contar que en un momento complicado de mi vida había decidido apoyarme y creer en mí, él confiaba mucho más en mis capacidades que yo, me trataba como una igual, ni me adoraba, ni me hacía la pelota, solo era él mismo.

Y era justo lo que necesitaba.

—Veo que no te sorprende —murmuró Godrik, reprimiendo una carcajada.

—No, no lo hace. El tiempo se acaba, ¿no? Siempre lo has dicho.

—Exacto —Sonrió con expresión divertida—. Ahora te ayudaré a preparar todo lo que hay que hacer, los menores se van a ir hoy.

—¿Hoy?

—Cuánto antes mejor, Aerith. Será una preocupación menos.

Tiene razón, estaré mucho más tranquila cuando sepa que Febe ya no está aquí y que no iba a correr peligro.

Así que me dediqué a hablar con todo aquel que me preguntaba sobre qué era lo que tenía que hacer o cómo, organizando una partida de los mejores hadas para que todos los menores, y aquellos que quisieran irse, lo hicieran con total seguridad.

El ambiente que se había instaurado en el reino era tenso, cargado e incómodo. Demasiado. Notaba las miradas de casi toda la población, tanto las hadas de este reino como las que habían venido, estaban expectantes para saber qué era lo que iba a hacer a continuación, o cómo iba a dirigirme a ellos.

Y yo solo... solo pensaba en Febe.

—Se ha formado un poco de... caos —Me giré y vi a Blake tras de mí, acercándose poco a poco hasta quedar a mi lado.

—¿Un poco solo? —suspiré cansada de una situación que ni siquiera había empezado aún—. Entendería que os fuerais.

—¿Lo harías?

—Sí, no es vuestra batalla, nunca lo ha sido. Y si nos atacan en breve... —me callé, no hacía falta que lo dijera—. Tienes muchos hermanos pequeños, querrás ponerlos a salvo. Al igual que a los otros miembros de tu manada. Es tu obligación como alfa. Ya habéis perdido a gente por mi culpa.

—Aerith...

—No te disculpes —lo interrumpí—, lo voy a entender. Por Febe haría cualquier cosa, sé que tú lo harías por tus hermanos.

—Sé que lo harías, pero, Aerith, no me voy a marchar. Quiero luchar por ti, a tu lado.

—Blake...

—Toda mi manada, a excepción de los más pequeños, se va a quedar. Creemos en la causa, creemos en ti.

—Creo que solo eres tú quien lo hace, los otros miembros...

—No, mi padre también lo piensa —aseguró muy convencido—. Le he estado pidiendo ayuda y consejo estos días, me ha hecho ver las cosas de una manera distinta. Aun así, seguiría haciendo las mismas cosas para estar aquí ahora, contigo. No me arrepiento.

—Deberías... —bisbiseé. No actuó bien, no lo hizo por mucho que se convenza de que sí—. No era el momento.

—Mi padre no estaba ejerciendo como buen alfa, hice lo que tenía que hacer. Mejor yo que otro miembro que no tiene relación con mi familia. Aunque mis motivos no fueran por la manada, sino más bien egoístas.

—No quiero hablar de esto ahora —le pedí, adelantándome a sus palabras—. Deberías estar con tu manada, despidiéndote de los más pequeños y...

—Lo sé, pero tú también me necesitabas. Necesitabas estar acompañada, aunque sean unos segundos.

—¿Soy invisible ahora? —Godrik se hizo notar y se rio. No se había apartado de mí ni un segundo, casi como si me estuviera vigilando—. Desde que estoy en este reino, y siempre que tú estás a mi lado, Aerith, es como si no existiera para los demás. Sobre todo al lado del lobo y el vampiro. ¡Soy un Tark! —expresó de forma obvia—. Debería llamar la atención con solo mi presencia, venerarme, besar el suelo que piso...

—Nos vemos más tarde... —se despidió Blake empezando a alejarse—. Tengo que ir a despedirme de mis hermanos.

—¿Tanto te molesta no ser el centro de atención? —le pregunté a Godrik.

—De hecho, no. Te he salvado, estabas incómoda. De nada, Aerith.

Antes de que empezase a anochecer, todo estaba preparado para que la gente se fuera. Seguía el ambiente tenso, pero había un silencio que nadie se atrevía a romper. La mayoría de hadas se estaban despidiendo de algún menor o de gente que no quería quedarse a luchar.

—No me voy a ir .—Febe se plantó delante de mí, acompañada de mi madre, y me miró con los ojos muy abiertos, intentando sonar lo más convincente posible—. No lo haré, Aerith.

—Febe...

—¡Quiero luchar!

—Me es igual lo que quieras —negué—. No te vas a quedar.

—¡No es justo!

—La vida no es justa, Febe. Deberías saberlo ya.

—¿Por qué no puedo quedarme a luchar? —cuestionó y vi, oculto debajo de sus ojos, determinación. Demasiada para su edad. Me recordaba a la que veía a veces en Hebe, ella siempre había sido la más decidida y valiente de las gemelas, la misma que la llevó a la muerte—. Quiero luchar a tu lado, Aerith. Quiero vengar la muerte de Hebe y...

Febe había tenido que crecer a marchas forzadas, se le notaba. Un año atrás, yo le reclamaba a mi madre que empezase a decirles la verdad a las gemelas, que ya iba siendo hora para que supieran la realidad. Ahora era como ver lo que había pedido pero a mucha más escala. Y no me gustaba.

Ella no debía de sentirse responsable por lo que había pasado, ni tampoco la que quisiera vengarse por la muerte de nuestra hermana. Febe solo tenía que disfrutar de su niñez, o lo que pudiera, ya había sufrido demasiado.

—Eres muy pequeña para eso, no puedes luchar.

—He aprendido mucho durante este tiempo que llevo aquí, soy capaz de...

No la dejé seguir, la abracé con todas mis fuerzas y cuando lo hice, Febe empezó a llorar. Escucharla me rompió el corazón, uno que hizo que por un segundo, solo uno, quisiera que se quedase. No podía separarme de ella, pero era lo mejor. Para ella, para que pudiese estar a salvo, y para mí, para no distraerme pensando en qué estaría haciendo mi hermana o si estaba a salvo en un momento que tenía que tener la mente lo más despejada posible.

—Te echaré mucho de menos, ¿de acuerdo? —le susurré para luego darle un beso en la cabeza—. Pórtate bien.

—Siempre me porto bien —ella se rio y no pude evitar hacerlo yo también. Entre sus sollozos y la risa era una situación extraña—. ¿No puedes venir con nosotros, Aerith? ¿O tú, mamá?

—Yo no me puedo ir, pero tienes que saber que pase lo que pase, te quiero.

—Parece que te estés despidiendo, Aerith. No me gusta.

—Nunca se sabe lo que puede pasar... —no se lo intenté endulzar, fui sincera. Ni yo misma sabía lo que podía suceder.

—Prométeme que no es una despedida definitiva, Aerith.

—Febe, sabes que...

—Esta promesa sí la vas a cumplir, lo sé. Confío en ti, Aerith. Nunca he dejado de hacerlo.

Volví a abrazarla e intenté contener mis lágrimas, cuando no pude hacerlo durante más tiempo, Godrik asintió con la cabeza. Me estaba dando permiso para llorar, así que dejé que las lágrimas me cayesen por las mejillas. La iba a echar muchísimo de menos, mi hermana me alegraba los días con su presencia.

—Te quiero mucho —musitó Febe—. Eres la mejor hermana mayor que podría haber tenido.

Febe abrazó a mi madre, que se estaba conteniendo mucho para no llorar, quería ser la fuerte de las tres. Aunque sabía que tenía muchísimas ganas de hacerlo. Separarnos de Febe nos estaba costando más de lo que creíamos.

—Piensa que te vas a ir junto a Will y sus otros hermanos, incluso los bebés. Recuerdo que te gustaba mucho estar con Zack y Gabriella, ¿cierto?

—Sí...

—Tienes que ser fuerte para que vean el buen ejemplo que eres. Vas a ser como una hermana mayor para los más pequeños, tienes que portarte como tal.

—Lo haré, seré su Aerith —Febe sonrió mientras asentía. y

Poco tiempo después, los encargados de llevarse a los más pequeños llamaron la atención de todos y empezaron a irse en grupos reducidos, para no llamar la atención y viajar con mucha más facilidad.

—Te es complicado verla partir, ¿verdad? —quiso saber mi madre.

—Demasiado. Nunca me voy a acostumbrar a despedirme de ella.

—Estará bien, Aerith. Piensa en eso.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

—Porque va a ir al reino en el que está mi madre, y sé que ella la va a cuidar.

Negué con la cabeza, otra cosa que me había ocultado, pero preferí no decir nada al respecto. Cuando vi que el último grupo se había marchado hice un repaso general de la población. Se habían quedado más personas de las que creía que lo harían, incluidos Salvatore y sus allegados.

—Sé que es un momento difícil —alcé la voz para que todos me escuchasen—. Pero la primera guardia ya ha empezado. Los que no lo estén que vayan a dormir para recuperar fuerzas. Mañana va a ser un día muy duro.

Poco a poco el tumulto empezó a dispersarse. Estaba a punto de irme a dormir, o a intentarlo, sin embargo, Godrik me cogió de la mano y negó con la cabeza.

—Te dije que no ibas a dormir mucho estos días, eso empieza hoy. A practicar, Aerith.

Estuvimos toda la noche practicando la formación de objetos con fuego. Cuando creía que estaba todo perdido, que no me salía, conseguí materializar un pequeño objeto, lo que le sacó una sonrisa a Godrik, aunque la intentó disimular. Una vez hecho ese pequeño progreso, el Tark decidió enseñarme hechizos muy complicados que nunca antes había escuchado.

—Ya ha habido el primer cambio de guardia... —comenté sin dejar de estar atenta a lo que estaba haciendo.

—Lo sé, luego de organizar los grupos de entreno si quieres puedes ir a descansar un par de horas, no más. Aún te falta mucho. Demasiado.

—Y no hay tiempo, lo sé —Puse los ojos en blanco, cansada—. Nunca te cansarás de repetirlo, ¿verdad?

—Una verdad nunca se cansa de decir, Aerith.

A petición mía, a medida que la gente se despertaba, se iban agrupando según su nivel de habilidad o técnica, Andrea había sido la encargada de separarlos, y Alex había tomado un papel más importante con los que tenían más habilidad mágica.

A los más principiantes se les enseñaba lo básico: defensa, movimientos que podrían salvarles la vida y cómo matar a vampiros de forma rápida. Primero aprenderían eso y si había más tiempo aprenderían más cosas.

En cambio, a los que ya sabían luchar, se les pedía mucho más. Los entrenamientos eran al límite, y se les enseñaba también el dominio de armas que no conociesen, nunca estaba de más tener más conocimientos.

A lo anterior se tenía que sumar los ataques con magia, ya fuera los que estarían en primera linea de batalla o desde más atrás para apoyar a los compañeros.

Gael estaba muy implicado, no paraba de corregir movimientos, dar consejos o puntualizar aspectos. Incluido los hombres lobo aportaban sus conocimientos para poder ayudar.

Y yo, yo estaba haciendo el ridículo con Godrik.

Me había pedido una lucha, que le demostrase con un ataque cuerpo a cuerpo todo lo que sabía hacer, y que le golpease solo una vez, nada más. Pero no lo lograba.

Esquivaba cada uno de mis movimientos sin esfuerzo, solo se movía los milímetros justos para que no le diera, como si se divirtiese de mi frustración.

—¡Godrik! —me quejé.

—Mis esperanzas cada vez son menores, Aerith. Me estoy decepcionando.

—No juegas limpio.

—Solo es un golpe, Aerith —se mofó—. Si fuera al revés ya hubiera ganado más de una vez.

No supe si era por la lucha que estábamos teniendo Godrik y yo, pero la gente parecía muy motivada por aprender. Quizá era porque al ver a un Tark y a la reina del reino luchando les daba la entrega necesaria para estar al máximo nivel.

—Godrik... —jadeé desde el suelo muy cansada.

—Mañana lo volveremos a intentar —dijo como si nada—. Ve a descansar. Dentro de tres horas exactas voy a ir a buscarte para entrenar de nuevo, ¿de acuerdo?

No tenía sueño, pero sabía que estaba cansada, así que me marché sin que nadie me viera a descansar. No obstante, me encontré a Zara practicando junto a Alex y no entendí nada. Creía que ella sería la primera en irse, de ese modo podría proteger a sus hermanos pequeños.

—Aerith, estás hecha un asco —se burló Alex—. Ya hemos visto que Godrik te ha pateado el culo, ¿cómo te sientes?

—¿Cómo se va a sentir? —gruñó Zara—. Debe estar humillada, odia hacer el ridículo. Es la reina y todas esas cosas que tanto le gusta alardear...

—Zara, te creía ya lejos de aquí.

—Yo también lo creía, la verdad.

—Si estás obligada a quedarte aquí, hablaré con Blake si es necesario para que...

—¿Te he pedido consejo? —me cortó—. Si estoy aquí no es solo por tu patética lucha contra los vampiros.

—¿Entonces?

—No me quiero ir porque han amenazado a mi familia, a mi estilo de vida, a mi manada. ¡Han matado a mi madre! Solo tengo ganas de matar a vampiros sin piedad y encontrar el causante de mi dolor para despedazarlo con mis dientes.

Wow, tienes carácter, ¿eh? —habló Alex—. Justo como te imaginaba.

—Calla y sigue luchando, eres un poco penoso sin tus trucos de magia.

Me alejé viendo aún cómo discutían, no sin antes agradecer con una mirada a Zara que se hubiera quedado. Sabía que lo que me había dicho no habíann sido los únicos motivos.

No sé cuántas horas conseguí cerrar los ojos una vez en mi habitación y desconectar de todo, pero cuando los abrí y volví al sitio de entrenamiento, todo era un caos.

Y cuando supe el motivo no me lo quise creer.

Salvatore, Agnes e Isaac se habían marchado del reino sin que nadie se lo esperase.






Cada vez queda menooos.

Veo que cada vez hay más gente nueva, así que holi,  bienvenidas :)

¿Tenéis alguna teoría de lo que va a pasar?

Nos leemos pronto. Muchos besos xx

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