Capítulo Treinta


Salvatore había tenido un cambio de actitud muy drástico, demasiado. Parecía que en los pocos días que habían pasado desde la última reunión, había recuperado esa confianza que había perdido o al menos lo que aparentaba. Era como si supiera algo que los demás no y volviese a estar un paso por delante de nosotros.

De nuevo era arrogante, altanero y muy orgulloso. A la mínima había sacado el tema de Carlin, como si creyera que sabía más que yo. Era su manera de atacarme, recordando que tenía una relación mucho más que cordial con Gael, un vampiro que había hecho mucho daño a la comunidad de hadas, y no me gustaba para nada porque quería decir que algo se me escapaba.

Y lo odiaba, sobre todo si tenía que ver con Salvatore, porque si algo se me escapaba, era que había encontrado una forma de recuperar el poder que creía suyo.

Aunque había cosas que sabía y él no, por ejemplo con el el tema de Carlin. Él solo sabía lo que les convenía a las hadas saber, que había sido secuestrada por Gael para usarla y que había muerto por ello. No sabían cómo era, o qué ideas tenía...

Me había leído todo su diario, y aún lo seguía haciendo cuando tenía tiempo libre, era una de las cosas que me había llevado de West Salem. Carlin era muy distinta a mí: desalmada, fría, y sin ningún tipo de remordimiento con sus acciones, aunque fuesen malas.

No hubiera sido una buena gobernante de su reino ni de ningún otro lugar, aunque lo que le había hecho Gael no tenía justificación posible. Hoy en día seguía sin entender o conocer bien los motivos por los que él había hecho eso y quería volver a hacerlo conmigo, porque esa había sido su intención cuando me conoció, pero era de las cosas que menos me preocupaban con todo lo que tenía que hacer y lo que se avecinaba...

—¿Conociste acaso a Carlin? —dijo Godrik interrumpiendo el silencio que se había instaurado en la habitación y mirando con clara superioridad a Salvatore. No le había gustado ese comentario, se lo notaba en la cara, tenía el ceño levemente fruncido y había dejado de hacer lo que más le caracterizaba, jugar con fuego entre los dedos—. Creo que te queda un poco lejos en cuanto a edad, ¿me equivoco?

—Todo el mundo conoce esa historia, a mí me la contaron mis padres y yo hice lo mismo con mis hijos... Sé de qué trata.

—Solo sabéis lo que os han contado, que es solo una versión de la historia. —Godrik siguió con el ceño fruncido y me miró—. De aquí los únicos que sabemos más de cómo fueron las cosas somos Aerith y yo.

—Y ella las sabe influenciada por ese mismo vampiro que le quitó la vida, excelencia —respondió Salvatore con una sonrisa, de nuevo atacándome—. No creo que su punto de vista sea muy diferente al suyo. No conoce la historia.

—Aerith tiene un diario de la misma Carlin, ¿verdad que eso no lo sabías? —Godrik se regodeó al ver la expresión de Salvatore, ya no sonreía—. Los Tark siempre estuvimos preocupados por ella, era demasiado cruel, por decirlo con una sola palabra. De las peores hadas de fuego que habían nacido o que yo había visto nacer. A día de hoy sigo pensando lo mismo.

—Pero tenía que gobernar, la ley es la ley —Salvatore volvió a interrumpir a Godrik—. Es lo que siempre ha dicho, excelencia.

—Lo es, sin embargo, dije que había excepciones, ¿lo recuerdas? Una de ellas hubiera sido el caso de tu hija, que no deberías haberla desterrado y otra hubiese sido el caso de Carlin. Los Tark no íbamos a dejar que gobernase. Lo teníamos muy claro. Yo no iba a dejar que lo hiciera —remarcó.

—¿Por qué? —preguntó mi madre en un susurro, llena de curiosidad.

Había sido la única que se había atrevido a hacer esa pregunta porque seguramente todos los de la sala queríamos saber esos motivos.

—Porque así lo decidimos, no tengo que daros ningún tipo de explicación —sentenció. Por lo que lo conocía sabía que quería cerrar el tema, no le gustaba ni tampoco quería seguir hablando de él, como si no tuviéramos el privilegio de saber cómo ocurrieron las cosas de verdad, como si no lo mereciésemos. Aunque en parte tenía razón, las cosas de los Tark solo las sabían ellos—. Los sucesos fueron otros y no se pudo hacer nada. Carlin está muerta. Hace mucho tiempo que dejamos de sentir su energía. —Volvió jugar con el fuego, como si hubiese dejado de estar preocupado por ese tema y ya no tuviera que ir con cuidado—. La próxima vez que intentes desestabilizar a tu reina acabarás en el calabozo, quedas avisado. No voy a tolerar más tanta insubordinación —se dirigió a Salvatore con la mirada llena de rabia—. Ahora prosigamos con la reunión, el tiempo sigue pasando mientras nosotros estamos hablando de banalidades.

No logré estar todo lo atenta que me gustaría a la reunión porque tenía demasiadas cosas en la cabeza, demasiadas preguntas sin respuesta. La primera la actitud de Salvatore, era el primer enigma y necesitaba saber los motivos por los que ya no estaba callado o cohibido. Después estaban los motivos de verdad por los que mi madre y Charles se habían marchado sin previo aviso, además no se me había olvidado lo extraños que habían estado días antes de que se fueran.

Y por último, Godrik. Estaba más que convencida de que había algo más de lo que había dicho en los motivos por los que en un pasado no iban a dejar gobernar a Carlin. Dudaba que fuera por haber estado involucrada de forma romántica con Gael, él mismo me había dicho que poco le importaba lo que hiciera con mi vida, por lo que había algo más... Y en el diario no salía.

Cuando acabó la reunión, mi madre me pidió con la mirada que la siguiese. En silencio recorrimos los pasillos del recinto hasta la habitación en la que en el tiempo que estuvo aquí, después de regresar, se estaba quedando.

—Necesitaba hablar contigo a solas, Aerith —comentó al entrar—. Hay tantas cosas de las que hablar y...

—Sé que me ocultas algo —no me callé y fui directa.

La confianza siempre había sido un problema entre ambas, sobre todo en el último año, así que dije lo que se me pasó por la cabeza sin pensarlo.

—¿Eso es lo primero que me vas a decir después de tanto tiempo? —preguntó, dolida. Suspiró y se sentó en la cama, buscando distancia entre ambas—. ¿Seguimos con lo mismo? Creía que habías cambiado, o eso es lo que me estaba dando la impresión.

—La gente no cambia, mamá. Creía que eso era una de las cosas que teníamos en común o que habíamos llegado a esa conclusión con el tiempo. La gente no cambia —repetí—, solo muestra cómo es de verdad.

—¿Entonces tengo que conformarme que después de meses sin verte lo primero que hagas es reprocharme todo lo que se te pasa por la cabeza? Porque no es justo, Aerith. No lo es.

—Mejor eso que no decir lo que estoy pensando, ¿no? Supondría un problema, siempre es un problema entre los dos, los secretos —señalé—. Ahora no te lo he ocultado, he dicho lo que pienso. Eso sí, no te estoy preguntando el qué. Solo doy por hecho lo que hay. No soy tonta, mamá.

—Quizá la gente no cambia, pero tú lo has hecho —Sonrió y me miró, orgullosa—. Estás diferente, lo más probable es que hayas madurado y por eso te veo tan distinta.

—La situación me ha hecho hacerlo, o mejor dicho los acontecimientos que me han hecho estar aquí ahora —admití y el recuerdo de Hebe se me vino a la cabeza, reprimiendo un nudo en la garganta—. Todo es demasiado...

—¿Complicado? —terminó por mí—. En parte me siento culpable por todo lo que estás pasando. No solo me fui para buscar ayuda, eso es cierto, pero no puedo decirte los demás motivos, no aún. Es demasiado pronto.

Esa frase también la usaba mucho Godrik, que aún no podía decirme según qué cosas o que era demasiado pronto para hacerlas. Aunque dudaba que mi madre pudiese decirme algo de lo que Godrik supiese, debía ser algo muy diferente. ¿Quizá una manera de poder tener controlado a Salvatore?

—¿Has hablado ya con Febe? —intenté reconducir la conversación para no hablar más de lo que me estaba ocultando, porque si seguía así, acabaríamos mal. Siempre nos pasaba—. Ella te ha echado mucho de menos. Lo hemos hablado más de una vez.

—No, primero quería estar a solas contigo y ver cómo estabas. Me fui sin despedirme y...

—Cierto, lo hiciste. —Asentí con la cabeza un poco molesta. Cuando se fue se lo hubiera reprochado de inmediato, pero estar este tiempo con Godrik me estaba haciendo ver las cosas de otro modo, tenía que ser mucho más tranquila. Aunque a decir verdad, si no hubiera pasado tanto tiempo desde que la vi por última vez y no tuviera el aspecto que tenía, desmejorado, cansado y con heridas antiguas, no estaría siendo así—. ¿Por qué?

—Porque sabía que tú hubieras querido venir con nosotros, ¿me equivoco? —No lo hacía. En ese momento si me hubiera planteado lo que iba a hacer la hubiese seguido, aunque fuera una misión arriesgada—. Sé que no. Y tú tenías que quedarte aquí, era muy importante.

—¿Para?

—Para todo lo que has conseguido. Eres la gobernante, Aerith. Lo que tenías que haber sido desde que llegaste aquí. —Suspiró y pareció que se preparaba para decir lo que tenía pensado de hace tiempo—. He pensando mucho en ti, estaba muy preocupada.

—¿Por?

No sabía a dónde quiere llegar y me estaba poniendo nerviosa.

—No confío en Salvatore —afirmó con convicción—. No sabía qué iba a hacer en mi ausencia o la de Charles. Sé cómo es y...

—¿Esa es la razón por la que llamaste a los Tark?

—Una de ellas, sí. Aunque estoy muy sorprendida de ver que uno de ellos ha decidido quedarse, nada más y nada menos que Godrik, el más poderoso.

—Me está ayudando mucho —reconocí—. Pese a su obsesión por la falta de tiempo, que no para de repetirme, he aprendido cosas que ni sabía que podía hacer. Y no solo me está ayudando con mis poderes, también a tener un poco más de talante.

—Se nota —se rio e hice lo mismo—. Me extraña que no me hayas reprochado aún nada. Siempre has sido tan volátil, justo como el fuego.

—Hace demasiado que no te veía para eso, pero, mamá, podrías haberme avisado, decir que te ibas o explicarme el motivo. Cuando pasó todo fue un tanto complicado los días después...

—Era mejor si no sabías nada, no solo por lo que te he dicho antes, también para que Salvatore no tuviera algo más en tu contra.

—Nunca creyó que te marchaste sin avisarme.

—Sí lo hizo, detecta muy bien las mentiras, lo conozco bien. Solo que no te lo iba a decir, eres su rival a batir.

—Sigo pensando que podrías haberme avisado —musité—. Sí, tendrías tus razones, pero era muy peligroso, mamá.

—Y ahí está mi hija —murmuró con una sonrisa—. Siendo muy obcecada con lo que piensa que no para de repetirlo, haciendo preguntas, tanto de forma directa como indirecta, para saber lo que le interesa —remarcó—. Me fui para obtener respuestas, ya te lo he dicho. Aunque no es el único motivo, no podía arriesgarme a perder a nadie más, a ninguna hija más. Haría lo que fuese por ti y por Febe, incluso sacrificarme si fuera necesario. Vine aquí sabiendo que me iban a ejecutar para poner a Febe a salvo y me fui para ayudarte a ti conociendo los riesgos que había. Perdí a Hebe, no puedo perderos a Febe y a ti. No puedo —se le entrecortó la voz y la abracé. Seguía considerando que era una de las culpables de la muerte de Hebe, pero no podía verla así, rota, sabiendo que podía estar sintiendo una mínima parte del dolor que sentía yo por su pérdida—. Pasé por West Salem en el viaje...

—¿Para qué?

—Para visitar su tumba... —Tragué saliva intentando que el nudo en la garganta se me fuera, pero nada. Seguía ahí. Aún me dolía demasiado hablar de Hebe—. Me sorprendió ver que tenía flores frescas. Creía que era cosa de los Lycaon.

—Están todos aquí —la interrumpí—. Han pasado bastantes cosas.

—Me lo supongo. Nos quedamos un par de días ahí, quería saber quién estaba poniendo flores en su tumba, porque si fuera Jake yo...

—De Jake me encargaré yo —dije con muchísima seguridad—. Va a pagar lo que hizo, mamá.

—No lo dudo. Es Lydia la que deja flores en la tumba de Hebe.

—¿Lydia?

Siendo sincera, casi ni había pensando en ella en este tiempo. Me fui de West Salem sin mirar atrás ni dudar, sabiendo lo que dejaba ahí. Lo más probable era que estuviese muy enfadada por lo que hice, pero tenía que hacerlo. Sonreí con tristeza porque pese a eso, pese a que había sido una amiga de pena, iba dejándole flores a mi hermana.

—Sí. Charles le fue a preguntar, porque ella no lo conoce, para saber por qué dejaba flores ahí. Necesitaba saberlo.

—No sé si fue buena idea, Charles es igual a Matthew y ellos tuvieron una historia...

—Por eso puso esa cara —recordó—. ¿Sabes lo que dijo Lydia? Que nadie merecía que no se acordasen de ella aún habiendo muerto, y más una niña tan dulce como Hebe. Y ya que su familia no podía ponerle flores lo hacía ella encantada.

—Lydia siempre ha sido una muy buena persona.

—Lo sé. ¿Por qué están los Lycaon aquí? Creía que solo estaría Blake, porque él siempre está a tu lado...

—Crystal fue asesinada —susurré—. Blake lo notó, aunque no sabía que había sido ella. Se fue, o mejor dicho, lo eché.

—¿Por qué?

—Es muy largo de explicar —mentí, no quería contarle toda la historia y menos decirle lo de Gael—. Solo sé que un tiempo después llegaron aquí todos los Lycaon y su manada. Y con un nuevo alfa.

—¿Joseph también ha muerto? —preguntó con horror.

—No, y no ha parado de preguntar por ti desde que llegó, ¿por qué, mamá? Acaba de perder a su mujer y solo piensa en ti... Es raro.

—No lo es, yo lo entiendo. —La miréo esperando una respuesta un poco más elaborada—. No te diré el motivo exacto. Solo tienes que saber que si yo hubiera querido estar con Joseph, lo hubiera estado. En su momento elegí, y elegí a Jake.

—Elegiste mal.

—¿Lo hice? —rebatió—. Si no lo hubiera hecho tú no estarías aquí, ni tampoco lo hubieran estado las gemelas. Los errores del pasado son los que nos hacen estar aquí. No me arrepiento de haber elegido a Jake, pese a que me equivoqué, volvería a hacerlo. El amor es mucho más complicado que una simple decisión, aunque tú eso lo debes saber.

—¿Yo?

—Si, tú —se mofó de mí—. ¿Dónde está Gael? Creía que estaría ya en el reino, que le habrías dado inmunidad o algo parecido.

—¿Cómo conoces la existencia de Gael?

—Porque una madre sabe mucho más de lo que dice. Y porque nos ayudó a estar seguros durante un tiempo, nos dijo dónde encontrar gente de su confianza que nos ha hecho el viaje mucho más sencillo, y fue así. Nos ha hecho las cosas mucho más fáciles.

—¿De verdad?

Y volvía a estar descolocada. ¿Por qué los ayudó? ¿Qué ganaba él? ¿Cuál era su beneficio? Gael era demasiado misterioso, no sabía las convicciones detrás de sus razones y eso me generaba incertidumbre.

—Sí, no voy a negar que desconfiaba al principio de ello —reconoció—, pero Charles me iluminó un poco con ese tema. Él y Andrea habían visto más cosas que yo y ciertos encuentros furtivos.

—No es lo que piensas, mamá.

—No me importa lo que sea, no te juzgaré. Me recuerdas a mí, sin saber qué hacer en el tema amoroso. Nos parecemos más de lo que crees. ¿Blake cómo está?

—Raro. No es el mismo desde que es el alfa —me sinceré—. Es decir, según él lo hizo por mí, para poder ayudarme en todo. Pero yo no se lo pedí, ahora solo ha conseguido que la mayoría de su manada no crea en lo que hace, que van a una guerra que no les importa y que me odien.

—¿Eso quién te lo ha dicho?

—Zara.

—Quizá tiene razón, pero la gente no va a luchar por nuestra causa porque solo se lo digan, tienes que ganártelos, Aerith. No es lo mismo gente que lucha a tu favor que gente que lucha creyendo en lo que haces, ¿me estoy explicando?

—Solo sé que no puedo hablar con Blake porque no es el de siempre y siento que tampoco puedo perdonarlo tan rápido...

—Ten paciencia con él. Cuando Joseph fue nombrado alfa también tuvo malos momentos, era diferente al que yo había conocido, solo tienes que estar ahí, aunque no quieras estarlo. No sé qué te habrá hecho pero seguro que con el tiempo es una tontería...

—No lo es. Dejemos el tema —pedí—. Cuéntame más cómo te ha ido el viaje, quiero saber dónde has estado y cómo son los otros reinos, tengo mucha curiosidad.

El relato de mi madre fue muy corto, no me dio muchos detalles para que no pudiese saber cuál había sido su otra misión. Solo me dijo que en el reino que más tiempo estuvo fue el de Evighet, y que los trataron muy bien. Fue el primero y el último, porque volvieron para recuperar fuerzas. Y eso me dio una ligera pista, en ese reino había algo importante para ellos, una información necesaria.

—Me gustaría visitar todos esos reinos, pero ahora no es posible. Y luego con Salvatore no sé si sería adecuado irme.

—¿No te fías de él? No voy a decir confías porque tú no confías en casi nadie.

—No, no lo hago. Hay algo en él que no me gusta, y con el paso de los días y pese a que Godrik lo tiene controlado no se me va, él sabe algo que yo no.

—Haces bien, no te fíes de mi padre. Nunca deberías fiarte de él.

El ruido de la puerta nos jizo levantar la cabeza, ahí, lleno de restos de enredaderas por los brazos, dándome a entender que lo habían atacado, y con una gran rastra de guardias detrás que intentaban detenerlo, y de Andrea, que parecía que lo había llevado hasta aquí, estaba Gael.

Y estaba muy alterado.

—Aerith, os van a atacar de forma inminente.









Sí, lo dejo en lo más interesante, como siempre. Lo siento (?)

Muchos besos xx

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