Capítulo Trece

Creía que había llegado a un punto en el que la relación que teníamos mi madre y yo había mejorado de forma considerable, que no nos ocultábamos nada, éramos un equipo para poder controlar a Salvatore sin ningún tipo de problema y para que no hubiese consecuencias para nosotras por desobedecerlo, o eso es lo que yo me pensaba, que habíamos avanzado. Me equivocaba.

Ella seguía actuando igual que cuando estábamos en West Salem, con sus secretos y mentiras, ocultándome cosas debía de saber para protegerme, su excusa preferida. P

Sin embargo, yo no tenía ganas de volver a vivir lo mismo que en el pasado, no quería repetir los mismos errores. Por lo que en lugar de enfadarme iba a lo práctico, preguntar a Gael acerca de lo que no sabía o lo que me negaban saber.

No era la misma que hacía unos meses, no me iba a encarar con ella cuando sabía que no iba a obtener nada de mi madre... solo silencio o discusiones.

—Aerith... —la sonrisa de Gael seguía adornando su cara, pero negó ligeramente con la cabeza intentando evitar mi respuesta, tal y como un adulto intentaba desviar la atención a una pregunta de un niño pequeño.

—Siempre has sido claro en cuanto a mis preguntas, ¿por qué cambiarlo ahora? Quiero una respuesta, como siempre.

—Porque no sé a qué viene esa pregunta. ¿Por qué sacar a Mia? Ella está... —se rio—. No sé dónde estará, cambia mucho de sitio. La viste en un momento puntual para salvar a esa humana, no tenías ni que conocerla. Si en ese momento no hiciste preguntas no entiendo la razón de hacerlas ahora. En ese entonces tú y yo éramos...

—No éramos nada —gruñí.

Hizo un movimiento para acercarse más a mí pero fue más lento de lo normal por lo que pude apartarme sin ni siquiera esforzarme, no quería escuchar acerca de lo que él y yo compartimos, no quería rememorarlo.

Esa lentitud hizo que me diera cuenta de una cosa, seguía estando muy débil y no se había recuperado.

—Todavía no te has curado... —afirmé mientras lo miraba analizando su ropa, seguía con las mismas manchas de antes, no había nuevas.

—No, no he tenido tiempo de ir a por sangre al hospital más cercano. Tenía que asegurarme de que estabas bien y a salvo antes de irme si no, no hubiese estado tranquilo.

—No empieces con ese tipo de excusas, no me interesa saberlas, no quiero perder el tiempo en eso. Solo he remarcado que sigues estando herido, que si quisiera podría...

—No, no podrías —me interrumpió mientras se reía—. No tengamos un dejá vu de lo que ha pasado antes, Aerith. Ni tú puedes matarme ni yo puedo matarte a ti, nuestras razones tendremos, ¿no? Yo creo que las tengo claras. ¿Y tú las tienes?

Resoplé. Aunque estuviera herido seguía teniendo ese carácter tan... suyo. Llevaba la conversación al sitio que quería, pero a mí no me interesaba seguir ese camino, no después de lo que había pasado antes, seguía teniendo las dudas sobre el motivo por el cual no había podido matarlo por mucho que quisiera, aún lo quería hacer de hecho.

Pero era incapaz, había sido incapaz.

Me miró sonriendo, con esa a que usaba cuando quería molestarme, o al menos en el pasado, cuando buscábamos a Kier y sus secuaces en West Salem lo hacía mucho, picarme por alguna tontería y luego sonreír de esa manera de forma inocente como si no hubiese hecho nada. Fue en esos momentos cuando nuestra relación se hizo más cercana y cambió, en los que creía que estaba conociendo una parte de Gael que no enseñaba a nadie, el Gael real.

También me equivoqué en eso, como en otras muchas cosas.

—Gael, ¿puedes responder a mi pregunta? ¿De qué conoces a Mia?

—Hay cosas que aunque has cambiado, que no eres la misma adolescente asustada que conocí, siguen igual, como lo obstinada que eres cuando quieres saber algo. Contestaré a tu pregunta, te contaré todo lo que sé de Mia y de qué la conozco, pero tú antes me responderás una duda, ¿te parece? Es un buen trato.

—No tengo otra opción.

—No, no la tienes si quieres saciar tu curiosidad. —Gael estaba disfrutando de la situación, aunque intentaba disimular sus molestias físicas con esas sonrisas socarronas y esa sensación de seguridad que desprendía.

Antes de que me preguntase nada le rocé la mano sin querer al moverme, y con ese simple contacto volví a estar nerviosa recordando que hacía unas horas con esa misma mano podría haberlo matado arrancándole el corazón. Mi pulso se aceleró un poco más rápido de lo normal al pensar en ello, y mis pulsaciones se volvieron eclécticas. Se dio cuenta, porque alzó las cejas sorprendido mirándome de reojo buscando una respuesta a ello.

No dije nada, solo caminé hasta cerca de un árbol para sentarme, no debería tener ese tipo de consideración con él ni preocuparme por su estado, pero necesitaba respuestas y él seguía estando débil por lo que era mejor así, intentar ayudar a mi enemigo para obtener un beneficio propio.

—No vamos a sentarnos aquí —negó—. Estaríamos demasiado expuestos a un ataque por sorpresa.

—Nadie nos va atacar, y si lo hacen puedo defenderme. Soy casi imbatible, solo me gana Andrea en las luchas cuerpo a cuerpo.

—Sé que puedes, no lo negaré. Eres demasiado valiosa, no voy a exponerte solo para que obtengas respuestas. Y yo también te ganaría, Aerith.

—¿Eso es una forma sutil de decir que me vaya?

Gael volvió a negar con la cabeza, me guiñó un ojo y cuando me quise dar cuenta todo a mi alrededor se movió demasiado deprisa, todo fueron manchas borrosas que no me dio tiempo de reconocer. En esos escasos segundos en los que había bajado la guardia, debido al guiño de Gael y su actitud, este había aprovechado para cogerme en sus brazos y trasladarme.

—Era una forma de decir que no era el lugar más seguro —susurró en mi oreja, dejándome a su lado en una rama grande de lo alto de un árbol—. Sigues estando dentro del perímetro exterior del reino, no te preocupes por eso. No te llevaría tan lejos siendo un riesgo para ti.

—¿No me lo podías decir? Lo hubiese agradecido.

—Perdía la gracia, y te hubieses quejado. Te conozco, Aerith. Sé cómo vas a actuar antes de que tú misma lo sepas. Por eso sabía que acabarías por volver a hablar conmigo, no sabía que sería hoy, pero por mucho que lo negases con palabras tus ojos decían otras cosa distinta

—¿Sabías también que no iba a matarte?

—No, eso no lo sabía —admitió después de un largo silencio, en el que había aprovechado para observar el paisaje desde donde estábamos sentados—. Eso que estás mirando es el resquicio de la magia que protege el reino de las hadas.

¿Cómo había sabido en qué estaba mi atención?

—¿Cómo puedo verlo? Antes no lo hacía...

—Porque antes no sabías qué buscar o dónde. Ninguna magia es invisible por mucho que lo intente, solo hay que saber diferenciar los pequeños detalles —no dije nada , lo que él aprovechó para seguir hablando—. ¿Por qué quieres saber de Mia, Aerith? ¿Por qué ahora? Sigo sin entenderlo.

—Mia es el elfo que me quitó los recuerdos de mi pasado con su magia, eso sí, por petición de mi madre. Es esa la razón por la que quiero saber más de ella.

—Dudo que eso sea así, por lo que yo conozco a Mia no se junta con hadas, ni con otras especies sobrenaturales, las evita ya que no son dignas.

—Fue ella, no era una pregunta, sé que lo fue.

—Es extraño...

—¿Por? ¿Tanto conoces a Mia? ¿Tanto para saber cómo actuará?

—Conocí a Mia hace mucho tiempo, Aerith. Muchísimo. Apareció justo en el que creo que fue el peor momento de mi vida, supo estar ahí, apoyarme y, sobre todo, no me juzgó. No hizo ningún comentario relacionado con lo que me acababa de pasar o lo mencionó. Solo estuvo a mi lado. Sin condiciones. Tiempo después yo supe que para ella también era un momento complicado en su vida, pero ya se sabe en los elfos, son muy reservados con sus cosas, no las iba a contar a un desconocido.

No puedo evitar sentir curiosidad por la forma en la que había remarcado que hacía muchos años que había conocido a Mia, no sabía a cuántos se refería.

—Supongo que no me vas a decir qué es lo que te sucedió o lo que le pasaba Mia...

—No, no lo voy a decir. Mia fue un soplo de aire fresco en mi vida, me costó muchos años que me tratase casi como a un igual, algo complicado en un elfo, se consideran superiores.

—Lo sé, me lo dijiste.

—Sí, lo hice —sonrió recordando esos momentos—. Mia y yo pasamos siglos juntos, y sí, tengo más de un centenar de siglos de vida. Estuvo conmigo incluso en mis malas decisiones, me aconsejó, me dijo que no era una opción, pero pese a mis negativas siguió ahí.

—¿A qué se refiere con malas decisiones?

—A todo el tema de Carlin —bisbiseó—. Me arrepiento mucho de lo que hice, Aerith. No me di cuenta hasta que la vi totalmente sometida a mí, con sus poderes descontrolados, siendo una sombra de lo que era...

—La encerraste, usaste los sentimientos que tenía por ti para tu beneficio. ¿Para qué? ¿Para luego encerrarla?

—Me equivoqué.

—Querías hacer lo mismo conmigo, muy arrepentido no debes estar.

—Ahí te equivocas tú —contradijo—. Nuestra relación no tiene nada que ver con la que tuve con Carlin. Si hubiese querido utilizarte, lo hubiese hecho. Confiabas en mí sin ningún tipo de duda, Aerith, si te hubiese dicho que vinieses conmigo, lo hubieras hecho.

—Me sorprende lo seguro que estás de eso, cuando no es cierto. Nunca hubiese ido contigo a ningún lado, Gael, no confié en ti del todo. Eras la persona en la que más confiaba, pero no hubiese puesto mi vida en tus manos.

—Lo hiciste más de una vez, cuando salíamos a encontrar a Kier y a sus hombres, confiabas en que te defendiese y cubriese tu espalda. Acéptalo, hubieras venido conmigo, siempre y cuando tus hermanas hubiesen estado a salvo. Esa es una de las cosas que más te diferencian de Carlin, ¿lo sabías? —susurró—. El amor por tu familia, ella no se preocupaba por nadie más que ella.

—Se preocupó por ti... —dije recordando las palabras del diario.

—El amor es curioso en ese sentido, por eso muchas criaturas sobrenaturales lo tachan como una emoción demasiado humana. Carlin odiaba sentir eso por mí, me costó mucho convencerla de que no era un error, pero siempre lo pensó. Lo pone en el diario, ¿verdad?

—Sí, dice que es el mayor de su vida.

—Esa es otra de las cosas que te diferencian de ella, tú no tienes miedo a sentir emociones, no tienes miedo a amar, no digo de forma romántica, digo en todos los sentidos, amas a tu hermana, amas a tu madre...

—Sí.

—Y esa una de las cosas que te hacen fuerte, Aerith. Tener esos sentimientos, vivir de esa forma, esas emociones.

—Esas emociones solo me han traído problemas... —afirmé—. Siempre que me nublan el juicio se sale todo de control.

—Cuando lo has hecho has mostrado un poder que ni Carlin tenía, como te dije eres inolvidable. Tienes un potencial... —resopló—. El día que domines todo tu poder, serás imparable, los que han tratado contigo lo saben, es por eso que te tienen miedo.

—Deja esa tontería para otro momento. Ni soy inolvidable, ni me tienen miedo. Andrea puede conmigo siempre, Alex es capaz de hacer que mi fuego no sirva y Matt lo apaga...

—Porque no eres consciente de lo que eres capaz...

—Dejemos el ema.

Me incliné para mirar hacia abajo, haciendo que el pelo me tapase la cara. Necesitaba pensar en lo que acababa de decirme. No, no me tenían miedo, eso era falso. Era todo lo contrario, ni me respetaban, me consideraban inferior por haberme criado lejos de ellos y de sus normas estúpidas, porque mi progenitor era humano...

De forma sutil, pero cariñosa, Gael me apartó el pelo de la cara y sin saber el motivo sonreí ante ese gesto.

—¿Has hablado de lo que te he dicho antes?

—¿A qué de lo que me has dicho antes?

—Lo de Kier, que saben que estás aquí, que vendrán a por ti, que una batalla se avecina.

—No, no se lo he dicho a nadie.

—¿Por qué? Es importante, Aerith. Tenéis que tomar precauciones, reforzar las defensas, pedir ayuda...

—Salvatore no accederá a nada de esto aunque se lo diga. No confía en mí.

—Te tiene miedo —repitió—. No puede controlarte y ve que su poder pende de un hilo, por eso no confía en ti, ni lo hará. Eres su mayor enemiga ahora mismo.

—Es mi abuelo.

—¿Lo consideras tu familia? —no se lo creyó—. Él a ti tampoco. Salvatore es muy ambicioso.

—¿Cómo sabes todo eso?

—Tengo mis propios informadores, Aerith. Sé muchas cosas, y me viene bien saberlas.

—¿Por qué hiciste lo de Carlin? El Gael que se narra en ese diario es muy diferente —no pude evitar esa pregunta, no tenía sentido.

Si quería usarla, ¿por qué no lo hizo?

—Quería recuperar lo que me pertenecía, lo que a día de hoy sigue siendo mío. Con Carlin tenía una posibilidad, una oportunidad aunque fuese pequeña. Pero me di cuenta de que si había caído tan fácil en mis mentiras, podía suceder lo mismo. Por eso la encerré. Por miedo.

—No pareces la típica persona que tiene miedo...

—Lo tengo, quien no lo tiene es el que tiene el problema.

De nuevo, silencio, yo ya no sabía qué más decir o preguntar. Estaba demasiado cómoda a su lado, y no me gustaba.

—¿Puedes bajarme? Quiero volver al reino, deben estar preocupados por mí si no me encuentran.

—Claro... —De forma rápida volvimos a estar en el suelo—. Una última cosa.

—¿Sí?

—Mia y yo tuvimos algo más que una amistad.

—¿Fuisteis pareja?

—Algo así, los elfos solo tienen parejas de su misma clase, con las que perpetúan su linaje. Para Mia fui un simple compañero de placer carnal.

—Sois más cercanos que eso, ¿tú la quisiste?

—¿Por qué me preguntas eso?

—¿Por qué me lo cuentas?

—Nunca estuve enamorado de ella. ¿La quise? Quizá, pero no fue amor.

Negué con la cabeza al escuchar su respuesta y entré al Reino de las Hadas con una sonrisa en la cara, que se me quitó de inmediato al ver a Andrea delante de mí.

—Estabas hablando con un vampiro.

—Andrea... —intenté buscar una excusa, cualquier cosa que se me ocurriese, pero quedé en blanco.

—Aerith, no puedes salir del reino sin avisar a nadie, puede ser peligroso.

—¿Para el reino?

—Para ti, hablo de tu seguridad.

—No me iba a pasar nada, estaba segura.

—No sabía de tu amistad con Gael Fitzgerald —comentó sin juzgarme, no había reproche en su voz.

—¿Lo conoces? —ella asintió—. Sé que quizá te estoy pidiendo algo descabellado, pero...

—No voy a decir nada, tu secreto está a salvo conmigo, Aerith.

—¿No lo harás?

Andrea era una de las hadas que más seguían las normas y las leyes. No entendía por qué estaba dispuesta a ayudarme.

—No soy quién para juzgar, y tú sabes lo que haces, hada de fuego.

Y se marchó con lo que creí que era un esbozo de sonrisa en la cara.







Como os dije, aquí tenéis un nuevo capítulo esta semana. A ver si la que viene también saco tiempo para hacer lo mismo, aunque no prometo nada haha.

Muchos besos xx


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