Capítulo Dieciséis


Estaba muy muy frustrada.

No entendía la actitud que tenía Salvatore con respecto a un tema tan serio, por mucho que lo intentase no me entraba en la cabeza. Había decidido mirar a otro lado, no hacerme caso a mí ni a los demás que creían que tenía razón. Era como si cualquier cosa que dijera, le pareciera mal. La contradecía sin pensársela mucho o mejor dicho, ni se la planteaba.

Tenía la intuición de que si otra persona hubiera propuesto lo mismo su respuesta y actitud hubiera sido muy distinta a la que había mostrado. Podría haber votado lo mismo, pero su manera de argumentarlo hubiera sido otra, lo más probable era que hubiese sido más cercano y hubiera hablado con más tacto.

Me sentía humillada por la forma en la que se había dirigido a mí, como si fuera una niña caprichosa que se inventase las cosas solo para ganar atención o notoriedad cuando no era así.

La rabia que tenía era tal, que por un momento tuve que cerrar el puño ya que mi mano estaba llena de fuego que había creado sin querer. Me sentía de nuevo extraña en este reino, fuera de lugar, era como volver a los primeros días después de llegar en los que no encontraba mi sitio en los que sentía que me había equivocado al venir.

No sentía que fuera bienvenida en el reino, una sensación muy distinta a la de semanas atrás en las que se alegraban que el hada de fuego hubiera aparecido por fin, y Salvatore se sentía hasta orgulloso que fuera su nieta.

Lo más probable era que su opinión fuera ya distinta, que desease que no hubiese llegado nunca.

Salvatore tenía una actitud conmigo distante y muy marcada por su constante indiferencia. Todo había cambiado en el momento que decidí tener un papel activo en el consejo, el que tenía que ejercer por ser el hada de fuego, el que me correspondía por derecho. El punto de inflexión había sido desde que expresé mi opinión propia y no le seguí el juego, ni hacer caso a sus opiniones, sus consejos y todo lo que él quería que hiciese. Cuando se dio cuenta de que no podía tener una influencia en mí, que no le iba a hacer caso, Salvatore ya no me trataba de la misma forma.

Sabía a lo que me arriesgaba al hacerlo, Andrea y Alex me avisaron, pero no podía quedarme al margen en ese momento, no podía no hacer nada y menos aún con la gente que me importaba. Hice lo que debía hacer para salvar a mi madre y a Blake.

Y volvería a hacerlo aun sabiendo las consecuencias.

Sin embargo, estaba pagando un precio muy alto por hacer lo correcto. Uno que podía suponer la vida de mucha gente. Y eso era lo que más me preocupaba. Si por mi decisión de imponer mi criterio, por creer que hacía lo correcto, morían muchas hadas en un ataque... no sería capaz de perdonármelo.

Me fijé en la decepción en la cara de Andrea, Charles y mi madre, que era más que evidente. La primera intentaba disimularlo de la mejor forma que podía, pero con el tiempo que había compartido con ella conocía la forma en que lo hacía, cerraba un poco los ojos para que no se viera de forma clara su enfado reflejado. Además, también arrugaba la nariz cuando algo no le gustaba y no dejaba de hacerlo.

Charles y mi madre ni lo intentaban disimular. Estaban muy enfadados. Mi madre tenía el ceño fruncido, en el que se le marcaban las arrugas de forma clara. Al lado de su hermano mellizo no parecían de la misma edad, aparentaba mucho más años que él.

A decir verdad, desde que habían llegado aquí, en lugar de relajarse, como creía que sucedería porque se suponía que estábamos a salvo, seguía teniendo la misma expresión de preocupación constante en el rostro. Sin contar que su mirada siempre estaba triste, eso era lo único que entendía. Una parte de nosotras se rompió en el momento que perdimos a Hebe, y nunca la recuperaríamos.

Aunque yo intentaba ocultar esa tristeza por mucho que me costase, nadie tenía qué saber cómo me encontraba y yo... yo solo tenía otro motivo más para luchar. Por Hebe.

—¿Cómo ha ido? —Una vez que salimos de la sala del consejo, Alex me avasalló—. Vuestras caras no son muy... optimistas.

—Alex, ahora no es el mejor momento —gruñó Andrea—. Deja tus estupideces para otro momento.

Andrea se marchó a toda prisa, seguida por mi madre y Charles, que discutían algo en voz baja.

—Aerith, ¿qué es lo que ha pasado? —Matthew me observó y negué con la cabeza como respuesta—. De acuerdo, mejor vayamos a otro sitio para hablar del tema. —No me di cuenta de que Blake también estaba ahí hasta que me pasó el brazo por encima del hombro para darme apoyo y sonrió intentando tranquilizarme. Debía de tener el rostro bastante desencajado para que hiciera esto, mas aún delante de mi primo y Alex—. De acuerdo, aquí estamos mucho mejor —comentó—. No obstante, dudo que estén pendientes de lo que hablamos.

—Al contrario, Matt —lo interrumpió Alex—. Estoy más que convencido de que van a estar pendientes de lo que digamos. Sobre todo de lo que diga Aerith. ¿Nadie te ha creído?

Expliqué todo lo que había pasado, siendo muy específica en todo momento. A cuanto más decía, Alex se enfadaba más, ponía caras extrañas y no paraba de murmurar en voz baja todo tipo de palabras.

—Tampoco sé de qué te sorprendes, Alex —habló Matthew—. Estaba más que claro que mi abuelo no iba a creerla. Quiere que se vaya del reino, dice que es una extranjera que solo va a generar problemas y una mestiza. Le importa bien poco que seas el hada de fuego, que van a por ti o que tu hermana esté muerta... Solo te ve como una intrusa que no merece el honor de ser lo que es.

—¿En serio? —pregunté muy sorprendida—. ¿Quiere que me vaya?

—Sí —admitió en voz baja—. No te lo dije porque no quería llenarte la cabeza de más preocupaciones. Lo siento. Mi padre y tu madre creyeron que lo mejor es que no lo supieras.

—Tranquilo, estoy acostumbrada a que me oculten las cosas por orden de mi madre.

Que Salvatore me quisiera fuera del que considera su reino, no es nuevo. Se notaba. Pero que no le importase lo que le pasó a Hebe me cabreaba. Éramos su familia, sangre de su sangre. ¿Cómo podía pensar así? ¿Todo era por el poder? ¿De nuevo tenía una persona cerca de mí que pensaba así?

El ruido de algo que se rompía hizo que volviera a conectar con la realidad, Alex había tirado al suelo lo primero que había encontrado, y estaba dispuesto a volverlo a hacer si no fuera porque Matthew le lanzó una burbuja de agua.

—¿Qué haces?

—Deja de romper cosas de mi habitación, gracias —dijo el aludido—. Rompe cosas en la tuya.

—¡Es que estoy cabreado! —espetó Alex y tiró al suelo unos libros—. Esto es una mierda. Odio a Salvatore y odio a sus estúpidos perros falderos. —Miró a Blake al decir esto—. Sin ofender, ya sabes, todo de buen rollo.

—Yo estoy muy perdido —admitió Blake—. Entiendo muy poco lo que estáis diciendo y mucho menos la razón de vuestro enfado.

—Pero ¿tú escuchas? —cuestionó Alex—. Aerith lo acaba de explicar, ¿en qué sitio está tu cabeza?

—A ella sí la escucho —rebatió malhumorado—. Sin embargo, con lo que decís no estoy entendiendo de lo que habláis.

—Aerith, en serio. Mejora tus gustos —me recriminó Alex—. ¿Qué es lo que no te ha quedado claro, lobo?

—No sé por qué dais por hecho que os van a atacar. La mayoría de seres sobrenaturales no saben las localizaciones exactas de los reinos de las hadas.

—¿Tu padre lo sabe? Al menos de este me refiero —se interesó Matthew a lo que Blake asintió—. Ahí tienes la respuesta. Hay personas que sí conocen las ubicaciones, si tu padre lo sabe, ¿por qué no los vampiros?

—Mi padre es un aliado de las hadas, es distinto. Nuestra manada nunca ha estado en vuestra contra, siempre os ha apoyado y ha buscado el bien común para ambas especies.

Intenté aguantar una carcajada, pero me fue imposible. Su padre no era para nada como lo estaba describiendo. Se había aprovechado de mi madre y de la situación en la que se encontraba cuando llegó a West Salem con mis hermanas y conmigo para sacar un beneficio personal: seguir teniendo poder y asegurarse de tenerlo por mucho más tiempo.

—¿Tu padre es el mismo que obligó a mi tía a aceptar un compromiso en contra de su voluntad? —comentó Matthew con tranquilidad—. El que os implica a ti y a Aerith.

—Sí, pero...

—Pero es igual que todos los demás —Alex lo interrumpió—, que por poder haría cualquier cosa. ¡Y sorpresa! Sabe dónde está este reino.

—No te permito que hables así de mi padre. —Blake se acercó de forma más que violenta a Alex, amenazándolo con un dedo.

Lo que hizo que el hada empezase a reírse a carcajada limpia.

—Lo dicho, Aerith, mejora tus gustos. El hombre lobo es idiota, lo está demostrando.

Blake tenía el rostro desencajado y se veía una clara intención, usar la violencia.

—Volviendo a lo importante —recapitulé y miré a ambos para que se controlasen—. Tenemos que pensar un plan o una opción para que los demás miembros del consejo crean en lo que digo.

—Según lo que has dicho —bisbiseó Blake—, dais por hecho que os van a atacar por las palabras de un vampiro, ¿y si miente?

—No está mintiendo.

—¿Cómo puedes estar tan segura? La gente miente, Aerith. A no ser que haya algo que no nos estés diciendo, algo por lo que no dudas de que van a atacar este reino.

Gael. Era así de simple. Todo venía a lo que él me había dicho, él era el que estaba preocupado por esa posibilidad y el que me había convencido de ello.

No confiaba en Gael, no obstante, confiaba en lo que me había dicho. Totalmente contradictorio.

—Sé que la gente miente, estoy acostumbrada a ello —rebatí y lo miré de forma directa. Sus ojos azules me examinaban y reflejaban dolor. ¿Se sentía aludido acaso?—. De cualquier forma, tampoco podemos hacer mucho.

—Algo sí podremos hacer —confesó Alex—, solo falta pensar en qué.

Nos quedamos un tiempo más en la habitación de Matthew en el que Alex no paró de proponer planes que eran totalmente absurdos, sin contar que no paraba de intentar molestar a Blake y cuando lo conseguía sonreía, se divertía haciéndolo.

—Siento lo de Alex —me disculpé con Blake una vez que estábamos yendo a mi habitación, sin que se lo pidiera me estaba acompañando—. Cuando algo no sale como él quiere se pone de mal humor.

—No me cae bien. Y esa manera de dirigirse a mí... No deberías dejarte influenciar por lo que él te dice.

—¿Del mismo modo que me dejé influenciar por ti?

—Aerith...

—Dejemos el tema, me he disculpado por la actitud de Alex, pero él no me ha mentido en ningún momento. Ni tampoco ha intentado usarme para su propio beneficio.

—Yo tampoco te usé, Aerith. En ningún momento —remarcó—. Todo fue verdad, lo sigue siendo. Mis sentimientos por ti no han cambiado.

Me obligó a mirarlo y cuando lo hice, suspiré. En este tiempo que llevaba aquí le había crecido un poco el pelo. Sus ojos ya no expresaban lo mismo que meses atrás, era como si con ellos intentase expresar todo lo que no me decía en voz alta.

Empezó a acercarse poco a poco, acortando la distancia entre los dos. Quería besarme. Incliné ligeramente la cabeza, haciendo que sus labios acabasen en mi mejilla, no quería que lo hiciera, no estaba preparada aún para eso, provocando que Blake suspirase frustrado y se apartase..

—Nunca vas a superar lo que pasó, ¿verdad?

—¿A qué te refieres a lo que pasó? Porque nunca voy a olvidar que mi hermana murió por tu culpa.

—¡No fue mi culpa! —chilló—. Yo la apreciaba, ¿sabes? Le cogí cariño a tu hermana y si hubiese sabido que todo lo que te oculté hubiese evitado lo que ocurrió, te lo hubiese contado. Maldición, Aerith. No quiero pensar que te he perdido... Por favor.

No dije nada. Entré en mi habitación y lo dejé con la palabra en la boca. Él no era nadie para recordar a Hebe, ni siquiera la conoció para decir que le había cogido cariño.

Todo era su culpa, de Blake, de su padre, de Gael, de los vampiros y... también era culpa mía. Y eso era una cosa que nunca me podría perdonar a mí misma.

•❥❥❥•

A la mañana siguiente, los gritos me despertaron.

—¡Encontradlos ahora mismo! ¡Nadie sale del reino sin mi permiso!

Unos guardias entraron en mi habitación y la revisaron de arriba abajo sin ni siquiera tener en cuenta que estaba ahí. No sabía qué era lo que está sucediendo, pero era algo grabe.

Entendí lo que estaba pasando cuando un Salvatore muy enfadado entró también en mi habitación, preguntándome si sabía lo que había pasado con mi madre y con Charles, que habían desaparecido del reino, que nadie los encontraba, que habían escapado sin su permiso y que por eso, serían juzgados cuando decidieran volver.

Sabía que Salvatore quería preguntarme acerca de si era conocedora de algo y hacerlo estando él y yo a solas, para así poderme intimidar, o intentarlo.

Aproveché para irme lo más lejos de todo ese caos, hasta que Alex me cogió de la mano y me arrastró hasta su habitación.

—No podemos tardar mucho ya que puede resultar sospechoso para Salvatore, pero Matthew ya lo sabe todo —dijo de forma directa Andrea que estaba ahí—. Así que seré rápida, tu madre y Charles están bien. Se han ido de forma voluntaria. Saben que lo que contaste es verdad y quieren estar preparados, han ido a pedir ayuda a los otros reinos.

—¿Y por qué no se han despedido?

—Porque no había tiempo —contestó—. Están bien y eso es todo lo que importa, ¿de acuerdo? Saben que siendo los herederos de este reino y siendo familiares del hada de fuego los van a escuchar. Necesitamos toda la ayuda posible.

—Mejor vete, mamá —intercedió Alex—. Sigo yo con lo que queda, lo más probable es que Salvatore te esté buscando.

—Cierto... —concedió—. Alex quedas a cargo.

Alex sacó un gran mapa de una de las estanterías de su habitación y empezó a señalar unos puntos en él.

—Estos son los cuatro reinos de las hadas. Y ahora atenta, pelirroja, porque voy a decir mucha información que necesitas procesar.

Alex me explicó uno a uno cada reino, con sus cosas más características:

El reino Lignum situado en los bosques que estaba gobernando por nuestra familia, los Ignis en el oeste; en el sur se encontraba el reino Koraha en los desiertos en el que los gobernantes eran los Nawaia, el reino de Evighet en los cielos gobernado por los Sætre, que se situaba en el norte, y por último, el reino Aintzira de los mares, en el este, gobernado por los Zoruak.

Cada reino tenía sus propias normas, su tipo de gobierno y las hadas que formaban parte de cada comunidad tenían diferentes características físicas. Aunque eso no era una limitación para que naciese un hada del bosque en el reino del mar, o viceversa, solo eran lugares habitables y seguros para las hadas. Además de eso, existían unas premisas básicas para que hubiese la paz entre cada uno de los reinos y había unas hadas encargadas de eso, ya fuesen las más antiguas o las hadas de fuego que aún quedaban vivas, tanto hombres como mujeres.

—Lo más probable es que primero hayan ido al reino Evighet —acabó por decir—. Es también lo que cree mi madre.

—¿Por qué?

—Porque tu abuela era de ese reino antes de venirse a este para casarse con Salvatore. Y lo más probable es que haya vuelto a su lugar de nacimiento.










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