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| C A P Í T U L O #20 |
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Immortal Centuries [Monsters Book #1]
P A R T E T R E S.
CAPÍTULO 20.
A M A R , M O R I R , R E N A C E R.
En aquel triste otoño, las hojas caían igual que sus lágrimas. La estación le acompañaba en su dolor. La brisa afuera soplaba con fuerza, los animales que yacían ahí no volaban con gran gozo, pues iban en busca de un buen lugar para emigrar; ya que los animales poseían todo derecho de salir y entrar cuantas veces quisiesen a pesar de ser mortales. Otros animales se acurrucaban entre ellos mismos, dándose calor pues las temporadas frías se avecinaban.
Toda la zona ya estaba al tanto de la situación, de la locura que él "mortal" había cometido contra el líder de los que alguna vez fueron suyos. Y ya estaban al tanto que Jung Hoseok, por estos momentos, era declarado muerto. Inclusive Yoongi y Jimin habían regresado tan pronto como se enteraron de la noticia de la muerte de Hoseok.
Y en cambio, Taehyung, se sentía más que solo por ello.
Sostenía aquella cálida mano, que tantas veces le había tocado, con fuerza, pegada a sus labios, mientras sus ojos cerrados liberaban una tras otra gotitas de agua; igual de desoladas que él. Se sentía sumamente impotente, se sentía con culpa y así lo era, al menos para él; de haber llegado antes o detenerlo cuando pudo, no estaría inconsciente en aquella cama, no estaría muerto. Ya dudaba mucho de que realmente Hoseok fuese un inmortal, pues su cuerpo no había resistido tal ataque, y había sucumbido ante éste. Y ahora, que no respiraba, que su corazón no se oía y ni siquiera latía; se daba cuenta que Hoseok siempre fue un mortal. Aunque nada cuadraba, no había sentido; ¿por qué ahora está muerto, si se supone que es inmortal?. Ni él lo sabía, y eso le estresaba.
Sentía sus párpados caer, los ánimos los traía por los suelos, su energía ya no habitaba en su cuerpo, lo que ahora le provocaba cansancio; sólo quería dormir, y muy probablemente para siempre e ir con el peli-naranja. Acompañarlo en el paraíso, donde pensaba que estaría.
Y nuevamente la impotencia le invadió, lo que provocó que más lágrimas surcaran de entre sus ojos.
—Te odio, ¿lo sabes? —confesó Taehyung, mirando el cuerpo de Hoseok inerte en la cama.
Y tal cual a cómo se lo esperó, no recibió respuesta.
Sus largos dedos se dirigieron a acariciar la mejilla ajena, tan lento y gozando de la suave sensación que la piel del peli-naranja le ofrecía, aún. Aunque ya no era cálida, ya no le transmitía calor ni mucho menos vida. Ahora era pálida, fría y sin vida. No impidió ni detuvo a sus dedos de seguir su camino por aquel tan perfecto rostro del que había quedado embelesado. Se paseó por sus ojos, que yacían cerrados, luego por aquella respingada nariz, que era perfecta de perfil y le daban personalidad al mayor, le caracterizaba como él, luego se detuvo en sus labios, que estaban secos, en toque de violeta y fríos, como todo lo demás.
Hoseok estaba muerto. ¿Qué esperaba?
Suspiró resignado, no queriendo aceptarlo pero sabía que debía; bajó su cabeza con lástima y dolor. Sus manos se apretaron en un puño, y sin querer rodearse de más dolor y desahogarse en silencio y lejos de la persona que más amó y amaría a la eternidad, se levantó empujando la silla en la que yacía sentado horas, y sin mirar atrás, salió de la habitación azotando la puerta detrás de sí, provocando un eco en todo en el viejo palacio.
Se sentía agobiado y desesperado, no anhelaba continuar allí si estaría llorando para siempre, no deseaba estar ahí sí ya no había nadie para sacarle del abismo en el que poco a poco se hundía; y sobre todo, si la única persona que había podido sacarlo, ahora estaba muerta.
Se adentró a su habitación, y cerrando la puerta con pestillo, se dejó caer en la cama, llorando contra ésta y ahogando sus sollozos de dolor.
Pero, mierda, debía dejarle ir.
Y se insultó mentalmente, puesto que por esta misma razón no quería encariñarse con alguien o de alguien, mucho menos amar. Sólo terminaría sufriendo, y eso lo sabía. Pero ahí estaba, como un hombre débil nuevamente, uno que necesitaba de un abrazo, palabras de aliento y calma de una persona. Se sentía patético.
Pero debía aceptar, debía ser fuerte para conservar la poca cordura que le quedaba.
En una semana sería la despedida oficial del peli-naranja; una honorable despedida.
Una despedida que sería para recordar.
Y una en la que necesitaría de su cordura y fortaleza para verle partir. Y para ello necesitaba la soledad aquella fatídica semana, necesitaba concentrarse en él de nueva cuenta, al menos lo suficiente como para dejar y aceptar que Hoseok ya no tenía vida.
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Nada era lo que veía y sentía. Aunque se sentía extrañamente relajado, una suma relajación en la que anhelaba permanecer hasta la eternidad; sus músculos se relajaban al compás de la melodía que inclusive el silencio cargaba, y lleno de gozo se sumergió más a la nada. Con ímpetu se acomodó en la nada total, en una oscuridad que de haber sido otra la ocasión estaría abrumado, aunque ahora no era así, su tranquilidad era embellecedora y cómoda; sin embargo comenzó a inquietarse. Si algo sabía que después de la tormenta venía la calma, ¿pero por qué tanta calma?; no lo entendía y eso comenzó a estresarlo.
Como un acto reflejo recordó quien era, para iniciar aunque sonara estúpido; sin embargo, queriendo iniciar con tan simple acción, se asustó. No sabía quién era. ¿Cómo había llegado ahí? ¿Por qué?, y más importante, ¿quién era él?.
La respuesta casi que se avecinó sola, su reflejo se divisó en aquellas aguas cristalinas, tan suaves, tranquilas y moviéndose al compás de un viento que apenas percibió. Se inclinó para mirarse mejor en las ondas del agua, sus manos se apoyaron en el verde pasto, tan vivo y tranquilo moviéndose igual al agua, balanceándose con tranquilidad. Su reflejo divisado en las cristalinas aguas fue sublime, se admiró, conociendo su propio rostro, cejas un tanto pobladas y naturalmente con una forma hermosa, una nariz fina y respingada, y sus labios, oh aquellos labios lucían tan suaves, y comprobó su suposición en cuanto las yemas de sus dedos tocaron la piel de los mismos, paso de un lado a otro gozando de la suavidad que sus propios labios podían ofrecer, quedando al final embelesado por la maravilla de sus labios; sus dedos poco a poco recorrieron más allá, tocando su rostro, igual que sus labios su piel hacía un gran contraste –aparte del color– en cuanto a lo tetó se refería, podía sentir con una preciosa exactitud que sus mejillas eran suaves, su frente de igual manera, además de poseer un mentón bien definido, dándole un porte varonil. En cuanto sonrió por lo guapo que su reflejo le garantizaba que era, descubrió los ojuelos que se ceñían a sus mejillas, dándole de una manera un aspecto infantil en cuanto sonrió, aparte de su blanca y perfecta dentadura. Aunque algo le causó incomodidad y curiosidad a la vez, sus ojos; tan oscuros y misteriosos como la noche misma, pero con un brillo comparado con las estrellas que iluminaban el opaco cielo nocturno. Eso le maravilló y se convenció más a sí mismo que era guapo y apuesto a su manera.
Como pudo y recobrando un poco la conciencia y control de sus acciones y de su cuerpo, se levantó del suave césped, y fue ahí que se dio cuenta de cómo vestía; zapatos pulcramente limpios, sus piernas eran cubiertas por un pantalón de cuero negro, firmemente ceñido a sus piernas, su torso era cubierto por una camisa de manga larga blanca; curioso conjunto de colores. Sin embargo no le disgustaba su atuendo, aparte de sentirse cómodo. Levantó la vista dejando de lado su ropa para centrarse en el lugar en el que estaba, sorprendiéndose de lo tranquilo que era; y como no habría si estaba rodeado de la naturaleza. Aunque algo le inquietó, y era que se le hacía conocida la zona.
Por curiosidad emprendió camino, e inesperadamente sus piernas parecían actuar solas, como si conociesen el lugar. No supo por cuanto avanzó, puesto que para empezar si no sabía ni siquiera quien era tampoco habría de poseer una mínima noción del tiempo, sin embargo de repente yacía delante de algo que se asemejaba a un palacio antiguo, sin embargo bien cuidado y hasta incluso moderno; sin embargo, a pesar de que quería sorprenderse no lo hizo, la sensación de ver semejante construcción delante suyo no era nada a una de sorpresa, como si ya estuviera acostumbrado a verlo. Obviando la sensación, se adentró al lugar, topándose con una bienvenida nada extraña, el ambiente encaja perfectamente, era todo tan vívido y sorprendente que le fascinaba que la fachada se viese un tanto común a comparación del interior, colores llamativos y llenos de vida que uno se sentía cómodo dentro; se sentía como un hogar.
Hogar...
Fue entonces que de manera precipitada varías imágenes se avecinaron a su mente, tan enigmáticos que incluso lo aturdieron. Era él en este mismo lugar, junto a otro chico dueño de una cabellera rubia y enormes alas emplumadas que incluso de forma sublime se arrastraban por el pulcro suelo; el pulso dentro de sí mismo fue más rápido en cuanto lo vislumbró, como si lo conociese de manera muy especial; imagen tras imagen junto a ese joven dentro de este mismo lugar se presentaban como escenarios inexplicables a su memoria... como si fuesen recuerdos.
Hoseok...
En cuanto hicieron mención de aquel nombre fue cuando reparó en sí mismo; él era Hoseok, hijo de una amorosa madre que al final terminó por dejarla como un recuerdo en cuanto lo reclutaron a temprana edad, un mortal no tan común, y sobre todo, amante de Taehyung, el chico de enormes alas, cabellera rubia y poseedor de aquellos grisáceos iris, mismos causantes de su delirio recientemente.
Él era Jung Hoseok.
—Hasta que al fin recuerdas. —habló una voz a sus espaldas.
Después de sorprenderse por la repentina llegada, encaró al chico, aunque no podía creer lo que veía. Era él mismo, se estaba viendo a sí mismo. Aunque quiso gritar de pánico, simplemente frunció el ceño.
—No te sorprendas por lo que vez, Jung. He vivido contigo desde tu niñez, soy tu subconsciente por llamarme de alguna manera. —aclaró el chico, y por primera vez reconoció esa cantarina voz que resonaba en su interior desde años atrás.
Fue entonces cuando sonrió.
—Sé que me extrañaste, idiota. —se burló con sorna para después extender sus brazos a Hoseok.
Hoseok en cuanto se dio cuenta de la invitación no fue necesario aclarar el objetivo, pues rápidamente y sin dejar lugar a la duda fue a abrazarlo. Sus brazos se aferraron fuertemente al torso ajeno, sintiéndose plenamente agradecido con al menos haber alguien acompañándolo ahí dentro.
—En fin, no perdamos tiempo. He venido a ayudarte Hoseok, aún no yace escrito en tu historia este final, aún no. Así que vamos, sígueme.
En cuanto se separaron el chico le guió escaleras arriba, subieron varios pisos y cruzaron varios pasillos hasta que se detuvieron frente a una puerta; fue entonces cuando el chico se giró para verle. Asintió con la cabeza para darle una autorización para que continuara; y en el momento justo que la puerta fue abierta, un temor le recorrió.
Era él mismo, nuevamente; sin embargo ahora yacía recostado, aparentemente dormido, en una camilla, y una silla se situaba al lado de la misma. Miró a su "subconsciente" en un intento de requerir explicaciones.
—Tienes que saberlo de todos modos, estás muerto, Hoseok. Quisiste jugarla del héroe y así acabaste; bien recordarás que no eres mortal, o al menos eso te han dicho según un examen de sangre que se te realizó. Y sí, tu sangre lo dicta, pero no tu cuerpo o tu corazón latiente y rebosante de vida. —su voz comenzaba a tornarse brusca y hasta rasposa al momento de hablar o dictar cada palabra— Ahora que ya no tienes vida o sangre recorriendo tu sistema, es tu oportunidad; aunque es tu decisión, salir, o no hacerlo y quedarte en el limbo con una misión fallida.
Hoseok bajó la mirada, encontrando su cuerpo en la camilla, del cual ahora sabía que no dormía, sino ya no vivía siquiera. Se acercó con cautela para analizar las cosas; su piel aún lucía suave, sin embargo en cuanto la tocó era fría, sus labios eran pálidos, resultado de que la sangre ya no corría dentro suyo debido a la falta de la vida misma, sus ojos aún estaban cerrados, sin moverse, para nunca jamás hacerlo, y en vez de que su pecho o estómago subiesen y bajasen para respirar, estaban estáticos; su cuerpo ya no lo necesitaba. Estaba muerto.
Realmente sintió lástima por su cuerpo inerte, y temor de quedarse ahí eternamente. Temió por sí mismo y por lo que pasaría.
—¿Y si no vuelvo... qué represalias habrá con esta decisión? —cuestionó temeroso de la respuesta.
El chico suspiró, no queriendo hablar, pero su parte racional se lo exigía. Así que sin dudas contestó.
—¿Recuerdas al chico rubio en tus memorias? Él sufrirá la mayor parte de tu partida, claro que sus conocidos también lo harán. Además que el destino de la tierra habrá de peligrar. —habló, acercándose despacio, de alguna manera tratando de lucir tranquilo.
Seriamente Hoseok se replanteó la respuesta, imaginándosela, tratando de ver el mundo continuar sin él. Incluso se agachó y tomó su propia mano inerte, sintiéndola.
—Tú vienes con un propósito, Hoseok; ayudar a equilibrar las cosas. —el chico se agachó a su lado, tomándole del hombro y tratando de hacerlo entender— Si tú faltas en el mundo, créeme que no cambiarán las cosas, todo irá de mal en peor. —con su mano señaló la ventana, mostrándole una realidad.
Hoseok levantó la mirada, viendo a través de la ventana una horrible realidad. Los gobiernos serían mucho más estrictos, el nivel de personas habitantes en cierta región cada vez sería más limitada. Y ante ello la libertad peligraría a un grado tal, que de seguir en el mismo rumbo, esta palabra sólo sería una leyenda. Libertad.
Fue entonces que algo hizo click en su cerebro, la empatía que comenzaba a sentir por el mundo y sus habitantes fue lo que le hizo entrar en razón.
Si quería salvar al mundo de su destino dictado en la actualidad, primero debía salvarse a sí mismo.
—Voy a volver. —mencionó decidido, encarando al chico quien sonrió a su dirección.
—Así se habla, Jung Hoseok. —le nombró con una muy sutil sorna.
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El día sólo iba de mal en peor. Cada vez el palacio tomaba un oscuro y melancólico ambiente, sus colores ya no eran tan formales como solían ser, sino que ahora los colores opacos, mayoritariamente negros, decoraban el lugar. Incluso comenzando a expandirse en casi toda la zona, pues casi todos estaban al tanto de lo que había sucedido con los mortales y Hoseok.
Y aquello sólo agobiaba a Taehyung.
Pero aún quedaba aunque sea una mísera y pequeña esperanza; al menos con la sangre que Hoseok les había brindado con anterioridad estando vivo, el socio de Namjoon continuó haciendo pruebas hasta el cansancio, al menos intentarían con una.
El intento era inyectarle esa sangre a Hoseok, si realmente su sangre era la de un inmortal (curiosamente no descifrado o bien oculto) tendría que funcionar.
Al menos eso esperaban.
Con algo de esperanza en su ser se encaminaba hacia donde el mayor yacía inconsciente; entre un ambiente apagado y un cuerpo sin vida. Manteniendo el impulso de llorar al volverlo a ver ahí sin vida.
Entró a la habitación dispuesto a esperar a la llegada de Yoon Woon y Jungsoo, mientras en sus manos sostenía aquella valiosa pieza para él, aquel collar que tenía como un bello recuerdo por parte de su padre, un bello recuerdo de su antigua vida. Las yemas de sus dedos acariciaban el objeto en lo que se acercaba al mayor, y al tenerlo de frente, sin dudarlo, extendió sus brazos hasta el cuello del mismo, mientras que con la cadenita abrochaba el objeto hacia él. Ahora Hoseok tendría una parte muy importante de él cerca suyo.
Sonriendo admiró como el collar se ceñía a la apariencia del mayor, dándole al menos un muy ligero toque de vida, uno débil a simple vista pero profundo a su interior.
Los pasos se oyeron a las afueras de la habitación, y con sus ojitos brillando ligeramente de esperanza, la puerta se abrió dejando ver al matrimonio Kim; mismo quienes se aproximaron a los jóvenes tranquilamente.
—¿Impaciente, joven Taehyung? —cuestionó con una sutil sonrisa Jungsoo.
—Un poco, ésta es la última oportunidad que tenemos así que, supongo que es entendible la razón. —respondió mirándoles, abriéndoles paso hasta colocarse en la cabeza de la camilla.
El matrimonio se acercó tranquilamente, mientras en las manos de Jungsoo yacía la jeringa con la sangre que próximamente se le administraría a Hoseok, como un último intento de traerlo a la vida, pues si su examen de inmortalidad no mentía y afirmaba ser uno de los suyos, este intento no podía fallar. Ambos se miraron mutuamente, igual a como se asintieron, dándose esa seguridad de continuar; mientras tanto Taehyung miraba el rostro inerte de Hoseok, tan tranquilo que podría asegurar que descansaba, pero algo dentro de sí mismo le rogaba traerlo nuevamente a la vida.
Jungsoo, confiado y sin dar lugar a dudas, primeramente dando ligeros golpecitos a la jeringa, se aproximó a la vena de la muñeca de Hoseok, donde las venas se hacían resaltar debido a la palidez del muerto, y aún teniendo algo de temor, introdujo la aguja. Con su pulgar empujó el líquido dentro de la vena, liberando la sangre con la cual habían jugado al azar, la cual era de un ángel pues había similitud entre las mismas; dando como resultado dos posibilidades, si resultaba ser que Hoseok era un ángel o un similar con ellos, una pequeña parte de su cuerpo no rechazaría la sustancia y la dejaría fluir, ante esto inmediatamente en su cuerpo volvería a fluir la vida nuevamente; sin embargo si resultaba ser lo opuesto, la sangre sólo navegaría por su brazo hasta detenerse en donde pudiese, y se concentraría ahí hasta volverse parte de la demás sangre de Hoseok, dando como resultado en esta posibilidad de que estaba muerto.
En cuanto el líquido terminó de adentrarse al sistema de Hoseok, Taehyung miró detenidamente su rostro, tratando encontrar una ligera reacción, aunque sea mínima; sus manos tomaron las mejillas del mayor, dándole parte de su calor.
Jungsoo miró la esperanza en el joven vivo delante suyo, y suspirando se atrevió a decirle.
—Tardará un poco joven Taehyung, mientras puedes quedarte con él. —informó, mientras ponía una mano en el hombro ajeno demostrando apoyo.
—¿Y si ya fue demasiado tarde? —cuestionó en tono lastimero.
El matrimonio lo miró con lástima.
—No, Taehyung, escucha su corazón. —alentó Yoon Woon con tono serio.
Taehyung no contestó, pero en cuanto escuchó los pasos salir de la habitación y cerrar la puerta de la misma, fue en cuanto su fragilidad salió nuevamente.
—Vuelve a mí, Hoseok; vuelve a mí Hoseok, por favor. —suplicó sin dejar de acariciar las mejillas frías ajenas.
Su frente se apoyó a la del mayor, mientras sufría en un silencio abrumador, mientras sus sollozos eran callados por un pensamiento probable de hacer sufrir a su amado en el más allá, y sus ojos se humedecían, quedando sólo en eso, con una probabilidad de que en cualquier momento podrían caer lágrimas. Su corazón comenzó a acelerarse por el arduo trabajo que hacía por intentar contener su dolor, por tratar de no llorar o romperse en aquel momento, justo cuando todo iba de mal en peor.
Anhelaba fuertemente que Hoseok volviera cerca suyo nuevamente.
Y cuanto, Hoseok, anhelaba lo mismo.
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La oscuridad aún era aplastante, ahora ya no lograba distinguir entre la realidad y la ficción, pues en cuanto aceptó volver todo se había desvanecido a su alrededor, y la nada y oscuridad comenzaron a abrazarlo, sólo que esta vez era muchísimo más pesado. Sentía un ligero frío en su cuerpo, aún comenzaba a sentir como poco a poco perdía ante un suplicio y se dejaba vencer por el mismo. Sin embargo, ligeras cosquillas comenzaron a recorrerle. Sin ser consciente de lo que las provocaba.
Poco a poco la sangre viajaba en su sistema sanguíneo, comenzaba a sentir como el espeso líquido trataba de avanzar por el cuerpo sin vida. Comenzando poco a poco a rellenarlo de una ligera vida, sintiendo una adrenalina repentina. Fue en aquel momento que también había comenzado a sentir dolor; la parte de su cuerpo que yacía latente aún en vida, trataba de rechazar el líquido ajeno a sí mismo, trataba de desvanecerlo de su sistema; comenzaba a sentir la lucha entre su sangre y la ajena, ardiendo en el proceso cuando sólo esa pelea ganaba la ajena, dejando ahora más libertad de viajar dentro de sí mismo.
Estuvo a punto de gritar del dolor, sin embargo se percató de un rítmico sonido, uno que retumbaba en su sistema, como una danza y melodía únicos. Cayó en cuenta de lo que lo provocaba; su corazón. Estaba sintiendo su corazón latir de vuelta, como un frágil soñar, sintiéndose pleno nuevamente. Igualmente dándose cuenta que, la adrenalina que sintió en su cuerpo previamente, no era sólo adrenalina, sino que era su cuerpo, la mayoría, aceptando la ardiente y espesa sustancia; comenzaba a recorrer cada esquina de su cuerpo, mezclándose con la propia. Le estaba otorgando vida.
Su cuerpo había rechazado el suplicio y aceptado la sangre ajena.
Pero, físicamente comenzaba a doler. Por fuera, aún yacía neutro, sin una pizca de sentimiento o cambio; sin embargo por dentro, su cuerpo comenzaba a trabajar, tratando de reanimarse, de volver a la vida; su corazón comenzaba a bombear con fuerza, siendo éste órgano el que más estaba sufriendo en estos momentos, pues bombeaba sangre que no era suya igual que trataba de aceptarla, en una constante pelea de aceptar y rechazar.
Su cuerpo poco a poco estaba siendo rellenado por el líquido extraño, y entre la aún constante pelea de su corazón y la sangre, que la describiría como veneno, el calor comenzó a intensificarse en su sistema; de repente todo era calor y más calor, como si estuviese demasiado cerca de una fogata, o si estuviese a la intemperie en un lugar donde el sol yacía a más de 50º, con la diferencia de que esta sensación se sentía mucho más caliente; demasiado. Y el calor no hacía nada más que intensificarse, comenzar a subir y a subir al grado tal que sobrepasaba todo lo que, estando en vida, hubiese podido soportar; sintió una urgente necesidad de alejarse de la sensación, pero no podía. Justo en el momento que el calor se detuvo estuvo a punto de moverse, sin embargo se detuvo cuando la calorífica sensación volvió pero con muchísima más intensidad que antes. Estaba a nada de dejarse caer, sólo para alejarse del calor. Prontamente el calor incrementó en su pecho, ahí comprendió que su corazón estaba perdiendo en rechazar el veneno, y ahora comenzaba a entrar a sus anchas al mismo, rellenando cada cartílago o vena que pudiese alcanzar, incluso las imposibles. El fuego despidió mas calor y quiso gritar, suplicar que alguien le matara ahora, que deseaba volver a los brazos de la muerte antes que vivir un segundo más con aquel dolor, sin embargo no podia mover los labios porque el peso aun estaba allí, aplastándolo. Fue entonces que se dio cuenta de que no era la oscuridad la que lo presionaba hacia abajo, si no su propio cuerpo, que se había vuelto muy pesado. Lo enterraba en las llamas que se abrían paso desde su corazón, expandiéndose con un dolor imposible a través de sus hombros y su estomago, llevando el trayecto hasta la garganta y lamiéndole rostro.
Sintió unas inmensas ganas de querer gritar nuevamente, de suplicar que pararan la creciente tortura; sin embargo reparó en que no podía moverse, puesto que en un acto reflejo de retraer ligeramente el dolor, su cuerpo no debía moverse. Pero si no podia gritar, ¿Cómo iba a poder pedirles que lo mataran y acabaran su tortura?
Pero su pedido y deseo aún seguía latente. Cuanto deseaba morir otra vez. Nada en su vida ni su existencia podían recompensar este dolor, ni si quiera su vida; sin embargo, de manera fugaz, deseó no haber nacido nunca, no si ahora sentía el dolor más grande que nunca pudo haber sentido. Nada lo valía si ahora estaría sufriendo.
Y durante un tiempo que parecía que no se acabaría nunca, eso fue todo lo que sucedió. Solo una tortura ardiente y unos gritos insonoros, suplicando la muerte. Nada mas; ni siquiera pudo sentir el pasar del tiempo, que se hizo infinito, sin principio ni final. Sólo un inacabable momento de dolor. El único cambio ocurrió cuando repentinamente se redobló de forma casi imposible. La mitad de su propio cuerpo, más insensibilizada por la aún inexistente vida y un fácil acceso a la muerte, de pronto se prendió también en llamas. Aquella ardiente e infinita sensación lo abrazó con saña. Pudieron haber pasado segundos o días, semanas o años, pero en algún momento el tiempo volvió a adquirir significado.
Repentinamente sucedieron tres cosas a la vez, que surgieron unas de otras de modo que él no tenía ni idea de cual había sido la primera: el tiempo reanudó su marcha, el peso que causaba la muerte en su cuerpo desapareció y se sintió más fuerte. Pudo sentir cómo recuperaba el control de su cuerpo poco a poco, y esos pequeños logros fueron sus primeros indicadores del paso del tiempo. Lo supo, pero no hizo nada. Aunque el incendio no disminuyó un solo grado. De echo, mas bien había comenzado a desarrollar una nueva capacidad para apreciarlo, para percibir por separado cada una de aquellas abrasadoras y caloríficas sensaciones que inundaban sus venas. Tomando ese momento como una oportunidad la aprovechó, y se puso a pensar. Recordó que no debía gritar. Recordó el motivo por el cual había aceptado regresar a la vida, teniéndolo en mente para soportar la agonía indescriptible. Eso sucedió justo a tiempo para sostenerse cuando el peso abandonó su cuerpo. Para cualquiera que lo observara, no había cambio alguno, pero para él, mientras luchaba por mantener los gritos a raya y aquella paliza encerrada en los límites de su cuerpo, donde no pudiera hacer daño a nadie más, le hizo sentirse como si en vez de estar amarrado a la estaca donde ardía, se aferrara a ella para mantenerse pegado al fuego.
Sólo le quedaba fuerza para mantenerse ahí, inmóvil.
Entre una desesperación ahora por concentrarse en el tiempo mismo, comenzó a oír su corazón, el palpitar que comenzaba, muy sutilmente, a acelerarse desenfrenado; tomó esta referencia como los segundos mismos, comenzando a contar cada palpitar para mantenerse apegado a la realidad. En cuanto su sentido auditivo se agudizó a las afueras de su nulo contacto a la realidad, pudo percibir las lentas respiraciones de alguien a su lado, entonces dejando de lado su corazón que poco a poco sólo aceleraban su percepción del tiempo, se situó en la respiración ajena, tomando ahora esa como referencia.
Varias respiraciones más tarde, su corazón ya latía desenfrenado y con ello malas y buenas noticias acarrearon ahí. El ardor en su cuerpo poco a poco disminuía, había abandonado su cuerpo y el peso que ahora era nulo, se convirtió en frescura; sin embargo la mala noticia era que todo el calor lo sintió arremolinarse con intensidad en su corazón, que continuaba latiendo desenfrenado.
Entonces el dolor se concentró ahí.
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Las estrellas ya reinaban en la oscura noche, mientras la luna era la opacadora y la que ahora yacía brindando luz a estas horas.
Y todo este tiempo, desde la mañana, había estado esperando un cambio en el mayor. Y vaya que había valido la pena.
El cambio era extravagante, el cabello de Hoseok sorprendentemente había tomado un color más vivo, pues había pasado de naranja a un rojo fuerte, igual que más brillante y sedoso que confirmó cuando pasó sus dedos por la zona. Un segundo cambio notorio era su piel; ahora ya no era tan bronceada, sino que había tomado una palidez más viva que cuando estaba muerto aún, sus labios habían tomado un rosa lindo y vívido, sus mejillas se habían pintado de un color carmín. Y el cambio más extravagante y visible fueron las alas, tan puras, blancas y llenas de inocencia fingida, extendiéndose desde la espalda, tal vez un poco más al lado de los omoplatos de Hoseok; dichas alas eran tan grandes y visibles que habían comenzado a colgar de la camilla y yacían arrastrándose en el suelo.
Había funcionado. Hoseok estaba volviendo a la vida.
—Funciona... —susurró aliviado, con una sonrisa tan sincera y risueña que nada se la quitaría en un buen rato.
Al poco tiempo un rítmico soñar se hizo presente; tan fuerte y claro que incluso impresionaba, en parte también por la velocidad que había tomado el latido. Comenzaba a percibir gracias a su desarrollado sentido auditivo el corazón desenfrenado, con cautela tocó el pecho del mayor, sonriendo nuevamente cuando lo sintió golpear fuertemente –incluso más de lo que pudo imaginar– contra su mano.
Unos pasos a las afueras de la habitación se hicieron presentes, que en poco tiempo se adentraron a la habitación.
Jimin con cautela se adentró a la habitación. Primeramente con el objetivo de reconfortar a su hermanito, sin embargo se detuvo cuando lo encontró sonriendo mirando el cuerpo inerte en la camilla; se acercó lentamente y reparó en tres cosas, Hoseok lucía muy diferente, ahora lucía con vida y un brillo excepcionales; otra eran las alas, tan blancas y puras cayendo sublimemente a cada lado de la camilla; y otra, los desenfrenaos latidos de un corazón en proceso de cambio.
—Taehyung —llamó Jimin suavemente, acercándose poco a poco a los jóvenes.
El mencionado se volteó a verlo, sin quitar la sonrisa melancólica de su rostro.
—Funciona, Jimin. Está cambiando. —informó el más joven, mirando con esperanza a su hermano.
Jimin volteó su vista al, ahora, peli-rojo, analizándolo con verdadero detenimiento. Efectivamente, su cabello ahora presumía un rojo fuerte e intenso, más brillante y sedoso, y su piel, que ahora estaba un poco más pálida había tomado viveza por la sangre nueva recorriendo su sistema, sus labios estaban más rojos y sus mejillas en un color carmín, aparte de las visibles alas blancas. Era verdad, Hoseok había regresado a la vida.
Sin esperar autorización fue en busca de Kim Namjoon y Kim Seokjin, necesitaba que estuvieran también al tanto de la situación.
En cambio, Taehyung continuó mirando al mayor, admirando la viveza en su cuerpo y escuchando nuevamente el latir desenfrenado de su corazón.
—Aquí te esperamos, cielo... —susurró, mientras se concentraba en el desenfrenado latir.
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El fuego aún era creciente en su pecho; su corazón había empezado a latir a una velocidad impresionante e imposible. Una batalla yacía ceñida ahí, entre su corazón y el aplastante calor, sin embargo ninguna estaba ganando ahora. Entonces el fuego se encogió; centrándose principalmente en aquel órgano que yacía viviente, una última parte que lo conectaba con lo mortal aún, lo golpeó con tal intensidad que nuevamente fue insoportable. A esa oleada de calor resultó un golpe sordo. Su corazón tartamudeó un par de veces, queriendo seguir luchando, sin embargo después latió sordamente una última vez.
Por un momento reparó en la ausencia de dolor.
Y ahí no hubo ningún sonido más. Ni siquiera una respiración.
Entonces, Hoseok, con tanta facilidad y renovación abrió los ojos, y miró maravillado su entorno.
(𝚂𝚎𝚙𝚊𝚛𝚊𝚍𝚘𝚛 𝚝𝚎𝚖𝚙𝚘𝚛𝚊𝚕).
Ahhhhh estoy muy muy emocionada y feliz el día de hoy.
El día de ayer fue motivo de celebración de dos cositas realmente importantes para mí.
Primeramente, ayer, 11 de Abril de 2019, se cumplió un año de publicación de este libro; lo que me emociona mucho pues no puedo creer que ya estemos en la última parte, realmente no quiero acabarlo. ;w;
Aunado a este suceso, también se cumple otro año más de existencia de mi bella beta, ShocoShips , gracias por estar conmigo todavía y apoyarme, me alegro mucho que sea otro año más de tu existencia.
Y también me siento mal por esas dos cosas; supuestamente este capítulo se debía publicar ayer, pero por pendeja y hacer todo a última hora pues no pude hacerlo. Todavía tengo que editar unas cosas (de editoriales y eso; aparte también sobre eso tengo una sorpresa) pero aquí me tienen, preocupándome también por subir un capítulo.
Agh y además hoy en la madrugada (a mi horario) se estrenó "Boy With Luv ft. Halsey" de estos hermosos siete chicos; aparte del pequeño álbum "Map of the Soul: Persona", Dionysus y Jamais Vu me tienen en el suelo, son hermosas canciones. Aunque aún así todas lo son. ¡w¡
En fin, luego de desahogarme, pues nada, yo me voy despidiendo.
Feliz cumple atrasado ShocoShips ;3
Y reproduzcan Boy With Luv puerks.
Ahora sí; les deseo un hermoso día, tarde o noche, sea cual sea el horario en el que estén leyendo esto.
Se despide su autora.
YoungMi17ⓒ.
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