Perdón

Estaba aterrado,mucho, tenía unas enormes ganas de ponerse a llorar y pedir ayuda a sus amigos...pero desistió en la idea. No tenía que involucrarlos, este asunto, este problema era solo de ellos dos, sabía que no dudarian en correr en su auxilio pero aún así.

-...idiota...

Tomo la botella que estaba en el suelo y la arrojó con fuerza contra la pared, adiaba el alcohol...lo aborrecía con toda su alma. Limpio las lágrimas que empañaban su vista y se paró, le dolía mucho el golpe que sufrió en la espalda pero no tenía tiempo que perder, cogió su gabardina y salió a la calle, poco le importó que fueran las dos de la mañana.

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La maldita abstinencia era una tortura, la eterna sed, los dolores de cabeza y uno que otro temblor. La verdad jamás se había considerado un verdadero alcohólico. A diferencia de estos él siempre recordaba lo que había hecho al día siguiente, nunca se caía o tropezaba, tal ves si hacia uno que otro espectáculo al bronquear con alguien, pero siempre era en defensa propia.

Por lo que pensó que dejarlo no sería tan difícil, no era tan adicto como los demás, o almenos eso creía... parece...se equivocó.

Todo el tiempo estaba de mal humor, intentaba controlarse pero le parecía imposible, no había regresado al hospital ya que era obvio no podría atender como es debido a los pacientes, si bien en principio Krest se quedó con él al final lo obligó a regresar al trabajo, no era un bebé al que tuviese que cuidar todo el tiempo, el castaño había accedido de mala gana.

El trabajo en casa no ayudaba mucho ya que...las alucinaciones se hacían más frecuentes, recuerdos que habían permanecido en su subconsciente, protegidos por una capa de etílico que poco a poco se debilitaba.

En ocasiones veía a su madre en la sala, reprendiendole y suplicando para que se alejara de Andreas. Se veía a sí mismo gritándole, maldiciendola y saliendo de ahí con un fuerte portazo, mientras la pobre mujer quedaba hecha un mar de lágrimas.

Se veía junto a su abuelo, discutiendo en la biblioteca o el estudio del mayor, el anciano intentaba aconsejarlo, guiarlo por un buen camino pero él, él solo le ordenaba no meterse en su vida y amenazaba con largarse de ese lugar si lo seguían molestando.

Maldita sea...debió irse, debió alejarse de ellos, debió escucharlos así...así estarían ahí, con él...vivos.

Ya no lo soportaba, los recuerdos se hacían cada vez más vividos, todas las discusiones, todas las peleas, toda la culpa que se encontraba encerrada en las paredes de esa casa.

Cada ves que salía a beber, al trabajo o algún lugar, todo eso lo hacía para no permanecer en su hogar, en un hogar que se había convertido en un infierno para él.

Sus padrinos y tíos le habían ofrecido su techo para que viviese ahí, pero Zaphiri siempre se negó, la vergüenza y culpa le impedían aceptar, así como el miedo, miedo a que por sus tontería alguien más resultará herido.

Estaba a punto de volverse loco, de vender la casa donde nació y se crió, de mandar todo al diablo y escapar, tal vez lo abría hecho de no ser por... Krest. La llegada del castaño lo había salvado, el simple hecho de saber que había alguien más ahí...vivo, lo mantenía cuerdo, bastaba con verlo todas las mañanas, encontrarlo en los pasillos o ver la televisión juntos para que se tranquilizara. Poco a poco la presencia del menor comenzó a inundar los cuartos con una calides que creía perdida. Conforme los días pasaron Krest fue iluminando su hogar, dándole la fuerza para seguir intentándolo aunque, pese a todo la culpa seguía.
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-puta madre!

La sed era incontrolable, se encontraba limpiando la biblioteca, sacudiendo los estantes uno a uno, el moreno revisaba los libreros, algunos comenzaban a apolillarse, tendría que  comprar veneno antes de que las termitas iniciarán un feroz ataque.

Dejo el balde con agua tibia en el suelo y se dispuso a ir a la tlapaleria, al mal paso darle prisa.

No hacía mucho sol pero se sentía arder, el dolor de cabeza había disminuido un poco igual que el mareo. Llegó y compro todo lo necesario, de regreso sus pies lo detuvieron en una tienda...tenía sed, mucha.
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Krest llegó a las diez, ya era muy tarde y estaba seguro de que su bicho se moría de hambre.

-Zaphiri?!...ya llegué!

Dejo su mochila y comenzó a buscarlo, le sorprendió no verlo pegado a la tele como los días anteriores, subió a su habitación esperando encontrarle dormido pero tampoco, ni en la biblioteca no la cocina, donde estaba su novio.
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Como a las cinco Zaphiri decidió prepararse algo para comer, dejo su labor y se dispuso a ir a la cocina, estaba por salir cuando un pequeño destello golpeó sus párpados.

Una luz rojisa ingresaba por una de las ventanas de la biblioteca, chocando con uno de los estantes al final, había algo metálico que recibió los rayos del sol y lo reflejo en la cara del moreno, curioso se acercó a ver de qué se trataba. Movio un par de libros que cubrían el objeto y...se quedó helado.

Ahí, bajo una enorme enciclopedia, sobresalía un pequeño llavero de metal, una figura con la imagen de un pequeño angel, un niño plateado con cara redonda, grandes ojos, vestido con una túnica y un halo que coronaba su cabeza, mientras dos alas infantiles adornaban su espalda.

Con mucho temor y sus manos temblando Zaphiri lo recogió, conocía perfectamente ese llavero, era de su madre.

A su mente llegó el día que lo había tomado, que lo había Hurtado de su bolso.

El moreno se hizo con las llaves de repuesto de la casa, las guardo en su chaqueta para después entregárselas a su entonces amante, para dárselas a Andreas. Cuando regreso oculto al pequeño ángel, un llavero que el le había dado a su progenitora en uno de sus cumpleaños y el cual le pareció bobo a su amante.

Las lágrimas no tardaron en salir de sus ojos, apretó con fuerza el llavero hasta poner su piel blanca, la culpa le golpeaba de lleno, si él no hubiese hecho eso...fue su culpa...él le dió las llaves, le dió la clave, le dió todo...

Su cerebro comenzó a jugarle una mala pasada, logró escuchar los gritos de una mujer, su llanto y una risa, una risa siniestra que hacía hervir su sangre. En cuanto giro cientos de imágenes desfilaron ante él, vio a su madre sentada en uno de los sillones leyendo un libro, vio a su madre parada junto a la ventana apreciando el atardecer, vio a su madre junto a uno de los estantes, junto a otro y otro, en las escaleras, en el piso de arriba, en toda la biblioteca.

-mamá!!!

Las imágenes comenzaron a cambiar, la ropa de la mujer se tornó obscura, sucia, su hermoso cabello se llenó de tierra y pasto y su piel, su piel se obscurecio mientras una enorme mancha roja aparecía en su pecho.

Zaphiri!

La voz espectral de la mujer lo hizo pegar un brinco, no tardó en llevar sus manos a la cabeza y cerrar los ojos con fuerza, mientras apretaba el llavero.

-no es real, no es real.

Salió corriendo de ahí directo a la cocina, de regreso, de regreso había pasado a comprar unas cuantas botellas. 
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Había entrado a la vinateria de costumbre, saludo al empleado que se sorprendió al verlo, hace mucho que no iba, y tomo el producto. Cuando llegó a casa se sintió avergonzado, por que lo había hecho, le dijo a Krest que no volvería a tomar y, dejo las botellas y fue corriendo a la biblioteca, tenía que terminar de limpiar, sabía que cuando el menor llegará y las viera se le armaría en grande, pero eso era mejor a esconderlas y mentirle.
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Ingreso a la cocina, la tapa metalica giro hasta escuchar un click, cayo al suelo  y Zaphiri comenzó a beber, esperando con ello acallar las voces, los gritos de su madre, el llanto...la culpa. Bebió como si no hubiese un mañana, ni siquiera se detuvo a respirar, por desgracia las voces seguían, por lo que abrió otra botella y otra, poco le importó romper su promesa, solo quería que esto terminará.
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-Zaphiri?!

Krest se asustó mucho al verlo sentado en el suelo de la biblioteca, abrazando sus rodillas con la cabeza oculta en ellas, podía escuchar pequeños murmullos. Apretó las manos furioso al ver una gran cantidad de botellas regadas en el piso, el fuerte olor a alcohol golpeó su nariz, enojado se encaminó hasta el, no hacía falta ser un genio para saber que Zaphiri se encontraba ebrio.

-pero que diablos estás haciendo!

-eh....Krest?...mmm....hola...

El moreno parecía ido, tenía el cabello despeinado y los ojos rojos, clara señal de que había estado bebiendo.

-co...mno...te...gue....

Una parte de él quería agarrarlo a golpes, pero otra, algo pasaba.
Con un poco de miedo se hinco a su lado, acercándose lentamente para arrebatarle la botella.

-bien...hubo una trifulca en un partido y...la sala estaba repleta de jugadores.

-tsk!... imbéciles!

Mordió sus labios al ver como Zaphiri tomaba la botella y se empujaba el resto del líquido.

-dejala eso!

Enojado se la arrebató, ocacionando que cayera al suelo.

-tsk... Krest, la tiraste.

Zaphiri intento recuperarla pero Krest se lo impidió, comenzaron a forcejear.

-suelta!

-no!

-krest, la necesito!

-no es verdad!

-dejala maldita sea!

-me lo prometiste!...Lo Prometiste!!!!

Por que demonios no lo dejaba en paz, porque no entendía que la necesitaba para acallar a sus demonios internos.

-Zaphiri...

Valiéndose de su agilidad el más bajo doblo su brazo y comenzó a separar el cristal de los dedos ajenos.

-maldicion, Krest!

-prometiste no beber, me lo juraste.

-tu no entiendes!

- deja de dañarte, no me gusta!

Las lágrimas comenzaron a salir de las orbes del castaño, soltó un ligero grito cuando Zaphiri le abrazo con fuerza y lo arrojó contra uno de los libreros. El menor se estampó con fuerza, tirando algunos libros y encajandose una de las esquinas en sus costillar, eso dejaría marca.

Zaphiri bufaba molesto, apretando con fuerza la botella en sus manos, estaba por gritarles toda una sarta de improperios cuando los sollozos del menor lo congelaron. Krest se encontraba tirado en el piso, sujetando con fuerza su costado mientras algunas lágrimas caían al piso.

-krest...

El bicho miró aterrado, que había hecho, de nuevo lo lastimó, dejó caer la botella y salió corriendo de ahí, no, estaba mal, muy mal, lastimando a las personas que amaba.

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El lugar estaba vacío, frío y húmedo, como cualquier cementerio a las tres de la madrugada. Sus piernas le habían llevado hasta este lugar en su loca huída. El moreno de encontraba frente a la tumba de sus familiares, no había estado ahí desde el entierro, el dolor y la culpa no le permitían acercarse. No aguanto más, cayó de rodillas y comenzó a llorar, lamentándose y suplicando que le perdonarán.

Los sentimientos de Krest lo llevaron hasta ese lugar, Calvera le había comentado donde descansaban los familiares de su amado y... La puerta estaba cerrada, algo lógico dada la hora, por un momento estuvo tentado a patear y gritar exigiendo le abrieran, sabía que Zaphiri se encontraba ahí, su instinto se lo decía, como también le decía que era una mala idea y que de hacerlo metería en problemas a su novio.

-diablos!

Con mucho trabajo comenzó a trepar la barda, suplicando que no apareciera una patrulla o el vigilante, como tampoco quedar clavado en esas picas que adornaban la reja.

Le costó trabajo pero logró entrar, la verdad era aterrador, empezó a caminar entre los pasillos que delimitaban las tumbas, sin rumbo fijo, solo dejándose guiar por instinto.

Cuarenta minutos después y estaba a punto de ponerse a gritar, empezaba a tener miedo, jamás fue una persona supersticiosa o algo por el estilo, pero el lugar daba para ello. Pero antes de que ocurriera un pequeño ruido lo alertó, camino hasta cruzar un pequeño paraje  y se adentro en el área de criptas familiares, ahi, en el centro, logró divisar a su pareja,  Zaphiri estaba hincado mirando la puerta de la entrada.

-Zaphiri!!!

No tardó en salir corriendo y arrojarse a sus brazos, mandando a ambos al suelo.

-Kre... Krest?!

El bicho ya no sabía si era real o un producto de su imaginación debido al delirio, pero la fuerte bofetada que recibió le dejo en claro que era real.

-Imbecil, Maldito Estúpido!!! Cómo te atreves a hacerme esto?! Cómo te atreves a romper tu promesa! Animal!!!

El menor le soltaba una serie de improperios así como unos cuantos golpes, Zaphiri no se defendía ni decía nada, se lo merecía por hacerlo llorar.

-basta... Zaphiri, no lo vuelvas a hacer, no te lastimes más, no lo hagas.

Llorando se aferró a él. Esto hizo reaccionar al bicho que lo abrazó con fuerza y comenzó a llorar de nuevo, lo había descepcionado.

Se quedaron un buen rato así, hasta que Krest se animó a hablar.

-porque lo hiciste?

-...yo... Krest...mi madre me...odia...

-eh?!

Eso era imposible, por lo que sabía, gracias a Calvera y los demás, su madre lo adoraba, era su máximo orgullo, era imposible que ella lo odiara. Zaphiri no tardó en contar todas las alucinaciones que había estado padeciendo esos días, el cubo ya se daba una idea ya que en las noches se llegaba a despertar agitado o sobresaltaba en los sueños debido a las pesadillas.

-zaphiri...amor, eso no es cierto, tu madre te amaba muchísimo.

-no lo haría si supiera la verdad,me detesta porque por mi culpa ella y mi abuelo murieron, si yo no...

-mi niño!

Krest lo abrazó y dejo que sollosara de nuevo, ahora entendía el porque le estaba costando trabajo, la culpa lo mataba, tenía que deshacerse de ella o nunca saldría de ahí.

-zaphiri, son solo alucinaciones, ella no está ahí.

-si lo está, siempre está en la casa...mirándome con odio...

-no amor, no es ella, ella no te ve con odio o coraje...ese eres tú Zaphiri, tú eres el que se odia.

Tomo su cara entre sus manos y la lleno de besos.

-escuchame bien Zaphiri, no es tu madre, no es real, son solo alucinaciones que tú te provocas.

-pero...

-zaphiri...piensa, tu madre te amaba más que a nada, te cuidaba, te protegía, ella jamás te abría odiado.

-...

-zaphiri, no fue tu culpa, estabas cegado, todos a esa edad lo están, creen tener la razón y siempre se niegan a escuchar.

-pero esto no fue una pequeña travesura...esto me costó perderlos!

-lo se amor, lo entiendo.

-como podrían perdónarme?

-por que saben que los amabas, que no quería  que nada malo les pasará, saben que tú no querías esto y que harías lo imposible para remediarlo.

-...

-cariño...

-solo quiero que me perdonen...yo... lo siento...no quería...

-entonces dicelo, pídeles perdón, hasles saber que tu no deseabas estos y...y perdonate tú amor. Zaphiri, tienes que perdonarte y entender que fue un error, tú no deseabas que esto pasará, amor, tienes que perdonarte o nunca podrás avanzar.

Era más fácil decir que hacer, un perdón a esas alturas no solucionaba nada, no regresaría el tiempo ni los traería de vuelta pero...pero almenos quería que supieran que él los amaba, que jamás fue su intención herirlos, estaba cegado, cautivado por un amor falso que lleno sus oídos de miel para después entregar la hiel más amarga que probara en su vida.

-lo...lo siento... mamá...abuelo... lo siento tanto...yo no quería...debi escucharlos...yo... perdón...

De nuevo comenzó a llorar ocultando su cara en el pecho del menor, Krest lo abrazó con fuerza intentando calmarle. Esperaba que con esto Zaphiri logrará cerrar el ciclo y comenzar de nuevo.

Ahí, frente a la tumba de sus familiares, lo obligó a jurarle que no volvería a tomar, que intentaría salir adelante, por ellos, por el, pero lo más importante, por si mismo.

Dieron las seis cuando decidieron que era momento de regresar, antes que el velador los cachara, aunque el hombre no se despertó hasta las ocho cuando tenía que abrir.

Al llegar a casa Zaphiri se apresuró a curar la herida de su novio, se le había hecho un moretón horrible, se disculpó un sin fin de veces por tal horrible acto, jurandose no volver a lastimarlo nunca más. Tenía que lograrlo, tenía que salir adelante y no caer en un error de nuevo, no estaba listo ni deseaba perder a Krest, costará lo que costará dejaría el alcohol y sería la mejor pareja para su niño, se lo debía...como le debía a sus familiares el ser alguien feliz y productivo.

Después de bañarse se quedaron dormidos, abrazados en la cama. Krest le informo a Calvera que no regresaría al hospital, no hasta que su bicho estuviese bien, en esta ocasión Zaphiri no se negó.
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Un pequeño rayo de luz se coló por las cortinas, una suave brisa despeinó el cabello del moreno, mientras unos ojos negros le veían con amor.

Gracias...cuídalo por mi...te amo mi niño.

Fue un ligero susurro que los chicos escucharon entre sueños, mientras un pequeño angel de plata era depositado en el tocador, el mismo ángel que habían olvidado en el panteón.

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