Goodbye angels
—Hola, mi amor eterno—le sonreí mientras abría mis ojos. Se veía tan sereno adormilado, como si por fin hubiese podido eliminar sus pensamientos destructivos. Como si el que yo viniera la noche anterior le hubiese ayudado. Como si yo lo hubiese ayudado.
—¿Te sientes mejor?—pregunté tocando su mejilla. Él asintió con dificultad. Cuando llegué a su casa, lo único que pude encontrarme fue con las sabanas manchadas, sabía que había ingerido sus pastillas rojas y después escupido todo en su interior.
A veces me arrepentía de haberlo conocido, pues ahora no nada más él era quién se encontraba en el hoyo de la interminable autodestrucción pues cuando nos conocimos él recurría al suicidio una vez al mes, y en el hoyo yo había caído por él. Era el kamikaze común, mi kamikaze común.
A pesar de eso, me siento afortunada de haber coincidido en la misma década.
Él se levantó de la cama y supuse que se dirigía al baño. Lo tomé de la mano cuando pude y vi detenidamente sus ojos color marrón que tanto quería, y hablé:
—No ignores la promesa que me hiciste—sonreí de lado y él soltó un pesado suspiro, pero asintió ligeramente.
A veces me trataba como si solo fuera una amiga, una a la que besa siempre en su patio trasero. "Tu eres con quien quiero quedarme", "Estoy estancado en ti" me decía, pero para mí era una gran contradicción sus palabras. A veces acudía a mí por ayuda, me decía que quería estar conmigo, sin embargo era el primero en decir adiós.
"Experimenta lo que es al amor, aun cuando seamos lo demasiado jóvenes. Pero no te esclavices por nadie y por nada", esas fueron algunas de las palabras que le dediqué.
Escuché la regadera correr, así que decidí hacernos desayuno. No me importa si él no quería comer, lo tenía que hacer pues yo todavía estaba a su lado y me preocuparía por él hasta el fin. O su fin.
Siempre pensaba que él debería decirle adiós a la vida. Dime adiós amor pensaba todas las veces que lo veía en malas condiciones. Se le notaba casi siempre lo difícil que la estaba pasando. Y yo no pude hacer nada al respecto, creí que podría pero no lo logré. Siempre intentaba, aún sabiendo que sería en vano.
Aunque yo estaba convencida que si él se dejaba llevar por las alas del amor, entonces la muerte no tendría que ganar.
Al menos no ahora pues él tenía muy en cuenta que nuestros días eran contados y a veces solo quería acortar esa cifra.
—Para mi australiano favorito, te preparé desayuno—dije en cuanto salió de bañarse. Las marcas de su pasado eran visibles en todo su cuerpo, cicatrices de peleas, moretes en algunos lados, marcas en las muñecas.
Se acercó hasta mí y me dio un ligero beso en los labios.
—Muchas gracias—sonrió todavía cerca de mí. Yo sé que yo no era de mucha ayuda, pero me gustaba creer que sí, y tan solo para no sentirme culpable después.
"Moriría por ti" pensaba cada vez que él necesitaba ayuda. Pero las cosas que yo hacía no eran para impresionarlo o buscar su aceptación, las hacía porque mi amor por él era más grande de lo que podía llegar a creer.
Que cosa tan más graciosa el amor.
Llegué a su lado mientras él ya se encontraba desayunando, tomé su mano y lo obligué a verme directo a los ojos.
—Mi amor, sé que no quieres seguir hablando de lo que pasa, pero tenemos que hacerlo—comenté, refiriéndome a estos últimos meses en los que me ha tocado vivir su dolor.
—Estoy harto de escuchar lo mismo una y otra...
—Si alguien te lo dice, es porque te ama—lo interrumpí. Yo era la única que le decía, muchos lo ven como caso perdido.
Él me miró detenidamente. Sabía que se arrepentía a diario de meterme en su mierda. "Si lloro es porque yo quiero hacerlo", "si me ves doler por ti, o contigo, es porque te amo" le decía.
—El suicidio no te salvara—dije con los ojos hechos agua.
—Ambos sabemos mi pequeño ángel, que diré adiós, pero ahora tú eres con quien quiero estar estancado, tú eres la que quiero conocer, nadie más. Y en este momento, no mañana, pues no sabemos si habrá uno.
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