Ladrones de café y citas a ciegas
N/A: no estoy a favor de este tipo de relaciones ni tampoco las estoy promoviendo. Es netamente ficción.
Si estas viviendo un caso de violencia domestica o conoces a alguien que si, denúncialo, llama a las autoridades, no te quedes callado. La violencia es un problema serio y mereces toda la ayuda que puedas recibir para obtener seguridad, liberarte de la violencia y empezar una nueva vida pacífica.
Hoy iba a ser un gran día. Al menos eso es lo que habías planeado. Te despertaste y te dirigiste hacia la cocina para hacer el desayuno para todos. Padecías de un insomnio terrible así que raramente dormías y siempre te levantabas temprano.
Hoy estabas de humor de panquecas así que tomaste la mezcla casera que habías hecho hace unos días y las chispas de chocolate. Mientras que esperabas que la plancha se calentara bebiste tu café y lo dejaste para ver por el ventanal; el sol empezaba a elevarse sobre el horizonte de Manhattan. Era una vista de la que nunca te cansabas de mirar. Esta era tu rutina. Eras la mama gallina del grupo. Tú te asegurabas de que todo el equipo comiera, tuvieran cuidado y que no se metieran en muchos problemas. Pero cada familia tenía una manzana podrida. Te volteaste para encontrarte con un sokoviano de expresión somnolienta y sexi tomándose tu café.
—¿Qué fue lo que te dije sobre robar mi café? —preguntaste mientras regresabas para voltear las panquecas. Casi pudiste ver la sonrisa arrogante en su cara y encogiéndose de hombros como si no tuviera idea de lo que estabas hablando.
—Creo que mencionaste algo acerca de arrancar partes importantes de mi cuerpo —dijo con una despreocupación que te hizo querer lanzarle una panqueca. Mientras tomabas un bandeja para las panquecas tomaste con la otra mano una jarra para hacer una taza de café fresco de nuevo. Poniendo la jarra en la máquina de hacer café, te diste la vuelta para poner las panquecas en la mesa y te golpeaste directamente contra un pecho musculoso. Tu corazón se aceleró; pudiste sentir la sangre corriendo hacia tus mejillas. Pietro tomo el plato de tus manos y salió corriendo. Aun tenías casi un bol entero de mezcla restante pero cuando alimentas a superhéroes tienes que tener lo suficiente como para un ejército. Olvidando tu café corriste en la misma dirección que Pietro.
—¡¡¡Pietro Django Maximoff será mejor que devuelvas esas panquecas en este momento!!! No tengo tiempo para esto hoy —caminaste hacia el gran salón de juegos. Pietro estaba enganchado al Xbox y la mitad de las panquecas habían desaparecido. Tomando lo que quedaba de panquecas te volviste para encontrar tu camino bloqueado.
—Entonces, ¿qué hay hoy de importante? —Pietro pregunto tratando de agarrar otra panqueca pero golpeaste su mano y pasaste a un lado de él.
—Bueno, si debes saberlo, tengo una cita a ciegas esta noche —las pesadas pisadas que te seguían pararon repentinamente. Volviendo a la plancha, empezaste el segundo lote de panquecas.
Podías sentir la Torre despertando. Eran cosas sutiles como la forma en que el sol golpeaba los vidrios de las ventanas. O la forma en que toda la Torre se sentía viva al empezar a moverse las personas.
—¿Con quién vas a salir? —La voz de Pietro sonó peligrosamente baja. Los vellos de tu cuello se erizaron, tuviste que evitar temblar. Claro que él te molestaba como nadie pero seguías siendo mujer y este hombre tenía la manera de volver tus entrañas puré. Dándote la vuelta pusiste el resto de las panquecas en una bandeja para servir.
—Ese es el punto de la cita a ciegas; no sé quién es él —Pietro junto sus cejas en desdén y confusión. Paso una mano por su cabello desaliñado, un tic nervioso del que te habías dado cuenta.
—¿Y cómo sabes que no es un psicópata? —Pregunto, sonando preocupado. Lo miraste, tú habías visto a Pietro tan preocupado solo por Wanda. Trataste de sacudir los sentimientos inquietantes que sus palabras dejaron.
—Pietro, estará bien, uno de mis viejos amigos de la preparatoria nos coordinó —con eso pusiste los toques finales en la mesa que ya estaba llena de comida. Al olor del tocino todos empezaron a presentarse en el lugar, pero tú no te quedaste. Las palabras de Pietro te dejaron un malestar en el estómago.
Cuando llegaste a tu habitación apresuradamente te pusiste unos jeans y una camisa. Tomando tus llaves y tu cartera decidiste derrochar un poco para tu cita de esta noche.
Luego de pasar todo el día comprando y relajándote por Nueva York ya faltaba solo media hora para tu cita.
Te miraste en el espejo. Te habías comprado un nuevo vestido de cóctel negro y unas sandalias rojas que complementaban tu labial rojo y tus ojos ahumados. Natasha había rizado tu cabello, el cual se veía asombroso. Tú normalmente lo dejabas en un moño, una cola o simplemente lo dejabas liso, pero ella insistió en ayudarte.
Contemplando tu teléfono te apresuraste a la sala en donde todos estaban jugando póker. Al entrar en la habitación todo el mundo te miro. Tony dejo salir un silbido agudo mientras Steve, Natasha y Clint sonrieron; Bruce, Wanda y Visión sonrieron alzando sus pulgares. Pietro por el otro lado miro a todos antes que su vista llegara a ti. Sus ojos se abrieron y casi pudiste escuchar su aliento entrecortado. Bajo su mirada intensa tuviste la abrumadora sensación de cubrirte. Tomaste tus llaves y el pequeño bolso de mano en el cual llevabas gas pimienta, cortesía de Natasha, y dinero de emergencia y condones por parte de Tony. No pudiste evitar reír.
—¿Qué es tan gracioso? —La voz de Steve sonó confusa. Sacaste el paquete de condones y toda la habitación se llenó de risa lasciva.
—Tony, ¿qué clase de chica crees que soy? —Preguntaste, fingiendo decepción. Tony se mofó.
—Si tú eres una señorita entonces yo soy un ángel de Victoria's Secret —fingiste estar herida, pero luego estudiaste su pecho—. Bueno, ciertamente tienes los pechos para ello —con esa última palabra te dirigiste al ascensor mientras el resto del equipo bromeaba sobre los senos de hombre de Tony.
El club en el que habían decidido encontrarse estaba, por suerte, no muy lejos de la Torre. Los tacones estaban ya matando tus pies para el momento en que llegaste al bar. Ordenaste tu usual Jack Coke¹. Lentamente tomando de tu bebida miraste a la multitud preguntándote en donde se encontraba tu cita. Sentiste unas manos en tus hombros. Saltaste ligeramente y te volteaste para encontrarte con un chico apuesto llevando una camisa negra y unos lindos jeans ocupando el asiento que estaba junto a ti.
—Por favor dime que eres mi cita a ciegas porque si no lo eres tendré que embarcar a mi cita porque eres absolutamente impresionante —te ruborizaste ante su cursi línea y asentiste con tu cabeza. Su rostro estallo en una gran sonrisa—. Soy Brent —se presentó y estrecho tu mano. Tenía las manos suaves, lo que era una especie de decepción. Estabas acostumbrada a las manos trabajadoras de hombres que eran callosas y correosas, como las de Pietro. Rápidamente desplazaste el pensamiento de Pietro fuera de tu mente; estabas en una cita con otro hombre, por el amor de Dios.
Tus ojos contemplaron la pista de baile mientras Brent ordenaba un whisky. Siguiendo tu mirada el tomo tu mano de nuevo.
—¿Te gustaría bailar? —Pregunto sobre la música alta. Asentiste con entusiasmo.
Él te guio a través del enjambre de cuerpos. Había algún tipo de remix de música Dance saliendo por las cornetas del que no conocías el nombre, pero tenía un ritmo grandioso. Sentiste a Brent recostarte contra a ti. Normalmente no le ibas a esas cosas pero esa noche solo querías divertirte. De repente te sentiste apartada de Brent. Abriste tus ojos para encontrarte a Pietro parado frente a ti con unos jeans y una chaqueta de cuero. Se veía demasiado sexi.
—Necesitamos hablar —dijo entre dientes mientras miraba a un confundido y ligeramente molesto Brent.
Dijiste una rápida disculpa y te excusaste. Brent menciono algo acerca de buscarles más bebidas pero tú estabas más concentrada en Pietro.
Él te guio fuera, hacia la calle desierta. El aire frío de la noche golpeo tu piel enrojecida y te hizo marearte ligeramente. Pietro apretó el agarre de tu brazo al tu casi caerte de frente. Te recostaste contra una pared mientras Pietro arrastraba sus pies frente a ti.
—Vamos, Pietro, no tengo toda la noche, mi cita está esperando —dijiste un poco irritada. Pietro pasó su mano por su cabello antes de maldecir en sokoviano.
—¿En verdad no lo captas, no? —Pregunto sorprendido. Tu cabeza palpitaba y lo que él decía no tenía sentido.
Él miro tu expresión de confusión y resoplo. Sentiste tus rodillas ceder y te preparaste para golpear el suelo pero en vez sentiste unos fuertes brazos alrededor de ti. Miraste el suave rostro de Pietro mientras te sostenía junto a él. Sin darte cuenta llevaste tu mano hacia su cara y le acariciaste su mejilla. Se froto su mejilla con tu mano y cerro sus ojos. Él guio su cabeza hacia abajo hasta que sus frentes se presionaron una contra la otra. Pudiste sentir su aliento tibio contra tus labios.
—Estoy enamorado de ti —tu aliento se atascó en tu garganta. Tus ojos se abrieron completamente y estuviste tan sobria como un juez en domingo. ¿Qué decías a algo como eso? Sentías cosas por él desde hace meses. ¿Le decías eso o le decías que lo amabas?
—Brent está esperándome —murmuraste con sorpresa. Él volteo su rostro y dejo salir un suspiro. Asintiendo con su cabeza él empezó a caminar calle abajo. Te quedaste ahí estupefacta, pero tu estupefacción rápidamente se convirtió en enojo—. ¿Entonces eso es todo, solo dices que me amas y te vas? Eres un maldito cobarde —el momento en que las palabras dejaron tu boca él estuvo parado justo frente a ti. Parecía más herido que molesto.
—No. Veras, princeznà², necesitaba decirte como me sentía, pero obviamente no te sientes de la misma manera así que no voy a rogar. No quiero estar enamorado de ti pero lo estoy y aprenderé a vivir con ello —luego de eso se había ido. Te quedaste ahí mirando el espacio que hacía poco él había estado ocupando, te sentiste entumecida mientras regresabas al club. Pero en el minuto en que viste a Brent regresaste tu sonrisa a pesar de que te sentías muerta por dentro.
Viviste así durante casi un año. Después de esa primera cita a ciegas Brent y tú habían decidido enseriarse.
Durante los primeros seis meses de su relación habían vivido por separado. Pero como regalo de aniversario Brent te había dado la llave de su apartamento. Te habías puesto tan feliz. Brent estaba a cargo de un equipo en una gran compañía de computadoras y tenía un sorprendente apartamento cerca del Central Park. El equipo había estado muy triste al verte mudándote pero estaban felices por ti. Ojala hubieras podido quedarte feliz.
Poco tiempo después de que te mudaras con Brent las cosas cambiaron. Brent tenía un temperamento repugnante. La primera vez que te pegó fue por no tener la cena lista a tiempo en cuanto llego a casa. Solo parecía empeorar. Su temperamento crecía y ahora te pegaba por las cosas más insignificantes. Natasha había sospechado algo la última vez que habías almorzado con ella y habías dejado de salir completamente con Wanda ya que ella sabría inmediatamente lo que estaba pasando y le diría a los demás.
La puerta principal se abrió abruptamente y eso te volvió a la realidad. Esta noche iba a ser mala. El pavor instantáneamente inundo tu cuerpo. Te levantaste, lista para enfrentarlo.
Brent camino hacia la sala. Su rostro estaba enrojecido y estaba lívido. Había malicia brillando en sus ojos. Él había empezado a gustarle pegarte. Él disfrutaba causarte dolor. Le diste una pequeña sonrisa.
—¿Cómo estuvo el trabajo hoy, bebé? —preguntaste con suavidad. Fuiste recompensada con una risa áspera y cruel.
—¿Cómo estuvo mi día? —Él se burló y comenzó a caminar en tu dirección. Diste un paso atrás tratando de dejar un espacio entre ustedes pero no sirvió de nada. Él se lanzó sobre ti llevándote al piso. Su aliento caliente contra tu oreja.
—Si no traigo producción ellos van a reemplazarme. Así que, ¿cómo crees que estuvo mi día? —con eso soltó el primer golpe: una bofetada en la cara. Pudiste detener el grito que quiso salir de tus labios. Esto solo le ánimo.
Él se levantó y empezó a patearte en las costillas y luego tu cara, pudiste sentir la sangre goteando por tu nariz y sentiste el metal en tu boca. Él se había vuelto malo antes pero nunca como esto. No podías respirar; parecía nunca acabar. Las lágrimas escaparon de tus ojos y deseaste que todo terminara. Después de lo que pareció horas, las patadas pararon. Escuchaste la puerta principal abrirse y luego cerrarse de golpe. Él probablemente iría a su bar favorito en Brooklyn para encontrarse con sus compañeros de trabajo.
Vacilante, probaste lo grave de tus lesiones. Al tratar de pararte tu visión se volvió oscura y tus pulmones quemaron. Te recostaste y esperaste que pasara. Un par de minutos después trataste de nuevo y fuiste capaz de acercarte a la mesa de café para buscar tu teléfono. Miraste tu teléfono a través de ojos hinchados y marcaste el número de Natasha. Escuchaste el timbre, tratando de mantenerte despierta.
—Hey, ¿qué pasa? —Pudiste escuchar explosiones en el fondo. Te sentiste confundida y muy cansada.
—¿Estas en una misión? —Preguntaste con lentitud.
—Sí, creo que estamos en Columbia —si no te doliera tanto te hubieras reído. Natasha, la maestra asesina que nunca aprestaba atención a donde estaba.
—Apuesto a que estoy más ensangrentada que tú —esta vez te reíste entre dientes pero no valía la pena. Tus pulmones se cerraron y te causo un ataque de tos. Miraste hacia la alfombra; había una gran mancha color escarlata. Puntos negros ahora danzaban en tu visión.
—¿De que estas hablando? —Cualquier rastro de broma había dejado la voz de Natasha. Trataste de aclarar tu visión pero tu cabeza dolía demasiado y estabas muy somnolienta—. ¿Estás ahí? —Pudiste escuchar el pánico y preocupación en la voz de Natasha. Te rompió el corazón. Las lágrimas rodaron por tus ensangrentadas mejillas y sonreíste.
—Lo siento —tu visión se volvió negra y no pudiste sostener el teléfono ni un segundo más. Caíste hacia el piso de nuevo; sosteniendo tus costillas. No pudiste contener un grito. Escuchaste la voz llena de pánico de Natasha en la línea antes que desapareciera. Sabías que necesitabas mantenerte despierta así que te concentraste en la luz parpadeante que estaba sobre la puerta.
La puerta se abrió e instintivamente te curvaste en una bola pensando que era Brent.
—Oh Dios mío, mi princeznà —la voz de Pietro fue la cosa más maravillosa que habías escuchado. Sentiste sus tibios y gentiles brazos levantarte del suelo pero aun te dolía. Lloraste y gritaste y sentiste el cuerpo de Pietro tensarse por tu dolor. Entonces no sentiste nada. Sentiste que estabas volando. Viste luces brillantes sobre ti y reconociste ese lugar. Era uno de los laboratorios de la Torre. Miraste hacia arriba para ver los ojos de Pietro llenos de preocupación. Sonreíste lo que probablemente se vio espeluznante basado en la expresión de Pietro. Llevaste tu mano a su mejilla; él no se había afeitado en un par de días así que tenía un poco de barba. Tu visión se estaba ennegreciendo de nuevo, esta vez era el final pero necesitabas decirle algo, cualquier cosa.
—Te amo, y lo siento —tus palabras gorgoteaban. Te estabas ahogando con tu propia sangre. Pietro acelero de nuevo y ahora estabas en una de las habitaciones del hospital. Él le estaba gritando a la Doctora Cho quien ahora estaba luchando por obtener herramientas médicas. Él te dejo sobre la mesa. Tosiste de nuevo y sentiste la sangre salir por tu boca.
—No princeznà, tienes que pasar de esto. Todavía necesito saber si cortaras las partes de mi cuerpo por robar tu café —te reíste por eso pero de nuevo salió sangre por tu boca. Jadeaste y la Doctora Cho puso una máscara de oxígeno sobre tu cara—. Por favor, no vayas a donde no puedo seguirte —Pietro estaba llorando, te querías acercar, necesitabas consolarlo pero no te podías mover así que sonreíste. Sonreíste hasta que la oscuridad finalmente te engullo.
Si esto era el cielo entonces apestaba. Tu cuerpo entero estaba inflamado y ese pitido incesante iba a volverte loca. Intentaste abrir los ojos pero dolía como la mierda. Era como si hubieras estado durmiendo durante un año. Instantáneamente supiste en donde estabas. Los recuerdos inundaron tu mente; Brent casi te había matado y Pietro... Pietro te había salvado. Sacaste los tubos de oxigeno de tu nariz y volteaste tu cabeza. Pietro estaba encorvado sobre una silla profundamente dormido.
—Te recuerdo claramente a ti mencionando café —Pietro se sacudió ante el sonido de tu voz quebrada. Tenía los ojos enrojecidos e hinchados pero había una chispa en ellos.
La siguiente cosa que supiste es que sus labios estaban sobre los tuyos. Estabas dolorida pero esto se sentía demasiado bien como para parar. Cuando tomaste aire, lo escuchaste maldecir en voz baja.
—No más citas a ciegas, princeznà —te reíste entre dientes.
—¿Por qué querría querer salir con alguien cuando te tengo a ti, Sonic? —Preguntaste. Pietro frunció el ceño, confundido—. Lo que dije era verdad, te amo Pietro Django Maximoff —te estabas sonrojando y las lágrimas rodaban por tu cara pero no te importo—. Lo gritare desde la terraza más alta de esta ciudad. Te a... —sus labios estuvieron de vuelta a los tuyos antes de que pudieras terminar de hablar.
No sabias por cuanto tiempo lo habías besado, pudo haber sido un minuto, una hora, o un siglo.
Un carraspeo capto su atención. Se voltearon para ver al equipo entero con globos que decían ''mejórate'' sonriendo como idiotas.
—Maldición Pietro, sí que trabajas rápido —dijo Tony con travesura brillando en sus ojos.
Ignorando a Tony regresaste a besar a Pietro. Pudiste escuchar a Tony y a Wanda hacer sonidos de desagrado mientras Steve murmuraba algo acerca de pasar más tarde. Cuando rompiste el beso los dos estaban jadeando, con sus frentes presionadas una contra la otra.
—Así que, ¿en dónde está esa taza de café que me prometiste, ladrón de café? —Preguntaste juguetona. Pietro beso tu nariz y un segundo después desapreció, minutos después regreso con una taza de café caliente. Salto a la pequeña cama junto a ti mientras sorbías tu café. Viste salir el sol. Era el mismo sol que habías visto salir durante un año pero por primera vez en todo el año te sentiste viva.
¹Es un cóctel hecho con Jack Daniel's whiskey y Coca-Cola. La bebida es usualmente servida con hielo en un vaso lowball o un vaso Collins.
²Princesa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top