Guerra plateada (Parte 2)

Los días siguientes de su disputa parecieron pasar en cámara lenta. No lo habías visto desde que había citado a El conde de Monte Cristo. Él te había estado evitando intencionalmente y te estaba empezando a molestar. Él ni siquiera se quedaba en la misma habitación en la que te encontraras tú. El minuto en que entrabas a una habitación, veías una mancha plateada salir. Hasta había dejado de hacerte bromas. Ya no podías soportarlo. Marchaste hacia la habitación de Wanda, la castaña silenciosa estaba sentada en su cama. Ella estaba escuchando su música a todo volumen así que no noto tu entrada. Estaba escribiendo en un cuaderno con un aire soñador en su rostro. Estabas intrigada, así que seguiste callada y caminaste detrás de ella. Fuiste sorprendida al ver un dibujo muy detallado de Visión. Repentinamente, todo encajo. A Wanda le gustaba Visión. Pusiste tu mano sobre tu boca para evitar chillar de alegría. Visión rápidamente se había convertido en uno de tus mejores amigos. Los dos parecían entenderse el uno al otro. Ustedes era almas gemelas; los dos eran diferentes a los demás Vengadores. No tenías poderes además de tu lengua afilada y rápido ingenio, y Visión era —como te gustaba llamarlo— un bebe probeta¹.

Miraste hacia Wanda y la encontraste con sus grandes ojos marrones completamente abiertos con sorpresa y vergüenza mientras trataba de esconder el dibujo. Pusiste tu mano sobre sus dedos, deteniéndola de esconder el retrato. Leyendo tu mente, ella levantó su mano y sus mejillas se ruborizaron con la vergüenza de haber sido atrapada. Contemplaste el dibujo. Era tan realista; ella era verdaderamente una artista asombrosa.

—Por favor, no le digas a nadie —miraste a Wanda, quien se veía genuinamente asustada. Sonreíste, cerraste el cuaderno y se lo tendiste de vuelta. Ella lo escondió bajo la almohada y contemplo tu sonrisa estúpida. Pero no podías evitarlo. Tú sabías que a Visión le gustaba Wanda, pero ahora que sabias que Wanda sentía lo mismo. Tenías que hacer que se juntaran.

—No te atrevas... —Wanda te nombro y tú le sonreíste maliciosamente.

—Pero él siente lo mismo que tú —se ruborizo y empezó a jugar con su cabello con el mismo aire soñador de hace un momento. Luego su rostro cayó y dejo salir un gran suspiro.

—Mi hermano no lo aprobará —gruñiste a la mención de Pietro. Él había sido muy abierto con su desdén hacia Visión. Eso era lo que había comenzado su feudo. Apretaste tus dientes antes de hablar pero eso no detuvo los pensamientos violentos sobre Pietro. La piel de Wanda se tornó blanca al ver las cosas salvajes que deseabas hacerle a su hermano.

—Al carajo con Pietro, tú eres una chica grande. Si quieres salir con Visión, hazlo —Wanda le sonrió a tu manera de poner las cosas. Tú eras franca y te asegurabas de que todos escucharan tus opiniones. Odiabas a los bravucones y así era exactamente como estaba actuando Pietro. No te habías unido a los Vengadores por la fama, sino porque eso es lo que tu país necesitaba.

—Pietro tiene razón, eres apasionada. Supongo que es por eso que le gustas —tan pronto como las palabras salieron de su boca ella poso su mano sobre esta como si estuviera tratando de mantener las palabras dentro. Tu sangre se enfrió y se calentó al mismo tiempo. La lujuria y la sorpresa pelearon por el dominio. Aparte de él ser un idiota arrogante, era atractivo. Él era realmente un idiota atractivo y odiabas admitirlo, pero su acento te hizo pensar en cómo se oiría en la cama, como si fuera posible que su voz se volviera aún más grave.

Wanda se apoyó en la cabecera de su cama con la misma sonrisa maliciosa que había adornado tus labios no hacía cinco minutos. A veces de verdad odiabas su telepatía.

—Él está en su habitación ahora, ¿porque no tomas tu propio consejo? —Por el tono de su voz supiste que estaba incubando un plan. Dejaste salir una risa amarga.

—Es irónico, doy buenos consejos pero raramente los escucho —sacudiste tu cabeza y pensaste en Pietro. Incluso si ibas a confrontarlo, él se iba a ir.

—Ahí es donde yo entro —dijo con una sonrisa diabólica.

Luego de treinta minutos de planeamiento y un pequeño cambio de imagen te paraste frente la puerta de Pietro. Pudiste escuchar rock Ruso salir a todo volumen por las cornetas. Miraste a Wanda, quien estaba posicionada en un rincón con los pulgares arriba y notaste la calina roja formándose a su alrededor. Arrastraste tu cabello recién rizado atrás de tu cuello y frotaste tus labios. Para empezar, no estabas acostumbrada a usar lápiz labial pero Wanda insistió en que era tu color favorito y que el lápiz labial volvía loco a Pietro.

Sin pensarlo dos veces abriste la puerta y rápidamente la cerraste. Pietro salto cuando entraste a la habitación. En el minuto en que te vio se volvió una mancha dirigiéndose a la puerta. Te moviste fuera del camino para evitar ser atropellada. Con un ruido sordo, Pietro colisiono contra la puerta cerrada.

Te sentaste en la cama, tratando de verte inocente. Pietro se apoyó en la puerta y te maldijo a ti y a Wanda. La puerta estaba envuelta en una ligera calina roja. Ninguno de los dos se iba a ir hasta que dijeran: "paz".

—Sabes, es realmente grosero citar el libro favorito de una chica, besarla y luego salir corriendo sin siquiera un adiós —dijiste con un falso mohín y cruzaste tus piernas.

Wanda había escogido el conjunto. Era una minifalda negra que mostraban tus bronceadas piernas. Pero la parte de arriba había sido tu idea, era la camiseta de tu banda favorita. Era cómoda y mostraba tu escote, a la vez sin mostrar demasiado. Pietro dejo escapar una risa irritada. Te levantaste, poniendo tus manos en tus caderas. Él se dio la vuelta lentamente y cuando sus ojos cayeron sobre ti su aliento se cortó. Te ruborizaste por la intensa mirada que estaba sobre ti.

—¿Es así, princeznà²?¿Así que esta es tu venganza, venir a tentarme? Aunque no vi venir a mi hermana involucrada en esto —dijo, la última parte un poco más fuerte, probablemente esperando que Wanda se sintiera culpable. Pero no lo haría, esta había sido su idea después de todo.

Antes de que pudieras pensar en una respuesta ingeniosa él estuvo parado frente a ti, sus ojos de color azul cristal te veían con diversión. Pudiste sentir la sangre acumularse en tus mejillas y el calor acumulándose entre tus piernas. Te cambiaste de posición tratando de aliviar el dolor. Notando tu incomodidad él dio otro paso hacia adelante, causando que cayeras sobre la cama. Él puso casi todo el peso de su cuerpo al fijarte en su colchón.

La firmeza de su cuerpo no hizo nada para apaciguar el fuego que corría a través de tu cuerpo. Te estabas desesperando y trataste de zafarte de su agarre solo para encontrarte con algo largo y duro presionándose contra tu pelvis.

Tus ojos se abrieron completamente cuando lo sentiste. A tu movimiento, él dejo escapar el gemido más sexi; alentándote a que te movieras de nuevo, causando que se pusiera más duro. Con un gruñido salvaje él se apodero de tus labios. Sus suaves labios se estrellaron contra los tuyos, causando que jadearas. Tomando la oportunidad, él deslizo su lengua a través de tus labios. Todos los pensamientos que tenías se esfumaron. La única cosa en la que podías pensar era en el sexi sokoviano de un metro ochenta devorándote. De repente te sentiste ligera, y luego te estrellaron contra la pared más cercana. La dura y fría pared causo que te estremecieras, la única respuesta de Pietro fue frotar sus manos por tu cuerpo. En represalia, atrapaste su labio inferior con tus dientes, dándole un suave tirón juguetón. Sus manos se apretaron en tus muslos, los cuales tenías envueltos en su cintura. Pero él no te dejaría ganar este juego; tenía que superarte. Sus manos se movieron más arriba de tus muslos, tu falda corta ya se había subido a tu cintura. Desenredando sus labios de los tuyos él movió sus labios hacia tu cuello. Jadeaste, tratando de recobrar el aliento. Pasaste tus dedos por su cabello plateado, era como plata líquida, como el de un ángel.

—''La mujer es sagrada y la que se ama es santa''. —no pudiste evitar citar a Dumas. Todo lo que había escrito era perfecto; su escritura fue hecha para citarse en momentos de la vida como este. Pietro se congelo de repente. Él abandono tu cuello para mirarte a los ojos. No pudiste evitar jadear; sus brillantes ojos azules estaban oscurecidos con deseo. Él te dio una sonrisa que estabas segura haría que Tony, el bromista residente y el hacedor de travesuras, saliera corriendo despavorido. Él te levanto de nuevo, facilitando que tu falda cayera al suelo y gentilmente te poso sobre la cama sin siquiera romper el contacto de ojos.

—No, yo soy todo menos santo, especialmente con lo que voy a hacer —él metió sus dedos en tus pantis rojas de encaje y se unieron al piso junto a tu falda. Sus suaves besos besaron tus muslos y tan pronto como se acercó a tu zona caliente él se movió para atormentarte. Tú gruñiste con frustración y anticipo. Pudiste sentirlo sonreír contra tu muslo, su barba raspando contra tu piel. Tomando eso como su señal, sentiste su lengua entrar en ti. Enredaste tus manos en su cabello con felicidad pura. Él te lamió hasta que estuviste a punto de caer en el olvido para que él te trajera de vuelta desde el borde. No sabias por cuanto tiempo podrías soportarlo.

Con toda la fuerza de voluntad en tu cuerpo te deslizaste hacia atrás, lejos de él. Él te miro confundido y sensual. Tomaste un profundo respiro tratando de aclarar tu cabeza y formar una oración coherente.

—Juro por Dios, Pietro Maximoff, que si sigues atormentándome voy a matarte —se vio como si estuviera contemplando sus opciones antes de abrir el cajón de su mesa de noche y sacar un preservativo. Te miraste a ti misma y luego a él, notando que él tenía demasiada ropa puesta. Te arrastraste con tus manos y rodillas hacia él, deslizaste tus manos bajo su camisa y rápidamente se la quitaste. Dios, él era hermoso; sus abdominales dignos de babear. Sus labios estuvieron de vuelta a los tuyos mientras buscabas a tientas quitarle sus jeans. Después de lo que pareció una eternidad con un cubo rubik³ sus pantalones volaron y tu brasier y camiseta se unieron a la pila de ropa que se habían quitado.

La sensación de su cuerpo duro como una roca contra tu suave cuerpo era increíble. Casi te podías sentir fundiéndote en él.

Podías sentir su miembro contra el costado de tu muslo; él estaba tan listo como tú. Te volvió a recostar sobre la cama mientras se ponía el preservativo. Entonces, él te posiciono de tal forma que su miembro ligeramente rozo tu calor. Él te miro, sus ojos preguntando si eso era lo que querías. Asentiste sin vacilar y sin desperdiciar un segundo más él estuvo dentro de ti. Tan pronto como estuvo dentro, él se quedó perfectamente derecho permitiendo que te acostumbraras a su tamaño, el cual se sentía aún mejor de lo que se veía. Poco a poco empezó a mecer sus caderas contra las tuyas. Se sentía maravilloso, tu cabeza daba vueltas pero faltaba algo.

Tus manos viajaron desde su pecho hasta sus caderas, esto te dio una idea. Bloqueando tus piernas detrás de sus rodillas, usaste su impulso y peso en su contra y lo atrajiste a la cama. Él dejo salir un grito de sorpresa y no pudiste evitar reír, él empezó a moverse de nuevo lo que hizo que te callaras. Esta vez conectaste tus caderas más rápido y fuerte contra las de él. Tomando la indirecta, él se sentó y envolvió sus brazos alrededor de ti y te posiciono de nuevo bajo de él. Embistiéndote aún más rápido que antes. Él no solo iba más rápido, sino que ahora estaba vibrando también. Fue una sensación sobrecargada.

—¡¡¡¡PIETRO!!!! —Gritaste cuando llegaste al límite. Clavaste tus uñas en su espalda. Con un siseo de placer, él continuó embistiéndote hasta que alcanzo el mismo placer que tú estabas sintiendo. Los dos quedaron sin aliento y una fina capa de sudor se había formado sobre los dos. Tu mundo acababa de ser destrozado y reconstruido, la única cosa que te impedía caerte de la tierra era el peso del cuerpo de Pietro.

Cuidadosamente abriste tus ojos para encontrarte con Pietro contemplando un pedazo de tu cabello que tenía entre sus dedos. Él se veía tan serio al rizar la hebra que estaba entre sus dedos. Finalmente notándote él dejo el pedazo de cabello y rodó hacia un lado. Casi quisiste quejarte al perder el peso de su cuerpo.

Oíste el chasquido de una goma, Pietro se había quitado el preservativo y lo había tirado en la papelera cercana a su cama. Tus ojos se sintieron pesados al él envolver sus brazos alrededor de tu cuerpo y te acerco a él.

La respiración de Pietro se había vuelto pesada e incluso estando ya dormido, se acurruco contra a ti.

A medida de que tu visión se oscureció miraste hacia la puerta y la calina roja se había desvanecido. Sonreíste para ti misma, preguntándote cuando se había marchado Wanda y que tanto había escuchado.




¹Término popular que se aplica a los niños nacidos tras la fertilización in vitro utilizando un óvulo procedente de la madre. 

²Princesa.

³El cubo de Rubik es un rompecabezas mecánico tridimensional inventado por el escultor y profesor de arquitectura húngaro Ernő Rubik en 1974.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top