Errores
Siete meses. Siete. Habían sido tan felices, tan correctos que no fue sorpresa que te encontraras a ti misma parada frente a un Pietro arrodillado con un anillo en sus dedos. Estabas tan feliz que se te había hecho difícil susurrar la palabra "si". Todo se sentía tan bien que nada podría ir mal.
Los meses pasaron, personas entraron y salieron de sus vidas, y Pietro cometió un error que te arruino solo un mes después de que él había pedido tu mano en matrimonio. Y todo se derrumbó de la peor manera.
La luna de medianoche brillaba a través de las ventanas y se reflejaba sobre la lisa superficie de la encimera de la cocina bajo tus manos temblorosas. Te sentaste en el taburete de la cocina y continuaste observando la imagen reflejada de la luna, deformada y manchada, centelleando junto a tus dedos. Una taza fría y olvidada durante mucho tiempo, descansaba en la punta de tus dedos.
La Torre de Los Vengadores era callada a esta hora de la noche y todo lo que podías escuchar era tu corazón golpeteando en tu pecho.
Dios, ¿cómo pudiste ser tan confiada?
Pietro descansaba con facilidad en la habitación que ambos compartían, completamente inconsciente de que te habías ido. No podías—simplemente no podías dormir junto a él ahora que lo sabias.
Escuchaste una voz nombrándote y al voltear te encontraste con los ojos preocupados de Wanda.
Estabas demasiado cansada emocional y físicamente como para montar un acto, simplemente no podías hacerlo. Algo acerca de verla y no estar sola hizo que una sola lágrima rodara por tu mejilla. Ningún sollozo, todavía no.
—¿Qué necesitas, Wanda?
—Solo vine a buscar algo de té. Habían demasiadas emociones arremolinándose en la Torre como para que me durmiera —Wanda camino lentamente hacia a ti—. Ahora sé porque. ¿Qué va mal?
Sacudiste tu cabeza y apartaste tu mirada, golpeando tu mano de manera agresiva contra la encimera. —Tu jodido hermano.
—Oh cielos, ¿qué hizo esta vez?
No, no era de esa manera. Su tono aun llevaba una ligereza, una que quería decir: "mi hermano es un idiota, lo sé". No era como si él hubiera roto la tostadora u olvidado limpiar el armario como le habías pedido, no era tan simple.
—Wanda, yo... Él... Maldición —enterraste tus manos en tu cabello y aprestaste tus ojos—. ¡Él es un completo idiota! ¿Acaso pensó que no me enteraría? ¿Acaso estaba tratando de esconderlo de mí?
Los ojos de Wanda se agrandaron y sobo tu espalda con cuidado. —Fue serio, entonces.
—No quiero pasar por esto, casi deseo no haberme enterado —protestaste—. Sabía que había estado actuando extraño, ¿pero esto?
Sabías que Wanda no invadiría tu mente a menos de que le dijeras que podía, así que ella se sentó junto a ti permaneciendo paciente.
—¿Qué fue lo que hizo? —Su tono se endureció, casi como si estuviera protegiéndote por completo.
—Él se acostó con otra persona —dijiste, sintiéndote como si fueras a vomitar—. Con Natasha.
Antes de que Wanda pudiera decir una palabra, otra voz con acento se unió. Una que no querías oír en lo absoluto, pero una de la que no podías tener suficiente.
La voz de Pietro al nombrarte corrió a través de la casi vacía cocina. Él escucho tus llantos individuales y como sorbías tu nariz, y en un instante estuvo a tu lado, opuesto al lado de Wanda. —Oh, bebé, ¿qué sucede? Ven, vamos a llevarte a la cama.
Wanda prácticamente desprecio a su hermano antes de atraerte a sus brazos y lejos de él. Ella puso tu cabeza bajo su barbilla y se volteó para que él ni siquiera tratara de tocarte. —No lo hagas.
Los ojos de Pietro se abrieron como platos, sus manos aún se mantenían al aire de cuando él estuvo a punto de tomarte en sus brazos. —¿De que estas hablando?
—¿Pensaste que no me enteraría? —Tu voz era apenas un susurro, aun así Pietro lo escucho—. ¿No querías que me enterara para así poder mantener tu secreto escondido?
Su cuerpo se tensó y en ese momento él lo supo.
—¿Podemos hablar de esto en privado? ¿Por favor?
—No —dijiste un poco más fuerte esta vez—. No tuviste las agallas de venir y decírmelo tú mismo así que ¿qué te hace pensar que tienes el derecho de hablar acerca de esto en la manera en que tú quieres?
Era cierto. La única razón por la que sabias sobre el amorío era porque habías escuchado a Nat llorándole a Clint, diciéndole que había cometido un terrible error y que se había acostado con Pietro. No te habías quedado a escuchar los detalles, ya estabas demasiado enferma por solo escuchar esa poca información.
Pietro comenzó a decir tu nombre pero lo cortaste—: ¡Basta! —Ahora estabas gritando, y podías escuchar a los otros salir de sus habitaciones debido al sonido. No te importaba, ya estabas mortificada por el hecho de que Pietro había acudido a alguien más por sexo en vez de a la persona con la que se iba a casar. Tu confianza estaba destrozada y tu orgullo en ruinas—. ¡No soy algo que puedes usar cuando te sientes dispuesto, Pietro! ¡Lo mismo va para Nat! Ninguna de nosotros es un objeto. Estabas a punto de asumir un compromiso que cambiaría tu vida conmigo ¿y aun así sentiste que necesitabas hacer el amor con alguien más? ¿Tienes alguna idea de cómo me hace sentir eso?
—No fue así. ¡No lo fue! —Pietro estaba desesperado, podías notarlo—. No fue que sentí la necesidad de acudir a alguien más, solo... ¡solo sucedió! Ambos estábamos borrachos la primera vez...
—La primera vez —soltaste silenciosamente, las lágrimas se construyeron en tus ojos una vez más—. Jesús, la primera vez. ¿Sucedió más de una vez?
—¿Qué está sucediendo? —Escuchaste a alguien preguntar con voz preocupada. Era Steve.
—Lo hiciste más de una vez —te sentías tan enferma que apenas y podías ver con claridad—. Yo solo... pensé que... ¿Cómo? ¿Desde cuándo ha estado sucediendo esto?
—Oh Dios mío —escuchaste a Nat decir detrás de ti—. Oh Dios mío, yo... yo...
La ignoraste, estarías molesta con ella después. En ese momento todas tus emociones estaban enfocadas en Pietro.
—Solo sucedió dos veces, amor —Pietro suplico—. La primera vez estábamos borrachos y la otra... bueno, fue un error.
Era dolorosamente obvio lo que estaba sucediendo ahora y todo lo que el equipo podía hacer era sentarse y verte derrumbarte. Wanda lanzo una mirada sobre su hombro he hizo contacto visual con Steve. —¿Puedes llevarla a tu habitación por esta noche? No creo que ella debería estar cerca de Pietro en este momento.
Steve se detuvo ahí por un momento con ojos bien abiertos, entonces salió de su estupefacción y camino hacia ustedes, tomándote en sus brazos. —Sí, si, por supuesto. No hay problema.
Caminaste junto a Nat, sus ojos estaban pegados al suelo en vergüenza. Eventualmente la perdonarías. Y posiblemente a Pietro también. Pero eso tomaría tiempo. Mucho tiempo.
4 meses después
Reíste junto a Steve porque Bucky había ganada la partida de vencidas contra Tony de nuevo. Tony estaba convencido a fondo de que si modificaba el brazo de su traje entonces podía vencer a Bucky pero cada vez que lo intentaba era vencido por completo.
Steve tenía su mano en su pecho y la cabeza hacia atrás, riendo por la cara enfurecida de Tony, la cual era, ciertamente, una de las cosas más graciosas que habías visto en un tiempo.
El equipo entero había aparecido para presenciar el fracaso de Tony; Pietro y tú estaban localizados en lados opuestos de la habitación. Él te miraba mientras reías y una vez que notaste su mirada tus risas rápidamente se silenciaron. Él estaba sonriendo ligeramente al verte y no podías evitar sonrojarte mientras apartabas tu mirada. No le habías hablado mucho desde que habían terminado pero nunca fallaba en hacer que tu corazón saltara.
Wanda observaba la interacción a sabiendas.
—Saben, estoy terriblemente sedienta —comento Wanda—. Me vendría bien un vaso de agua...
—¡Yo te la traigo! —Dijeron Pietro y tú al mismo tiempo, saltando de su asiento. Ambos se miraron y se sonrojaron, mirando hacia abajo simultáneamente.
Asentiste y te volviste a sentar, silenciosamente haciéndole un gesto a Pietro para que fuera y buscara el agua. Nadie se perdió la incómoda interacción. Steve, aun riendo ligeramente, envolvió un fuerte brazo sobre tus hombros por algo de apoyo moral.
Una vez que las personas comenzaron a hablar de nuevo, Wanda vino con su vaso de agua en manos. —Sabes, Pietro no se quedó luego de darme la bebida.
—¿No? —Preguntaste tratando de sonar aburrida.
—Sí, él regreso a su habitación. Tal vez deberías ir a ver como esta.
Bufaste y miraste tu regazo. —¿Por qué querría yo hacer eso?
—Porque cada vez que lo miras te sientes cada vez más como si hubieras perdido a tu otra mitad —explico Wanda—. No intervendría a menos de que creyera verdaderamente que tú necesitas que lo haga. Ambos, Pietro y tú, han estado danzando alrededor por los últimos cuatro meses, y déjame decirte, puedo sentir las emociones que tienen el uno por el otro.
Sabías que no podías negarlo así que solo cerraste tus ojos. Las cosas parecían estar tan bien ahora que casi no querías arriesgar el cambiar todo de nuevo. Una vez que ambos rompieron, Pietro había prometido mantener su distancia por el tiempo que quisieras y todo había regresado a la paz.
Nat y tú habían tenido una larga charla acerca de lo que había sucedido y llegaste al acuerdo de que no podías cambiar las decisiones tomadas en el pasado. No estabas bien con el hecho de que ella se había acostado con tu pareja pero estabas comenzando a caminar en la vía del perdón.
Pero con Pietro era un poco más complicado. Él había traicionado tu confianza por completo, y él se suponía que fuera la persona en la que más confiaras.
Pero aun así...
—Está bien —te encontraste murmurando, deslizándote fuera de la silla y dirigiéndote hacia el pasillo.
Era probablemente una de las cosas más difíciles que habías hecho, el solo tocar su puerta.
—Wanda, vete.
Él sonaba tan cansado, tan derrotado.
—No... No soy Wanda.
La puerta se abrió, revelando a un Pietro sorprendido. Sus ojos, tan abiertos y azules parecían estar brillando por las lágrimas. Él precipitadamente fregó sus ojos con el dorso de su mano. —¿Qué-que estás haciendo aquí?
Gentilmente alcanzaste su muñeca y la tomaste, permitiéndote ver sus ojos. —¿Por qué estas llorando?
El rojo tiño sus mejillas y miro sus pies. —Yo solo... —él suspiro con pesadez—. Solo odio esto, ¿está bien? Odio tener que sentarme al otro lado de la habitación en que estés tú y odio no ser yo el que te haga reír.
Antes de que pudieras decir algo, Pietro continúo. Él se ponía así a veces, una vez que comenzaba a despotricar no podía parar.
—Solíamos divertirnos tanto juntos, ¡y entonces cometí el error más estúpido de mi vida! Lo arruine y no puedo arreglarlo. Así que si, estaba llorando. He estado llorando los últimos cuatro meses. Me mata no ser capaz de hacer las cosas que solía hacer.
—Pietro, Pietro —agarraste su hombro y lo miraste con severidad, silenciosamente diciéndole: "cállate y escucha" —. ¿Por qué crees que estoy aquí? ¿Para regañarte?
—Yo... —Pietro frunció su ceño—. No tengo idea. Ya te llevaste todas tus cosas de la habitación, a menos de que haya algo que olvidaste...
Sacudiste tu cabeza. —No, Pietro. Vine porque... bueno, no sé porque vine, pero el punto es que no estoy aquí para hacerte sentir peor.
—¿No lo estás?
¿Qué se suponía que hicieras? ¿Decirle que lo perdonabas? No lo hacías, al menos no completamente. No estabas segura con exactitud de lo que querías que fuera esta pequeña visita, pero sabias que querías que fuera algo.
—A la mierda —murmuraste y entonces lo atrajiste en un abrazo. Él dejo salir un chillido en sorpresa, entonces envolvió sus brazos en tu espalda y enterró su cabeza en tu hombro. Sentiste sus lágrimas mojar tu camisa mientras dejaba salir sollozos.
—Lo siento tanto —lloro, aunque sus palabras fueron amortiguadas por tu camisa—. No quería que nada de esto pasara. Solo quiero que seamos felices de nuevo.
—Pietro, eso va a tomar algo de tiempo —murmuraste, tratando de contener tus propias lagrimas también—. Tú me devastaste, pero aun te amo.
Escuchaste sus sollozos volverse más sonoros en la frase "aun te amo", casi como si le doliera escuchar eso. Sobaste su espalda calmándolo y ahí fue cuando se te ocurrió: aquí era en donde debías estar. Fuera en lágrimas, riendo, o cualquier otra cosa, sus brazos eran en donde tú estabas destinada a estar. Ellos te hacían sentir completa cuando nada más podía.
—Yo también te amo —lloro él, y esas palabras los posicionaron a ambos en el camino de la redención.
Tal vez, solo tal vez, las cosas estarían bien de nuevo.
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