Defectos
Cicatrices —nunca a nadie le habían gustado. Bultos irregulares de carne fea que marcaban tu piel permanentemente— recordadores constantes de las cosas que habían salido mal en tu vida.
Tú tenías abundantes cicatrices, unas de cuando te habías caído de tu bicicleta o raspado tus rodillas. Había cicatrices de tu primera pelea con cuchillos y tu primer accidente automovilístico. Había cicatrices y las odiabas todas, pero no más que a esa línea en tu abdomen, esa era la que más te perseguía. El simplemente tocarla enviaba escalofríos por tu columna vertebral. Cada centímetro te recordaba la peor etapa de tu vida.
El solo mirarla te hacia recordar lo que se sintió ser prisionera de una guerra química¹. Recordabas los gritos, el llanto, el dolor y lo peor de todo, las noches sin dormir. Aplastada contra la pared empedrada de la celda. Llorando cuando sentías el veneno corriendo por tus venas.
Estaba bien ahora, pero solo porque estabas libre. Aún odiabas en quien te habías convertido con cada fibra de tu ser. Eras una mutante y nadie podía convencerte de lo contrario. Ellos te llamaban un milagro, pero tú te llamabas un pecado. Te dijeron que podías canalizarlo pero la verdad es que tú no querías hacerlo. En el año en que habías vivido ahí habías experimentado mucho dolor, tanto dolor que era indescriptible.
Los Vengadores te habían salvado y nunca habías estado más agradecida. Ellos te habían nutrido y apoyado de la manera en que una familia lo haría. Ellos te sacaron del hueco en el que te habías enterrado—pero aun así, había pasado cuatro años y constantemente estabas plagada de recuerdos desgarradores, todo por una cicatriz.
La puerta de tu habitación se abrió y apresuradamente bajaste tu franela, odiabas que las personas la vieran.
Pietro te llamó con curiosidad mientras entraba.
—¿No sabes lo que es tocar? —Te mofaste, cayendo sobre tu cama en un sonido sordo, secretamente esperando que él no viera lo que tú.
Pietro rio. —En Sokovia no tocamos.
Te reíste de su mentira y palmeaste el espacio junto a ti.
—Te extrañé, Speedy.
Pietro no te había ido a ver en un tiempo. Wanda y él había sido asignados a una misión menor y él había logrado olvidar su amistad en el proceso. Había estado tan ocupado recolectando datos e interrogando sospechosos—él solo no pudo encontrar tiempo.
—No respondiste mi llamada —dijo, mientras se recostaba junto a ti.
La sensación familiar del colchón era acogedora.
Te acurrucaste a su lado, percibiendo el olor almizclado de su loción de afeitar.
—Estaba ocupada —admitiste—. Y luego olvide devolverte la llamada —habías planeado llamarlo de vuelta, de verdad. Solo que habías perdido la noción del tiempo.
—Oh —dijo Pietro, con su brazo moviéndose por tu cintura—, pensé que estabas molesta —él había logrado aprender con los años que te enojabas muy fácilmente, y él sabía justo como ''presionar tus botones'', o al menos eso habías dicho.
—No estaba molesta —dijiste bostezando—, solo ocupada.
Pietro sonrió. —Si tú insistes —trazó pequeños círculos en el dorso de tu mano—. ¿Qué estabas haciendo antes de que entrara? —Cuestionó inquisitivamente, rompiendo el cómodo silencio que había caído sobre ustedes.
Te pusiste ligeramente rígida.
—Solo miraba mis moretones, obtuve unos serios mientras no estabas —trataste de mentir lo mejor que pudiste pero la risa nerviosa que dejaste salir al final de la oración lo arruinó.
—Eres peor mintiendo que Steve —él te codeó, haciendo que te movieras. Rodaste tus ojos y te acercó a él—. Pequeña bestia.
—Cállate —lo empujaste, dándote la vuelta para hacerle frente a la ventana y no a él. Estabas a punto de jugar el juego de 'estoy pretendiendo estar molesta contigo', el cual sabias que él nunca caía pero amaba jugarlo de todos modos.
Instantáneamente, él te volteó y chillaste con horror.
—No mires hacia otro lado cuando te estoy hablando —él trató de sonar severo pero la expresión de su rostro hizo que los dos rieran.
—¿Tienes que saberlo todo? —Suspiraste pesadamente al cuestionarlo, tu ceja se arqueó con curiosidad.
—¡Sí! —exclamó—. ¿No lo habías aprendido ya? —se rascó la barba contra tu mejilla solo para molestarte.
—¡Pietro! —Le gritaste—. ¡Sabes que odio eso! —La quemadura que causaba la barba era la perdición de tu existencia. Deseabas que se afeitara esa estúpida cosa en vez de usarla para atormentarte.
Pietro se rio fuertemente y tu cara se contrajo en una mueca, tu nariz se arrugo antes de decir—: ¡Bueno, ahora no te diré nada! —Atacaste. Podías sentir la sangre subir a tus mejillas, estabas segura de que podía ver el rubor.
—¡Bla, bla, bla! —Se mofó.
—¿Puedes irte? —Le preguntaste, irritada.
Él estaba siendo una molestia—más de lo que usualmente era y no estabas de humor para aguantarlo.
—Sabes —bostezó—, si me muestras la tuya, yo te mostrare la mía.
Casi te atragantaste con tu saliva.
—¡¿De qué carajos estás hablando?! —Farfullaste, ni siquiera estabas segura de haberle oído correctamente.
Pietro te sonrió. —Me refiero a tu cicatriz.
Le diste un puñetazo al pequeño bastardo que estaba a tu lado.
—¡Wow! —reflexionaste—. Eres tan divertido, ¿no lo crees?
—¡¿Qué?! —Elevó su voz—. ¡Tú fuiste la que lo interpretó de otra manera!
—Tú fuiste la que lo interpretó de otra manera —imitaste.
Pietro se rio por tu esfuerzo de imitar su acento antes de plantar un beso en tu nariz.
—Estoy hablando en serio —dijo, soplando para remover una pestaña de tu mejilla.
Frunciste el ceño al aire fresco golpear tu cara.
—No me gusta hablar de eso —no lo habías querido, pero tu voz había salido en un susurro.
—A mí tampoco —admitió—. Pero Bruce dice que hablar acerca de cosas ayuda, así que quiero ayudarte.
Sonreíste ante sus intentos de hacerte sentir mejor.
—Tienes una manera muy inusual de mostrar afecto.
Pietro había sido tu mejor amigo, y desde que llegaste S.H.I.E.L.D. él nunca te había decepcionado. Pudo haber sido fastidioso —a veces demasiado fastidioso— pero eso no significaba que no estaba ahí para ti.
Adivinaste que era porque él sabía lo que pasaba dentro de ti. Él entendía el tormento por el que habías pasado y era capaz de dar sentido a los demonios que albergabas.
—¿Realmente quieres verla? —Le preguntaste, mirándolo fijamente dándole saber que esta era una de sus conversaciones más serias.
—Por supuesto —dijo Pietro, sentándose en el proceso—. No hubiera preguntado si no me importara realmente —tomó tu mano y entrelazó sus dedos.
Soltaste un suspiro antes de usar su mano libre para levantar tu franela a la altura suficiente para que se viera.
Pietro no vaciló, en cambio él gentilmente paso su dedo sobre la piel sanada.
—No veo nada malo con eso —habló verazmente.
Mofaste. —Tú trata de usar un bikini cuando tengas una de estas.
Pietro soltó una risotada antes de levantar su propia camisa. Se inclinó hacia un lado para que te fuera posible tener una buena mirada de su costilla.
—No creo que pueda usar uno tampoco.
No podías dejar de mirar, tus ojos estaban paralizados por la longitud de la cicatriz, desde el final de su axila hasta su pelvis. Era una línea quebrada—como si no hubiera sido planeada. Al menos la tuya se veía uniforme, la de él lucía como si la hubiesen cortado sin causa alguna.
Acercaste tu mano y justo como él había hecho, pusiste tu dedo índice sobre la cicatriz y recorriste la carne rosada. Los dos se contemplaron por unos segundos e intercambiaron pensamientos. Era más fácil para los dos comunicarse a través de parpadeos que hablando. Él silenciosamente explicó, en esos pocos segundos, todo el dolor que había sufrido. Él ni siquiera necesito decir algo, tu solo lo sabias.
Sin advertencia, Pietro dejo un beso sobre tu cicatriz. No retrocediste pero de repente estuviste más alerta.
Él se tomó un segundo para conectar sus ojos con los tuyos una vez más. Tragaste saliva, insegura de lo que él quería—sin hablar de lo que querías.
—No dejes que cosas como esta te definan —te dijo—. Para mi tu eres una de las mujeres más hermosas que he visto, incluso con esto —besó tu abdomen una vez más.
—No —alejaste su cabeza de tu estomago—, no quiero tu piedad.
Pietro sacudió su cabeza. —Esto va más allá de la piedad, esto es entendimiento —dijo, acercándose a tu rostro mientras hablaba. Incapaz de apartar sus ojos de ti—. Créeme cuando te digo que se cómo te sientes. Solo quiero que sepas lo hermosa que eres.
Podías sentir el nudo en tu garganta y sabias que corrías el riesgo de echarte a llorar en cualquier momento. Él había tocado la fibra sensible.
—Yo realmente, realmente necesito que me beses ahora —le dijiste—. Antes de que empiece a llorar.
Pietro rio antes de posar un suave beso sobre tu boca.
—¿Cómo es que no habíamos hecho esto antes? —Cuestionó.
—No lo sé —dijiste rotundamente—, pero más te vale apresurarte o te echaré fuera.
Pietro sonrió y en ese instante su boca se presionó contra la tuya. No te llevó mucho responderle.
Podías sentir la sangre fluir a tu ya nerviosa cara mientras él tomaba tu cintura con fuerza, tirando de ti.
Tu espalda se presionaba contra la cabecera mientras él deslizaba una mano bajo tu franela. Agarraste la tela de su camisa tratando de acercarlo más a ti, no querías que hubiera ni un milímetro de distancia entre ustedes.
Pietro dejo salir un suave gemido cuando tus manos se dirigieron desde el cuello de su camisa a su cabello. Él respondió a tus pequeños tirones profundizando el beso, él obviamente estaba disfrutando lo sincronizados que estaban. Tus piernas se enredaron en su cintura y Pietro te puso a horcajadas. Podías sentir la tensión crecer al sus cuerpos moverse uno contra el otro. Rápidamente se convirtió en una competición sobre quien estaba más hambriento por el otro.
Este era el hombre con el que pasabas la mayoría del tiempo, este era el hombre que nunca te dejaba de lado, este era el hombre que te dejaba saber que valías y nada podía sentirse más correcto. Besar a Pietro era como si todas las cosas buenas vinieran al mismo tiempo. Él era lo que necesitabas y no lo habías sabido por completo hasta ese momento. Todo había encajado perfectamente y todo su usual coqueteo se vio minúsculo comparado con su entendimiento. Él te conocía y tú lo conocías, eso era lo que lo hacía sentir tan bien.
No eras capaz de apartarte de sus labios mientras sus labios se arrastraban sobre los tuyos. Había algo tan hipnótico en toda esa situación.
La puerta se abrió de repente y alguien masculló un fuerte: ''¡mierda!'' al notar lo que estaba ocurriendo.
Pietro sonrió en el beso, dejando salir una risa. Gruñiste molesta, estabas apenas empezando a entrar en calor.
—¡Maldita sea con ustedes dos! —Los silenció Clint—. Ver eso fue muy desagradable, no lo hagan nunca de nuevo.
Alzaste una ceja y acercaste a Pietro hacia a ti de nuevo solo para molestar a Clint y por tu placer personal. Posaste un prolongado beso contra los labios de Pietro antes de volverte hacia Hawkeye.
—¿No has oído sobre tocar la puerta, Clint?
¹La guerra química es la guerra que usa las propiedades químicas tóxicas de sustancias químicas para matar, herir o incapacitar al enemigo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top