Cosas que dijiste cuando estaba ebria y me hiciste sentir como la mierda

Estabas ebria, así de claro estaba para Wanda. Y sin siquiera entrar en tu mente sabía que no ibas a tomar las mejores decisiones esta noche. Eras un imán de problemas sobria y Wanda no quería ni imaginar lo difícil que todo se volvería al estar tu ebria.

Y lo estabas, mucho.

Wanda grito tu nombre sobre la fuerte música del club en el que se encontraban esa noche.

—Creo que tuviste suficiente —te reprendió, tratando de quitarte la bebida. Te quejaste y evadiste sus manos.

—No —mascullaste, engullendo tu bebida antes de que Wanda tratara de quitártela de nuevo—. ¡Yum! —Animaste. Relamiendo tus labios te inclinaste sobre la barra y le hiciste seña al bartender para que te trajera otra bebida.

—Creo que Wanda tiene razón. Haz tenido más que suficiente por una noche —habló Natasha. No habías notado su presencia.

—Naaaat —te lanzaste hacia tu amiga, abrazándola con fuerza—, no sabía que habías venido con nosotras —arrastraste las palabras.

—Wanda me llamo —dijo Nat, dejando por fuera el hecho de que Wanda había estado llamando por Pietro, pero Nat había sido la que contestó el teléfono—. Y creo que es hora de ir a casa.

—Noooo. Quiero baile —dijiste, esquivando a tus amigas y desapareciendo en la multitud. Para alguien tan ebrio, todavía eras algo rápida con tus reflejos.

—Necesitamos llamar a Pietro —Wanda se volvió hacia a Nat.

—Nos odiará por eso —suspiro Wanda, tratando de mantener sus ojos en ti. Pero no sirvió de nada; desapareciste en la abarrotada pista de baile.

—Solo un poco —dijo Wanda titubeante, tratando de convencerse a sí misma y a Nat de que eso era lo correcto—. Se va a meter en problemas si no lo llamamos. Él es el único que puede hacerla entrar en razón.

—Él no lo merece —se mofo Nat, su voz era peligrosamente baja—. Él es la razón por la que ella está así en primer lugar.

—Lo sé —Suspiro Wanda—. Mi hermano es un terco.

Nat no respondió y Wanda se alejó para llamar a Pietro, esperando que esta vez si fuera él el que contestara el teléfono.




—Vamos, nena. Sera divertido —algún chico grito en tu oído.

—No lo sé —dijiste vagamente, balanceándote ligeramente hacia él mientras él los guiaba fuera de la pista de baile y lejos de donde supieras en donde estaban tus amigas—. No estoy pensando bien —admitiste—. Mis amigas se molestarán si me voy —murmuraste, dejando que el tipo te arrastrara por la puerta—. ¿A dónde vamos?

—Afuera —respondió el tipo—. Parece que te haría bien aire fresco —él parecía estar sonriéndote, pero para ti pareció más como una mirada lasciva.

—Creo que quiero regresar —frunciste el ceño cuando llegaron a una puerta que definitivamente no llevaba a donde los gorilas custodiaban la puerta. Esta puerta llevaba a algún tipo de callejón oscuro y sentiste los vellos de tu nuca erizarse. Repentinamente deseaste no haber bebido tanto.

—Shh —el tipo repúgnate te callo, acercándote más a ti y forzándote a dar unos cuantos pasos hacia atrás hasta que estuviste recostada de una pared—. Volveremos adentro pronto —dijo, inclinándose hacia delante para mirarte con sus manos en la pared, a cada lado de ti.

—No me gusta esto —arrastraste tus palabras—. Me estás haciendo sentir incomoda.

—Solo relájate, no voy a hacer nada que no te guste —trató de nuevo. Estabas agradecida de que todavía no te había tocado.

—No me gusta esto —dijiste con más claridad esta vez, pero antes de que las palabras terminaran de salir por completo de tus labios, él hombre fue alejado de ti por un borrón azul.

Sentiste que tu corazón se detuvo. Sabías lo que eso significaba.

—Dijo que tenías que parar —Pietro Maximoff gruño desde donde estaba empujando al hombre contra la pared, al lado opuesto de donde te encontrabas. Él tenía el cuello del hombre entre sus dedos.

Preocupada por su temperamento, corriste hacia ellos.

—Pietro, déjalo —le llamaste, tropezando por tus ebrios pies mientras te movías.

—No empieces —dijo con brusquedad, volviéndose brevemente para encontrarse con tus ojos—. No tienes que protegerlo.

—Y tú no tienes que protegerme —dijiste bruscamente, incapaz de detener a tu lado ebrio de arrojar las palabras—. Ya no más —añadiste, rehusándote a encontrar los ojos de Pietro en donde él se había congelado.

—Vete —le ordeno al hombre, soltándolo. Él instantáneamente corrió, dejándolos a ti y a Pietro solos en el callejón—. Nos vamos —hablo Pietro, moviéndose hacia adelante para agarrar tu brazo.

Te echaste para atrás. —Creo que voy a buscar a Wanda y a Nat —dijiste, moviéndote hacia la puerta.

Pero Pietro era demasiado rápido para ti y bloqueo tu escape.

—Ellas ya se fueron —dijo fríamente. Luchaste contra la urgencia de correr lejos de su voz.

—Ellas fueron las que te llamaron —dijiste finalmente. Pietro no estaba aquí porque había venido buscarte, sino porque lo habían llamado. Todo empezaba a cobrar sentido.

Él simplemente asintió, él tomo tu antebrazo acercándote a él y luchaste por alejarte de él un vez más.

—No te necesito —dijiste, tratando desesperadamente de convencerte a ti misma.

—Nos vamos —dijo Pietro con firmeza, envolviendo tu cintura con su brazo y levantándote al estilo de novia antes de empezar correr.

Él apenas te había sentado cuando te apresuraste lejos de él y hacia el baño, desechando todo el contenido de tu estómago.

El sonido de pisadas te dejo saber que Pietro te había seguido a paso normal.

—¿En que estabas pensando? —Demando una vez que terminaste de lavar y cepillar tus dientes.

—Déjame sola —refunfuñaste, pasando a un lado de él para ir hacia tu habitación.

—No —Pietro se encogió de hombros, siguiéndote. Él rápidamente aparto sus ojos cuando comenzaste a cambiarte, sin importarte que él siguiera en la habitación—. ¿Qué estás haciendo? —Tartamudeó.

—Me preparo para dormir. Ya puedo sentir la migraña formándose —murmuraste para ti misma, tomando un pequeño short y sacando una camisa que habías robado hace mucho tiempo de Pietro. Se la arrojaste—. Puedes tenerla de vuelta —dijiste, tomando otra que le habías robado a Steve.

Pietro sostuvo la camisa entre sus manos con el ceño fruncido. Su corazón se sacudió un poco al notar las implicaciones que venían al devolverle su camisa—la única camisa que habías tenido durante tanto tiempo que había dejado de ser de él. La habías robado hace tanto tiempo que no olía a nada más que a ti. Habías sido tan porfiada en no querer devolvérsela que tenerte devolviéndosela ahora estaba rompiéndolo en una manera que él no pensaba posible.

—Esto es tuyo —Pietro te observo, frunciendo el ceño al ver que tenías otra camisa, una que no era de él, ni era tuya.

—No —sacudiste tu cabeza, cruzándote de brazos y mirándolo de vuelta. Estabas comenzando a sentirte más sobria ahora—, es tuya. Solo llévatela y déjame sola, Pietro —frotaste tu cabeza. No estabas bromeando cuando dijiste que sentías la migraña formándose—. He tenido una noche asquerosa.

—¿Y de quien es la culpa? —Murmuro él, sin aliento.

Le devolviste la mirada. —Jódete —lo insultaste—. Solo fui al estúpido club porque estaba tratando de olvidarte.

Pietro pestañeo con sorpresa, sin saber que decir a eso.

—¿Qué? —Le gruñiste, el alcohol aún estaba en tu sistema, alimentando tu valor—. ¿Nada más que decir?

—Dragoste¹ —dijo Pietro con suavidad.

—No —negaste con la cabeza, caminaste hacia él y empujaste su torso—. No puedes llamarme así. No puedes llamarme así nunca más. Tú rompiste mi corazón —confesaste abatida—. Yo te amaba y tú me rompiste.

Pietro se congelo sin saber que hacer mientras que tú lo observabas con ojos tan abiertos que sintió que pronto seria succionado por ellos, incapaz de escapar. Él te nombro, acercándose y gentilmente posando su mano en tu mejilla.

Cerraste tus ojos, inclinándote hacia el ligeramente antes de salirte del aturdimiento y alejarte.

—¿Cómo pudiste hacerme eso? —Le preguntaste—. ¿Cómo pudiste decir esas cosas?

Pietro trato de interrumpirte una vez más pero simplemente seguiste hablando.

—Es todo en lo que puedo pensar —confesaste—. Cada momento en que hay un silencio en lo único que puedo pensar es en cómo no puedes amarme. En como tú solo pensaste que estábamos juntos porque estabas atrapado en esta Torre; porque no tenías otras opciones.

Pietro nunca había pensado verdaderamente en las cosas que te había dicho y en lo mucho que te habían afectado. Él no había tenido intención de que las palabras salieran de la forma en que lo hicieron.

—Eso... eso no era lo que quería decir —dijo con rapidez, dando unos pasos hacia adelante solo para que tú dieras uno hacia atrás—. Debes saberlo. Esa no era la manera en la que quería que saliera.

—No importa —dijiste venenosamente.

—Sí importa —insistió Pietro.

—No —negaste la con la cabeza—. Te hice mi felicidad en un mundo en donde solo conocía tristeza —dijiste con tranquilamente, apartando la mirada de Pietro—. Pero ahora supongo que he aprendido la lección para no volver a hacerlo de nuevo. Me rompiste, Pete —usaste el nombre con el que solo tú lo llamabas y pareció hacer las cosas más dolorosas—. Y no soy buena para reparar cosas.

Pietro te nombro con desesperación. Su corazón corría con miedo y preocupación.

—¿Qué-que estas...?

—No importa —lo cortaste—. Estoy cansada, Pietro. Por favor, vete —concluiste y te arrastraste bajo tus sábanas en sentido de finalidad.

—Te veré en la mañana —dijo Pietro con suavidad, reacio a llevar la conversación más lejos mientras caminaba hacia la puerta—. Buenas noches —susurro.

—Adiós —tu despedida hizo eco en el silencio.




Cuando Pietro se despertó la mañana siguiente, se sintió vacío y confundido. Pero no fue hasta que camino hacia tu habitación y vio el lugar vacío y limpio que entendió el porqué.

Se paró en el medio de la habitación, sintiéndose abatido mientras leía las palabras garabateadas en un pedazo de papel que había sido la única cosa dejada tras.

"Así no era como pensé que las cosas terminarían".  Él leyó una y otra vez, cada vez su corazón rompiéndose un poco más.



¹Amor.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top