Dean Winchester - La princesa del castillo.
Amelia lo había llamado porque "había encontrado una casa embrujada a las afueras de Melbourne en Wisconsin", pero fue un poco extraño ya que había sido muy insistente diciendo que quería que fuera "solo, sin ningún otro cazador, ni siquiera Sam" esas fueron sus exactas palabras.
Al llegar a la mansión, lo primero que hizo Dean fue sacar su escopeta y todo lo que necesitaría para matar a un fantasma, una vez que lo tuvo todo se dispuso a entrar.
Todo estaba vacío, la entrada y las escaleras iluminadas apenas por unas velas... espera, ¿qué?, ¿velas?
- Hola, "mi lord" – dijo una voz a sus espaldas, volteo y era ella, la hermosa, ardiente y más que todo poderosa Amelia McCloud, la hija amada de Rowena y la hermana menor de Crowley.
- ¿Amy? – preguntó Dean al verla con un vestido rosa ajustado al torso y que favorecía por mil su busto, pero en la falda era suelto y con un escote en la pierna, estaba recostada a una pared con su pierna sobresaliendo de él - ¿qué sucede?
- Te contare – dijo ella acercándose y tomándolo de las manos – pero primero, sígueme.
"Alabado sea el día en que Sam y yo decidimos tomar ese caso en New Jersey" – pensó Dean recordando la primera vez que él y Amelia se vieron.
- La casa no está embrujada, ¿verdad? – preguntó Dean una vez que ella lo trajo a la habitación principal y cerró la puerta tras de él.
- Digamos que necesitaba un pretexto para hacerte venir y... – dijo ella volviendo a posarse frente a él – tener un momento a solas.
- Okey, me gusta cómo suena eso – dijo Dean sonriendo con picardía mientras empezaba a emocionarse.
- Esta es... una fantasía mía – dijo Amy empezando a sonrojarse - donde yo soy... básicamente una princesa retenida aquí contra su voluntad.
- Y me imagino que yo soy el caballero que viene a rescatarte y tú me agradeces por eso – dijo Dean mientras la rodeaba con sus brazos.
- Esa es la cosa – dijo ella y lo detuvo un momento – tú eres quien me tiene secuestrada aquí – dijo y Dean alzó las cejas – sí – dijo ella dejando salir una risa nerviosa – y vienes todas las noches aquí para hacerme tuya, y como yo solo soy una delicada e indefensa princesa... dejo que hagas lo que quieras conmigo. Todo lo que quieras.
- ¿En serio? – pregunto Dean con sus labios a un centímetro de los de ella.
- Así es... "mi lord" – y con eso, Dean la levantó mientras la besaba para luego ponerla sobre la cama.
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