Scott Lang

Título: Una visita no muy agradable.
Maratón: 5/7

-Recuerdame de nuevo, ¿por qué no vinimos en auto?-Estabas consciente de que esa pregunta la habias realizado ya 4 veces, pero de alguna forma tenías que castigar a tu estúpido novio.

-Porque se me ocurrió la brillante idea de venir a pie hasta la casa de tus padres, sin percatarme del clima o traerme una sombrilla, por si acaso.-Y las cuatro veces, él respondia a esa pregunta, la culpabilidad luciendo con todo esplendor en su rostro.

Faltaban unas cuantas calles por llegar a casa de tus papás, pero estaba lloviendo, y lo único que les cubria del agua eran sus abrigos, gracias al cielo, el tuyo tenia gorro, y no te mojabas la cabeza, en cambio, Scott estaba todo empapado de esa parte. Ibas abrazandote con los brazos, pues hacia un viento de los mil demonios. Apresuraste el paso cuando viste la gran casa de tu familia, muy cerca, solo faltaba cruzar una calle más. No te fijaste si se aproximaba un coche, ya habias puesto un pie en la calle, cuando tu novio de tomó del abrigo y te jaló hacia él, enseguida escuchaste el claxón del vehículo.

-¡Ten mas cuidado al cruzar, estúpida!-Gritó aquel tipo, claramente molesto.

-¡Baja la velocidad, cabrón de mierda!-Regresaste el insulto, sabias muy bien que el error, que la distracción habia sido tu culpa, pero el insulto estaba demás. Además, no te distinguias por quedarte callada.

De un momento a otro, Lang te tenía sujetada por la cintura con ambos brazos, acercandote a él.

-Si no te hubiera tomado, la lluvia sería el último de nuestros problemas. ¿No crees?-Te miró, con ojos juguetones.

Rodaste los ojos, aparentando estar enfadada, pero la verdad era imposible estar de mal humor con él, no se podia. Sonreiste, tenias suerte de tener a un novio, del cual, solo te hacia enojar por cosas tan superficiales como no estar atento al clima.
Scott te tomó de la mano, en la cual, tenias guantes puestos, y ahora los dos cruzaron la calle juntos, siendo atentos al ver que ningún coche se aproximaba. Unos cuantos pasos más, y estaban en la casa de los suegros de tu querido novio.

Subiste los escalones blancos, que estaban mojados, en el segundo, el tacón de tu botín resbaló, y por poco sufres una caída terrible si no fuera porque Scott te atrapó, de tal manera que te cargó en sus brazos. Podias decir que era por el frío, pero tus mejillas estaban rojas, de la vergüenza de sufrir casi dos accidentes en menos de 5 minutos. Te sentías realmente torpe, peor que torpe.

-Creo que la lluvia te ha afectado mucho, menos mal que esta tu superheroé aquí.-Parloteo.

-Oh, callate.-Dijiste, con un deje de diversión en tu voz.

Teniendo cuidado, bajaste de sus brazos, y ahora si, pudiste tocar el timbre, que estaba bastante reluciente al igual que la manija dorada de la puerta blanca. Lanzaste un suspiro antes de que tu madre abriera la puerta.

-Hola c...-Su saludo se cortó a la mitad al ver que venias escurriendo de agua, el abrigo habia absorbido todas las gotas de lluvia, por consiguiente chorreabas empezando por la cabeza hasta la cadera, y que decir de tus pies.-¡Santo cielo! ¡Estan goteando! Permiteme traer un trapeador.

Dejó la puerta abierta, y desapareció de tu campo de visión, fue en busca del trapeador. Rodaste los ojos y soltaste un gruñido, Scott te miró y te dedicó una sonrisa reconfortante, tomó tu hombro y te apoyo en su pecho, agradeciste esas pequeñas acciones. Justo por eso solo visitabas a tus padres tres veces al año.

La silueta de tu madre apareció nuevamente, con el objeto en mano, lo colocó un paso delante de ti.

-Dame tu abrigo.-Pidió, con la mano estirada. Te lo quitaste, obedeciendo, se lo entregaste.-Lo llevaré a lavar, oh, también el de Scott.

El castaño retiró la prenda y amablemente se lo tendió a tu mamá. Enseguida lo tomó y fue a llevarlos seguramente a la lavadora. Rodaste los ojos por tercera vez en menos de 10 minutos. Pusiste tus pies sobre el trapeador procurando secarlos bien, Scott hizo lo mismo.

Como sabías que tu madre lo pediría, decidiste evitar que te lo dijera y pasaste el trapeador por el piso, donde habían gotas de agua, rastro de sus abrigos. Después, colocaste el utensilio de limpieza en su lugar correspondiente y fuiste directo a la sala de estar, tomada de la mano de Scott.

-Cielo, antes de sentarte, por favor sacate el cabello al igual que a tu novio.-Te gritó desde el cuarto de lavado, en respuesta apretaste con fuerza la mano de Lang.

-No me destruyas la mano, cariño.-Se quejó, en voz baja.

Soltaste su mano, apenas percartandote de lo que estabas haciendo, sobaste está. Disculpandote. A regañadientes, te dirigiste al baño más cercano del primer nivel, y es que tu antigua casa, era enorme, siempre todo blanco y reluciente, brillando a todas horas, te desesparaba; y no porque te disgustara la limpieza, sino por los modos de tu madre y su enferma obsesión por mantener todo en orden, sobreponiendo eso, antes que su propia hija.

Controlandote, abriste la enorme puerta y entraste junto con Scott al baño, conectaste la secadora y apoyaste tus manos en el ancho y deslumbrante lavabo. Cerraste tus ojos, inhalando, exhalando.

-Seca primero tu cabello, Scott. Lo tienes más mojado que yo.-Hablaste, dedicándole una sonrisa.

Él se acercó y te dio un beso en tu mejilla, fue un acto lindo. Te relajo. Enseguida encendió la secadora y comenzó a secar su pelo.

-Es que, no puede ser, ni siquiera nos ha saludado como se debe cuando ya nos mando a secar el maldito cabello. No se como puedes soportar esto, cuando ni yo misma lo logro.-Soltaste, observandolo.

Terminó y ahora estaba totalmente seco, llevaste las manos a su cabello, te gustaba sentirlo, era en extremo suave y terso, te gustaba la sensación, te tomó esas manitas y les dio un beso.

-[T/N], lamentablemente tu familia es así, y ha sido de esa manera toda su vida, ahora eres mayor y no tienes que soportarlo, pero has venido a visitarlos, ten tolerancia hacia ellos.-Aconsejó, con voz tierna. Mientras te secaba el pelo, el ruido de la secadora inundó la habitación.

Guardaste silencio en respuesta, tenía razón, habías hecho el esfuerzo de dar una visita a tus padres. Tendrías que aguantar a ambos, era tu familia al final de todo. Suspiraste y armaste una sonrisa, siendo positiva.

Luego de algunos minutos, salieron del baño, antes procuraste dejar todo en orden, lo hiciste con buena intención. Con sus manos entrelazadas, pudieron sentarse en los cómodos sillones color crema de la estancia. Tu madre ya estaba ahí, tejiendo a lo que parecía una bufanda color verde.

-¿Que tal estás mamá?-Comenzaste entablando una conversación.

-Estaría mejor si me frecuentaras más, [T/N]-Contestó, sin mirarte, atenta a lo que estaba realizando.

-Si... Bueno, trataré de venir más seguido. ¿De acuerdo?-Con lo recién dicho por Scott, harías el intento de ver más a tus padres y llevarte mejor, te esforzarias.-¿Verdad, Scott?

-Así es, señora. Cada domingo estaremos aquí.-Comentó sonriente, apretaste su mano, mientras sonreias de igual forma.

Él hizo una mueca de dolor, y es que te comprometias a cambiar y tratar de aceptar, pero no podías hacerlo de un día para el otro.

-Esta bien, ¿quieren algo de beber? ¿tienen hambre?-Se interesó.

Negaste con la cabeza.

-Gracias mamá, no hace falta. ¿Y papá?-Miraste alrededor, en su búsqueda.

-Oh, estaba dormido en nuestra habitación. Puede que haya despertado, iré a verlo.-Se levantó, y por un instante miró lo que traía en manos.-Hija, ¿podrias seguir tejiendo por mi? Serán sólo unos minutos. Gracias.

En realidad, no había esperado a que respondieras, te lo pasó y fue simplemente una orden más que otra cosa. Soltaste la mano que tenías entrelazada con el castaño y comenzaste a tejer.

Scott Lang se dedicaba a mirar los movimientos tan ágiles y rápidos que hacías.

-Es sorprendente, ve más lento mujer.-Estaba fascinado.-No tenía idea de que tejias.

-Es que, gran parte de mi vida mi madre me hacia tejer todo tipo de cosas, si bien para mantenerme ocupada, que me hiciera más ágil con las manos o para ayudarla.-Te encogiste de hombros, restandole importancia.

¿Que tenía de fascinante o interesante tejer? Nadie se impresionaba con eso, a excepción de una persona, el hombre que se encontraba a lado tuyo, viendote maravillado.

Detuviste tus movimientos, conectaste tus ojos con los de él, acercaste tu rostro, colocando tu palma en su mejilla, que tenía un indicio de barba en ella, uniste de forma suave sus labios a los tuyos. Lo besaste. Sentiste como te tomaba por la cintura, con sus dos manos, te estrechaba y eso te encantaba. No hubo tiempo para algo más, escuchaste los pasos de tus padres descender por las escaleras lisas blanquecinas. Te alejaste y retomaste la labor que te encargó tu mamá.

Levantaste tu mirada, sin dejar de tejer, cuando escuchaste la voz grave y característica que poseía tu papá.

-¡Es un milagro! ¡Hija! ¡Tanto tiempo!-Tenía la costumbre de elevar la voz con entusiasmo.

Sonreiste, solamente.

Ambos bajaron las escaleras y fueron a su encuentro, tu papá te elevó tus pies despegaron del suelo y te estrechó contra su pecho, a pesar de su edad, era fuerte, toda su vida se mantuvo en buena forma haciendo uno que otro trabajo, esos eran los frutos. Hasta sentiste que si ejercía más presión, te haría explotar.

-También me alegro de verte, papá.

-¡Hans, bajala ya!-Pidió tu madre.

Su esposo hizo caso, poco a poco, tocaste el piso. Volviste a tu lugar, tu padre se sentó al lado de tu mamá. Juntó sus dos palmas creando un aplauso sonoro, que retumbo por las paredes de la gran casa.

-¿Cómo has estado, hija?

-Bien, papá he estado...-Tu padre interrumpió tu respuesta.

-¿Y quién es este joven?-Lanzó otra pregunta.

Tragaste la queja que querías decirle a tu papá, ellos ya lo conocían. ¿Porqué volvía a preguntar? No era que tuviera Alzheimer.

-Es mi novio, Scott, papá. Ya lo había presentado, llevo saliendo dos años con él.-Respondiste, sin desesperarte, aún.

-Vaya. ¿Que intenciones tienes con mi hija, Scott?-Ahora se dirigió al castaño.

-Oh, yo... solamente, estoy profundamente enamorado de ella y quiero hacerla feliz siempre y cuando me lo permita. Ser su confidente.-Pensabas que lo había tomado con la guardia baja, pero él respondió tan calmado y te miraba directo a los ojos.

No pudiste evitar sonreír.

-De acuerdo.-Hans pareció complacido con la respuesta de tu novio.-Espero que seas buen novio, como lo es el de su hermana.

Pedias al cielo y a todos los santos, que no iniciarán a compararte con tu bendita hermana, que no comenzarán a despreciarte y hacerte menos.

-Ay si, el novio de su hermana, Christopher. Es un gran hombre, siempre está al cuidado de Astrid, la trata bien, han viajado por muchos países.-Tu madre por fin hablo, lástima que haya sido sólo para vanagloriar a tu hermana.

Echaste un poco de aire, en dirección a tu mechón de cabello que caía por tu frente, este se elevó un poco y volvió a su lugar.

-Bueno, por el momento lo que le puedo ofrecer a su hija es estabilidad y felicidad. Después, podría llevarla a muchos lugares.-Había dicho la palabra después.

¿Se imaginaba un futuro contigo? ¿Así como hacías tu con él?

-¿Te hemos platicado de Astrid, querido?-Tu mamá hasta dejó el gancho y el estambre de lado. Dispuesta a hablarle de tu hermana.

Astrid era tu hermana mayor, y desafortunadamente la favorita de tus padres, a pesar de que tu eras la más pequeña, era contradictorio, usualmente los pequeños solían ser los más consentidos, pero ese no era tu caso, aquí era al revés.
Nunca llevaste buena relación con ella, siempre era una bravucona, convenenciera y ventajosa, le encantaban las cosas superficiales y materiales, dinero, regalos, joyas, ropa y calzado de marca. Inclusive seguías recordando de manera muy vívida, como se puso a hacer tremendo berrinche, cuando tuvieron la primera y última crisis económica, tus padres se podria decir que tenian buen sustento, y nunca les faltaba dinero, gracias a Dios, pero esa epoca fue difícil, tu padre fue despedido de su trabajo, quedandose sin nada al poco tiempo, tu madre tuvo que tejer, lavar y planchar para tener algo para comer, duraron asi unos 2 meses, hasta que Hans obtuvo trabajo nuevamente, uno mejor que el que perdió. Sin embargo, en todo ese lapso, tu hermana no ayudaba en nada, de todo se quejaba, y estaba de mal humor.

A pesar de esos comportamientos tan detestables, tus padres seguian amandola y tratandola mejor que a ti, fuiste su sombra. Ahora, ella se habia convertido en una asesora de ventas, muy bien pagada, y consiguió por esposo a un corredor de bolsa, que manejaba su propio trabajo, y como decían tus papás, ya habían conocido gran partes del mundo, bla, bla, bla.

-¿Te sucede algo, hija?-Fue tu padre quien te saco de tus pensamientos, y hasta ese momento, no te habias dado cuenta que estabas sosteniendo un cojín con tus manos, o mejor dicho, estrujandolo hasta literalmente eliminar su forma.

Lo soltaste, notaste como Lang te miraba, algo preocupado.

-No. No pasa nada.-Tu voz salio rasposa, tuviste que aclararte la garganta.

-¿Y Astrid los visita con frecuencia?

-Si, claro que si. Ella viene una o dos meses al mes, a comparación de [T/N] que nos visita cada vispera de navidad.-Contesto tu madre, mirandote un poco resentida.

-¿Podemos cambiar de tema?-Pediste conservando la calma, evitando las ganas inmensas de gritarle a tu madre la razón por la que nunca venias a su maldita y limpia casa.

-Claro, hija. La última vez que te vi llevabas un corte de pelo distinto, ¿cierto?-Observó.

-Asi es, mamá.

-Parece que te lo dejaron disparejo, ¿que es esto? ¿fue gratis acaso?-De un segundo a otro, tu madre habia comenzando a inspeccionar tu cabello, con sus manos y ojos.

-Agh, mamá, en realidad esta parejo.-Tomaste sus muñecas y las alejaste con la mayor delicadeza posible.

-A mi no me parece que sea parejo, en fin...-Solto un pequeño suspiro.-¡Oh! Casi lo olvido, ¿lavaste el trapeador?

Por poco y la quijada se te cae.

-¿Que? ¿Hablas en serio mamá? Solo lo use para secar unas gotas de agua.-Hiciste un par de ademanes con tus manos.

-Hija, te recuerdo que tanto Scott como tu, pusieron sus pies sobre el.-Ella hablaba tan calmadamente, que te daban ganas de...

-Pero...

-Yo lo lavo por ella, señora.-Agradeciste que el hombre hormiga te interrumpiera, sino hubieras explotado ya.

-No, Scott. Quedate, yo lo haré.-Lo detuviste, necesitabas de una forma u otra despejar tu furia contenida. Lavar un trapeador era lo más cercano para lograr tu proposito.

-Si, mientras tanto, te mostraremos el albúm familiar, Scott.-Aquello, fue idea de tu padre.

No habias siquiera salido de la sala, cuando te detuviste y giraste tu cuello, volteando en su dirección.

-¿El albúm familiar?

-Si, ¿hay algún inconveniente?-Tu papá te miraba confundido, y ya traía el ancho libro en manos.

-No.-Murmuraste y tomaste el trapeador.

Estabas realizando la labor con el utensilio de limpieza, tallabas los cabellos del trapeador contra el lavadero, bruscamente. El albúm familiar, el albúm familiar, el albúm familar. Agh, lo detestabas, no era un albúm familiar, no deberia de tener ese nombre; el indicado seria: El albúm de la querida Astrid.
La mayoria de las fotos que estaban ahí eran de su hermana, y solo en un 15% aparecias tu. Una vez terminaste, lo exprimiste con fuerza, tanta que tus nudillos se tornaron blancos y tus manos adquirian un leve rojizo. Lo dejaste en donde debía ir, y aprovechaste para meter los abrigos que tu madre habia puesto a lavar, a la secadora.

Tomando unas últimas respiraciones, volviste a la sala, aunque ya no estaban ahí, diste unos cuantos pasos y llegaste al comedor, los tres estaban sentados sobre las sillas de roble, el albúm abierto sobre la gran y brillante mesa, era tanto lo reluciente que podias reflejarte en ella. Te acercaste hacia el respaldo de Scott y lo tomaste por los hombros, ejerciendo un pequeño masaje.

-Estas fotos son hermosas.-Te dijo, volteandote a ver.

-Claro que lo son, sale Astrid en ellas, en todo su esplendor.-Estelle veía con una luz indescriptible en sus ojos, esas fotos.-Oh, y tu también hija.

Eso habia sido lo más lindo que te habia dicho, al menos en dos años, ya no llevabas la cuenta.

-Mamá, mientras ven el albúm, ire a mi habitación.-Informaste, mentirias si dijeras que no querias ver tu antiguo cuarto.

-Claro, ve.-Sabias que ni atención te prestó.

Le restaste importancia y comenzaste a subir por las escaleras, ya habias llegado a la planta alta cuando escuchaste como tu madre las subia a velocidad constante, el repiqueteo de sus bajos tacones provocaba un eco, te detuviste, visiblemente confundida.

-¡Hija! Puedes ver tu cuarto después, es que necesito tu ayuda.-Tu madre se veia algo nerviosa, o tal vez lo estabas imaginando...

-¿Mi ayuda? ¿Y porqué justo en este momento me lo dices?-No fue una queja, reproche, ni nada de eso. Solo una pregunta.

-Si... es que, no queria pedirte ayuda, pero, la necesito.-Algo te parecia sumamente extraño.

-De acuerdo.-La analizaste, con el ceño un poco fruncido.-Te ayudare ya que vea mi habitación.

Retomaste el paso, y tu madre estaba detrás, pisandote los talones, tu mano fue directo al picaporte cuando la exclamación de Estelle te aturdio.

-¡Aguarda! Necesito tu ayuda ahora.-Lucía desesperada, sin embargo, ya la habias descubierto. Ella quería impedir que entraras a tu habitación.

-Mamá, ¿por qué no quieres que entre?-Preguntaste de una vez por todas, refiriendote a tu estancia.

-N-no es eso, es que...-Tu madre carecía de buenas excusas, negaste con la cabeza, mirandola.

-Entonces, no te molestara que entre.-Giraste la perilla, ansiosa.

-¡No! ¡Hans!-Gritó, no lo suficiente para asustar, pero lo necesario para que ambos hombres subieran.

En cuanto viste lo que era tu habitación, te quedaste perpleja. Sabias como eran tus padres contigo, pero, el reemplazar tu cuarto, por un maldito lugar de limpieza, siendo que ya tenian uno abajo, era pasarse de la raya. Mantenias tu mano sobre la fria perilla, apretandola.

-¿Que sucede?-Esa fue la voz de tu padre, que habia llegado ya, junto con Scott.-Oh.

"Oh" Si, asi habias quedado al ver eso, lo que antes solía ser tu habitación. Entraste por completo, observando los estantes sin polvo, y encima millones de detergentes, jabones y botes de limpieza. Otra lavadora y secadora, la aspiradora, instrumentos de limpieza como cepillos, escobas, trapos, hasta habia un mueble donde podias colocar las toallas, y al lado un pequeño espacio para colgar ropa.

-¿Y se supone que esto es mi habitación?-Articulaste, llena de enojo, ahora no intentaste evitarlo.

-Hija, nosotros...-Tu mamá no supo que decir.

-¿Donde estan todas mis cosas?-Te volviste, para mirarlos a ambos a la cara.

-Hans...-Estelle le golpeó el brazo levemente, pasandole el paquete a él, para que respondiera.

El rostro de tu madre se habia deformado a una expresión de angustia y tal vez culpabilidad, al igual que el tu padre.

-Tuvimos que donarlas...

Abriste tu boca, asombrada y furiosa. No podias creer que todas tus cosas que fueron parte de tu infancia y adolescencia las hubieran donado, y sin siquiera avisarte.

-¡¿En serio?! ¡No puedo creerlo!-Te pasaste la mano por tu cabello.-Y creo que la maldita habitación de la querida Astrid esta intacta, ¿cierto?

Caminaste, dando grandes zancadas, hacia lo que es el cuarto de tu hermana. Justo como lo habias supuesto, la habitación de ella estaba impecable, y todo en su lugar, sus pertenencias permanecían en cajas de cartón. Apretaste tus manos, con fuerza y te dirigiste a tus padres.

-Esta. Esta es la razón por la que jamás vengo a visitarlos, siempre tuvieron preferencia con Astrid, todo el tiempo, ella era el centro del universo y la octava maravilla del mundo, mientras que yo solo era su sombra, su asquerosa sombra. Tu madre, después de mi hermana, tu prioridad era tu deseo de tener todo deslumbrante y perfecto en casa, por encima de mi; yo quede en último lugar. Ademas, siempre criticas todo lo que hago o dejo de hacer, o mi aspecto.-Tomaste aire.-Intenté, y estaba comprometiendome a aceptarlos tal como son y dejar de batallar, frecuentarlos más, sin embargo, esta fue la gota que derramó el vaso. Quedense con su cuarto de limpieza y Astrid.

Concluiste, los pasaste de largo y tomaste la mano de tu novio.

-Ah, y tengo que decirte mamá, que te hacen falta esponjas y cubetas en ese fatídico cuarto de limpieza.

Bajaste las escaleras, no esperabas que se disculparan, sabias que no lo harian, pero te sentiste bien, al menos se habian quedado sin palabras, y tal vez, existia la posibilidad de que se encontraran pensando y analizando el trato que te daban. Antes de irte de esa casa de una vez por todas, entraste a la habitación de abajo, donde estaba la secadora, sacaste ambos abrigos. Todo el tiempo, llevabas a Scott de la mano, él no decia nada, sentiste una atmósfera y un aire distinto cuando al fin saliste de ahí.

Notaste con algo de sorpresa, que habia dejado de llover, sonreiste y te pusiste tu abrigo, le tendiste el suyo a el castaño.

-¿Estás bien?-Se notaba angustiado por ti.

Continuaste caminando sin detenerte, Lang te seguía el paso, esperando tu respuesta.

-Amor, estoy mejor que nunca. Pude decirle a mis padres todo lo que sentia, y al final de todo, te tengo a ti.-Entrelazaste tu mano con la suya, percibiendo la diferencia de tamaño.

Scott llevo tu mano hacia arriba, quedando frente a sus rostros, y la extendio al igual que sus dedos, eso fue sumamente tierno. Sentiste dentro de unos segundos como te miraba, solo como él sabe hacerlo, con ambas manos tomo tu cintura, pegandote a su cuerpo, sus narices chocaban.

-Eres una hija fantástica, que tus padres no sepan apreciarlo, es una lástima.-Te consolo.

-Ya. Olvidemos el tema, y llevame a comer algo.-Llevaste tus manos a sus mejillas.

-Solo si me tejes una bufanda.-Condicionó.

-Trato.-Aceptaste, no te costaba nada.

Unió sus labios, los sentiste, con avidez los tomaste. Scott era tu familia, y con eso te bastaba.

············································

Holi, ahora fue turno de nuestro hombre hormiga, en lo personal, Scott me parece super tierno y lindo. ¿Que tal les pareció la trama de este Imagina?

Espero que les guste. Nos leemos mañana.

¡Gracias por leer! 🐍

Ale 💚🐍

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