ANILLOS DE CRECIMIENTO (Fantasía y vida)


¡¡Buenas!! Aquí va otra pequeña historia ; ) El género no me parece del todo acertado, así que si a alguien se el ocurre una categoría mejor le agradecería que me lo dejara en un comentario. 

Ah, y aquí va otra imagen que me pasaron cuando estaba escribiendo la historia y que, la verdad, viene como anillo al dedo XD. (Es de un periódico, y si alguien quiere más referencias que me escriba un mensaje privado).

Pues por ahora eso es todo. ¡Espero que disfrutéis de la historia!



Avanzaba pesadamente, arrastrando los pies y con la mirada fija en la hierba. No le hacía falta mirar por dónde iba, ya que conocía bien el camino por las demás veces que lo había recorrido con mil pensamientos en la cabeza y el corazón en un puño.

Tras unos minutos, llegó. Suspiró, se sentó al pie del gran roble y, con las hojas de colores por encima de su cabeza, dejó que su mirada se perdiera en el cielo gris de otoño. 

–Hola otra vez Roble, ¿qué tal estás? –comenzó, y el viento hizo que las ramas de árbol se agitaran.

–¿Que qué ha pasado esta vez? Pues creo que varias cosas Roble –bajo la mirada a sus zapatillas y comenzó a retirar las briznas de hierba que había en ellas–. Primero, no sé por qué pero Clara no me habla. No sé qué le ha pasado o qué le habré hecho, pero no me dirige la palabra, y cuando le hablo yo es muy cortante y cualquier cosa le sirve para irse a otro lado. Y ya sabes que me lleva gustando bastante tiempo, aunque no me he atrevido nunca a decírselo... Y ahora es mucho más difícil. Segundo, me he enterado de que Sergio, Ana, Nerea, Carlos, Jaime, Clara, Amin y Helena tienen un grupo de WhatsApp a parte. No sé si Roxana está o si también la han dejado fuera. O sea, en si se siguen portando igual conmigo, y siguen hablando por el grupo de siempre, pero no sé... Es que me da por pensar que no me quieren contar ciertas cosas, o que no están del todo a gusto conmigo o yo que sé... –paró de hablar y los ojos se le humedecieron.

–Además, el abuelo no está muy bien –tartamudeó–. Después del ictus que te dije que tuvo le cuesta manejarse, sobre todo con el brazo y la pierna derecha, y apenas habla porque se traba y no le salen las palabras. Me da miedo que la próxima vez que vaya a verle sea la última –una lágrima recorrió su mejilla.

Soltó de golpe todo el aire que había estado reteniendo de forma inconsciente, y sintió que la opresión del pecho comenzaba a disiparse.

–Puede que lo mejor sea hablar con Clara, saber qué le pasa y, si hay algún problema, tratar de arreglarlo. Y creo que también debería hablar con mis amigos y preguntarles por el grupo, aunque sea indirectamente. Es que si no voy a seguir pasándolo mal y dándole vueltas a la cabeza todo el rato –se secó las lágrimas con la manga de la camiseta.

–Y lo de mi abuelo... –acarició levemente una de las raíces del árbol que sobresalía a su lado-. Voy a disfrutar de cada segundo que esté con él, hacer que esté feliz y, si se va, sé que siempre le recordaré  -por mucho que le dolieran esas palabras, una sonrisa se abrió camino en su rostro al recordar los momentos felices que habían pasado juntos.

Se levantó, con más ganas, decisión, alegría y ánimo del que tenía al llegar al lugar.

–Muchas gracias Roble –pronunció mientras abrazaba al árbol.

Una bellota cayó en su cabeza y le hizo soltar una risita.

–Vaya, gracias –dijo mientras recogía el fruto del suelo y lo guardaba con delicadeza en su bolsillo.

***

Tres días después, con la felicidad inundando su corazón, corría hacia el viejo Roble. Estaba deseando contarle que había hablado con Clara, que al final todo había sido un malentendido, que volvían a estar bien y que habían quedado para estar los dos juntos esa tarde. También quería decirle que le había preguntado a Roxana si ella estaba en ese supuesto grupo paralelo, y que la chica le había dejado caer "tú y yo vamos a soplar las velas muy pronto", lo que hizo que se tranquilizara y se alegrara muchísimo. Además, el día anterior había pasado una tarde inolvidable con su abuelo, digna de ser relatada.

Sin embargo, cuando llegó al lugar se paró en seco. Ahí estaba, justo donde había estado el gran Roble durante tantos años, un tocón cortado limpiamente. Se arrodilló delante de él, quedándose varios minutos mirando con ojos vidriosos esa silueta que se iba emborronando por momentos. 

Entonces, con las yemas de los dedos y pulso tembloroso recorrió uno de los círculos más periféricos que formaban los anillos de crecimiento del Roble.

En ese momento, una luz cegadora le envolvió durante varios segundos. Seguidamente, se encontró suspendido en el aire, contemplando pero sin acabar de comprender la escena que tenía delante. Veía el árbol, tan robusto y frondoso como siempre, y bajo él se veía a sí mismo, pero con un par de años menos. Confirmó que era una escena de hacía dos años cuando escuchó que su yo joven contaba en voz alta "estoy preocupado porque he suspendido matemáticas". Sonrió casi sin darse cuenta, recordaba el momento. El momento y todo lo que estudió después, hasta que en el examen de recuperación consiguió aprobar la asignatura. Costó, sí, pero había seguido adelante sin rendirse. Entonces pestañeo y, tras un fuerte haz de luz, volvió a sentir el suelo bajo sus pies y el tocón bajo sus dedos.

Como impulsado por una fuerza extraña, adelantó su mano hacia otro anillo más interior del tocón y volvió a recorrer el círculo con las yemas de los dedos. Tras volverse a ver rodeado de una potente luz, notó que estaba otra vez en el aire, viendo el árbol desde arriba, y volvió a escuchar su voz, pero algo más aguda, diciendo "voy a pasar al instituto, y me pone nervioso no saber cómo va a ser" escuchó. Hacía cinco años de eso ya, y pensando en cómo le había ido se dio cuenta de cuánto habían cambiado las cosas desde entonces. Suspiró, e instantes después volvía a encontrarse al lado del árbol talado.

–Es curioso recordar lo que me preocupaba hace unos años. En realidad, se que en el momento lo pasaba mal, pero ahora me doy cuenta de que no era para tanto y de que, al final, todo sale adelante, de una manera o de otra. Muchas gracias por todo, Roble.

Acarició la base del árbol y, tras quedarse unos segundos mirándolo fijamente, se giró para volver a casa.

No había dado más de cuatro pasos cuando metió las manos en los bolsillos y notó un objeto liso y medio cilíndrico. Con la bellota en la palma de su mano, se arrodilló al lado del tocón del Roble e hizo un pequeño agujero en el suelo. Tras taparlo, se incorporó.

–Este es un nuevo comienzo para ambos. 

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