AMOR Y GUERRA EN UNA BOTELLA (Historia y romance)
Estaba paseando por la orilla de la playa Cubana "Varadero" en mi último día de vacaciones cuando vi que un objeto semienterrado brillaba en la arena a unos metros de mí. Me acerqué con curiosidad y, una vez desenterrado, me sorprendí al ver que se trataba de una botella de cristal con una nota escrita a mano en su interior. Tras dudar unos instantes, la cogí y la envolví cuidadosamente entre mi ropa, deseando llegar a casa para descubrir más sobre ella.
***
Me senté en mi salón, con la botella en una mano y unas pinzas algo largas en la otra, tratando de sacar la nota sin romper el recipiente que la contenía. Intentaba enroscar el papel para que saliera por el cuello de la botella y, a pesar de una hora de intentos fallidos, la nota por fin salió. Con cuidado, desaté el cordón que la mantenía sujeta y la extendí sobre la mesa. Era una carta.
05-06-1944
Saludos a la persona que ha encontrado esta carta. Me llamo Charles Guthrie y le estoy escribiendo a mi querida "saltarina" Eva Wittek, ya que me temo que no voy a poder decirle todo esto en persona. Mi (probablemente último) deseo es que ella pueda leerla y saber todo lo que me ha hecho sentir a su lado. Quiero que sepa que siempre la querré.
"Una carta de amor" pensé. Luego reparé en la fecha. Era de hacía setenta y dos años, un año antes del final de la segunda guerra mundial. Entonces, até cabos y me di cuenta de que era posible que fuera una carta de un soldado, lanzada al mar por miedo fallecer en combate y no volver a ver a su amada.
Por mucho que los cálculos y mi razonamiento me dijeran que había muchas posibilidades de que ambos hubieran fallecido ya, me dejé llevar por la magia y la fascinación, y decidí buscar a la destinataria. Quería intentar cumplir la que podía haber sido la última voluntad del soldado Charles Guthrie.
Opté por publicar el hallazgo en las redes sociales, especificando el nombre tanto del remitente como del destinatario, con la intención de que alguien cercano a esas personas lo leyera y se lo comunicara. Por suerte, muchos de los usuarios compartieron la información, y pronto una gran cantidad de personas sabían a cerca de la carta encontrada. Alrededor de dos meses después, recibí un mensaje de una cuidadora de ancianos que decía que la mujer a la que cuidaba se llamaba Eva Wittek y que durante su juventud había conocido a un Charles Guthrie, el cual se fue a luchar en la segunda guerra mundial. Me parecieron demasiadas casualidades para ser una casualidad, por lo que me puse en contacto con dicha cuidadora, que se llamaba Mónica, y me indicó el domicilio de la mujer.
***
Nerviosa, llamé a la puerta de la casa y una chica de alrededor de cuarenta años me abrió.
–Hola. ¿Eres Mónica?
–Sí. ¿Qué quieres? –se fijó en el paquete que llevaba en la mano y en seguida relacionó las ideas–. ¿Eres la de la carta? –preguntó con entusiasmo.
–Así es –sonreí.
–Ay pues pasa, pasa –y me guió hasta el salón, donde estaba sentada la anciana.
***
–Eva –la llamó–. Esta persona ha venido a preguntarte una cosa. La señora Wittek se giró hacia mí.
–Dime cariño –me invitó a hablar en un tono cálido y acogedor.
–Hola señora Wittek –la saludé–. Quería decirle que hace algunos meses me encontré una carta metida en una botella, que estaba medio enterrada en la playa. Es del cinco de junio de 1944 y pone que es para "mi querida saltarina Eva Wittek".
La mujer abrió la boca sorprendida.
–Solo una persona me llamaba así...
–La carta es de Charles Guthrie –dije suavemente, a la vez que le entregaba el paquete con la botella y la carta.
Entonces su asombro aumentó y se quedó inmóvil. Su mirada reflejaba tanto nostalgia como ternura. En ese momento supe, sin ninguna duda, que la carta se dirigía a ella.
–Oh, mi querido Charles –los labios, temblorosos, se le curvaron hacia abajo y los ojos se le humedecieron–. Mi querido Charles –repitió, con un hilo de voz.
Yo me quedé desconcertada. No sabía si debía salir de la habitación o si era mejor que me quedase. Sin embargo, Eva saco ambos objetos del paquete y mantuvo la compostura.
–Acabas de encontrar uno de mis mayores y más preciados tesoros hija mía. Aun con 91 años seguía manteniendo la esperanza, aunque sabía que probablemente no volvería a tener noticias de él. Él, mi primer y único amor. Que Dios lo guarde en su gloria.
Hubo un pequeño silencio. Parecía estar dispuesta a contar su pasado. Le di tiempo, ya que era visible que recordar aquellos años la desconsolaba. Segundos después comenzó a relatar la historia que se escondía tras esa botella.
–Allá hacia el año 1940 fue cuando conocí a Charles. Yo no era más que una chiquilla de quince años, pero he de admitir que la mirada de aquel hombre me cautivó– pude apreciar una leve sonrisa en sus labios, producida por los agradables recuerdos–. Eran tiempos revueltos; el crack del 29 había dejado la economía del país tambaleante, y, por si fuera poco, la segunda guerra mundial había estallado un año antes, cuando Alemania invadió Polonia –hizo una pausa–. Puede que fuera el peor momento para enamorarse, pero así sucedió. No tardamos en decidir que queríamos casarnos.
Hablaba con una increíble fluidez. El tiempo habría hecho mella en su físico, mas no en su memoria ni en su corazón.
–Sin embargo, nuestro sueño se truncó incluso mucho antes de que lo supiéramos. En 1941, tras el ataque Japonés a Pearl Harbour, Estados Unidos entró en la segunda guerra mundial, a favor de los Aliados. Después de muchas batallas, en mayo de 1943 se tomó la decisión de invadir Francia por el canal de la mancha, para liberar el oeste de Europa y hacer frente a los Nazis.
– ¿Eso fue la operación Overlord, verdad? Esa en la que el general americano Eisenhower ejerció como comandante supremo –saqué provecho de las clases de historia de cuando iba al instituto.
–Eso es, querida –afirmó Eva–. Ese año llamaron a filas a millón y medio de soldados americanos que partirían a Gran Bretaña para invadir Europa en nombre de los Aliados. Y Charles estaba entre ellos. A sus diecinueve años partió hacia la isla inglesa, desde donde atravesarían el canal de la mancha hasta desembarcar en las playas de Normandía. Allí se produciría el Desembarco de Normandía, también conocido como El Día D.
Su mirada se apagó de repente. Era claramente visible que los sucesos de aquel día le traían recuerdos muy dolorosos.
–Señora Wittek ¿está usted segura de que quiere seguir con la historia?
–Puedes llamarme Eva cariño. Y no hace falta que me trates de usted –sonrió levemente.
–De acuerdo, Eva –le toqué la mano y se la apreté con cariño–. Si no te ves con fuerzas de seguir contando lo que pasó no te preocupes. Yo ya estoy feliz con haberte entregado la carta.
–Oh, no, no, quiero seguir contándolo.
Asentí y esperé a que retomara la historia.
–Como iba diciendo, El Día D comenzó la madrugada del seis de junio de 1944, con la invasión de las playas normandas. Había cinco playas con nombres en clave. La primera, empezando por el este, es Sword. En esa playa desembarcaron los soldados Británicos, junto con los voluntarios Franceses. Después viene Juno. En esa se produjo el único desembarco protagonizado por los Canadienses. La siguiente, que se llama Gold, también la tomaron los Británicos. Y quedan las dos últimas, en las que desembarcaron los soldados Americanos: Utah, la que está más al oeste, y... –Eva dejó de narrar y, con los ojos vidriosos, puso la mirada en el cielo. Al cabo de cierto tiempo continuó–. Y Omaha.
Lo dijo con un sentimiento de dolor que era casi palpable.
–Charles cayó en Omaha.
Al decir esas palabras una lágrima resbaló por su mejilla, arrastrando el dolor que la mujer había llevado consigo durante todos estos años. La escena me produjo tanta tristeza que no pude evitar abrazar a la anciana.
–La playa de Omaha fue la más sangrienta de todas –prosiguió algo más tranquila–. Los Alemanes pensaban que el desembarco se haría en Calais, que era el punto más cercano entre gran Bretaña y Francia, y allí mandaron la gran mayoría de sus tropas. Sin embargo, Erwin Romel, un comandante de las defensas Alemanas en la costa norte de Francia, pensó que, por el tipo de playa que es, Omaha podría ser un buen lugar para un desembarco. Lo que ocurrió fue que los Alemanes empezaron a reforzar la seguridad de la playa: mejoraron los búnqueres, enviaron a 1200 soldados a protegerla y colocaron una gran cantidad de obstáculos, uno cada dos metros, entre ellos diques, minas y alambradas de espino.
–Un momento. Entonces, los Alemanes mandaron a sus tropas a Calais porque pensaban que el desembarco se iba a hacer allí, pero asimismo pusieron más seguridad en Omaha porque también era un buen sitio para ello, ¿no es así? –traté de ordenar las ideas en mi cabeza. Me impresionaban los conocimientos de Eva sobre ese periodo tan cruel.
–Eso es –afirmó con la cabeza–. Cuando llegó el Día D, los soldados desembarcaron y tuvieron que sortear los obstáculos para pasar la playa, intentando, a su vez, evitar ser alcanzados por los proyectiles –paró–. Más de 2000 soldados no lo lograron. Charles fue enterrado junto con otros nueve mil militares Estadounidenses en el cementerio Americano de Normandía.
***
Tanto Eva como yo miramos a nuestro alrededor, impactadas. El cementerio estaba repleto de una infinidad de blancas cruces latinas y estrellas de David, recordando a los Americanos que se llevó la segunda guerra mundial. Una explanada llena de pesar situada encima de la playa de Omaha. Ella se quedó inmóvil, mirando como rompían las olas en su orilla. Las mismas olas que Charles y los demás vieron en sus últimos momentos.
Frente a Eva se alzaba la cruz blanca en la que ponía: "Charles Guthrie. Omaha 06-06-1944"
Sin apartar la vista y con lágrimas en sus mejillas y voz temblorosa, dijo:
–Una guerra, una catástrofe innecesaria.
Imagen: cementerio Americano de Normandía.
Imagen: playa de Omaha vista desde el cementerio Americano.
¡Hola a todxs! ¿Qué tal? Espero que no haya sido una aburrida chapa de historia ;)
Hoy os voy a proponer una especie de reto: ¿Quién se anima a ponerse en el lugar de Charles Guthrie aquel cinco de junio de 1944 y escribirle la carta a Eva?
Podeís coger el comienzo que está escrito en la historia y seguir la carta por vuestra cuenta, en alrededor de 2000 caracteres. Después me la mandáis en un mensaje privado y las publicaré en un capítulo que se llamará "Cartas a Eva", con vuestro nombre, por supuesto.
Cualquier pregunta que tengáis no dudéis en dejar un comentario.
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