catorce

Lilith bufa mientras se da la vuelta nuevamente, sintiendo enojo por JiMin. En realidad, no sabía qué más podía esperarse de un niño encaprichado que piensa que todo es como él lo quiere, cuando la realidad no era así, había que conformarse en muchas ocasiones. Para ella era todo un reto estar con un menor de edad, estaba jugándose su única posibilidad de poder salir impune del caso de drogas que dejó abandonado en su país, pero si alguien se enterase de lo que sucedía entre JiMin y ella sería su perdición, más porque él no parecía ser muy santo tampoco, si Lilith no le daba lo que quería quién sabe lo que era capaz de hacer. Era tan fácil como decir que ella lo obligó a involucrarse sexualmente, no podían tener pruebas, nadie que es abusado se está grabando en el momento, y ella caería en la cárcel sin tan siquiera la posibilidad de libertad condicional.

Todo por no cumplirle un capricho a su vecino.

⎯ Ya decía yo que era muy bueno el trato.⎯ suspira.⎯ Entonces, además de darte eso, ¿también tengo que darte el derecho de poder mandarme?

El de cabellos naranjas apretaba los puños a los costados de su cuerpo, detestaba que Lilith sea una mujer tan frontal, que diga las cosas en la cara y no sea una sumisa más como sus compañeras de curso que apenas le levantaban la voz ellas bajaban la cabeza. Por una parte amaba que sea así, valiente, pero por otra, le gustaría tener el control sobre ella, poder decirle lo que estaba bien y lo que estaba mal, pero Lilith jamás aceptaría eso, sería caer muy bajo para ella dejarse mandar por un niño que le llevaba once años de diferencia. Era humillante tan siquiera pensar en que podía permitirle hacer eso.

⎯ No la estoy mandando, es por su seguridad.

⎯ La seguridad me la paso por donde no me da la puta luz del sol.⎯ respondió enojada. Nadie, además de su padre, la había mandado en su vida, y ahora que su progenitor no tenía ningún derecho sobre ella, que prácticamente la había desterrado como su hija, ningún hombre iba a hacerlo.⎯ A mí no me controlas. Si tengo ganas de salir en ropa interior, desnuda, o cubierta de pies a cabeza, tú lo tienes que soportar con la boca cerrada.

Los dientes de JiMin se apretaron entre sí al imaginarse que ella salía en esas condiciones, sin nada de ropa, de la misma manera que él la pudo ver tan solo una hora atrás y se sintió afortunado por ello, pero para Lilith no era nada importante. En su cabeza empezaron a reproducirse imágenes de hombres coqueteándole, y ella siguiéndole el juego, llevándoselos a la cama mientras disfrutaba más porque ellos sí tenían experiencia y sabían lo que hacían. JiMin se sentía frustrado, ya no era solo la edad lo que lo hacía enfurecer, sino también que no tenía experiencia para hacerla llegar a las estrellas. Sí, estar con Lilith no era como un trabajo donde te piden experiencia previa, pero por lo menos sabría hacer algo, no se quedaría quieto como un tonto mientras ella le decía qué hacer. Sería más rápido de lo que él imaginaba que termine arrepintiéndose por lo que hacían y vaya en busca de un hombre de su edad.

Y JiMin no podía permitir eso.

⎯ No, nosotros...

⎯ No existe un nosotros, JiMin.⎯ interrumpió con seriedad. Miró de reojo a la casa de al lado y la madre del menor estaba mirando por la ventana, por lo que habló nuevamente antes de darse la vuelta, fingiendo que nada había sucedido.⎯ Y vete adentro que tu madre nos está viendo, debe pensar que te estoy llevando al lado oscuro de la vida.

Luego de largas horas, que para Lilith se hicieron eternas, había llegado a su país de nacimiento. Canadá no estaba tan distinto a lo que era antes, no había visto mucho en realidad, desde que bajó del avión y se dio un efusivo abrazo con su hermano Leonel, y él la llevó a desayunar a una cafetería, habían ido de camino a su casa. Al parecer, trabajar de abogado no era algo malo, porque Leonel vivía en un lujoso barrio que tenía rejas para poder ingresar y un guardia en las mismas, casi que podía decir que más que un barrio era un pueblo aparte, porque habían negocios, escuelas de deportes, y algunos trabajos sencillos como panaderías, jugueterías y demás, casi que no era necesario salir de ahí, pero lamentablemente, ellos debían hacerlo.

No quería ir al funeral, por muy obvias razones además de que tendría que cruzarse con toda su familia de nuevo cuando ya era la desterrada de los Lennox, pero llorar frente a personas por la partida de su abuelo no lo consideraba algo óptimo, aunque no mostrar ningún sentimiento también haría que hablen de ella, así que iba a hacer lo que saliera en el momento. Cuando llegó la noticia lloró en su departamento, tuvo un pequeño duelo en donde recordó los momentos junto a su abuelo, sus sabias palabras, los cálidos abrazos, la receta de galletas, y lo más importante, el secreto que tenían, pero de igual manera, no era lo mismo eso a verlo dentro de un cajón que próximamente estaría bajo tierra. Su abuelo odiaba la idea de terminar en un ataúd, siempre prefirió la cremación, pero obviamente sus hijos iban a hacer lo que quisieran, con el estúpido argumento de que tendrían un lugar para ir a hablarle cuando lo necesiten. Y era estúpido porque si no le iban a hablar en vida, ¿por qué lo harían ahora que esta muerto?

Eran una pandilla de hipócritas.

Por otra parte, pasó el mediodía con su hermano, conociendo su casa y dejando su bolso en la habitación que él le otorgó; una sencilla, con muebles blancos, cama cómoda, y una ventana lo suficientemente grande como para que pueda tirarse por allí si así lo deseara, pero no quería que su espíritu quede en la casa de Leonel. Él se mostró cálido, como siempre, la abrazó con fuerza mientras sentía su olor corporal, después de haber abandonado Canadá no gastaba dinero en perfumes, mucho menos en esos costosos que sus padres le regalaban. Su cuerpo alto y delgado era digno de los Lennox, toda la familia era así, tal vez por eso el menor de sus hermanos era un futbolista profesional y famoso. Leonel había sido el único de los tres hermanos que no tenía el cabello con rulos como su madre, sino que era lacio y sin forma alguna, de color marrón oscuro, aunque con tinturas se lo aclaró un poco, y le quedaba bien, con los reflejos del sol se podía ver casi como un dorado.

Leonel es el primer hijo de sus padres, por ende su primera y mayor creación. Les había parecido deslumbrante que, a pesar de los fuertes genes de su madre, terminara pareciéndose más a su padre, con la piel igual de pálida que él, cero musculoso y tan alto que ya llegaba a los dos metros, o debía estar lo suficiente cerca como para tener que comprarse camas más grandes de las convencionales porque su cuerpo no entraba. A pesar de todo su atractivo, no tenía una mujer a su lado, no por algo en particular, tenía potencial para coquetear, solo que venía con mala experiencia de toda su familia, donde los hombres se aseguraban más de encontrar una esposa florero, de esas que sólo lucían hermosas y las movían a donde ellos quisieran, en vez de una mujer que los ame apasionadamente, como Leonel buscaba. Su ex novia fue con la que más duró, fueron unos largos seis años de noviazgo en donde todos pensaban que habría matrimonio o hijos, pero todo se vió cuesta abajo cuando una noche se sinceraron y confesaron que las cosas ya no iban para más, simplemente el amor se esfumó, las citas disminuyeron, el sexo era monótono, y hasta vivir juntos se les había hecho una tortura. Hoy en día estaban en buenos términos, trabajan en el mismo bufete de abogados, pero como pareja simplemente ya no funcionaban más.

Además, ella no soportaba a sus suegros tampoco.

Estar en pareja con alguno de los tres hijos Lennox era un verdadero reto por los suegros que les tocaban. Ninguno terminaba de agradarle a los señores, siempre había algo para criticar, a la única que quisieron fue a una novia rubia esbelta que se dedicaba a la veterinaria y su madre tenía una importante empresa de cosméticos, la cual generaba muchos ingresos, pero Lake le terminó por...algo que realmente nadie sabe, y aunque todos tienen sus sospechas del porqué, prefieren ignorarlo. Todos menos Lilith. Su hermano le había hecho la vida imposible en muchos aspectos, y ella sentía que devolvérselo no estaba mal, pero la diferencia era que ella con una sola cosa lo arruinaba por completo, mientras que su hermano tomaba pequeñas cosas que la lastimaban pero no lo suficiente. Ella no quería cargar con un suicidio en su conciencia, suficiente tenía con sus problemas como para hacer que su hermano menor se suicide y le deje bien en claro en una carta que fue por su culpa. Otro motivo para que sus padres la detesten.

⎯ Necesito pruebas contundentes para que el ojo de los abogados sea llevado al bastardo de tu ex novio.⎯ comentó Leonel mientras la miraba desde su lugar, su hermana caminaba de un lado a otro con la ropa que había traído desde Corea del Sur, llevaba el cabello sujetado por el calor que hacía.⎯ ¿Crees recordar alguna manera para poder entrar a su casa o algo así?

⎯ ¿Eso no es allanamiento a la morada?

⎯ No interesa si hay pruebas de que vende droga.⎯ aclaró y ella rascó su frente con desesperación.

Hablar de John la hacía mierda en todos los sentidos, porque recordaba cuando era un buen novio, cariñoso y atento, y jamás se hubiera esperado que la inculpe cuando decía dar la vida por ella. Fueron puras falacias, y realmente no le hubiera importado si su relación se hubiera terminado de otra manera, hasta con un engaño, no importaba, pero culparla por algo que jamás hizo, solo para él quedar impune, era muy cruel. La Lilith de años atrás jamás se hubiera imaginado que John le haría eso, si alguien le decía que ahora estaría viviendo en la otra punta de la tierra para escapar de la justicia, siendo una prófuga, y encima viviendo en pésimas condiciones, no lo creería. Tenía un futuro muy prometedor, ser una importante diseñadora de modas, o modelo en su defecto, posiblemente casarse con alguien, tener hijos, y seguir el curso de su vida, nada parecido a lo actual, a estar teniendo relaciones con un menor de edad que estaba jodidamente obsesionado con ella.

Pero obviamente eso nadie lo iba a saber.

⎯ No importa que tu caso se haya quedado olvidado ante la ley, estoy esperando a que John pise el palito perfecto para mandarlo a la cárcel.⎯ comentó tomando un cigarro de su elegante estuche de plata, Lilith extendió la mano, pidiendo uno, y su hermano se lo extendió junto al mechero después de prender el suyo. Una ola de humo salió de su boca mientras veía a su hermana.⎯ Tranquila, todo saldrá bien.

⎯ ¿En serio crees que esto va a salir bien?⎯ pregunta asustada, su mano temblaba por los nervios.

Lilith no quería que su caso salga bien solo para volver a su país de nacimiento, en realidad, era lo menos que quería, pero si ganaba el juicio tendría el dinero suficiente como para vivir cómodamente en otro lugar, encontrar un buen trabajo y volver a estudiar. Rehacer su vida. Tenía grandes planes, ahora que estaban más seguros si es que en el juicio ella salía beneficiosa, tenía los pies sobre la tierra y sabía que no podía pretender encontrar el amor apenas salga de tribunales y que su historia comience. Si en algún momento llegaba el hombre indicado, pues bienvenido sea, pero mientras tanto ella iba a crecer por su cuenta, para así, en caso de volver a quedarse sola, no estaría dependiendo de ningún hombre para no quedarse en la calle sin nada.

⎯ Obvio, soy uno de los mejores abogados.⎯ la tranquilizó, y eso era verdad, defendió contra capa y espada a una de sus clientas que había trabajado en un prostíbulo y el dueño del mismo se negaba a soltarla, más porque compartían una hija que él nunca quiso hacerse cargo, pero ante los jueces aparentaba ser el padre ideal que quería salvar a su pequeña bebé de casi un año. Un maldito mentiroso que apenas salga del lugar la niña terminaría en un orfanato, y eso si tenía suerte, quién sabe si podía quedar a manos de alguien que manejaba la trata de personas.

⎯ Sí, pero...

⎯ No dudes.⎯ se apuró en decir antes de darle una calada a su cigarro, Lilith lo miró con una mueca preocupada. Sabía que Leonel era el mejor abogado, y no lo decía por ser su hermano, sino porque sus casos ganados lo confirmaban.⎯ Si lo haces les das el derecho a ser más fuertes que tú.⎯ dijo mientras tocaba el cigarro, tirando la ceniza sobre un cenicero de vidrio precioso. Acercó un poco su rostro a ella, mirándola con unos ojos firmes, y hablando con el mismo tono.⎯ Ganaremos, Lilith. Podrás salir como una persona libre.

⎯ ¿Y si no? ¿Y si sigo siendo una fugitiva más de la policía?⎯ interrogó asustada, su cigarro casi se cae al suelo por el temblor en sus manos. Expulsó el humo viendo rápidamente el reloj, faltaban una hora y quince minutos para el funeral de su abuelo, para reencontrarse con sus padres y hermano menor, los verdaderos demonios de la familia.

⎯ Prometo que no lo serás, pero tú debes prometerme una a mí que te estás portando bien en este tiempo; nada de crímenes. Si te metes en algo pesado yo no te puedo sacar de ahí, hermana.

Lilith tragó saliva cuando JiMin apareció por su mente. No habían muchas posibilidades de que alguien se enterase de lo que tenían, tal vez la madre de él podía ser una boca abierta, pero en caso de ser así, ella también tenía con qué defenderse. El padre de JiMin no lo reconoce, si en algún momento se lo cruzó no se daría cuenta porque pareciera nunca estar en casa y por eso no le recuerda el rostro. Y después...algún amigo de él, pero dudaba mucho de eso ya, porque los jóvenes varones piensan en sexo, uno de sus amigos teniendo tales actividades con una mujer mayor era más un ganador que otra cosa, nadie iba a pensar que era abusado o en la obvia pedofilia que estaba sucediendo en el medio. Lilith no se consideraba pedófila, no le gustan los menores, pero teniendo en cuenta que está con uno...no sabía bien cómo clasificarse. No la calentaba, no era que veía adolescentes o niños y ella se excitaba o quería hacer algo con los mismos, pero no iba a negar que su parte íntima se mojaba cuando JiMin la besaba en el cuello o la tocaba en los puntos exactos que ella le indicó para excitarla.

Era extraña la situación.

Volviendo a su crimen, estaba bastante tranquila de que nadie podía enterarse, mucho menos alguien de la policía o allegados a las leyes, no podía tener tanta mala suerte como para que eso suceda. Era cuestión de ser cuidadosos, tener una buena mentira en caso de que alguien pudiera pillarlos, o mejor dicho, pillar a JiMin entrar en el departamento de Lilith, porque no era muy normal que un adolescente entre a la vivienda de una adulta solo para quedarse sentados uno frente al otro sin decir nada, obviamente algo sucedía en el medio, debían conseguir una mentira que cuadre con ellos, solo en caso de que las cosas se salgan de control.

⎯ Nada de eso.⎯ lo negó al instante, llevando el cigarro a su boca.⎯ Prácticamente me la paso trabajando para vivir en un departamento que se cae a pedazos y tener una comida al día, ya me olvide lo que era tener las tres, o más, comidas al día.

⎯ Arreglaremos eso. Lo prometo.

Tiempo después ya estaba en el funeral, quedándose a una larga distancia detrás de los invitados, donde nadie pudiera verla derramando sus lágrimas. Llevaba un vestido en color negro apretado y largo hasta sus tobillos, lo complementaba con unos guantes que cubrían hasta sus muñecas, y había pasado la plancha por su cabello porque no quería verse y recordar que se parecía a su madre con sus rulos habituales, solo por un día, prefirió tenerlo lacio, dándose cuenta que lo tenía más largo de lo que pensaba. Veía a las personas sentadas en sus sillas, todos vestidos de negro, las mujeres con enormes gorros o hasta con sombrillas pequeñas para el sol, la mayoría hablando entre ellos, pocos fingiendo lágrimas, ya ni se esforzaban en mostrarse tristes cuando se alegraban de que otro Lennox había muerto, y posiblemente su casa también estaba en su testamento de herencia hacia alguno de sus nietos. Lilith rió sin gracia al imaginárselos comiendo las uñas de sus manos con desesperación por saber a quién le quedarían esas preciosas mansiones y las fincas en el extranjero.

Jodidos hipócritas.

Su abuelo era mucho más que alguien adinerado, recuerda que nunca le interesó mucho el dinero en sí, a escondidas le regalaba billetes a sus nietos, tanto a los grandes como a los pequeños, y no lo hacía con sus hijos porque su mujer los había criado de una manera muy superficial. Él había sido otro de los casos que fue comprometido a la fuerza, cuando en su juventud era un galán con todas las mujeres y no había fin de semana donde no estuviera con una distinta, hasta que sus padres se cansaron de eso y la casaron con Sharon, la hija de una pareja adinerada que estaba buscando esposo en para ella, por lo menos se sintió agradecida de saber que su marido era alguien de su casi misma edad y no alguien que le llevaba diez años o más. Sin contar que el señor Lennox en el momento que contrajo matrimonio seguía siendo un experto en la cama, de ahí Sharon quedó embarazada cinco veces, donde tuvieron seis hijos que eran arrogantes y superficiales como ella a pesar de tener un padre que con el tiempo comenzó a ser más dulce y atento. Más humano.

Ahora, de todos sus hijos, ninguno lloraba por su partida, lo único que hacían era pensar a quien le quedarían sus cosas, o cómo vender aquellos cuadros costosos para sacar más ganancia, porque así eran los Lennox, adoraban el dinero, era lo que más anhelaban en la tierra. Lilith se sentía triste por eso, porque ninguno de sus hijos, o nietos mayores, iban a verlo, a menos que les de dinero, ella era la única que estaba todos los fines de semana ahí, jugando a juegos de mesa juntos, él la ayudaba en deberes de la escuela, y cocinaban con la compañía del otro. Se acompañaban mutuamente, Sharon había fallecido ya varios años atrás y se sentía solo, y Lilith se sentía de la misma manera aún viviendo con toda su familia y teniendo un novio que, supuestamente, la amaba.

Suspiró, asegurándose de recordarlo con una sonrisa y no de una manera triste, en algún momento se cumpliría el secreto que había entre ellos, y ahí ella terminaría de ser feliz. No valía la pena recordarlo de una manera triste, solo iba a sentirse peor. Y estaba por acercarse a las personas, viendo que finalmente estaban bajando el ataúd y lo ponían bajo tierra, hasta que una voz detrás suyo la sorprendió.

⎯ Pensé que el día que te volvería a ver sería cuando estés en un ataúd.

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