UNO: DILCE IGNORANCIA

Italia, tierra de los amaneceres en rojo borgoña. Italia, tierra de sangre caliente e historia, con su orgullosa Venecia, San Marcos, su Partenón y el suave sabor del vino tinto mezclándose con un calzone recién sacado del horno.

Italia, orgullosa a tres colores, casa de la Famiglia, hogar para los que se mueven entre las formas de lo indecoroso bajo la pólvora y la sangre. Hogar para los hijos de la noche y el honor, que no temen a entregarse sobre el filo de una daga manchada; segunda casa para un hombre que ha jurado borrar sus orígenes para renacer de las cenizas.

Más fuerte, más digno, orgulloso como el tigre que lleva tatuado en el pectoral izquierdo, Min Yoon Gi decidió hacerse del control de lo único que podía lastimarlo y ésa era su propia existencia.

El próximo disparo de la Berreta en una pálida mano adornada con un anillo cuya piedra es una extraña reliquia trazada en zafiros del orden de los milímetros impacta limpiamente en la frente de Luigi Santorini, aquel estorbo de hombre que le jurara lealtad justo para intentar vender el nuevo lote de drogas “suaves” al mejor postor.

Arrivederci, Luigi—Murmura Min antes de guardar el arma del vuelta a la pistolera que carga en su pantalón de diseñador.

El silencio en la sala de interrogatorios de uno de los tantos casinos que regenta bajo el nombre de Diabolo's Signs es tenso, mientras una sombra de hombros amplios se acerca con una especie de libro en las manos.

—No quedan más compromisos para esta noche, además de planificar la partida a Venecia.

El Grande Capo asiente en dirección de su Consigliere. Kim Seok Jin también ha llegado con la carga de un pasado trágico desde su natal Corea del Sur. Si no fuera por su ingenio y sangre fría nunca hubiera salido de la alcantarilla donde el propio Yoongi estuvo alguna vez.

Ser acogido por un segundo jefe de la mafia como una especie de moneda de cambio entre el antiguo líder que servía en Asia para convertirse en quien dicta las órdenes, pareciera demasiado drástico. Pero cuando se empieza rápido se termina igual.

—De acuerdo. Quiero el informe de los D’Angelo sobre el escritorio de mi despacho en dos horas ¿Verena ha confirmado nuestra cita también?

Una ligera sombra cruza el rostro de Seok Jin mientras deja en manos de uno de los tantos asistentes que tiene la segunda mano del Capo el libro donde el nombre de Luigi ha sido tachado.

Otra familia que querrá cobrar venganza y a la que pensaban dar una salida decorosa contando el tipo de padre y esposo que tenían.

Verena Alligieri, una mujer con artes de bruja y dueña de un prostíbulo de primera categoría en el bajo mundo veneciano. Anfitriona del Carnaval en la ciudad de los canales, se encontraba inmersa en la preparación del teatro social para atrapar a Kim Jennie, la nueva protegida de los D’Angelo.

—Sí, la señora Alligieri confirmó su cita desde temprano. Perdóneme la indiscreción, pero…

Jin dudó solo unos segundos, los suficientes para recordar que el Grande Capo no toleraba ningún tipo de paso en falso. Se aclaró la garganta finalmente para encontrar los enigmáticos ojos de un marrón casi negro salpicados por pequeñas motas grisáceas.

Min Yoon Gi era un complejo rompecabezas con demasiadas tribulaciones que enarcaba las cejas a fin de que su subordinado termine con lo que empezó.

—¿Pretende incluir al joven Park en el plan de Venecia?

La mención del castaño que en los últimos meses ha estado hospedándose en la Florentina coloca una extraña expresión en el rostro de Min. No es disgusto, tampoco conformidad. No es placer, mucho menos alegría.

Algo enciende las marcas grisáceas en el iris de este hombre mientras el final del pasillo que lleva a la sala de interrogatorios de su empresa fachada se hace presente.

Un solícito asistente les abre la puerta para que las luces del atardecer atrapen entre destellos naranjas a ambos hombres. Jin aprieta los dientes y termina tirando de la manga del traje de la casa italiana Valentino con detalles muy similares a un doble candado en los puños que lleva Yoongi.

—Yoon… es el hijo de Park Chae Woon. Después de todo se lo debes al viejo…

Obvio que le debía mucho al difunto empresario de Busan. Obvio que le había jurado cuidar de su muchacho y Hoseok se encargaba de recordárselo casi con una obstinación patológica. Pero tampoco podía dar marcha atrás.

Solo una semana atrás se había encontrado con un problema mayor que las dobles intenciones que le dispensaba a su pupilo. Porque Park Jimin no era ese ingenuo muchachito que le había presentado el bueno de Chae Woon en sus interminables conversaciones por video llamada desde Seúl. Había madurado y estaba en la flor de la veintena.

Había madurado y era delicioso como una pecaminosa uva. Una que se le había ofrecido en bandeja de plata noches anteriores y que ahora pretendía devorar por completo mientras le utilizaba como el alfil negro de su tablero de ajedrez.

—¿Yoongi?

—Ya basta. No es un inocente en esta historia. Creció consciente del legado de su padre y quiere venganza. Quiere una salida y se la ofrecí. Puedes ir quitando esa cara de madre ofendida de tu rostro. Tienes esposa e hijos. Ocúpate de ellos y regresa de una pieza. Nunca me has fallado. No lo hagas ahora.

Fue la respuesta con tintes de amenaza que recibió el de hombros anchos y lentillas redondeadas. El sol del atardecer fue testigo de cómo ambos hombres se despedían. Jin caminó hacia un convertible negro. Yoongi hacia su Aston Martin favorito.

Aun cuando fuera el jefe actual del movimiento en Europa, conducir le ayudaba a manejar los pensamientos encontrados. Jin era tan cuidadoso, tan pulcro en medio del caos en el que habían decidido vivir. Cómo podía ver la punta del iceberg cuando su deber con Park se mezclaba con otra cosa.

Min chasqueó la lengua antes de encender el equipo de sonido incorporado al tablero de su coche y las notas de Caruso se deslizaron bajo su piel. Necesitaba un trago de whisky tanto como un analgésico para una mente que parecía hervir. Había sido metódico.

Únicamente por esta vez me acompañarás a Venecia y únicamente por esta vez serás mi amante.”

Recordaba a la perfección sus palabras mientras la boca plena de Park Jimin abrazaba la suya y decidía probar su cuerpo con la misma voracidad del fuego extendiéndose en su interior.

Existía cierto sentimiento de culpabilidad en Yoongi, uno que debería arrancar cuanto antes cuando estaba dividido entre la racionalidad y el hedonismo. Jugaría lo suficiente mientras el joven conseguía trazar su venganza del Clan Lee en Corea del Sur.

Sería su rama de olivo para conseguir la redención mientras sus manos se encargaban de hacerle cambiar de opinión con cada roce.

"No me van los hombres."

Había dicho Jimin después de ser cubierto por su esperma una vez más. Yoongi recordaba haber reído oscuramente antes de colocarle el cigarrillo que casi consumía sobre los maduros labios y acariciarle la nuca.

“Yo tampoco, picollo mio, sin embargo aquí estás tú... Delicioso como el vino más caro de mi cava.”

Había visto el destello avellanado en los ojos del menor y ambos juraron echarle la culpa al deseo antes de volverse a entregar. Atracción carnal, solo pasión dura y caliente para aliviar el peso de la avaricia.

Un único acuerdo de silencio donde el cuerpo ganaba a los principios, y ahora, la probabilidad de decir que no parecía minúscula cuando el camino de gravilla cuidado con esmero crepitaba bajo las ruedas del Aston Martin mientras la caravana compuesta por el equipo de seguridad aparcaba tras Yoongi y un apresurado Han Ji Sun le sostenía la puerta.

Buona notte, Grande Capo.

Una ligera venia proveniente de Han completó la bienvenida, Yoongi observó el límite de la entrada de la mansión que había remodelado casi en su totalidad. Como el sueño de aquel arquitecto en el que le hubiera gustado titularse si la vida no hubiera apostado por otra opción.

Una rosaleda marcaba los límites del jardín donde otras especies igual de exóticas y caras eran cuidadas hasta el punto de la obsesión. Donde madonnas desnudas enmarcaban una fuente de agua fresca y nenúfares en flor, cerca de la pequeña pagoda de los lotos para recordar de dónde venía y hacia dónde iba. Para recordar que había florecido en medio de las peores circunstancias y los tres pisos de su hogar tenían en cada piedra labrado su esfuerzo.

—¿Park ya llegó? Espero que no esté borracho porque hoy hubo movimiento con los Carabinieri.

Han tragó duro. El señor Park Jimin había terminado de atender a los camorristas bajo la jurisdicción de Min tres horas atrás y desde entonces el despacho del Grande Capo le había sonado perfecto para montar su campamento de platillos gourmet y coñac.

Los rumores de que se “estaba ofreciendo en especie” al Grande Capo ya corrían entre el personal de la casona, pero Han era de los que había aprendido a ver y no ver cuando lo requería la situación.

Ni siquiera Banchan, el guardaespaldas designado del señor Park, se atrevía a comentar sobre aquel comportamiento que desde la última semana traía tan animado al joven.

Todos esperaban achacarle la emoción a los eventos que debían acontecer en Venecia en fechas venideras. Cuando la mascarada del carnaval encendiera las luces de otra danza siniestra y la vendetta del capo contra sus enemigos del pasado fuera cobrada mientras el nombre de Jennifer Kim se convertía en la bandera blanca o en el himno de la declaración de guerra en dependencia de su propia suerte.

—El signore Park terminó sus deberes como cirujano hace horas. No ha salido a ningún club tampoco. Es… el chico le espera… en su despacho, Grande Capo.

Lo último había sido un pequeño murmullo que Yoongi respondió carraspeando. Han se quedó de piedra cuando el hombre dio unos pasos al frente y sus amenazantes orbes color ébano le obligaron a alzar la mirada.

—Llevas doce años a mi servicio, muchacho. Te vi crecer y sé lo suficiente de ti como para arruinarte la vida, así que mide tus palabras. Jimin no me espera. Jimin es mi pupilo y por ende me debo de ocupar de su seguridad cuando es obvio que ustedes se dejan engatusar por su locuacidad ¿Bene?

El joven asintió atropelladamente antes de corregirse. A Min Yoon Gi le ibas con palabras no con gestos de cabeza.

—Sí, Grande Capo.

Resolvió finalmente, ganándose la mirada gélida del más pálido. Otras órdenes fueron pronunciadas en dirección al servicio, tal como que no le molestaran hasta la llegada de Verena y si Jin había enviado el informe a su despacho, cuando era obvio que Jimin debería estar leyendo aquellos documentos privados como el amo del reino que no le pertenecía.

Aquel mocoso irritante no se cansaba de husmear en lo que no le incumbía y eso solo molestaba al lado fríamente racional de Min. Pasando derecho por el recibidor principal, la biblioteca y la sala de juegos, las puertas de caoba adornadas con el grabado de las garras de un tigre en las manillas fueron abiertas con un ligero golpe.

Allí una figura de cabellos castaños se giró abruptamente. Park Jimin lucía como una maravillosa visión en ropa holgada e informal mientras el grupo de folios que intentaba entender previo a la llegada del más pálido, caída de una de sus delicadas manos y la sorpresa entreabría sus apetitosos labios color cereza.

Yoongi masculló por lo bajo antes de cerrar la puerta y colocar el seguro. Todo podía esperar, aun contaba con una hora para escuchar a Verena y leer el dichoso informe.

Aún contaba con una hora para confirmar su estadía en el I'l Italiano en Venecia mientras el objeto de su inconformidad palidecía ante su presencia y el aire se cortaba a su alrededor para tomarle del mentón.

—¿Otra vez, picollo mio?

El apodo dibujó una sonrisa avergonzada en el joven Park mientras se resignaba a ser atrapado en su pequeña travesura.

—Jennie Kim… ¿Así se llama la pobre chica a la que debo seducir para cobrar mi venganza?

Yoongi terminó de acercarse para arrebatarle la delgada hoja de papel que temblaba en las manos del castaño y de paso apreciar el aroma a coñac y perfume de la marca Dior que solía usar. Jimin se humedeció los labios con la lengua.

—Es de muy mala educación revisar la correspondencia ajena. Tendrás detalles después. Ahora te mereces un pequeño castigo por ser curioso.

—¿Castigo?

Musitó Park, claramente afectado por la cercanía del mayor, mientras sus pequeñas manos se aferraban al respaldo del sillón donde estaba casi arrodillado.

Con una extremidad doblada sobre la mullida silla y la otra pierna colgando del mueble, con esa pieza de carpintería separándolo del calor del cuerpo duro que ya conocía a la perfección.

La risa obscura de su interlocutor le comunicó que estaba en verdaderos problemas. Yoongi le separó de la silla para terminar de sentarlo sobre el escritorio.

Ojos de un avellana eléctrico le observaban con la invitación más seductora escrita en el rostro. Ojos de un imposible verde incandescente manchados por el deseo que le recordaban al vino y la simpleza de una pradera en primavera.

Jimin era el recuerdo de la juventud desperdiciada en un trago de ironía. Un mimado juguete que lo había perdido todo en un abrir y cerrar de ojos. Le habían entregado nada más y nada menos como garantía de tomar Corea cuando la vida en Europa le fuera indiferente.

Yoongi trazó con un dedo largo y pálido la base del cuello del menor, percibiendo el pulso anhelante de la sangre agitándose a su paso. Percibiendo cómo los labios ajenos se abrían ligeramente mientras aquel dedo acariciaba y presionaba sobre el lunar que marcaba el inicio a las apetecibles clavículas.

Gira para mí, picollo mio.

Murmuró el Grande Capo en aquel tono gutural preso del hambre y el cansancio de un hombre acostumbrado a darlo todo por sentado. Jimin tragó duro pero en lugar de obedecer se aferró a la cintura del pantalón de vestir del magnate. Una ceja del mismo tono oscuro del cabello de Yoongi se enarcó.

—No fue tan grave como para que me castigues. Solo me anticipé a que me lo contaras. A fin de cuentas, volamos mañana a Venecia.

—No te estoy pidiendo permiso. Date la vuelta. No hace falta que lo describa... te deseo, aquí y ahora.

Ya lo sabía y en el fondo, algo dentro de sí mismo se derretía con la idea de ser tomado contra el escritorio.

—No soy tu juguete...

Se atrevió a pronunciar pero Yoongi solo gruñó para girarlo dentro del abrazo posesivo en el que lo había encerrado y hacerle notar su excitación contra la sensible carne de la espalda baja.

—Estamos en esto de mutuo acuerdo. Es tu carta para ir al jodido intercambio. No voy a perdirte permiso. Eres mío, aceptaste ser mi amante y voy a tomarte cuando me plazca. Ahora si no te importa, solo habla para gemir mi nombre, delicioso mío.

Jimin se calló de golpe cuando una de las manos de Min le apretaban la evidente muestra de su deseo sobre la tela del pantalón. Cerró los ojos apagando alarmas internas y remordimientos.

En el fondo de su conciencia se cuestionaba si no se estaba volviendo adicto a Yoongi y nunca más podría hacerlo con una mujer como solía ser la norma. Cuando su pantalón de tela fina fue bajado y los dedos de Grande Capo se perdieron en su interior, solo pudo dejar caer su peso sobre el hombro del más pálido y morderse los labios mientras el deseo corría líquido en sus venas.

Lengua, manos, besos obscenos y palabras susurradas contra su oído. Uñas cortas que trazaban su columna vertebral intentando describir un nuevo patrón sobre las fases de la luna, dientes que rasgaban en aquellos puntos que consideraba zonas de fuego.

Cuando la presión quedó acomodada entre sus piernas y tuvo que amoldarse a la exigencia ajena sobre el escritorio, deseó poder mirar a los ojos a su captor emocional y analizar a placer la expresión que acompañaba los sonidos que solo dos enredados en una espiral tan engañosa como la pasión podrían protagonizar.

Pero no podía, cada envite en su interior superaba al otro. Cada beso en su maltratada boca o directamente sobre su intimidad parecía encenderlo más.

Eres delicioso, me encanta cómo me recibes. Una compleja droga para mí. Una copa de ambrosía servida por un jodido ángel entre mis manos.

Jimin escuchaba aquella especie de sermón murmurando versiones incoherentes del nombre del hombre que ahora admitía le había intrigado desde la primera mirada, el hombre que una vez satisfecho plantaba su esencia en su interior y le delineaba las mejillas para que pudiera encontrar las pequeñas motas azul grisáceo en lo profundo de sus ojos.

Yoongi en marrón y azul prusia. Yoongi en una y mil versiones para abrirle las puertas de un infierno con el nombre de la dulce ignorancia.

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ILLECITO

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"EL AMOR Y EL ODIO
VAN EN LA MISMA COPA"

DARK SIDE OF THE SUN II©

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2024

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