VACACIONES

Las vacaciones eran forzadas. Una semana completa. Ni hablar, tenían que obedecer a Bárbara. Los tres habían acordado no comentar nada con sus familias, lo que menos deseaban era que sus padres iniciaran una revuelta. Tenían que ser profesionales. Cada uno ocuparia su tiempo por separado en diferentes actividades. Necesitaban distraerse.


GIANLUCA

Estaciono el auto frente al club. Mientras descendía, dejo caer de forma distraída las llaves sobre la palma de la mano del valet parking. Apenas cruzo la puerta, se sumergió en un ambiente de música electrónica y luces neones.

- Sambuca, per favore. - solicito en cuanto tomo asiento frente a la barra.

Un grupo de chicas que estaban en una mesa próxima no le habían quitado la vista de encima. No era algo que a Gianluca lo tomara por sorpresa. Estaba acostumbrado a ser el centro de atención la mayor parte del tiempo. Y de cierto modo le gustaba. El trato con las personas, conversar, conocer... ser artista era su trabajo ideal. Para cuando el mesero regreso con su bebida, las jóvenes ya se hallaban junto a él pidiéndole su autógrafo y alguna que otra foto de recuerdo. Pronto, el escandalo fue tal, que todas las jóvenes del lugar se amontonaron a su alrededor. La noche que él había destinado para divertirse, había resultado en una firma de autógrafos.

"Los hombres de este lugar deben odiarme" - pensó con cierto remordimiento.

Mientras la joven que seguía en fila se preparaba para una foto con él, Gianluca miro con curiosidad a la que parecía ser la única mujer que no lo había tomado en cuenta en toda la noche. Se había percatado de ella hacia un rato, pero no la había podido ver con claridad debido a que se hallaba en el balcón privado y de espaldas a la multitud de la planta baja.

Un rato despues, la joven pelirroja descendía los escalones lentamente y ante la mirada de los hombres que aprovechaban la distracción que Gianluca había provocado en sus novias o compañeras.
Gianluca la seguía de reojo mientras firmaba una agenda, y en el momento en que él levanto la mirada y la clavo en ella, la pelirroja hacia lo mismo. Por segundos su mirada verde pareció atravesarlo, y luego... nada. Ella lo había mirado con cierta indiferencia, salvo con una leve sonrisa que Gianluca no supo interpretar. Luego de esto, se marchó del lugar.

Dos días después, aquella pelirroja volvió a aparecérsele en un centro comercial.

Mientras él bajaba las escaleras eléctricas cargado con bolsas de regalos para su familia, ella subía en la escalera de junto.
No había dejado de pensar en ella desde la noche del club. Debía reconocer que era guapa, pero no era por eso que se sentía atraído por ella, estaba acostumbrado a la belleza femenina, en ese sentido ya no era fácil de impresionar. No había una explicación lógica, solo, le había gustado. Quizá, fuese el hecho que había sido la única que no lo había tratado como a un artista, sino como a un joven común y corriente. Por más contradictorio que esto sonase.

Cuando estuvieron cerca y de frente, sus miradas volvieron a cruzarse y fue él quien tomo la iniciativa de sonreír. Al igual que la ocasión pasada, ella esbozo aquella indescifrable sonrisa.

No se dio cuenta de cómo decidió seguirla hasta la tienda de ropa; solo fue consciente del momento en que se miraban a través del espejo y ella le revelaba su nombre: Nataly.

PIERO

La cafetería estaba casi vacía, solo algunas parejas al fondo con sus susurros interrumpian el silencio de vez en cuando.
El había elegido un rincón, junto al gran ventanal que le proporcionaba luz para leer y al mismo tiempo una bonita vista de la ciudad italiana.
Le encantaba su país. Podría decirse que era un patriota. No cambiaría por nada su lugar de origen.
El postre que había pedido iba más de la mitad, lo que indicaba que tenía mucho rato ahí.
Anotaba sin cesar versos al azar que más tarde intentaría hilar en alguna canción.
Mientras saboreaba una cucharada más de su postre, la risa de una mujer le hizo mirar a la caja.
- Algun día abrire mi propio restaurante. - la escucho decirle al cajero con el que parecía conocerse - comida italiana.
- ¿Comida italiana en Italia? ¿No crees que apuestas demasiado? Tendrás mucha competencia.
- Tal vez - respondió sin menor dejo de decepción - pero mi restaurante será único. La comida se preparará con delicadeza, los mejores ingredientes... y con amor.
El cajero comenzó a reír mientras colocaba el efectivo y le devolvía su cambio.
- Ya veremos, ya veremos.
- Lo verás. Lo verás. - la joven tomo el pay que había comprado y con una sonrisa se despidió del joven.
Piero no quito sus ojos de ella, la cabellera castaña obscura combinaba perfectos con el café de sus ojos. Lo pudo notar cuando ella lo miro por instantes aun con la sonrisa de la platica.

Cuando Piero se levantó un rato despues para pagar su consumo, reparo en un pequeño libro que estaba junto a la caja. Lo tomo un poco indeciso. En la primera página tenía anotado en una perfecta caligrafía cursiva un nombre y un teléfono celular en el cual comunicarse.

Dos días después, Piero había terminado de leer aquel libro. Era un ensayo histórico que narraba mediante saltos de tiempo, los hechos más relevantes de Italia.

Regreso a la misma cafetería por los siguientes tres días y a la misma hora, esperando ver a la joven y devolverle el libro, que, por lo que había investigado, ya no se publicaba más, así que debía ser importante para ella.
Se imagino que tal vez trabajaba cerca y pasaría por ahí de camino a su empleo. Pero aunque Piero espero por horas enteras, ella no apareció.
El último día de su espera, antes de marcharse, le pregunto al cajero por la joven, mostrandole el libro. Pero él cajero no pareció recordarla o no quizo hablarle de ella.

Piero no tenía elección.
Era una locura.

El teléfono dio tono un par de veces y luego una suave voz al otro lado respondió:
- ¿Halo?
- Hola...emmm...¿Marcella?

IGNAZIO

No importaba que estuviese de vacaciones, el ejercicio era primordial, aunque esa mañana se había tomado su tiempo y habia llegado más tarde de lo usual.
Las máquinas de la planta baja estaban ocupadas, así que decidió ir a la planta alta y realizar algo de cardio. Se colocó los auriculares y empezó la primera parte de su rutina en la caminadora.
Hacia un día soleado. En esa área no habían ventanales grandes, pero si muchos que proporcionaban luz y aire natural.

Enfrente, al otro lado de la calle, estaba una escuela de baile. De ballet para ser exactos. Acudían un sin numero de pequeñas. De vez en cuando él disfrutaba viendo lo mucho que se esforzaban. Estaba seguro que, de seguir así, muchas de ellas serian grandiosas.
El esfuerzo lo es todo. - pensaba con frecuencia.

Esa mañana no fue la excepción. Mientras subía la intensidad de la caminadora y empezaba a correr, miro al otro lado para ver la rutina de las niñas. Pero no vio a ninguna. Lo que vio, fue una figura esbelta de cabello rubio, girando a lo largo y ancho del salón. Un joven apareció en el marco de la escena y la joven, con brincos graciosos se arrojo a sus brazos y terminaron en una tradicional pose dramática.

Al día siguiente volvió de nueva cuenta al gimnasio y a la misma hora. Y la chica de cabellos rubios seguía practicando.

Al cuarto día de ir y de verla, Ignazio ya sentía una curiosidad por conocerla. Aunque no sabia como.

No puedo llegar y decirle, hola, te he estado observando por días... sería extraño... psicopata - pensaba.

Pero el destino quiso que las cosas se le presentarán casi en bandeja de plata. La maestra de la academia, cruzo la calle y se le plantó en frente para suplicarle que le ayudará tocando el piano por un rato. Ambos se conocían de vista, por decirlo de alguna modo. Ignazio le había ayudado en una ocasión en que no podía abrir la puerta de la academia debido a su artritis. La maestra, una señora cincuentona, lo saludaba amablemente y notaba incluso cuando faltaba demasiado tiempo al gimnasio debido a las giras. Ella sabia quien era él.

Sin pensarlo, acepto. Cruzo la calle y pronto estuvo delante del piano.
La chica rubia le sonrió dándole la bienvenida y procedió a peinarse la ondulada cabellera en un moño alto.
Mientras Ignazio deslizaba sus dedos por las teclas, su miraba bailaba junto con aquella chica que tampoco perdía la oportunidad de mirarle, aunque cuando lo hacía, se sonrojara.
Cuando dio la última nota, la maestra se acercaba a él para darle las gracias.

- ¡Oh Ignazio! Eres ¡Increíble! Grazie, Grazie. Sin mi pianista y con mis dedos, el ensayo ubiese sido un desastre. Permiteme presentarte a una pupila mía... - la chica se desató el cabello mientras caminaba hacia ellos y volvía a ruborizarse - ella es Gwendolyne.

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3ra. ENTREGA DE ESTA HISTORIA.
LAMENTO SI ES LARGO PERO ERA MEJOR ASÍ.

GRACIAS POR LEER ESTA HISTORIA Y POR SUS MENSAJES DE APOYO.

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SI NO LES HA GUSTADO TAMBIÉN ESCRÍBANME, ME ENCANTA LEER SUGERENCIAS.

*TAMBIÉN PUEDEN DEJARME MENSAJES PRIVADOS

MIL GRACIAS. NOS LEEMOS PRONTO.
WRITERROSSES ♡

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