UNA NOCHE
- Nos vemos bien en la foto. Me gusto. Somos como los tres mosqueteros.
- Los tres mosqueteros en realidad eran cuatro, Gian. – le respondió Piero arrebatándole la revista y observando las fotos que les habían tomado.
- Dejen las fotos. ¿Qué tal la entrevista? – pregunto Ignazio desde el sillón.
Desde hacía un par de semanas que habían retornado al trabajo. Bárbara había aceptado la oportuna solicitud de una revista para realizar una entrevista a los jóvenes. Sería una forma de aplacar a los directores de marketing quienes aún amenazaban con sus ideas publicitarias la carrera de Il Volo. Aunque habían llegado a un acuerdo momentáneo de no interferir mientras el trio lograse mantener las ganancias, todos sabían que esperarían el momento oportuno para volver a fastidiar.
Era viernes al medio día. Tendrían un fin de semana relajado.
- Tengo que irme – anuncio Ignazio mirando su reloj.
- ¿Tan rápido? – Gianluca miro también su reloj.
- Tengo un compromiso. Nos veremos el lunes.
- ¿Un compromiso? ¿Qué clase de compromiso? – Piero lo miraba con una sonrisa cómplice.
- Ahora que lo pienso, ninguno de ustedes dos ha comentado que hicieron la semana que estuvimos de "vacaciones" – señalo un poco ofendido Gianluca. Odiaba sentirse excluido.
- Ninguno lo ha hecho, Gianluca... incluyéndote... - Ignazio sonrió complacido de haberle regresado el golpe a su amigo. Ninguno había hablado de aquella semana, y aunque todos se habían notado más al pendiente de sus teléfonos celulares, habían cuidado de no interferir en su privacidad.
IGNAZIO
Había conducido desde la capital italiana hasta la playa Sperlonga. Era una de las mas cercanas, pero no tanto, a la ciudad. Ofrecía una vista maravillosa, arena dorada, y cómodos lugares donde alojarse. Naturaleza y urbanidad combinadas. Gwnedolyne había sido la encargada de seleccionar el play list de música. Algunas veces cantaba a susurros y otras tan fuerte que competía con la voz de él, que le seguía el juego. Se alojaron en un hotel y en una habitación con vista al a playa.
- Quiero que sepas que no lo planee. – le dijo un poco apenado. Al parecer, hubo una confusión y en lugar de dos habitaciones, solo les habían reservado una. Lo peor, es que no había disponibles.
- No te preocupes.
- Si te sientes incomoda...
- Ignazio – le dijo ella mirándolo con una sonrisa y ese rubor característico de ella - estoy bien. Estoy contigo, es lo que quería. Relájate. Además, solo es una noche.
Recorrieron el hotel mientras hablaban de su niñez. Él le platico de cómo se había sentido inclinado hacia la música y ella, como es que su sueño era el de convertirse en una gran bailarina de música clásica.
Tomaron el sol en la playa y jugaron el agua. Había sido una tarde maravillosa.
No es que Ignazio nunca hubiese compartido almohada con una mujer, pero Gwendolyne parecía tan inocente que no estaba seguro de que paso dar.
No podía dormir. Era desesperante la situación.
- Ignazio... - escucho que le llamaron en susurros – ¿estas despierto?
- Si. ¿Todo bien? – se giró y encendió la lámpara que estaba en medio de ambos. La luz ilumino parcialmente la estancia y Gwendolyne, sentada al borde de su cama le miraba con el tirante caído de la blusa de dormir.
- Si. Solo que no tengo sueño. Pensaba en ir a dar un paseo por la playa.
- ¿No crees que es peligroso?
- Parece estar bastante iluminado, debe haber guardias rondando. No tardare. Lo prometo. – se metió al baño a cambiarse y cuando salió, él ya estaba listo para acompañarla.
El mar azotaba con fuerza y el viento, a pesar de ser verano, estaba frio. Por primera vez desde que se conocieron, estaban en silencio. La luna estaba enorme y se reflejaba en la turbulencia de aquel mar oscuro.
- Es hora de volver – murmuro ella. En su rostro noto decepción, ¿acaso ella esperaba que ocurriese algo más en aquel momento? Si Ignazio iba a hacer algo, tenía que ser en ese momento. La situación estaba propicia.
Alargo su brazo y tomándola por la cintura la jalo hacia sí... y se besaron... y fue tan largo que pronto perdieron el aliento, y supieron que ya ninguno de los dos iba a conciliar el sueño.
PIERO
El sonido del microondas anuncio que las palomitas estaban listas. Las vacío en un tazón y se dirigió a la sala.
- ¡Apresúrate! – le dijo Marcella asomando la cabeza por encima del sofá. Habían hablado sobre organizar un maratón de películas, y ese domingo había sido el día. El apartamento de Piero había sido el elegido, a causa de que el de ella era compartido con una amiga que elaboraría un proyecto escolar en equipo.
- ¿Porque no le pones pausa?
- No quiero... - respondió con cierto capricho en su voz. – es mas divertido burlarme de ti si te pierdes alguna escena.
Hacía mucho que Piero no disfrutaba de un día tan tranquilo. Le hubiese gustado ir de visita con su familia, pero sus padres saldrían de viaje y bueno, también ellos necesitaban su espacio.
Pocas mujeres habían pisado su apartamento. Cuando Marcella sugirió ir al de él, se sintió levemente incómodo. Las chicas que habían ido ahí no era precisamente para ver películas.
Se sentó junto a ella y se acomodo. La miro de reojo, sus ojos estaban abiertos y apenas parpadeaba, una palomita rosaba sus labios sin decidirse a entrar a su boca o no. Habían platicando todos los días desde que se conocieron. Marcella era divertida, inteligente, y con grandes planes. Se sentía bien con ella.
Riéndose, Piero le empujó la palomita hacia adentro de la boca.
- Comela de una vez, o podría comerla yo. - Marcella mastico con una sonrisa.
- Imagino que a todas les dices lo mismo. ¿no?
- ¿Que te hace pensar eso?
- La forma en que lo dices. El tono es de un caballero ocultando a un seductor. - la respuesta sorprendió a Piero - todas dicen que Gianluca es el coqueto... pero realmente el coqueto eres tú.
Tuvo que parpadear muchas veces para salir del asombro. No esperaba menos de ella.
- Eres la primera que lo dice de ese modo.
- Tomaré eso como un alago.
- ¿Tienes hambre? Prepararé algo de comer. Las palomitas nos harán daño. Han sido demasiadas.
- Te ayudo - puso pausa a la película y camino tras él. - Mejor... ¿Que te parece si yo te cocino?
- ¿Cocinarme? No lo sé...
- Has sido muy gentil conmigo, y aún no te devuelvo el favor de rescatar mi libro. Vamos... prometo no incendiar tu cocina.
- No lo sé Marcella... no mucha gente me cocina. Mas bien, no mucha gente sabe como me gusta la comida...
- Por favor...
En que momento se dejó convencer, quien sabe. Lo que si supo es que después de salir de la regadera, un aroma delicioso había inundado la estancia. Se vistió y cuando bajo las escaleras encontró la mesa lista y la figura de ella esperándolo.
Le extendió la mano a él, que sin dudar la tomo. Un vino que el reconoció de inmediato estaba descorchado.
Alabó el buen sazón de Marcella, y la elegancia de la decoración del platillo.
- Iré a tu restaurante siempre que pueda - le había dicho. Y ella sonrió complacida.
La botella de vino se consumió en su totalidad tras una charla animada en el balcón y con la ciudad como fondo.
- ¡Se me ha hecho tarde! - exclamó desesperada cuando las luces se habían encendido por completo en la ciudad. - lamento mucho haberte entretenido tanto. Debiste decirme antes.
Piero la observaba aun con la copa de vino en la mano.
Camino hacia la puerta mientras vaciaba la copa y la dejaba sobre algún lugar al que no presto atención.
- Gracias por la velada. Me gustaron las películas - decía ella acomodándose el bolso en el hombro. - Hasta pronto.
Avanzó un paso con la mano extendida para abrir la puerta e irse, pero apenas se había abierto la mano de él le obstruyo el paso y volvió a cerrar.
- No te vayas - le dijo suavemente - quédate esta noche conmigo...
GIANLUCA
Miraba su reloj cada 5 minutos desde la ultima media hora. Había sido invitado a una cena con motivo del cumpleaños de la esposa de un empresario italiano conocido de amigos. Al parecer la cumpleañera era fan de la voz de Gian y habia pedido que él estuviese entre los invitados.
Nataly era su acompañante. O al menos eso pretendía, si no llevase retrasada cuarenta minutos. Todos los invitados ya estaban ahí, bailando, charlando, y el esperándola en el recibidor.
Cansado y un poco molesto, decidió entrar. Saludo a la cumpleañera con una flamante sonrisa que derritió a la señora cuarentona, así como a su señor esposo.
Unos rostros familiares se le acercaron, y comenzaron a charlar animadamente, hasta que un rato después, uno de ellos señaló en una dirección.
Todos los jóvenes del grupo voltearon y vieron a una pelirroja sonriente acercándose.
- Hola Gian. Lamento la demora. - saludo Nataly besandolo en la mejilla.
- Descuida. No me ha parecido tanto tiempo - mintio por caballerosidad.
- ¿No vas a presentarnos? - se insinuó uno de los jóvenes. No eran amigos de Gian. Se conocían de vista, en algún lado, en algún evento social. Solo eso. Realmente Gianluca no deseaba presentar a Nataly a aquel sujeto.
- Quizá en otra ocasión. Con permiso - se despidió con una sonrisa diplomática.
- Eso no fue cortés. - le inquirió Nataly apenas se alejaban.
- Lo sé. Pero me incómodo. ¿Notaste como te miraba?
- Gian... - le dijo ella dulcemente mientras tomaba su rostro entre las manos - soy una modelo. Estoy acostumbrada a las miradas.
- Pero hay de miradas a miradas - era evidente que estaba molesto. Tenia esa mueca que pocas veces se le notaba, pero que ahí estaba, latente.
- No quiero que la pases mal por mi causa. Si quieres puedo marcharme. - la sugerencia era tan definitiva que el realmente pensó que ella se marcharía.
- No, no. No quiero que hagas eso. Eres mi invitada.
- La invitada del invitado... algo gracioso, ¿no? - Gian sonrió - eso es. Y ahora, a bailar.
Aunque la música no era nada moderna y más bien clásica. No tuvieron problemas en acoplarse a las parejas mayores. Gianluca había elegido su eterno traje negro a juego con corbatin, mientras que ella llevaba un vestido largo en azul marino y perlas.
Mientras bailaban, Gian respiro su perfume y pudo sentir la proximidad de su cuerpo cuando la música se torno lenta y no tuvieron valor de dejar la pista.
- Bailas muy bien - La alago.
- Y tu eres grandioso siguiendome.
- Seguiría cada uno de tus pasos si me lo permitieran... - dijo cerca de su oído, y sintió, como el frágil cuerpo de ella se estremecía. Se separó un momento sin perder el ritmo y sus ojos verdes estaban con los suyos.
- No hay nadie que te lo impida... - le respondió, e instintivamente cerro los ojos y sus labios se entre abrieron esperando ese beso que no se hizo del rogar.
Así, cuando la cumpleañera dio su discurso de gracias a los invitados, Nataly salía del estacionamiento en el auto de Gianluca, en dirección al apartamento de él.
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4ta. ENTREGA DE ESTA HISTORIA.
MIL GRACIAS POR TOMARSE EL TIEMPO DE LEERLA.
OJALA ESTE SIENDO DE SU AGRADO.
PONGAN ☆ SI LES GUSTO EL CAPÍTULO. Y SABEN QUE PUEDEN COMENTAR QUE LES PARECIÓ O SI TIENEN SUGERENCIAS PARA MEJORARLA.
NOS LEEMOS PRONTO.
WRITERROSSES ♡
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