ALESSANDRA

Comer con su padre siempre era incómodo. Nunca tenían de que hablar.

La sopa ya se había enfriado y aunque le resultaba un tanto repugnante, Alessandra seguía comiéndola.

- Entonces... ¿iras? – pregunto insegura mientras por debajo de la mesa se tronaba los dedos.

- Sabes que no me gustan los eventos públicos. – la respuesta fue simple y austera. Ni siquiera la miro. Oculto tras aquel periódico desde que se sirvió la comida, su padre había dejado más que claro el muro que los dividía.

- Entiendo... - tomo su bolso furiosa mientras se levantaba – No sé porque pensé que por una vez podrías actuar como si yo fuese tu hija.

- ¡No empieces Alessandra! – no se quedó a escuchar la justificación de su padre. Azoto la puerta al salir e hizo acopio de todo su coraje para no llorar. Miro hacia atrás. La fachada del nuevo hogar que había formado él. Era una fachada pintoresca, con macetas en los barandales del balcón y ventanales grandes. Su casa nunca lucio así de acogedora. 

Emprendió el camino de regreso a su apartamento y como si la hubiese invocado, su madre daba señales de vida.

"Lamento no haber respondido antes, pero he venido de vacaciones a Londres con unas amigas. Regresaremos en dos semanas. Lamento mucho no estar ahí contigo, pero te llevare un bonito regalo. Cuídate. "

Era de esperarse. No tenia a nadie. Apenas había ingresado a la universidad, había buscado trabajo y se había marchado a vivir con Fiorella, dejando a su madre en total libertad.

Llego al departamento y se dejo caer sobre el sillón. A su lado, la toga y el birrete que usaría la semana siguiente en su ceremonia de graduación, yacía en el  suelo un poco arrugado.

- ¡Hola! Te esperaba mas tarde. - Fiorella entraba cargada de bolsos de mercado. - ¿Como te fue con tu padre?

- ¿Cual padre?

- No irán, ninguno de los dos. ¿Verdad? - levanto las piernas de su amiga y las coloco sobre las suyas. La miro. Era tan orgullosa que en vez de llorar, miraba el techo con los ojos inmóviles. - Mis padres y yo iremos de vacaciones a la casa de mi abuela en Padua. Sabes que puedes venir si gustas. - su amiga no respondió - No puedes cambiar las cosas, Alessa. Tanta tristeza y rencor, no es bueno.

- No practiques tu psicologia conmigo, por favor.

- Nada de lo que hagas va a cambiar las cosas. Nada. - Alessandra se incorporo mirándola - Aun no es tarde. Demos la vuelta. Después de graduarnos vayámonos de aquí. Empecemos las dos de cero y juntas en otro lugar. Yo te ayudare. Eres bonita, estas sana, viva... y vas a graduarte con el segundo mejor promedio de la universidad. ¡Alessa! ¡Tu vida es buena! vas a ser una gran Periodista. ¡Dios! me desespera hablar contigo. 

- Gracias - le dijo casi en un susurro - siempre has sido muy paciente conmigo.

- Eres como mi hermana. No es que tenga muchas opciones. Todas tenemos una hermana molesta. - ambas se rieron y Fiorella se sintió orgullosa de su triunfo. Recogió las cosas de su amiga y las llevo a la habitación. Al regresar, Alessandra miraba las compras. 

- ¿Trajiste las cosas que te encargue? - pregunto mas animada y husmeando en la bolsa.

- Si. Todo esta en las bolsas. También pase por la agencia,  felicidades. Fuiste aceptada. - una sonrisa amplia se esbozo en los labios de su amiga, era una gran noticia.

- ¿¡Enserio!? ¡Perfecto!... Me acabo de alegrar. Estaba tan nerviosa, pensé que no lo lograríamos. 

- Lo hiciste bien, yo no lo dude. - Alessandra miro su reloj de pulso, aun tenia tiempo antes de su compromiso nocturno.

- Voy a salir. - dijo de golpe - no voy a tardar.

- ¿A donde iras? ¿Quieres que te acompañe?

- No, no. Voy a correr un rato. Necesito estar relajada para mas tarde.

- No me dijiste que tuvieses cita hoy. - Frunció el ceño. Parte del código de amistad y de cómplices en aquella disparatada idea de venganza, era no tener secretos entre ellas. Sobre todo entre ellas.

- Fue de ultimo minuto. Lo prometo. - Sonrió traviesamente y fue a cambiarse.

La música sonaba fuerte en sus oídos. Había corrido poco mas de una hora, primero al rededor del parque y luego un poco mas haya. Sus trotes la llevaron al verdadero lugar donde quería ir. 

No bajo su ritmo por ningún motivo, atravesó el portón abierto de la entrada y  siguió derecho. Los cementerios jamas habían sido de su agrado, le daban miedo, mucho miedo. 

Se detuvo en seco y jalo aire para recuperarse. Había llegado.

Se quito los auriculares y los dejo colgando al rededor de su cuello. Se tomo el tiempo para poner en pausa su reproductor de música y  se agacho para pasar sus dedos en la lapida inscrita. 

- Hola, hermano. - murmuro y con la voz a punto de quebrarse. 

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5ta. ENTREGA DE ESTA HISTORIA.

GRACIAS POR SUS VOTOS, LECTURAS Y COMENTARIOS.

NO DUDEN EN ESCRIBIRME EN COMENTARIOS O EN PRIVADO SUS OPINIONES O SUGERENCIAS. ME ENCANTA LEER LO QUE PIENSAN AL RESPECTO.

NOS LEEMOS PRONTO.

WRITERROSSES ♥

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