Capitolo 13
ORLENA
—Por supuesto que sí. Mis mejores amigos...—no le dejo terminar.
—Siento cortarte tu buen rollo. Te voy hacer una pregunta, ¿puedo? —pregunto dubitativa.
—Dispara, no tengas miedo a preguntarme cualquier cosa Orlena.
—No es por ser mala ni llevarte la contraria —mi hermano me mira como si no supiera de que hablo y yo prosigo a explicarme mejor—. ¿La familia no conoce a tus mejores amigos?
Cesare expulsa todo el aire que estaba reteniendo en sus pulmones. En este momento me hubiera encantado tener el poder de leer mente. Así podría haber sabido que estaba pensando mi hermano.
—Sí y no —me quedo igual sinceramente. Él al ver mi cara se aclara la garganta y procede a explayarse —. Nuestra familia desde pequeños siempre nos llevaron a colegios prestigiosos donde eran exclusivos. Nadie podía entrar ni siquiera con una beca para estudiar allí —uy esta información jamás llegó a mis manos —. Ellos prácticamente nos decían con quienes teníamos que juntarnos y los que tendrían que ser de nuestro círculo de amigos.
Este tipo de situaciones me suelen producir dolor de cabeza. Puesto que no entiendo a las personas con el pensamiento tan retorcido, bueno, en realidad sí y he vivido bajo su mismo techo.
—Davide y más Isacco nos recalcaban cada tres segundos cada día de los trescientos sesenta y cinco días que contiene un año, quienes tenían que ser nuestros amigos para poder seguir manteniendo nuestra reputación impecable—en resumen. Padre e hijo fastidiaban a sus descendencias por el mero hecho de no salir salpicados con su vida falsa convertida en cuento de hadas.
Parece ser que la familia Lepori viven en siglos más atrasados al cual estamos en el presente. ¡Es de locos!
—Y tú jamás cumpliste a rajatabla sus peticiones —una de mis cejas es elevada con notoria evidencia. Sus palabras no serán despectivas hacia la familia, aun así, no han sido en defensa de ellos y eso me hace respirar con alivia. Al menos uno de mis tres hermanos lleva la sensatez integrada en su cuerpo.
—No, encontré a un grupo de personas reducido con los cuales puedo contar para todo. Jamás estuvieron de acuerdo que siguiera viviendo bajo el mismo techo que nuestra familia, y aun con todo eso, me apoyaron con cada decisión que todo. La familia no es tonta, sabrán por mis actitudes hoscas que he tenido con ellos que no estoy de acuerdo con lo que hacen. No obstante...—en esa parte me mira directamente a los ojos y se exactamente las palabras que ha querido dejar suspendidas en el aire.
Cesare al menos puto situarse y encontrar a personas que seguramente le hicieron recapacitar en su actitud de Lepori —que seguro alguna vez tuvo —. Gracias a Dios que encontró a esas personas en las que se refugiará de los pensamientos negativos que intentan penetras los muros de su cabeza.
—Aunque estén tan enfadados contigo. Nunca te van a tocar un pelo o te harán cualquier cosa que te dañe mental o psicológicamente —no estaba del todo segura de lo que había dicho. Se podía esperar de todo de esas dos personas tan escalofriantes, maniáticas y psicópatas a la vez. Todo lo llevaban guardado en un pack y disfrazado para que no se vieran sus verdaderas personalidades.
—No lo sé Orlena, después de verte en ese estado, ya no sé lo que esperar de ellos —se sincera. Y eso que no ha visto demasiado.
—¿Dónde vives ahora? —pregunto.
—¿Recuerdas que me iba a casar? —se me había olvidado por completo. Por eso habían ido a Venecia, para casarse. Ahora que tengo oportunidad, le preguntaré algo por curiosidad.
—¿Quién o quienes insistieron en hacer la boda allí? —levanto una de mis cejas esperando la respuesta correcta a esa pregunta que yo mismo he formulado.
Las facciones de la cara de mi hermano cambian deprisa. Estoy al tanto de porque ha sido.
Ha caído en la cuenta de quienes tuvieron esa idea y con qué finalidad iban a Venecia. Preparar su boda era una excusa verdaderamente buena para una tapadera.
—Papá y el abuelo, pero el que más insistió fue el abuelo —me revela. Sacco tenía todas las cartas sobre su poder, solo hacía falta jugar con ellas.
Su personal accesible para él, además de cuenta bancaria repleta de billetes, no le hacía falta mucho más.
—Me lo creo —digo con sinceridad.
—¿Te puedo hacer una pregunta?
—Claro que sí, otra cosa es que te llegue a responder —le guiño un ojo en bromas.
—¿Vas a hacer una locura? —al principio, no entendí a lo que se refería hasta que caigo en la cuenta.
Mis pensamientos me llevan justamente a las palabras pensadas por mí: refugiarme en un país lo bastante lejos de Italia, sin comunicación alguna con las personas de mi entorno, suministrarme bien de muchas dosis de información referente a las vidas paralelas de mis familiares. De lo que no me puedo olvidar por nada del mundo es saber defenderme de un ataque y también aprender a guardar los sentimientos, sobre todo el del miedo delante de algunas personas en concreto.
Será un arduo trabajo que tendré que llevar a cabo. Cueste lo que cueste lo haré y tarde el tiempo que tarde fuera de Italia. Volveré una vez que esté preparada, de eso no me cabe ninguna duda.
Le doy una leve sonrisa a mi hermano para que no se preocupe. No le diré que ocurre, aunque sí que necesito ayuda.
El debate interno que se está debatiendo en mi interior en si decirle lo que ocurre o no me acaba produciendo dolor de cabeza.
—Llamaré a mis dos amigos —me alegra que sepa respetar mis decisiones. Me duele verle de esa forma y me destroza el corazón.
Or una parte, doy gracias que mis mejores amigos no estén aquí dentro y tampoco saben qué va a ocurrir conmigo una vez salga de este hospital.
Mi hermano se da media vuelta —ya con el teléfono móvil en mano, seguramente ya haya llamado a alguno de sus dos amigos —y sale por la puerta dejándome consumida en la silenciosa habitación.
Por todo lo que ha pasado este día ya lo puedo dar casi por terminado. La visita inesperada de mis hermanos ha sido suficiente y más cuando he sabido por mis propios medios que no me quieren ni ver a menos de diez metros.
Deben haber pasado no más de diez minutos en los cuales yo me dediqué a posar mi mirada en todos los rincones de la estancia hasta que me di cuenta de que mi hermano me dejo a los pies de la cama, el portátil y el móvil.
Con sumo cuidado me incorporo hasta quedar sentada, me quedo unos segundos quieta para cerciorarme que me puedo quedar en esa posición y no caerme. Seguido de eso, proceso a estirar mis brazos y poder alcanzar las dos tecnologías avanzadas que están a mi alcance.
Una vez las dos cosas en mis manos, procedo hacer lo mismo que antes, pero a la inversa.
Me acomodo en el colchón y procedo a abrir el ordenador y encenderlo cuando la puerta se abre de nuevo y es Cesare quien entra por ella guardándose por el camino en el bolsillo delantero de su bata de médico.
—Vaya, que rápida eres y solo he estado fuera aproximadamente diez minutos.
—Me aburría —me excusa —. Además tengo que investigar un par de cosas.
—¿Puedo hacer algo para que cambies de opinión? —le sonrío con ternura por cómo me pone esa carita de súplica y sintiéndolo mucho niego varias veces con la cabeza —No insistiré más. Por cierto, mis dos amigos están de camino, llegarán en un rato. Tienen ganas de conocer a la hermana perdida de los Lepori —mis ojos por casi salen de sus orbitas. ¿Qué acaba de decir? ¿Ellos lo saben?
—¿Tu estas mal de la cabeza? —no esperaba que fuera tan irresponsable de hablarle a sus mejores amigos de mí. Podrían estar fingiendo...Creo que el tema de mi familia se está convirtiendo en una obsesión y no es bueno.
—Sé que no confías en nadie más que tus mejores amigos —punzadas de culpabilidad me están atacando fuertemente en el cuerpo en este instante —. Lástima que necesitas a mis dos mejores amigos para hacer lo que esa mente tiene maquinado —señala con su dedo índice mi cabeza —. Y te voy a decir una cosa, como te centres y obsesiones con que todo el mundo está de parte de nuestra familia solo por el mero hecho de que tienen familia, voy a acabar yendo a visitarte a un centro psiquiátrico.
Lleva toda la razón.
—Lo siento me disculpo con sinceridad.
—Trátalos bien, seguramente sean tu escape.
—Vale.
—Sé que te cuesta abrirte a personas nuevas. Confía por una vez en tu vida en un Lepori que no tiene nada que ver con nuestro ADN.
«Confía, solo confía».
—¿Qué estabas mirando en el ordenador?
—Cuando entrabas por la puerta lo acababa de coger. No me ha dado tiempo a ver nada —hago una mueca.
—No hay prisa Orlena, tómatelo con calma. Tienes todo el tiempo del mundo, el que te propongas tú. No tengas prisa, camina, no corras.
Voy a dejarme aconsejar más por mi hermano. Al fin y al cabo, creo que va a ser buena idea confiar en el plenamente.
Golpes suaves en la puerta nos hace a los dos poner la atención en ella, el que habla es Cesare, dejándoles pasar a las personas que están en el pasillo esperando la aprobación de alguien aquí dentro.
—¿Tu hermana esta visible? Valerio y yo no queremos llevarnos sorpresas —la voz de ese chico se me hacía familiar. Aun así, no recordaba donde la había escuchado.
Los dos chicos entran con una de sus manos tapando los ojos al otro e intentando no caerse mientras andaban patosamente por la forma en la que iban.
Vaya show que habían montado en menos de un segundo.
El chico moreno abrir un poco los dedos para que el pelirrojo pueda tener más perfección de la visión.
—¿Podéis dejar de hacer el idiota por una vez en vuestra vida? —Cesare se ríe de manera relajada. Al parecer estas dos personas le sacan su lado relajado y no tan cerrado cuando hay presente un Liar —Mi hermana esta vestida y tapada con las sabanas, no hay de qué preocuparse.
—Mejor —dice el moreno apartando sus manos de los ojos del pelirrojo, dejándome a la vista sus rostros, puesto que el pelirrojo a su vez quito sus manos de inmediato del chico que estaba a su lado.
Primero me centre en el chico de pelo oscuro y piel bronceada y con varios tatuajes por sus brazos, esparcidos a lo largo de estos. Me concentre de nuevo en su cara percibiendo una genuina sonrisa que prácticamente te invitaba a sonreír y ser cortes con él. Le devuelvo el gesto y me saluda con la mano.
En cuanto mi mirada se encuentra con la del pelirrojo veo en su rostro un tono de burla, sin embargo no me lo tomo a mal, debido a que seguramente sea que le he reconocido de aquella noche en Venecia cuando me ayudó.
—Me alegra volverte a ver Orlena —me dice con la sonrisa plasmada en la boca, ahora reconocido como Giotto.
—Igualmente Giotto.
—¿Ya la conocías? —habla a la misma vez que yo, el chico que por descarte se llama Valerio —¿Cuando?
—Cuando nos mandó ese doctor que anda ahí sentado cómodamente a Venecia.
—¿Y cómo es que no la vi? —interroga. Giotto se encoge de hombros sin saber que responder a la pregunta de Valerio. Ante la incómoda mirada que le estaba dando el pelinegro a su compañero, este último resopla y finalmente habla:
—Estabas más atrás junto a los demás. Creo que tienes muy mala memoria. Te dije que iba a acompañar a Orlena hasta el hospital —Valerio se lleva la mano al pelo y negando con la cabeza.
—Es verdad. Disculpa a este ser por tener memoria de dori por favor. No me mate su majestad —Valerio se cuelga del cuello de Giotto dramatizando más la escena.
¿Y estos dos son los mejores amigos de mi hermano mayor? No me lo puedo creer aun, son demasiado extrovertidos para él, sobretodo Valerio, que parece ser que siempre está de broma. Los veo a ellos y después me enfoco en mi hermano y son demasiado diferentes. Cesare es mucho más serio. Aunque quizás con ellos se suelte más al no tener la presión social encima.
—Si ya os conocíais mejor. Pasemos a lo importante —habla Cesare, pero Valerio le interrumpe.
—Los que se conocen son ellos —nos señala a Giotto y a mí —. A mí no me conoce —hace un mohín con la boca —. Hola Orlena, soy Valerio, el bufón de estos dos —ahora señala con su misma cabeza a Cesare y al pelirrojo. Estallo en carcajadas —. A su servicio también —hace una reverencia. Al volver a subir la cabeza Giotto le da una colleja —. ¡Auch! Eso ha dolido, cabrón —se queja.
—Bueno basta de tanta tontería. Mi hermana os tiene que hablar de algo bastante serio para ella —sus ojos hacen contacto visual conmigo y yo aprieto mis dientes —. Ahora os dejare para que os comente el asunto que se trae entre manos —mi hermano se levanta de la silla dispuesto a salir de la habitación.
Mi debate interno es demasiado complicado, puesto que tengo que debatir no uno, sino que varios factores antes de que me decante por decirle o no. Gana casi más el sí. Y hay una razón con bastante peso: los que seguramente estén para mí este tiempo indefinido van a ser sus mejores amigos y no les voy a privar de guardarles este gran secreto, no me lo perdonaría por nada del mundo.
Con la mano ya en la perilla de la puerta alzo la voz para detenerlo y que no se vaya por nada del mundo.
—Cesare —no me mira. Sé que le duele que no confíe. No obstante, estoy ahora intentando remediar los daños causados anteriormente —. Mírame hermano —esta vez lo hace, aunque tarda un poco y cuando sus ojos conectan con los míos, se la razón exacta, se encuentra llorando —. Puedes quedarte, lo he decidido.
—Gracias —llega hasta mi posición en un par de zancadas. Sus dos cálidas palmas se sitúan en mis dos mejillas y lleva sus labios a mi frente, donde deposita un beso.
Cuando se separa un poco y creo que se separará, no lo suelto. Paso mis brazos por su cuello y le abrazo.
Jamás sentí el amor de familia y protección, solamente cuando encontré a mi familia de vida. No obstante, ahora me siento como en casa en este abrazo que estoy compartiendo con mi hermano.
—Gracias por ser tan paciente.
—Te quiero Orlena —se me parte el corazón con esta declaración de mi hermano.
El mundo se me viene a los pies cuando comprendo que he estado cegada todo el tiempo, no quería quitarme la venda de los ojos por puro miedo a que pasaría si fuera secuaz de Isacco y Davide y solo estuviera fingiendo.
Con sus propios actos me ha demostrado que estaba totalmente equivocada. Con la furia no llegaré a ninguna parte. Tengo aprender a lidiar con ese sentimiento, además, de canalizarlo para no sentirlo tan fuerte.
No le devuelvo el te quiero. Aun así, él sabe interiormente que algún día podré decirlo. Ahora es muy temprano, no estoy preparada. Todavía me queda recorrer un largo camino hasta llegar a mi saneamiento. Y entre ellas están muchas palabras de agradecimiento, añadiendo las de amor propio y hacia los demás.
Cuando nos separamos del abrazo Cesare se sienta donde anteriormente estaba sentado y sus dos amigos se cogen unas sillas que se encuentran en la salita que esta contigua a donde estamos.
Cuando Giotto y Valerio se acomodan al lado de Cesare, todos observamos a mi hermano mayor.
—¿Qué? Yo no soy el que tiene que comenzar a explicar cosas —me mira con una ceja alzada pasándome el rebote.
—Está bien, está bien —hablo yo.
—¿Qué es lo que necesitas exactamente?
—Personas en las que confiar ciegamente que no tengan ningún lazo con la familia Liar alias los Lepori —mi hermano se mofa del mote que le he puesto al apellido que compartimos con esas sanguijuelas.
—¿No tienes a tus amigos? Puedes confiar en ellos —se adelanta a decir Valerio.
—Necesito a personas que no hayan tenido contacto —vuelvo a recalcar —. Nuestra familia conoce a tres de mi círculo de amigos. Cesare lo puede corroborar.
Valerio y Giotto intercalan miradas que van dirigidas de mi hacia mi hermano y viceversa para tener una respuesta exacta de parte de Cesare.
Este último cansado de ver como sus amigos jugaban a un juego que ya le estaba cansando, los detiene.
—¡Basta! Sí, los conocí y los conozco. Tengo relación con ellos por ellos he podido saber de mi hermana y por ese motivo fuisteis a Venecia. Con lo que no contaba es que mi abuelo y mi padre la secuestraran y acabara así —se refiere a mi estado haciendo señas a donde estoy y en qué estado. Aunque debo recalcar que ahora me encuentro mejor.
—¿La secuestraron? —se escandalizan.
—No me ha dado tiempo a contaros nada de eso —se lamenta Cesare —. Ella ahora tiene un plan descabellado que quiere llevar a cabo hasta el final y por eso os he traído. Me ha pedido personas de confianza. Vosotros dos lo sois todo para mí desde el momento que os conocí, fuisteis mi apoyo desde el primer momento.
El ambiente que se respira ahora es de completa paz y de agradecimiento. Las bonitas palabras que les acaba de dedicar Cesare a Giotto y a Valerio me han llegado a mi corazón que poco a poco se está reblandeciendo.
—Aquí nos tienes, no te vamos a dejar por nada del mundo —Valerio se levanta de su asiento pasando por detrás de la silla en la cual el pelirrojo estaba sentado para fundirse en un abrazo con mi hermano.
Mi hermano ojea a Giotto alargando su brazo izquierdo tatuado para que este vaya también.
El pelirrojo se levanta y hace lo mismo que el moreno. Se funden los tres en un verdadero abrazo de hermandad que la vida ofrece pocas veces y yo me derrito al ver a ese trío.
Yo no soy mucho de mostrar mis sentimientos a nadie y tampoco dar demostraciones de cariño a nadie y soy reacia a verlas en otras personas. Sin embargo, presenciando esta, he sentido una extraña sensación.
—¿Esas son lagrimas Orlena? —mis ojos se abren de par en par cuando esas palabras salen de la boca de mi hermano. Rápidamente quito todo rastro de ellas de mis mejillas, pese a que no me había dado cuenta que se me escapaban unas lágrimas.
—¿Entonces? ¿Nos contaras que son esos planes tan misteriosos? —pregunta curioso Giotto, una vez que ya se han acomodado de nuevo en sus asientos.
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