Capítulo 8
—¿Por qué no nos has avisado?
Él mantuvo su expresión seria. Posó sus ojos en ella durante un instante y después en el horizonte. Intercambiaron un par de palabras en coreano y volvió a mirarme de nuevo.
—Espero que disfrutes de tu estancia en la isla—dio un paso hacia mí y me tendió la mano—. Parece que nos veremos a menudo.
El aire se me quedó atascado en la garganta cuando miré su mano suspendida en el aire, a la espera de que se la estrechase.
—Dae...
Hana se giró hacia nosotros mientras se abrazaba a sí misma. Tras colgar el teléfono parecía haberse tranquilizado, a pesar de que sentía que me estaba perdiendo algo.
—Así es como se saludan en España, ¿verdad?
Mis labios temblaron ligeramente cuando traté de articular la palabra "sí". Él entornó los ojos, viendo la duda a través de los míos y comenzó a retirar la mano. Por suerte, logré atrapársela antes de que lo hiciera. Mis experiencias en el pasado eran las que me provocaban ese tipo de reacciones. Lo cierto era que, cuando eso sucedía, sentía vergüenza al ser consciente de cómo estaba actuando frente a los demás. Rechazar a las personas sólo hacía que con el tiempo se alejaran de mí, pero yo...estaba cansada de ser así.
—Encantada de conocerte. Soy Alma.
—Yeonghon.
Pronunció esa palabra, cuyo significado desconocía, de forma pausada. Mi piel se erizó cuando se inclinó hacia delante y apretó ligeramente mi mano. La diferencia de tamaño entre ambas era considerable y cuando me percaté de ese detalle, aparté la mirada, nerviosa.
—Tu nombre. Alma—lo repitió con ese tono melódico—. Qué bonito. A mí puedes llamarme Dae.
—Gra...gracias—musité.
La brisa marina acarició su rostro, meciendo los mechones oscuros que rozaban el arco de sus cejas. Sentía el martilleo acelerado de mi corazón contra mis costillas y mi respiración ligeramente agitada. Hacía mucho tiempo que un chico no cruzaba esa línea y ser consciente de ello hizo que mis nervios crecieran de forma vertiginosa. Quizás fue consciente del efecto que tuvo en mí ese pequeño roce y por eso lo vi curvar sus labios en una ligera y discreta sonrisa.
—Dae.
Su mano abandonó la mía y se dio la vuelta para quedar frente a Hana. Me froté las yemas de los dedos con la esperanza de hacer desaparecer el cosquilleo que las invadió en el instante que la soltó, pero no me sirvió de nada.
—Sabes que siempre vengo en Septiembre para celebrar el Chuseok.
—Estamos a principios de mes—Hana pareció hablar con cautela mientras yo permanecía en mi sitio, inmóvil—¿Va todo bien?
Antes de responder, giró su cabeza hacia la derecha y fijó sus ojos en el mar.
—Sí, no te preocupes, Hana. Sabes que su aniversario también se acerca y no me apetece ver las calles de Seúl repletas de fotografías suyas.
Me invadió la curiosidad y quise saber de qué estaban hablando, pero al mismo tiempo sentía que no debería estar allí, escuchando una conversación entre dos personas que parecía demasiado privada.
—¿Dónde has estado?
Me pregunté cómo era posible que Hana no lo hubiese visto en la cafetería, aunque decidí guardarme ese comentario para mí misma. Puede que simplemente hubiese preferido estar solo.
—Por ahí
—¿Qué clase de respuesta es esa?
—Es la verdad.
Su conversación me recordó a la que tuvo con Doyun durante el trayecto del aeropuerto hasta Seogwipo. Hana se golpeó los brazos con las puntas de los dedos y se ajustó la montura de las gafas.
—Eh...—titubeé cuando traté de hablar—. Está anocheciendo. Creo que debería irme y así podéis hablar tranquilos. Supongo que tenéis muchas cosas que deciros.
—¿Tan pronto?
—Claro que no, Alma—se apresuró a decir Hana—. Mantenemos el contacto el resto del año, es solo que no me esperaba verlo tan pronto.
—No...no quiero ser una molestia.
—¿Qué?—percibí la incredulidad en su voz y me arrepentí al instante de haber dicho lo que pensaba en voz alta—¡No vuelvas a decir eso!
—Si alguien ha interrumpido algo, ese he sido yo—la voz de Dae adquirió un tono más firme—. No tienes porqué disculparte.
—Dae tiene razón.
—Me apetecía pasar el fin de semana solo y desconectar de todo.
—Lo sé, Dae—Hana dio un paso hacia él, se puso de puntillas e introdujo los dedos en su pelo, alborotándolo—. Pero la próxima vez, avísame a mí también. No he tenido tiempo de hablarle a Alma de ti. Ella vino anoche. Doyun y yo fuimos a recogerla al aeropuerto.
Hana acortó la distancia que nos separaba y entrelazó su brazo con el mío. Antes de hablar, me dio unos ligeros toques sobre la muñeca.
—¿Has visto lo bonitos que son los atardeceres aquí?—dijo adquiriendo su tono amable de siempre.
—A esta hora de la tarde tampoco suele haber mucha gente. Es por eso que he venido. No sabía que estábais aquí.
—Es un lugar muy tranquilo—murmuré, ligeramente avergonzada de lo que acababa de pasar—. Gracias por traerme aquí, Hana. Creo que vendré a menudo.
—Gracias a ti, Alma. Me alegra que te haya gustado.
El sol se ocultó por completo y un ligero titileo me hizo girarme. Las lámparas de papel se encendieron y emitieron un suave resplandor. Una sensación de calma me invadió y no pude evitar cerrar los ojos por un instante.
—Es mi sitio preferido de toda la isla.
Cuando volví a mirar a Dae, su expresión también parecía más relajada.
—¿Dónde pasarás la noche?
—En el apartamento de mi abuelo.
—¡Genial! Entonces volveremos juntos.
¿Volver juntos?
—¿Tú también te estás hospedando en un lugar cercano a la casa de Hana?
—Sí. Somos vecinas.
—Entonces seremos vecinos el tiempo que me quede aquí.
No podía negar que su confesión me había pillado por sorpresa. Deseé que, al menos, no se me notase mucho. Era la segunda vez que sentía esa chispa de emoción, pero como era habitual, la sensación de que debía tener cuidado con lo que hacía, con lo que sentía y con lo que decía, no tardó en aparecer.
—¿Por cuánto tiempo será?—preguntó Hana mientras cambiaba el peso de una pierna a la otra.
—Todavía no es seguro. El comeback es en Enero, así que me tomaré estos meses de descanso.
Era la primera vez que oía esa palabra. Miré a Hana y ella pareció entender mi señal así que de nuevo, acudió al rescate.
—Puede que no lo parezca, pero aquí delante tienes al mismísimo Moon-Dae ji, más conocido en la industria del Kpop y los Kdramas como Sa-ul.
—¿Tú también eres... un idol?
—¿Conoces este mundillo?—preguntó.
—Yo me encargaré de que lo domine a la perfección—prometió Hana.
Me fijé en que su expresión cambió ligeramente cuando me hizo esa pregunta, aunque desconocía el motivo. Quizás eran imaginaciones mías.
—No mucho, si te soy sincera. Es la segunda vez que escucho esa palabra.
—¿Hana te ha estado bombardeando con información detallada sobre sus grupos y series favoritas?
Cuando habló, no quedaba ni rastro del tono que acababa de usar y su expresión volvió a ser como la de antes, despreocupada.
—Oh, pero no me molesta en absoluto. Me parece muy interesante.
—¿Has visto?—apretó su brazo a mi alrededor y sonrió con ganas—. Me encanta. Estoy deseando pasar el resto del año con ella.
—¿Te quedarás todo el año?
—En un principio sí. Cuando termine mi periodo de voluntariado, tendré que decidir entre continuar o volver a casa.
—¿De qué parte de España eres?
—De Madrid.
—Conozco Barcelona, pero no hemos tenido la suerte de ir a Madrid.
—¿Tú también tienes un grupo?—miré a Hana—. Como BTS y Stray...
—Stray Kids—una sonrisa divertida tiró de sus labios.
—Sí—de nuevo, me pareció percibir ese cambio en su tono de voz—. Somos tres en total.
—Seguro que me gusta cómo cantáis.
—Lo que sí te gustará es su faceta de actor—Hana me dio un ligero empujón con su hombro—. Volvamos antes de que anochezca del todo. Vamos, Dae.
Hana comenzó a caminar en dirección al lugar por el que habíamos venido y yo la seguí. Fijé mis ojos en el infinito paseo de madera iluminado por los farolillos de papel, pero la voz de Dae la hizo detenerse en seco.
—Hana. Eun-yeong también está aquí.
Su brazo se tensó al escuchar ese nombre. El aire que recorrió mi cuerpo pareció más frío que minutos antes.
—Lo sé—contestó secamente—. La he visto esta tarde.
La imagen de la chica que vimos en el restaurante donde comimos apareció en mi mente. Al parecer, él también la conocía. No sabía qué había podido pasar entre ellos, pero la reacción de Hana me hizo pensar que tenía heridas que todavía no habían sanado.
***
—¿Qué hora es?—preguntó Hana.
—Casi las diez de la noche—respondió Dae mirando la pantalla de su teléfono móvil.
—Supongo que es cierto lo que dicen de que cuando te diviertes, el tiempo pasa volando. ¿No crees?
En mi interior sentía varias emociones que burbujeaban sin control y a las cuales no podía ponerles un nombre concreto. Durante el camino de vuelta, ninguno de los dos habló mucho. Él no volvió a nombrar a aquella chica y ella no hizo más preguntas al respecto. En ese momento, caminábamos en dirección al bloque de apartamentos mientras respirábamos la tranquilidad que nos rodeaba.
—Sí.
Dae caminaba a mi derecha y no pude evitar echarle alguna que otra mirada rápida. En más de una ocasión me di cuenta de que él hacía lo mismo, pero no le di importancia. Puede que me sintiera así porque estaba segura de que no pasaría nada más. Probablemente le llamase la atención mi pelo rojizo o mis ojos azules. Él venía de un mundo completamente diferente al mío y pronto volvería allí, así que era mejor que todo siguiera así. De esa forma, yo tendría el control.
Comencemos a subir las escaleras en dirección a la última planta y desvié mi mirada hacia la isla de Seopseom.
—Mañana vendré a recogerte sobre las diez de la mañana, Alma. Espero que esta noche puedas recuperar las horas de sueño perdidas.
—Genial, Hana. Estaré lista para esa hora.
Hana soltó mi brazo y comenzó a buscar la llave de la puerta de su casa en su bolso.
—¿Te apetece venir con nosotros, Dae?
—No sé si...
—A Doyun le hará mucha ilusión verte.
Dae se revolvió el pelo y resopló.
—Está bien.
—¡Estupendo! Se lo diré ahora mismo—introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta—Mañana visitaremos otros lugares que estoy segura que te encantarán.
—Confío en ti.
—Así me gusta.
Hana sonrió, pero lo cierto era que, desde que habíamos salido del restaurante, su estado de ánimo cambió, por mucho que intentase camuflarlo a través de una sonrisa. Sabía que todavía era demasiado pronto para hablar con ella sobre algo así. Además, yo tampoco estaba preparada para hacerlo.
¿Alguna vez lo estaría?
Puede que la mejor opción fuera seguir en silencio, tal y como había hecho hasta ese entonces.
—Nos vemos mañana—dijo mientras nos miraba—. Buenas noches.
—Buenas noches, Hana. Descansa.
—Buenas noches—dijo Dae a mis espaldas.
Cuando cerró la puerta, retrocedí y me giré hacia él con intención de despedirme, pero al no darme cuenta de lo cerca que estaba, golpeé su pecho con mi hombro y me tambaleé.
—¡Cuidado!—exclamó al tiempo que colocaba ambas manos sobre mis brazos y me ayudaba a estabilizarme.
Por un segundo, todo mi cuerpo se paralizó y no fui capaz de moverme ni un centímetro.
—¿Estás bien?—dijo mientras movía sus manos, haciéndome girar y obligándome a mirarlo.
—¡Sí!—me apresuré a decir mientras me apartaba—. Perdona. Es que soy un poco torpe.
Las luces del pasillo hacían que sus ojos parecieran más oscuros de lo que realmente eran y rompí el contacto visual con temor a que pudiera leer a través de ellos.
—Gracias por no decirle nada.
Cuando comprendí a lo que se refería, meneé la cabeza, restándole importancia.
—No ha sido nada. Entiendo que lo hiciste porque...
—No tenía ganas de hablar con nadie. Pero sí hubo algo que me llamó mucho la atención.
—¿El qué?
Me arrepentí de haberle hecho esa pregunta en ese mismo instante. ¿Por qué motivo seguía hablando con él?
—Tus ojos—dijo en voz baja—. Aunque estabas en una cafetería repleta de gente y hablando con la persona más divertida del mundo, tu mirada parecía perdida.
—Te equivocas—di un paso hacia atrás y le di la espalda—. Es...estoy bien.
—¿De verdad?
La forma en la que me hizo esa pregunta me atravesó la piel y se me clavó en el corazón. El tono de su voz era muy suave. Pareció que me invitaba a abrirme, a hablar con él, pero no podía hacerlo. Si mi mejor amiga se había reído de mí, ¿qué se lo impediría a un completo extraño?
—Hasta mañana.
—Alma...
Las llaves temblaron en mis manos mientras trataba de introducirlas en la cerradura. Cuando logré abrir la puerta, suspiré aliviada y entré dando una zancada. La cerré lentamente y me apoyé en ella.
En ese momento, dejé de luchar contra el nudo que se estaba apoderando de mi garganta y las lágrimas nublaron mi visión por completo.
No iba a contenerme, así que me senté en el suelo, abracé mis rodillas y lloré.
Lloré por no poder hablar, por tener miedo a dejar que alguien se acercara a mí y descubriera cómo era realmente. Lloré por no saber cómo defenderme.
Lloré hasta que me dolió el pecho.
Mientras nadie me viera así, todo estaría bien. Sólo si mostraba mi dolor, sería débil ante los ojos de los demás. Nadie querría a alguien como yo, o al menos eso era lo que me había empeñado en creer durante todo esos años.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top