Capítulo 16: Alegría.
Lizcia y Curo cogieron el sueño con rapidez, permitiéndoles así descansar antes de que Cérin roncara como nunca había escuchado Ànima en su vida. Estaba sentada en su respectiva hamaca, escuchando al líder a tres habitaciones alejadas.
—Ahora entiendo porque los guardias no descansan aquí. No iba en broma —murmuró Ànima mientras despejaba un poco sus ojos—. Qué remedio.
Se marchó de la habitación para dar una vuelta por el pueblo. Vilen le traía nostalgia como si estar ahí le recordara su hogar. Sus ojos observaban cada rincón como si eso fuera darle alguna pista.
Cerró sus ojos, sin temer que sus pies se encontraran con algún escalón como si supiera donde caminar, mientras sentía el frío en la palma de sus manos.
Pronto el terreno sería irregular. Iba con cuidado hasta que escuchó como alguien tropezaba, girando su cabeza para ver como una figura levantándose con torpeza.
—Perdón, intentaré con más cuidado.
Su voz era masculina, amable y cariñosa. Le tomó por sorpresa, intentando hacer algo para ayudarle, pero no podía, como si no pudiera controlar su cuerpo.
—Siento si no es lo que esperaba.
Solo podía escuchar como esa voz de su pasado se comportaba cordialmente con ese hombre.
—No digas tonterías, cada ciudad tiene su propio encanto. Solo que no estoy acostumbrado, es raro que ustedes no tengan una ciudad tan elaborada.
Abrió sus ojos de golpe para ver que estaba en una cueva totalmente oscura. No sabía si era propia del pueblo donde se encontraban o si era de su sueño. Temblando, intentó hablarle con la mayor educación posible:
—D-Disculpe mi osadía, pero ¿podría saber su nombre?
Pero no hubo nada más que la oscuridad, donde a lo lejos se encontraba Vilen. No tenía ni idea de cómo ni cuánto tiempo pasó caminando.
—Ah. —Puso su mano en la frente mientras se sentaba en el suelo húmedo—. Sigo sin entender nada, solo escucho esa voz que parece amigable... y encima es la luz
La frustración parecía ser una marca permanente en el pecho. Suspiró resignada y respiró con la mayor profundidad posible. Se acomodó, cruzando sus piernas para meditar una vez más.
Daba la sensación de que en su espalda una cascada de agua bajaba sin descanso al igual que sus ojos derramaran esa oscuridad. No escuchaba nada, pero veía distintos objetos, formas y apariencias que Ànima nunca había pensado. Vio como esa oscuridad la llevaba, caminando sin un rumbo concreto.
Abrió un poco su boca, sintiendo el aire entrar por esta hasta que de repente empezó a ahogarla. Quiso abrir sus ojos y gritar, pero no pudo. No podía hacer nada más que sentir a alguien a sus espaldas.
«E-Esto no es aire, ¿qué es?»
Era muy espeso y grisáceo, se adentraba sin permiso obstruyendo las vías respiratorias. No solo eso, la herida que tenía en su muñeca iba intensificando hasta crear una herida vertical hasta la mitad de su brazo.
—¿Qué te he dicho? —preguntó esa voz—. Estate quieta de una maldita vez.
Ànima movió su cuerpo hacia delante, apareciendo en su espalda varios tentáculos.
—Dejame, cobarde —pronunció con firmeza, sintiendo la sangre caer—. Seré débil, pero no voy a dejar que alguien como tú me amenace y se esconda constantemente.
Escuchó una risa escandalosa a la vez que la niebla fue desvaneciendo.
—Al menos me confirmas que podrías ser capaz de matar a cualquiera. Incluso a la luz que tanto admiras.
Esas palabras pusieron tensas a Ànima, su apariencia se había vuelto un poco más grande gracias a la oscuridad que había tomado de su alrededor.
«Contrólate —se pidió, intentando respirar hondo—. No le des lo que quiere».
Controló sus impulsos mientras giraba su cabeza hacia el pueblo, viendo que algunos de los Vilonios ya se habían despertado.
—No sé quién eres, pero te juro que, si sigues así, te arrepentirás de todo, más si te atreves hacer daño a los que aprecio.
Sintió un cosquilleo poco agradable en su estómago, pero decidió ignorarlo y marcharse. No podía hacerles esperar porque hoy era un día importante.
El pueblo estaba emocionado ante las palabras de Curo mientras que otros impactados por la presencia de Ànima y Lizcia. Cuando se explicó la situación, los murmullos de desconfianza e intranquilidad comenzaron.
—Comprendo que la inseguridad ahora mismo les impacte ante tantas situaciones que han ocurrido de golpe, que haya un nuevo elegido y os comience a pedir todo esto a la vez que explicaros una historia un tanto surreal puede ser complicado de asimilar, pero pido vuestra compresión y análisis de la situación. —Curo respiró hondo e intentó controlar sus nervios—. Nuestro reinado, si bien es tranquilo, no puede ignorar que las aberraciones nos ataquen. No era normal la cantidad que había en la montaña.
Ànima y Lizcia estaban atónitas. Hablaba como si un adulto de cincuenta años estuviera enfrente para calmar a su pueblo. Lo que no sabían era que Curo estaba cargado de pánico. Su única forma de sentirse seguro era mirar hacia Alex, quien le miraba con admiración y cariño.
—Por ello os he pedido aumentar la seguridad de nuestro pueblo mientras yo prometo aliarme con las demás razas para acabar con la condena. Se terminará la ruina al ser atacados de forma cruel por las aberraciones. —Al decir esta última frase, sintió un gran ardor en su pecho, pero aun así miró hacia enfrente con gran determinación—. Es el momento de actuar y de ser todos como uno, sin temor, sin vacilar y con compañerismo.
Ànima miró a Curo con orgullo, le sorprendía cómo actuaba con tanta seguridad para expresar la calma necesaria. Después miró hacia Lizcia, estaba en el sitio con el bastón en sus manos, viendo la gran cantidad de auras que la rodeaban.
—Tranquila, Lizcia, nos miran esperanzados —murmuró Ànima.
Lizcia giró su cabeza hacia la derecha y sonrió calmada.
—Nunca me había sentido así, es extraño.
—Disfruta de este momento y descansemos, es lo mejor que podemos hacer para luego continuar con la misión.
Lizcia sonrió más animada y la abrazó, sin importar lo que los demás pudieran ver. Lo que no se dio cuenta era que sus acciones sorprendieron a los Vilonios. Aunque dijeran que era una aliada, no podían quitarse de encima que la oscuridad era peligrosa.
Al paso de las horas, muchos de los Vilonios decidieron hacer una celebración. Curo, aunque le gustaba disfrutar de situaciones así, deseaba ver a su amigo antes. Buscándolo entre toda la multitud, se dio cuenta que Alex estaba en la tienda acompañado por Lizcia y Ànima.
—Mira que eres lento, ellas supieron encontrarme antes que tú —comentó Alex.
Curo ignoró sus palabras para abrazarle con una gran fuerza.
Lizcia no podía verlo, aunque sí se dio cuenta que dos almas estaban siendo abrazadas con un gran cariño y amor. Sonrió con amabilidad hasta una mano agarró su muñeca.
—Vamos a darle su momento íntimo —pidió Ànima en un susurro.
—¿A dónde vamos? —preguntó Lizcia.
—No creo que quieras ir a donde la multitud con tanto ruido sin saber que ocurre, ¿no? —preguntó Ànima. Lizcia negó con rapidez—. Entonces vamos a un lugar más relajado y que pase el día de hoy, es muy posible que mañana nos marchemos de aventuras.
—¡Oh! Vamos a descansar, ¿no?
—Algo así.
Subieron con cuidado por el interior de la montaña hasta salir al exterior. Lizcia se dejaba guiar, pisando por las rocas que le indicaba para no tropezarse. Al llegar, sintió como Ànima se metía en su cuerpo para contemplar el cielo lleno de estrellas.
Tal escenario la dejó asombrada, levantando su mano como si quisiera agarrar una de ellas.
—¡Es enorme! —gritó sorprendida—. ¡No sabía que era así de impresionante!
—Me alegra que lo disfrutes de esta manera, Lizcia.
—Entonces, ¿tú vienes de ahí?
—Eso parece.
—¡¿Me llevarás allí?! —preguntó emocionada.
Ànima se quedó pensando bien sus palabras.
—Es... complicado, Lizcia. El universo es peligroso, ya escuchaste a Cérin.
—Pero seguro que hay lugares y planetas geniales, ¿no? —preguntó esperanzada—. ¡Seguro que podremos ir a esos!
—No lo sé bien, ten en cuenta que a lo mejor soy víctima de lo que pudo haber ocurrido allí en otro planeta.
—Y, ¿no puedo ir, aunque sea peligroso?
—No.
—¿Por favor?
—Lizcia...
—¡Te puedo dar los mejores dulces posibles! Aunque no conocí muchos, pero puedo intentar conseguir uno, aunque no se si te gustan los dulces. ¿Eres más de salados? —insistió Lizcia. Ànima rio con delicadeza—. ¡Podríamos incluso ir a la fiesta y probar la comida que están preparando! Aunque haya mucha gente, la comida de los Vilonios suele ser muy rica.
—Podemos intentarlo.
—¡Oh! Y también recordé que tienen un baile muy raro, como una tradición o algo así, no sé si harán algo especial. —Frenó sus palabras para abrir un poco su boca—. ¡Me estoy distrayendo! ¡Ànima! ¿Puedo ir o no?
—Lizcia... —Ànima suspiró con calma—. Es peligroso, el universo no es ni de lejos lo mismo que un planeta.
—¡Sé que es peligroso! Pero entiende que me encuentro en una deuda eterna contigo y quiero ver cómo recuerdas todo y sabes quién eres para que ¿puedas completar lo que dejaste atrás? —dijo esto último dudosa.
—Lizcia. Te voy a ser sincera. Sabes que mis recuerdos están siendo bloqueados por esa figura femenina.
—Sí, me acuerdo cuando te pusiste nerviosa y de la herida que tienes en tu muñeca, ¿ya se marchó?
—No, Lizcia. La herida se ha vuelto más grande, me volvió a atacar hoy a la madrugada.
Lizcia se puso tensa.
—¡Qué injusto! ¡Se va a enterar! ¡No quiero que te haga daño!
—El sentimiento es mutuo, créeme que intenté hacerla frente.
—¿Y qué ocurrió? ¿Le diste su merecido?
—No, pero sí que me dijo unas palabras que me dejaron dudando. —Tragó saliva—. Parece tener la intención de ver hasta qué punto puedo llegar con mi poder. Quiere que me descontrole.
—Ah, pero ella será consecuente de ello, si te sigue haciendo daño, normal que te descontroles.
—No, Lizcia... A vosotros.
Se quedó en silencio al oír eso, meditando sus palabras para cerrar sus ojos con calma.
—No lo harás —aseguró con una sonrisa confiada, algo que a Ànima la pilló desprevenida—. Serás consciente, ¿no? No es como que tenga algo que, no sé, controle tu poder, es una estúpida que solo quiere provocarte. A lo mejor si ignoras su presencia o algo así, puede que puedas desbloquear tus recuerdos.
—No creo que sea tan fácil como dices, Lizcia.
—Todo es intentarlo, sino nunca sabrás si pudo haber funcionado, y siempre puedes contar con mi ayuda, seguro que la de Curo también. No estás sola, recuerda eso.
Ànima no supo bien qué decir, pero tenía razón. Sabía que podía pedir ayuda, pero temía por su seguridad. Por ello se lo callaba, después de todo era una lucha interna en la que estaba involucrando a los demás sin querer.
Pronto los pasos inundados por la nieve se escucharon.
—Al fin os encuentro —intervino la voz de Curo—. Eh, ¿no venís a la fiesta? Tenéis el protagonismo también y muchos os quieren ver.
Ànima y Lizcia aceptaron, bajando de la montaña con la compañía de Curo.
En la plaza se vieron a muchísimos Vilonios disfrutando de la fiesta. La agradable música provenía de los acordeones, flautas y voces que cantaban alegremente. Lizcia escuchaba con emoción mientras iba a por la cena, que claramente eran los mejores pescados que la ciudad podía proporcionar.
Su boca se hizo agua al ver tal delicia enfrente suya. Salmón junto a dos rodajas pequeñas de limón acompañadas por una salsa que desconocía.
—Dale, Lizcia. Te va a encantar —aseguró Curo.
Decidida, le dio un muerdo, saboreando con calma el pequeño trozo. La salsa que la acompañaba creaba una explosión de sabores únicos. Una mezcla de agrio y salado que la dejaba maravillada.
—¡Qué rico! —chilló emocionada.
Comió con más rapidez. A Curo le hizo mucha gracia, pero logró frenarla y explicarle que, si comía con más lentitud, lo disfrutaría el doble. Lizcia obedeció, no sin antes hacer algo.
—¡Ànima, debes salir, esto es increíblemente rico!
La mencionada dudaba si aceptar. No era porque no quisiera probarlo, sino porque le daba cierta vergüenza salir en medio de tantos Vilonios expectantes de sus reacciones. Al final cedió ante la insistencia de Lizcia, intentando ser cuidadosa con sus actos, aunque inevitablemente recibió esas miradas.
Le dio un muerdo pequeño y cerró sus ojos para sentir mejor los sabores. Lo que decía Lizcia era real, aunque se quedaba corta. Era una explosión que le traían una emoción inusual que la hizo sentir acogida.
Pronto abrió sus ojos, y se quedó sin palabras al verse envuelta en un lugar totalmente distinto.
—¡Mamá, quiero más! —gritó una joven niña, cuya voz no identificaba, pero que le parecía demasiado adorable.
—Tranquila, pequeña. Recuerda que debes compartir para los demás, sobre todo para tu hermana —recordó la prudente voz de la madre.
—¡Oh! ¡Cierto! ¡Le diré ahora si quiere comer ahora, hace rato que no salió de su habitación!
Escuchó los pasos de la joven subiendo por las escaleras con rapidez, yendo hacia la puerta de una habitación. A punto de abrirla, alguien la agarró de los hombros, lo que la hizo girar de golpe y ver a Curo.
—Eooo, ¿Ànima? ¿Te has quedado dormida comiendo la comida o cómo va el asunto?
Aturdida, puso la mano en su frente y tosió un poco para luego mirarles.
—Oh... Sí, estaba delicioso.
—No lo dices muy convencida —contestó Curo con la ceja arqueada.
—Es que suena estúpido, pero... me vino un repentino recuerdo.
—¡Oh que bueno! Seguro que la cocina te recuerda a algo de tu vida anterior.
Escalofríos la inundaron hasta que Lizcia agarró su mano.
—¡Ànima! Tenemos que probar más comidas, pero no solo de aquí, sino de otros lados. Aparte de que te ayudan, ¡son muy ricos y quiero probar más! —expresó Lizcia con emoción.
—Me parece bien, aunque no sé de cocina —comentó Ànima.
—Podéis pedir de mi majestuoso y maravilloso don en la cocina, claramente —intervino Curo, parecía hacer una pose épica con su brazo y su ala estirada, mostrando sus plumas.
—No lo has cocinado tú ni en broma.
—¡Oye! —contestó haciéndose el ofendido—. No seré el mejor chef del mundo, pero te aseguro que cocino mejor que el promedio.
—¿Hablamos de la vez que hiciste sopa de pescado con la cabeza de un pez? —preguntó Alex, interviniendo a la conversación y abrazando a un lado a su amigo.
—¡Oye eso es sacar mis plumas sucias! —respondió Curo, mirando a otro lado.
Lizcia soltó una risa cálida que contagió a Ànima. Ver a los Vilonios bailar al compás de la música mientras otros cenaban con toda la paz del mundo hacía que su corazón sintiera calidez propia de la luz.
Con calma dirigió su mirada hacia Curo, Alex y Lizcia, sonriendo aliviada al sentirse como en casa.
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