Capítulo 29: Valorar la música.
Yrmax apretaba sus dientes. El doctor que le estaba examinando sus brazos, pecho y espalda sentía una gran angustia al ver el estado del rey. Era incapaz de comprender lo que tenía, como era posible que esos rectángulos azulados iban transformando su piel a más blanca que la nieve.
—¿Le duele si toco en la zona blanca? —preguntó de nuevo.
—No, pero lo otro sí.
—Ajá, los rectángulos... —Ajustó sus gafas, intrigado por tal enfermedad—. Es la primera vez que veo algo así. No soy capaz de comprender qué es. Parece que le está contaminando, como si esta enfermedad quisiera transformarlo en algo.
—En un maldito virus —susurró Yrmax.
—¿Acaso ese virus era blanco? —preguntó el médico.
Yrmax pensó sus palabras. Los colores de ese ser variaban sin parar, no tenía un color fijo. Era azul como rojo, verde y luego blanco, así repitiéndose en un bucle.
—No te sabría decir.
—Es que es muy interesante —murmuró, yendo con cuidado lo que hacía porque no tenía claro si eso podría empeorar o mejorar el estado del rey—. Puedo decir que avanza muy lento, capaz porque sólo hacía efecto cuando estabas al lado de ese ser.
—Posiblemente...
—Pero en cuanto medicina no hay nada que la haga disminuir. Solo sabemos que alejado de ese ser no parece empeorar su estado. Mediante buenos alimentos y aguas curativas que se puede conseguir en Synfón, es posible que aminore —continuó el médico.
—Perfecto, porque tengo intención de ir allí ahora mismo.
—¿C-Cómo?
Yrmax se había concienciado esta noche, no iba a quedarse en el castillo más tiempo. Junto a unos guardias irían a Synfón, no solo para poder curarse, sino para avisar a Lizcia y los demás sobre lo ocurrido. Sabía que estaban ahí porque uno de sus leales caballeros pudo informárselo ante lo ocurrido en Miei.
—Pero, su majestad, con este estado usted...
—Sé que es arriesgado, pero me niego estar quieto. Por ello le pedí que me examinara y me dijera cuales son las mejores medicinas que pueden evitar esta enfermedad —explicó Yrmax.
El médico meditó por un buen rato hasta que suspiró derrotado.
—Según he visto, es una enfermedad que no se contagia entre nosotros, por lo que es un alivio. Segundo, la enfermedad no crece ahora mismo, pero al parecer si le afectaba mucho al lado del rey. Con lo que me ha dicho, podemos confirmar que estar cerca de ese virus es un peligro para usted, pero si logramos retirarla a tiempo, podremos evitar que acabe como él.
—Me dijeron que ese ser tenía una habilidad única, algo así como la intangibilidad —recordó Yrmax—. Al parecer no se le puede golpear con facilidad. Por ello cuando toca esa parte blanca de mi cuerpo no soy capaz de sentir nada.
—Es posible, aunque muy extraño he de decir. Intangibilidad. La capacidad de ser inmune como si fuera invisible o inexistente —murmuró el médico asombrado.
—Eso es, al parecer no estamos ante algo que parece ser peligroso, y por lo que entendí, parece estar trabajando para alguien que es mucho más poderoso.
—Al ser de otro planeta será muy difícil encontrar una solución directa, estaríamos hablando de otros lugares. De otros... planetas... —El médico puso su mano en la cabeza—. ¿Cómo es posible esto?
—No lo sé, pero no pienso quedarme de brazos cruzados como entenderá —contestó Yrmax.
El médico afirmó con lentitud.
—Bien. Entonces trataré de buscar las medicinas pueda atrasar su avance, aunque no puedo prometerle nada más que ir a esas aguas curativas de Synfón. Capaz ahí pueda tener un remedio más rápido y eficaz que el nuestro.
El médico se habría levantado del asiento mientras Yrmax se ponía la camisa. El mayor no pudo evitar fijarse en esas marcas. Daba la sensación de que esos rectángulos azules parecían ocultar un mensaje, un lenguaje muy antiguo.
—Genial, cualquier novedad, házmelo saber. Yo me prepararé para marcharme de inmediato —decidió Yrmax.
—Como usted desee, su majestad.
Las cálidas y agradables aguas de aquellos baños captaron la atención de los elegidos. Estaban solos, parecía que estaba reservado para ellos, pero la verdad era que en la tarde a Sytoky le apetecía bañarse.
Estos estaban divididos en dos zonas, la izquierda para las mujeres y la derecha para los hombres. Estaban hechos de esta manera porque sabían que en su momento eran visitadas por otros.
—¡Llegamos! —anunció Rima con una sonrisa dulce.
—Genial —susurró Eymar, mirando a su alrededor—. Podéis bañaros vosotros, yo...
—Te vas a meter.
Eymar soltó un suspiro largo y Rima se cruzó de brazos. Curo y Xine se miraron de reojo sin decir nada. Lizcia y Ànima estaban quietas en el sitio avergonzadas. No querían que nadie las mirara cuando se bañaran, aunque estuviera todo bien cubierto bajo un muro de rocas, troncos y hojas.
—Rima te dije que no me voy a bañar porque esta ropa es muy delicada —explicó Eymar.
—No te dije que te bañaras con la ropa. Eres una partitura sin sentido, ¿quién haría algo así? —preguntó Rima.
Mientras ellos dos discutían, Xine y Curo se miraron de reojo con una sonrisa pícara.
—Me niego totalmente a bañarme. ¡Eh! ¡Vosotros dos! —gritó Eymar—. No os creáis que no os veo. Tengo ojos en todos los lados, como me intentéis tirar os congelo.
Curo entrecerró sus ojos y soltó un suspiro breve. Xine seguía sonriendo con picardía, algo se tramaba entre sus manos rocosas. Mientras tanto, Lizcia se acercó hacia el lago para retirar sus botas y tocar el agua. Estaba a una temperatura agradable.
—Pues a lo mejor si me baño —susurró Lizcia.
—Venga, Eymar, no me seas así, ¿acaso todos los Maygards no os laváis? —preguntó Rima.
—¡No! Tenemos magias para que no nos manchemos ni nada por el estilo —respondió Eymar.
—¡¿No sabéis lo que es el agua?! —preguntó.
—¡Claro que sí!
Lizcia se acercó a Ànima para susurrarle que intentara también bañarse porque el agua estaba perfecta. La diosa con tan solo pensarlo sintió una gran vergüenza en su cuerpo.
—¡Deja de intentarlo, Rima, te he dicho que-
—¡ROCA VA!
Xine saltó hacia los baños, agarrando sus piernas para ser una enorme roca redondeada. Creó una gran ola que impactó hacia Eymar, aunque no solo a él, también a Rima. Ambos estaban cerca del lago y se mojaron por completo.
—¡Paso, que voy!
Aunque no sería el único, Curo fue detrás, creando otra ola del cual Eymar pudo detener creando un escudo a tiempo. Ànima se rió ante tal hecho al igual que Lizcia, quien se hacía una ligera idea de qué pudo haber ocurrido.
—Ala. Ya estás mojado, ¿te vas a bañar?
Eymar respiró con lentitud.
—¡Qué remedio! ¡Toda mi ropa se desperdició! —se quejó Eymar—. Menos mal que puedo repararla. ¡Venga! ¡Vete, no quiero que me veas!
—¿Ay te da vergüenza? —preguntó Rima con una risa pícara.
—¡Vete, anda, intimidad! ¡Fiu, fiu! ¡Usaré las magias como no te vayas!
Rima rio sin parar, haciendo caso a su amigo para irse a los otros baños. Cruzó por una puerta hecha de madera, traspasando los muros. Ànima y Lizcia irían detrás.
—Por primera vez voy a ver como un Maygard se quita la camisa con sus cuatro brazos —murmuró Curo curioso.
—Yo tengo curiosidad. Dicen que su rostro posee seis ojos —continuó Xine.
—¡VOSOTROS TAMPOCO! —gritó Eymar.
Por el otro lado, Rima retiró su ropa para tirarse de golpe al agua, detrás fue Lizcia y la última sería Ànima, aunque en verdad no habría retirado su ropa, solo se quitó sus botas y remojó sus pies.
Rima la miró con la ceja arqueada mientras se apoyaba en las rocas del lago. De fondo se escuchaba las cascadas, creando una sinfonía constante y relajante. Lizcia también lo oyó, quedándose poco a poco dormida.
—¿Tú también vas a ser como Eymar? —preguntó Rima.
—C-Creo que es la primera vez que me baño en estas aguas. D-Dame tiempo, ¿vale? —pidió Ànima.
—¿Es que nunca te has desnudado enfrente de otras mujeres? —preguntó Rima. Ànima negó con su cabeza—. Nosotras es algo muy normal cuando venimos de un día duro de trabajo —explicó Rima, estirando un poco su espalda.
—E-Eh. De lo poco que sé de mi raza es que no nos hacía falta bañarnos, aunque algunos iban al río —trató de recordar Ànima.
—Oh, qué peligroso es ir a un río, ¿no? Las rocas ahí. No sé, un poco arriesgado.
Lizcia para ese entonces habría caído dormida.
—No te sabría decir. No recuerdo nada.
—¿Nada de nada?
—No, nada, tengo dos historias y solo veo imágenes sin sentido. Otras violentas, otras más agradables junto a voces.
En el otro lado se escuchaba a los chicos jugar con el agua y haciéndose bromas pesadas. Rima giró su cabeza para avisarles de que no hicieran ruido, pero al hacerlo, escuchó como alguien se tiraba al agua. Sorprendida, giró su cabeza, viendo a Ànima generando una capa de oscuridad a su alrededor, cubriéndose de agua solo hasta su nariz.
—Pareces un pez peligroso —se burló Rima.
—No quiero que me vean —respondió Ànima, mirando a otro lado.
—Ya, pero ¿tienes que manchar el agua con eso?
—Es oscuridad, es para que no me veas.
Rima arqueó la ceja, pero lo aceptó. Después de todo no eran como las Sytokys que no tenían esa vergüenza entre ellas.
—La verdad es que sí es bastante relajante —admitió Ànima, apoyándose hacia la pared de los lagos.
—No solo eso, aquí es donde muchas consiguen una gran inspiración, como es en mi caso que, mientras hablo, tengo miles de ideas en mi cabeza.
—Ya veo. ¿Y te organizas con tanta idea?
—Más o menos. —Rio con calma para luego mirar a Lizcia, en especial la herida de su brazo derecho—. Al parecer a alguien le hacía falta un buen baño curativo.
—Ese ataque fue una de las aberraciones que intentó hacerme daño, pero Lizcia se puso en medio y lo recibió por mí —explicó Ànima, reduciendo un poco la oscuridad. Se estaba sintiendo bastante cómoda.
—Vaya, sí que le eres importante para que haga eso, ¿no?
Ànima miró hacia su amiga, recordando todas las aventuras que tuvieron. Pensarlo solo hacía que sonriera.
—Sí. En verdad sí.
Rima sonrió un poco, dándose cuenta de que Ànima ya no generaba esa oscuridad de su cuerpo.
—La verdad para ser la diosa de la oscuridad tienes buen cuerpo.
Ànima sintió la vergüenza, generando esa oscuridad de nuevo.
—¡O-Oye! ¡No mires!
—¡Pero si somos mujeres, no te cortes anda!
—¡N-No lo entenderías! ¡Deja de mirar!
—¡Venga! ¡Ni que te gustaran las chicas!
Hubo un silencio incómodo. Las mejillas de Ànima pasaron a ser completamente blancas. Rima se quedó mirándola con asombro.
—¡Oh por todas las notas! ¡¿Te enamoraste de una chica?! ¡¿Quién?! ¡¿Puedo saber?!
Sus respuestas no serían dadas, menos cuando una gran roca cayó desde el otro lado.
—O bueno, a lo mejor no ¡porque tenemos a un coro desorganizado y rebelde a nuestro lado! —gritó Rima.
—¡Empezó Eymar! —se quejó Xine desde el otro lado.
—¡Mentira! ¡Fuiste tú, calentaste el agua y casi me quemas!
—¡Lo confirmo, no fue nada agradable! ¡Porque dejé el arco en casa de Rima, sino lo habría congelado!
—Ay, sois irremediables.
Rima salió del agua, secándose y vistiéndose rápido para ir al otro lado, dejando solas a Ànima y Lizcia. Una estaba sumida en la vergüenza mientras que la otra se acaba despertar por los gritos.
—¿Eh? ¿Pasó algo? —preguntó Lizcia.
—No, Lizcia. Descansa, te lo mereces.
—Ah. ¿Te bañaste al final?
—Sí, estoy cerca tuya.
—Genial, te va a encantar, son muy relajantes, tanto que me quedé un poco dormida. Lo siento.
—No te disculpes. Descansa todo lo que puedas, luego tenemos bastante que hacer.
—Bien.
Y volvió a tomar el sueño con rapidez, dejando sola a Ànima más tranquila al no sentirse observada. Solo ella y el agua, dejando que sus músculos se relajaran mientras escuchaba de fondo la pequeña y divertida discusión que tenían.
Tras un buen rato, Rima les avisó para que se vistieran porque pronto empezarían a prepararlo todo para la actuación. Una vez listos, se dirigieron al gran escenario, situado en el Sur. Se encontraba en los profundos bosques donde la montaña creaba una gran cueva, la cual era decorada por telas de tonos azules. El grandioso escenario semicircular poseía varios asientos a su alrededor.
Las mañanas y tardes eran las más ajetreadas para las Sytokys porque tenían sus tareas más comunes como la vigilancia de su terreno, recolección y cuidado de alimentos, creación de instrumentos a la vez que restauración de escenarios. Esto último era el más importante porque siempre había tres actuaciones de larga duración en el que las Sytokys solían acabar destrozando algo sin querer o porque era necesario para la obra.
Rima tenía muy claro que la hora perfecta para practicar la actuación era por la noche. Si alguna estaba despierta era para vigilar la ciudad, pero no mucho más. Incluso la elegida Estrofa se iba a dormir muy pronto para recuperarse.
—Bien, en principio estamos solos —aseguró Rima con una sonrisa mientras caminaba con cuidado por las tablas de madera que formaban el gran escenario—. ¡Ah! ¡Qué emoción! ¡Es tan grande que podré preparar demasiadas escenas y actos! ¡Todo tiene que estar bien estructurado! ¡Como me entere que hay una parte desorganizada me voy a cabrear!
—Es quisquillosa y tiene problemas por la organización. Genial —expresó Curo con un falso entusiasmo—. Yo creo que voy a...
—¡Curo, necesito tu ayuda! ¡Puedes bajarme esa cortina de ahí arriba!
—Vilonio tenía que ser.
—¡Gracias Curo! —agradeció Rima con un canto alegre—. Eymar, necesito que vayas a por telas y brebajes de inmunidad al fuego. Por último, Cine, necesito tu fuerza para llevar algunos materiales.
Eymar y Xine aceptaron, moviéndose con ligereza.
—No sabía que el mundo del espectáculo era tan exigente —comentó Ànima.
—En mi pueblo celebraban fiestas y actuaciones. Decían que eran costosas de hacer, pero que el resultado merecía la pena —explicó Lizcia con nostalgia—. Espero que cuando actuemos, pueda verlo con tus ojos.
Ànima entendía el porqué. Estaban rodeados por un lago de aguas violetas donde su alrededor el bosque y la montaña las acompañaba. Un lugar relajante donde parecía que las Sytokys deseaban que la naturaleza fuera testigo de tal momento.
—Quiero que lo vean desde aquí enfrente, que es donde sale la luna. Todos los espectadores le darán la espalda a ella, pero cuando esté en el punto más alto, tendrán que verla junto a la actuación que haremos—explicó Rima mientras movía los brazos y sacaba la lengua para imaginarlo.
—Supongo que habrá que confiar —murmuró Ànima.
Lizcia afirmó con su cabeza.
—A mi si me permitís, voy a salir a por más materiales y preparar las pócimas —comentó Eymar mientras se iba poco a poco del escenario.
—Deja que te acompañe, Eymar —intervino Curo, bajó desde lo más alto para poder acercarse—. Tengo que hablar algo contigo.
Rima miró con curiosidad, pero no dijo nada, solo se cruzó de brazos por unos segundos para luego prestar atención a Lizcia.
—¡Lizcia! —gritó Rima—. ¡¿Qué tan bien se te da actuar, bailar y cantar?!
—¿C-Cómo?
Rima agarró las manos de Lizcia con mucha ilusión, hablando sin parar para explicarle y enseñarle. Xine fue acompañado por Ànima en caso de que necesitara algo. Por otro lado, Curo acompañaba a Eymar hasta en lo profundo de los bosques. No se alejaron mucho, solo lo suficiente para conversar en privado.
—Eymar.
Frenó sus pasos, mirando hacia Curo.
—¿Qué ocurre? —preguntó Eymar.
—Es sobre la bufanda. Por alguna razón pierden su color, tanto Xine como yo nos hemos dado cuenta y queríamos preguntarte si sabías algo.
—Ah, era eso —murmuró con poca sorpresa para luego soltar una risa triste—. Pensé que no se involucraría tanto, pero me temo que tiene sentido, ya que estoy reclamando su poder.
—¿A qué te refieres? —preguntó Curo.
—¿Sabes algo de los Maygards?
Curo le pilló por sorpresa su duda, tanto que alzó sus orejas.
—Vivís bajo tierra, en Mayie. Sois un poco ermitaños, aunque tenéis buena fe y ayudáis a las demás razas, pero creo que solo uno puede vigilar un terreno o algo raro escuché —respondió Curo.
Eymar alzó un poco sus hombros inferiores.
—Presta atención, te explicaré cómo funciona nuestra raza y luego obtendrás la respuesta del porque vuestras bufandas brillan tan poco —pidió en un tono bastante serio.
Curo afirmó con calma y agudizó sus oídos.
—Para empezar, nos dividimos en cuatro tipos de Maygards. Los que protegen los Mitirs, Zuklmers, Sytokys y Vilonios. Fácil, ¿no?
—Sí.
—Sabes que, en nuestra ciudad, Mayie, hay túneles conectados que llevan a cada ciudad, siendo el centro, donde se encuentra Melin en la superficie, como punto de reunión. El asunto es que en su momento estábamos viviendo en lo que eran templos subterráneos donde teníamos provisiones y podíamos descansar, pero como tal nunca hemos tenido una casa. Somos nómadas.
—Entiendo —susurró Curo, arqueando la ceja.
—El asunto es que desde pequeños nos dejaban en un templo y nos enseñaban a usar las magias de una zona. En mi caso era las de los Vilonios, siempre fue así hasta que os empecé a ayudar.
—¿Cuándo empezaste a ayudarnos conseguiste las demás magias?
—Sí, y eso en nuestra raza se considera como un peligro o que quiere ser un elegido.
—No entiendo.
—Esto se debe por nuestro elegido, Ayan. Poseía todas las magias, pero al final se volvió en nuestra contra y destrozó todo, incluso los templos. Mi padre, ante esto, puso los limites que te expliqué.
—O sea que antes todos sabíais usar todas las magias.
—Sí.
—¿Y qué pasa si ahora quieres aprenderlas todas?
—Te vigilan —respondió Eymar con total honestidad—. No te ayudan, te juzgan y deciden si haces bien las cosas o no bajo su criterio.
—E-Entiendo.
—El asunto es que cuando consigo las magias, tengo los báculos. Si tengo todos, me quedan por obtener los de mi raza. El báculo del Sol y la Luna. La prueba para ser elegido.
—¿Y qué tiene que ver con las bufandas?
—Os roba energía, indirectamente —explicó Eymar, viendo como Curo alzaba sus cejas—. Los báculos se crean solos en los Maygards, pero solo uno puede conseguirlos todos y eso se debe a cómo ha participado el mago en la elección del elegido.
—¿Cómo?
Eymar soltó un breve suspiro
—Te pondré ejemplos. Cuando Lizcia fue elegida, Yrmax quería darle el puesto, yo al final participé y dejé que lo fuera, aunque al principio me opuse, pero a la larga, cuando obtuvo ese puesto, decidí ayudarla como mejor pude durante su viaje.
—Oh entiendo... ¿Y conmigo?
—Te ayudé cuando el elegido de los Zuklmers te atacó, al igual que ayudé a Xine para que consiguiera el puesto.
Curo abrió un poco los ojos, demostrando su sorpresa.
—Entonces ellos deben estar enfadados contigo, ¿no? Conseguiste dos de golpe y eso seguro que los alarmó —supuso Curo.
Eymar afirmó.
—Antes de irnos de la ciudad de los Zuklmers, me dijeron que estaría solo y vigilado en todo momento, que mis acciones y decisiones serían siempre juzgadas. Así que ahora mismo estoy haciendo la prueba de los Maygards —explicó con una pequeña risa triste.
—¿Y si consigues todos? —preguntó Curo.
—Tendré que obtener los báculos de mi padre —respondió—. Es una pelea final de magias en el que él me pondrá a prueba en todo sentido, pero no se bien que será.
El viento era lo único que se escuchaba al igual que las hojas que se movían con suavidad. Curo miró hacia el cielo estrellado por unos segundos para luego soltar un suspiro.
—Mejor no pensemos en eso, Curo —pidió Eymar—. Tenemos mucho por delante porque las actuaciones de Rima son... No sé cómo describirlo, pero te darás cuenta tú solo.
—La conoces mucho, ¿ya os hablasteis?
Eymar miró de reojo hacia Curo con una sonrisa que no se pudo ver por la máscara que tenía puesta. Empezaron a caminar, Curo le siguió a paso tranquilo.
—Somos amigos. Ella me descubrió cuando era un niño pequeño que trasteaba con las magias —explicó Eymar con nostalgia—. Rima le gustaba perderse en los bosques y traer frutas de gran diversidad a sus padres.
—¿Te confundió con una fruta? —preguntó Curo antes de que su compañero siguiera explicando.
—Sí, por desgracia sí. Como era tan pequeño y vestía de rojo, me confundió como una manzana —admitió avergonzado. Curo rio como nunca hizo en su vida. Eymar sintió su rostro arder como un volcán a punto de erupcionar—. ¡El caso! E-Es que nos hicimos amigos por esa tontería y nos fuimos conociendo.
—¡Quien me diría! De todas las formas posibles para conocerse ¡y te confunden como una fruta!
—¡Los Maygards son enanos cuando crecemos! ¡Nuestro tamaño es tan pequeño que nos puede confundir cualquiera! —se defendió. Curo soltó otra risa—. Uhg, lo que sea.
—¿Y qué sabes de ella? Aparte de ser una obsesionada con la perfección y una escandalosa —preguntó.
—No la juzgues por eso. En verdad es una mujer muy apasionada y dispuesta a todo, sobre todo en el espectáculo. Quiere enorgullecer a todos, incluso a sus padres —explicó Eymar, aunque estas últimas palabras las dijo en un tono más triste.
—Espero que la vayan a ver, les hará ilusión saber que a lo mejor es una elegida —comentó Curo.
—Curo, sus padres murieron por culpa de las aberraciones.
La sangre de Curo se heló más que las montañas donde había hecho la prueba, para luego mirar a Eymar.
—Yo... ah...
—Su padre era músico y cantante, su madre actriz y bailarina. Ella quiere hacer todos esos oficios en su obra teatral para rendirles honor con la mejor actuación posible. Por eso se esfuerza tanto.
—A-Ahora tiene más sentido.
—Por eso te dije que no la juzgaras —le repitió—. De esto no digas nada, no le gusta que se lo digan a los demás, pero si lo hice es porque tú sueles juzgarlos. Una mala costumbre que tienes.
—Soy desconfiado, ya lo sabes bien —se defendió Curo.
—En parte lo entiendo —murmuró Eymar—. Yo también lo hice y al final me callaron la boca.
Curo no entendió bien las palabras de su compañero hasta que giró hacia sus espaldas, viendo el escenario. Lizcia y Rima estaban bailando. Se notaba quien tenía más experiencia y quien era la más torpe, pero que a pesar de eso disfrutaban como niñas pequeñas.
En medio de ese escenario donde bailaban, Ànima estaba en silencio viéndolo todo. Sonreía con calma hasta que poco a poco una melodía apareció en sus oídos. Era extraño porque en ese momento no había ni un instrumento que fuera tocado, pero en cambio ella si oía algo.
La canción era muy movediza y no parecía estar hecha por instrumentos que estuvieran hechos por las Sytokys. No, esa canción tenía un ritmo rápido, movedizo y estaba hecho por algo que no era natural, sino... ¿tecnológico? Sí, era música moderna y se cantaba en un idioma que Ànima podía entender, aunque jamás lo había escuchado hablar de sus amigos.
Sus manos empezaron a temblar y cuando las miró, se dio cuenta que estas no eran grises, sino un tono de piel similar a los Mitirs. Se asustó un poco, más cuando vio a alguien a su lado cuya figura pequeña la observaba con un rostro impasible.
—¿Q-Quién...?
Sus palabras no salían, deseaba decir algo hacia la pequeña, pero sus deseos no pudieron cumplirse.
—¿Ànima? —preguntó Eymar—. ¿Estás bien? Estás llorando.
—¿Eh? Yo... —Ànima limpió sus lágrimas con sus manos, respirando con profundidad para intentar calmarse—. Sí, estaba distraída, me gustó el baile que tuvieron Rima y Lizcia.
Aunque mintiera, muchos sabían que no era cierto lo que dijera. No eran tontos, se notaba por su reacción y su forma de temblar. Algo había recordado, algo que no sabía cómo explicarlo, pero aun así no la presionaron.
—Me alegra que hayáis vuelto, señoritos y manzanito —intervino Rima—. Quiero aclarar que la obra empezará con la historia de Lizcia. Luego seguirá con la de Ànima, pero no daremos mucho detalle, para que así de más misterio, ¿entiendes?
Eymar arqueó un poco la ceja, pero afirmó.
—Bien—contestó Eymar.
—Seguiremos con la historia de Curo, luego con la de Xine y luego la nuestra —explicó Rima mientras señalaba a Eymar—. Para al final terminar con la de Ànima.
—¿De qué tema quieres hablar? —preguntó Curo.
—La esperanza. Quiero concienciarlas para que no tengan miedo, ahora más que nunca debemos ser partícipes de esta guerra para acabar con la condena —explicó Rima—. Es lo que me dijiste Eymar y cuando me explicaste vuestro objetivo, me quedé loca.
—Te tengo que recordar que el príncipe Yrmax también interviene en esta historia, gracias a él, Lizcia es elegida —recordó Ànima.
—¡Lo sé! Pero para eso quiero que Eymar tome el puesto de Yrmax —explicó Rima.
—No tiene mucho sentido si nos ponemos a recordar lo que pasó —murmuró Ànima mientras miraba a Eymar.
—Tienes que entender que no nos conocíamos y creía que eras una aberración—se defendió Eymar.
—Lo entiendo, pero odio que me comparen como una —suspiró Ànima para luego mirar a Rima—. No es tan complicado, solo hay que hacer todo de nuevo, pero como una actuación.
—¡Exacto!
—Aunque tengo una duda, ¿por qué mi historia será casi la última? —preguntó Ànima.
—Porque lo bueno siempre se deja para el final —respondió Rima con una sonrisa—. Aunque bueno, eso es algo común y a su vez es un fallo, en verdad quiero que toda la obra sea un constante bombardeo de emociones, pero que tu historia impacte aún más.
—Está bien —murmuró, cruzando sus brazos.
—¡Bien! Entonces no perdamos tiempo, ¡venga, venga!
Rima quería hacer todos los preparativos y las prácticas lo más rápido posible, por lo que estarían bastante ocupados aprendiendo todo. Tenía claro que ella sería la única en bailar porque los demás chicos no tenían experiencia ni tiempo para ello. Con quien más tiempo le pondría empeño sería a Ànima.
«Su historia debe de estar bien cuidada y quiero hacer yo una recreación. Ver cómo consigo que lo recuerde —pensó Rima, concentrada mientras miraba el escenario—. Tengo que hacerlo muy bien. Por mis padres, por Lasi».
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