Capítulo 2: La tripe alianza.

Ànima no se lo podía creer. Si pudiera, gritaría emocionada por acceder a Linee y encontrarse con el dios de la luz. ¡Con Luminem!

En silencio y siguiendo al dios, vio las casas de dos pisos hechos por materiales sacados de las montañas de color blanco. Era como mármol, aunque no dejaba ni una grieta de por medio, como si se uniera con los demás bloques.

La decoración eran flores y árboles luminosos que hacían que la noche fuera poco importante para ellos. Comprendía que los Lumos dependían de la luz, pero ¿siquiera un poco de oscuridad les podía tocar?

Los árboles no eran tan altos como en los bosques que antes había descubierto —y de los que casi se pierde—. Aparte que de sus ramas colgaban unos frutos que no se atrevía tocar. ¿Y si eso la envenenaba?

Pronto sintió debilidad. Le costaba caminar, y eso era algo que Luminem veía. Por ello mismo movió su mano derecha para que la luz fuera menos brillante.

—P-Por Cuis —susurró asombrada.

Ahora podía fijarse mejor en lo que la rodeaba. Las casas poseían varias ventanas abiertas. ¿Acaso vivían familias numerosas? ¿Gremios? ¿Grupos de amigos? Las calles eran espaciosas y cómodas de caminar. No había agujeros ni grietas de por medio, creando un camino que cualquiera se pondría a correr sin temor a caerse.

Pronto se encontraron con un grandioso templo que hizo abrir su boca. La decoración era detallada hasta lo más mínimo, sobre todo por las estatuas que lo rodeaban. Algunas eran del propio dios que tenía a su lado, pero las otras no era capaz de identificarlas.

—Bienvenida a mi dulce y luminoso hogar —presentó Luminem mientras caminaba. Ànima le miró con admiración—. Por favor, entra sin miedo, disminuiré la luz para que puedas disfrutar de la estancia.

Se quedó inmóvil al ver enfrente unas escaleras blancas y brillantes. Daba pasos inseguros, encontrando los pasillos largos hechos de baldosas doradas. Miraba los pilares, el trabajo que había detrás de cada columna demostraba su cariño y esfuerzo por el templo.

Se sentía avergonzada, ¿cómo podía caminar por aquí como si nada? Era una simple civil, una Cutuis sin importancia. 

Siguieron adelante hasta dirigirse a una sala de varios asientos. Luminem no dudó en sentarse para disfrutar de una cesta de frutas que había al lado.

—Siéntete como en casa —comentó Luminem con una sonrisa calurosa. Ànima miró una vez más su alrededor con la boca abierta—. Bueno, más o menos como en casa.

—Gracias por su hospitalidad, pero no era necesario —habló Ànima con timidez—. Solamente quería ver el exterior y, ehm...

—¿Deseas volver a tu hogar?

«No sé ni lo que quiero ahora, estoy demasiado saturada», pensó Ànima.

—Disculpe mis palabras. No me acostumbra ver tanta luz con una decoración tan bella y detallada —admitió Ànima, avergonzada—. En Custió es más distinto, cada uno vive en pequeñas cuevas, siendo el más grande para nuestra diosa de la oscuridad, Cuis.

—Comprendo. —Luminem agarró unas pocas uvas para comerlas con cuidado. Se acomodó en lo que parecía ser un sofá.

—Cuando se presentó, los Cutuis decían que era peligroso, y no les culpo, siempre piensan en negativo por lo que hemos vivido —continuó Ànima. Estaba sentada con las piernas juntas sin mirar aún al dios—. Salí más de una vez, pero ese día cuando os presentasteis, os observé con asombro. Cuando os fuisteis, me pregunté: si son malos, ¿no nos habrían atacado ya? Fue ahí cuando me di cuenta que no erais enemigos porqué respetasteis nuestro hogar.

—Es que realmente lo hacemos —afirmó mientras comía—. Cin y yo entendemos qué tengáis miedo. Solamente salís por la noche y aun así os quedáis dentro de la montaña porque es el lugar más seguro. Ir allí a molestar es una falta de respeto.

Ànima le miró con curiosidad por cómo estaba casi tumbado mientras comía. No se lo tomaba como una falta de respeto, sino como un acto de confianza.

—Si soy sincera, me alegra ver que mis predicciones no eran erróneas, pero no creo que me hagan caso una vez que vuelva, me dirán que estoy loca...

—Siempre puedo acompañarte.

—¿C-Cómo? —preguntó Ànima, levantando su cabeza y mirándole.

—Mi objetivo aquí es mantener la paz. Muchos han sufrido por lo que ocurre en el exterior. Si vienen aquí, deseo conocerlas y ¿quién sabe si una alianza? Como dije, promuevo la paz y la tranquilidad como Cin también hace.

—Pero usted comprende que ir allí es reducir su luz al máximo, ¿verdad?

—No me hables de usted, por favor, solo dime Luminem o Lumen —pidió con una sonrisa amable—. En cuanto a tu pregunta, claro que soy consciente, pero no me importa tomar ese riesgo si así puedo hablar con la diosa de la oscuridad.

Esas palabras la dejaron atónita. Conocía bien su hogar y no sabía si la luz iba a sobrevivir allí. Lo comparaba como si una antorcha fuera cruzando por las oscuras y tenebrosas cuevas que ahogaban el fuego.

—Si usted está tan seguro...

—Te dije que me llamaras Lumen o Luminem —recordó con una risa relajada.

«¿P-Por qué? Es un dios...», se preguntó Ànima en silencio.

Había algo en él que la dejaba anonadada, sus aires iban a ser asombrosos para los Cutuis. Por lo general eran seres poco sociables, negativos y un poco bordes, aunque eso se debía a todo lo que habían sufrido.

¿Cómo reaccionaría cuando viera que muchos no salían de sus hogares? ¿Cómo reaccionaría cuando viera que muchos dependían de la oscuridad para sobrevivir?

—Habrá que intentarlo —susurró Ànima. Pronto vio como Luminem se levantaba con rapidez para estirar sus brazos.

—Como decía mi madre, "el no ya lo tienes, ahora solo queda intentarlo hasta el final" —comentó Luminem con una sonrisa confiada. Al terminar, miró hacia Ànima y le dio la mano—. ¿Nos movemos?

La oscuridad era tenebrosa. Luminem lo descubrió muy rápido cuando tuvo que reducir su luz y caminar por las cuevas donde no había apenas unas antorchas que guiaran su camino. Debía confiar plenamente en las indicaciones de Ànima como si fuera un ciego. A veces, cuando se agobiaba demasiado, hacía brillar sus manos para poder ver un poco a su alrededor, dándose cuenta en qué ambiente estaba envuelto.

Custió no tenía cariño ni cuidado. Vivían en una cueva donde se dividía en túneles que iban a otras cuevas pequeñas, como hormigas.

«¿Por qué no le meten más cariño? ¿Es que acaso se conforman con tan poco o no tienen mucha idea?», pensó Luminem.

Tenía que ir con mucho cuidado por donde pisaba ya que se había tropezado al menos unas siete veces. El camino tenía pequeñas grietas que hacían su trayecto complicado. Ànima se preocupó, pero a su vez le sorprendía ver que Luminem se reía mientras se levantaba del suelo con la misma luz que tenía en su cuerpo.

—No te preocupes, estoy bien —aseguró Luminem.

—D-De acuerdo...

Caminando, Luminem se percató de los ojos curiosos y silenciosos que los rodeaban.

«Y esto es solo el inicio, queridos. Pronto esos mitos serán destruidos», pensó confiado.

Poco tardaron en llegar a la gran cueva donde vivía la diosa de la oscuridad. Al frenar sus pasos, Luminem vio que la ciudad no era muy deslumbrante. No había hogares resaltables, ni caminos bien decorados o edificios importantes.

«La ciudad es igual que ellos. Solitarios y oscuros, la única que parece resaltar un poco es ella», pensó Luminem, viendo como Ànima llamó a la puerta con dos simples golpes para luego esperar.

En ese pequeño tiempo, Ànima decidió mirar al dios. Parecía estar analizando, al menos eso suponía por cómo le observaba de arriba abajo, en especial su visera que cubría sus ojos.

—Siento si no es lo que esperaba... —se disculpó bajo un suspiro, agachando su cabeza.

Luminem soltó una ligera risa.

—No digas tonterías, cada ciudad tiene su propio encanto —respondió Luminem amablemente—. Solo que no estoy asombrado, es raro que ustedes no tengan una ciudad tan elaborada.

—Nunca nos interesó...

—Comprendo, no te preocupes.

Las puertas se abrieron con cuidado, apareciendo dos soldados que examinaron de arriba a abajo tanto a Ànima como Luminem, en especial a él. El dios sonrió con amabilidad y saludó inclinando un poco su cuerpo hacia delante mientras que Ànima se arrodillaba.

—Pedimos entrar para hablar con la diosa Cuis —aclaró Ànima—. Él, Luminem, desea conocerla, hablar y establecer una alianza.

—¿Oh? ¿De verdad?

Los presentes pudieron ver a una mujer de rostro serio con los brazos cruzados. Volaba hacia ellos, acercándose poco a poco, enseñando su apariencia.

Luminem no pudo ser muy discreto al encontrarse con ella. Su presencia dejaba ese aire de misterio a su alrededor, a sus ojos veía una mujer imponente y bella.

—Sorprenderme —pidió Cuis, mirando a ambos por encima de su hombro.

Su cabello blanco y ondulado llegaba hasta la altura de sus caderas, en ocasiones suspendiéndose en el aire como ocurría con el cabello de Luminem. Su cuerpo delgado remarcaba sus caderas oscuras. Por la zona de su pecho tenía unos símbolos blancos que representaban la luna y las estrellas. Daba la sensación de que iba desnuda, aunque era una ilusión que la oscuridad creaba al hacer una vestimenta fina.

—¿A qué esperáis? No tengo toda la noche.

Cuis empleó un tono borde en sus palabras, tomandole por sorpresa, pero no le molestó, es más, seguía mirándola con admiración. La oscuridad le era preciosa a sus ojos. ¿Quién le diría que un elemento considerado como el mal podría ser tan hermoso? Quería conocerla más, en especial cuando se adentraron por la gran cueva que habitaba junto a sus fieles soldados.

El interior apenas tenía decoración. Aparte de su poca luminosidad, no había más que una alfombra oscura que llevaba hacia un trono en donde ella se sentó. Solo Ànima y los guardias se arrodillaban en señal de respeto mientras que Luminem mantuvo una posición educada.

Cuis, mirando a ambos con un rostro serio a la vez que se relajaba un poco, decidió hablar:

—Ànima, eres tan insistente con tus decisiones y objetivos, espero que estés contenta. Parece que lo ocurrido en Tugia no te ha servido como escarmiento, y ahora no solo los has conocido, sino que has traído el dios de la luz.

El tono poco amigable de la diosa hizo que Ànima sintiera vergüenza, ocultando su rostro. Luminem se daría cuenta de esto y miraría a Cuis sin temor alguno.

—¿Por qué debe castigarla de esa forma? Tuvo un gran valor. Mientras todos le decían esos mitos e historias sin sentido, siguió adelante sin miedo a nada —defendió Luminem.

Cuis suspiró con pesadez.

—Ànima siempre ha tenido ideas extrañas de las cuales algunas nos han venido bien, pero la idea de salir al exterior no es algo que nos gustara por el miedo a cómo podrían actuar ustedes, sobre todo la luz —aclaró, mirando de arriba a abajo al dios con curiosidad—. Ahora que está aquí enfrente mía, veo que mis suposiciones son... erróneas.

—Entiendo su miedo, pero nosotros no queremos hacer ningún daño, de hecho, nosotros siquiera tenemos guerreros o seres fuertes que ataquen a los demás —explicó Luminem con sinceridad. La declaración dejó impactada a la diosa—. Somos pacíficos, los únicos que viven en este planeta, ¿comprende?

—¿A qué quieres llegar? —inquirió Cuis.

—Ayudarnos entre nosotros —respondió Luminem con seguridad—. En esta montaña podemos aprovechar muchos recursos como por ejemplo los Cineos, que nos aporta muchos alimentos, mientras que nosotros podemos ayudar con los trabajos más complicados en un abrir y cerrar de ojos. —Tomó aire y miró a la diosa con una sonrisa confiada y calurosa—. Queremos convivir juntos como uno más en este planeta donde haya paz y armonía.

Los más avispados podían ver que Cuis tenía un sonrojo blanco en sus mejillas por culpa de Luminem. Cuis tosió con cierta fuerza, negando con calma su cabeza.

—Nuestra raza es de las más fuertes gracias a la oscuridad, podemos hacer las tareas más complicadas que requieran resistencia, fuerza o también podemos aportar minerales que hay en este extenso lugar —explicó Cuis.

—¿Minerales? —preguntó Luminem, intrigado.

—Así es, en especial el conocido Blatulion, ya que es parte de nuestra cultura que ha estado existiendo en distintos planetas —aseguró—, aunque también tenemos varios que van desde la curación, alimento o simple decoración.

—Comprendo.

Luminem escuchó con gran atención mientras que Ànima estaba en el sitio en silencio con una sonrisa satisfecha. Cuis se dio cuenta de la presencia de Ànima, así que le dio una órden antes de seguir conversando:

—Puedes descansar, Ànima.

—Gracias, mi señora, que tenga una buena noche —se despidió Ànima con educación, levantándose del suelo para poder irse.

Luminem la observaba de reojo, le tenía aprecio por todo lo que había hecho. Era valiente, al menos era lo que percibía de ella.

—No esperaba que alguien de vuestra raza viniera a mi ciudad —admitió Luminem hacia Cuis.

Cuis suspiró con cierta pesadez.

—Ànima no es una Cutuis normal. Desde pequeña ha hecho actividades memorables, su actitud es impresionante, siempre ayuda a los demás... Brilla, aunque sea oscuridad. No parece ser una Cutuis como nosotros.

—¿Una posible órbita aprendiz? —preguntó Luminem con curiosidad.

—Una posible órbita novata —corrigió Cuis, suspirando para luego mirar hacia Luminem con un rostro relajado—. Bien, ¿es posible que pueda conocer al dios del ruido? Siendo honesta, todas esas palabras que me has dicho han logrado considerar muchas opciones que no tenía en mente hasta ahora.

—¡Sería un honor! Podríamos ir ahora, seguro que a Cin le hará feliz.

Luminem vio la mirada preocupada de la diosa, pero pasó a una más relajada. Su corazón logró iluminar su interior aún más, sonriendo como nunca al saber que la oscuridad por fin daba pequeños pasos para romper los mitos del pasado.

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