Capítulo 13: Ver la verdad ante el miedo.

Una vez que los dioses se alejaron, Kemi se giró para mirar a cada una de las presentes. Soltó un largo suspiro mientras las analizaba cada una de ellas. Todas ellas se asemejaban a sus dioses, pero la que más le preocupaba era Pyschen.

«¿Hasta qué punto el conflicto entre los dioses les estaba influenciando?», pensó mientras las miraba con detenimiento. Ànima analizaba cada gesto que hacía Pyschen, y lo mismo ocurría al revés. Luminosa no se separaba del abrazo que le dio a Ànima, siendo la que más tenía miedo seguido de Ànima. Pyschen en cambio, era la que no mostraba ni un solo sentimiento.

—Así que dices que desde que llegaste a Seriu, escuchaste un ruido constante. Ja, podrías haber empezado por ahí —comentó Pyschen mientras cruzaba sus brazos—. No sé quién pudo ser, me sorprende que haya alguien de mi raza que lo haya hecho, me avergüenza.

«Eres órbita experta, ¿y no sabes quien de tu raza usó tu poder? No. No me lo creo», pensó Lemi con la ceja arqueada.

—Según Cuis, dice que fue tu dios, un poder así no lo puede controlar nadie más que él —explicó Ànima.

—¿En serio crees que fue él? —preguntó Pyschen, mirándola de reojo con total desprecio.

Ànima negó con su cabeza rápidamente.

—No, no, solo dije lo que Cuis me explicó —respondió Ànima.

—¿Eres una descerebrada que obedece y hace caso a todo lo que dice Cuis? —preguntó Pyschen—. No me fastidies, me esperaba de ti que fueras un poco más pensante, no es agradable que todos los guardianes obedezcan como muñecos al dios, ¿no tienes una opinión propia?

—C-Creo...—tartamudeó Ànima, impactada ante la opinión de Pyschen—, siendo honesta no creo que Cin sea culpable o haga algo cruel, era amigo de mi diosa y de Luminem.

—Ajá, ¿y por qué antes reclamaste que podía ser él?

—Es lo que mi diosa dijo, no estoy confirmando nada —corrigió Ànima—, de igual forma, no niego que es sospechoso, no creo que alguno de vuestros ciudadanos lo sea porque es emplear un poder muy complicado, uno superior al de un elegido y solo hay dos que lo tengan, ustedes dos.

Luminosa miró con admiración a Ànima, un gesto que a Pyschen le incomdó.

—Me ofende que pienses eso, nosotros no tenemos intenciones de hacer daño, solo actuamos como mejor podemos y créeme que no es fácil. Es frustrante ver que tu dios está tan angustiado por lo que ocurre en el planeta y que los demás dioses no se lo tomen con la seriedad que requiere —explicó Pyschen—. Y ahora que la conoce, se revela una verdad que a cualquiera le podría asustar.

—Entiendo la preocupación, pero...

—No, no lo haces, sino no habría actuado así Cuis —interrumpió Pyschen viéndose el odio en sus ojos dirigidos hacia Ànima.

—Pyschen —intervino Luminosa con educación—, comprende que las formas no son las idóneas, se podría haber hablado todo como se hizo desde el principio y en vez de eso atacáis a Ànima como si fuera un peligro.

—Porque lo es, no es agradable saber que su raza puede obtener una habilidad que la hace un monstruo, ¿hasta estas alturas hemos llegado? ¿Y por qué nos lo ocultabais?

—Basta —pidió Kemi en un murmullo.

Ànima y Luminosa le miraron de reojo y se callaron, a excepción de Pyschen que le ignoró.

—No me voy a callar, no eres nadie —habló Pyschen con desprecio para luego mirar a Ànima—. Antes me dices que si nos conocemos y ahora acusas a Cin de algo que no ha hecho, ¿acaso sabes lo que hemos tenido que pasar? Han surgido muchos problemas y parece que has salido de la cueva.

«Con que esas tenemos ¿eh, Pyschen?», pensó Kemi.

—Para, Pyschen, hablar de esto no merece la pena —pidió Luminosa—. Aparte ella estuvo entrenando, ya hizo mucho más que nosotras dos.

—¿Perdón? ¿No merece la pena? ¿Sabes por lo que tuve que pasar? ¿Sabes lo difícil que es tener que entrenar cada día para proteger a los tuyos con el miedo de no morir y rezar a lo que sea para que sigamos con vida? —preguntó Pyschen mientras se acercaba poco a poco hacia Luminosa—. Capaz la única que no hizo nada eres tú, Luminosa, la inmadura que en vez de quedarse quieta con Luminem, decide moverse y actuar como idiota. Menos mal que fui a por ti, sino habrías muerto por culpa de Kersmark.

Kemi soltó todo el aire posible. Sus palabras llegaban demasiado lejos.

—¡¿Os queréis callar?! —gritó Kemi—. ¡Cada una ha hecho lo posible! No por eso una es mejor que la otra, ¿entendido? Ahora mismo tenemos unas preocupaciones más grandes de por medio y no es agradable que vosotras discutáis cuando vuestros respectivos dioses están hablando para solucionarlo.

Notó el dolor en Luminosa y Ànima, rostros de arrepentimiento por contestar y dejarse llevar por la situación. Se disculparon, pero en cambio Pyschen no parecía inmutarse por nada, solo le miraba de reojo con desprecio.

—Yo no sé quién fue el Cineo o Cinei que hizo eso, pero te aseguro que él no fue —aclaró Pyschen, notándose el orgullo que no iba a dejar que nadie se lo pisoteara—. Y tú, no comprendo por qué nos hablas de esa manera, pero no te quita que seas el culpable.

—Pyschen, si hubiera sido él nos habría hecho daño, creo que deberías...

—¿Me vas a mandar tú? —interrumpió Pyschen a Ànima—. Podrás ser la mimada de Cuis, pero yo no confío en ti, nunca lo haré.

—¿Por qué no? Ella literalmente fue quien consiguió que la luz y la oscuridad dejaran de odiarse por un mito estúpido, ha hecho más que tú —defendió Luminosa mientras agarraba la mano de Ànima con fuerza, un gesto que Pyschen vio de inmediato.

—El amor es un sentimiento muy fuerte y por eso deja ciego a cualquiera, eso lo aprenderás a la larga Luminosa —contestó Pyschen con una pequeña risa, sorprendiendo a Luminosa y soltando tímidamente la mano, aunque Ànima no lo permitió, como si no quisiera alejarse de ella—. Si vamos a mirar, yo he tenido que pasar por situaciones complicadas y evitar el miedo y la paranoia. Dime, Luminosa, ¿tú que has hecho aparte de perderte y llorar como una niña?

Se vio el dolor en los ojos de Luminosa, agachando su cabeza, sin poder dar una contestación decente ante la pregunta de Pyschen.

Ànima se dio cuenta de esto y por ello intervino:

—Gracias a ella la oscuridad dejó de tener miedo por la luz, gracias a ella los Cutuis quieren conocer Linee a la vez que la unión sea más fuerte. Muchos han buscado pistas sobre los culpables de la muerte de sus padres.

—Ajá, ¿y alguna pista? —preguntó Pyschen mientras se cruzaba de brazos—. Ni una ver-

—Tenemos pistas gracias a Lihuco, y con todo lo que ha ocurrido. Todo apunta hacia vosotros —interrumpió Ànima.

La sorpresa se veía en los presentes, pero más en Pyschen, quien se le escapó una pequeña risa ante esa acusación.

—¡Mentirosa! ¿¡Cuáles?!

—Sabemos varios hechos. Todo ocurrió a una hora temprana, por lo que deja fuera a los Cutuis, ya que odian la luz por completo —explicó Ànima—. Después, sabemos que no pudieron ser los ciudadanos de Christel, primero porque estaban reconstruyendo todo, preparando la fiesta. ¿Iban a atreverse a matar a alguien con Christel y Lihuco vigilando cada lugar? Y no solo eso, Kersmark estaba ahí. Por lo que ellos no podrían haberlo hecho... y si quisieran, ya habrían matado a todos sin compasión alguna, pero no es el caso porque Christel mostraba unos sentimientos genuinos para ayudar y conseguir la paz.

» La luz, ¿tendría sentido matar a los suyos cuando viven de la paz? Una que Luminem siempre predica, aparte que él habría sabido quién habría sido el culpable si fue uno de los suyos. Por lo que solo me queda vosotros y Kemi.

—¿Desconfías de nosotros cuando tienes al culpable ahí? —preguntó Pyschen, señalando a Kemi

—¡Creo que no te das cuenta de un detalle, Pyschen! —intervino Luminosa esta vez—. Dijiste que los Cineos encontraron a un zorro herido. Ese zorro, que es Kemi, ¿no habría matado a los testigos en vez de dejar que los rumores se expandieran? No solo eso, admitió que estaba herido, que no pudo salir hasta hace poco. Aparte, los rumores aparecieron después de la muerte de mis padres, por lo que no pudo haber sido si estaba tan débil y estaba siendo cuidada por la naturaleza, ¡para luego estar con Christel la noche antes de la noticia! Por lo que nos deja sin culpables más que vosotros.

Pyschen abrió un poco su boca, temblando un poco sus labios, para luego apretarlos.

—¿Os creéis esas versiones? ¿Pensáis que somos los culpables? —preguntó Pyschen.

—No queda otra, tiene sentido que seáis los más débiles y que estéis a punto de extinguirse, pero eso no quita que os hagáis más fuertes.

—¡Cineos murieron antes de lo ocurrido! —gritó Pyschen, sintiendo la rabia crecer a más—. ¡Mi raza jamás haría un asesinato así!

Levantó su mano derecha, lista para atacar con las agujas del ruido. Ànima estaba lista para protegerse, pero las presenter vieron como Kemi ataba el brazo izquierdo de Pyschen con varias enredaderas

—¡Suéltame! ¡Esto se ha vuelto personal!

—¡¿Te quieres callar de una maldita vez?! —gritó Kemi—. ¡Deja que hable!

Pronto vieron la ira en los ojos de esa guardiana a la vez que intentaba mover sus dedos para atacar con sus lanzas, pero no pudo porque Kemi, previsor y listo, ató su mano también. Ànima y Luminosa se alejaron, viendo como un aura verdosa y negra iba rodeando a Pyschen poco a poco.

—A mí no me digas que me calle —contestó Pyschen con aires de superioridad—. Suéltame.

—Comprendo tu rabia, Pyschen, pero no puedes estar tan cegada en creer que a lo mejor alguno de tus Cineos haya hecho algo.

—¡Ni uno hizo nada! ¡Ni uno! Los vigilé en todo momento, estaba por las noches encargándome de que la paz existiera —aseguró Pyschen.

—¿De verdad? —preguntó Ànima, frunciendo el ceño.

—¡Claro!

Ànima, con una sonrisa suave, ladeó la cabeza hacia la derecha. Un gesto que dejó aterrada a Pyschen.

—Cierto es que la vez que salí, estabas en la noche vigilándolos. ¿Por qué? —preguntó Ànima de nuevo.

—Porque es cuando ocurrían los asesina-

—No —interrumpió Ànima—. El asesinato de los padres de Luminosa ocurrió por el día, no por la noche.

Pyschen se quedó en silencio, tragando saliva para luego fruncir el ceño.

—¿Y qué? —preguntó Pyschen, mirando con rabia a Ànima—. ¿Qué me asegura que ese asesino no atacara por la noche?

—Cierto es que nada puede asegurar que los atacara por la noche, pero era extraño que tú estuvieras vigilando a esas horas. Esto también me recuerda a un detalle importante —murmuró Ànima—. ¿Por qué tardaste tanto en volver de la ciudad de Christel? Según se sabe, tú estabas allí por la mañana y no regresaste hasta la noche, cuando te encontraste conmigo. ¿Qué estabas haciendo en ese tiempo?

—Vigilar mi ciudad, es algo que Cin puede confirmar —aseguró Pyschen.

—Mentira porque se alivió de verte con vida, porque no sabía nada de ti hasta que llegaste a la noche, Pyschen.

Kemi no dudó en apretar el agarre del brazo de Pyschen cuando vio una sonrisa malvada que iba aumentando cada vez más. Ànima se acercó a Luminosa para protegerla, más cuando Pyschen ladeaba la cabeza hacia la izquierda.

—Tú los mataste, Pyschen —aseguró Ànima con firmeza—, Tú los mataste a todos a espaldas de los demás, incluso mataste a tu propia raza para que no sospecháramos. ¿Cómo te atreves a algo así?

Pyschen soltó una ligera risa, una que fue a más.

—Cin se va a molestar mucho cuando vea esta situación —murmuró Pyschen. Ante esto, Kemi le apretó más el brazo izquierdo—. Deja de hacerme daño, vigilante inútil.

Kemi no se dejó llevar por sus palabras, Lo había notado, vio cómo le miraba con odio mientras mostraba esa crueldad junto a ese humo grisáceo que iba creciendo cada vez más.

«Ese humo...», pensó Kemi

—Como guardiana que eres debes respetar a los dioses —recordó Kemi.

—Yo solo respeto a Cin, si Cuis se enfrentó y contestó de esa forma a mi dios, ¿por qué yo debería hacerlo con las guardianas?

—Entonces no tienes opinión propia —respondió Kemi con una sonrisa confiada—. Porque haces exactamente lo que tu dios te pide en vez de pensar por sí sola.

Una gran risa resonó en todo el bosque, una que dejó heladas a Ànima y Luminosa. Era el odio, era el rencor, era una mezcla de sentimientos que desvelaban la naturaleza de Pyschen, Todos los sentimientos más negativos envueltos en un cuerpo lleno de ruido, dentro del cuerpo de una Cinei que había perdido la cabeza por ser una guardiana.

¿O se podía considerar como una Cinei a estas alturas?

—Ríete lo que quieras, pero tu cometes el mismo error del que criticas —contestó Kemi.

—Creo q-que ahora mismo es mejor esperar a...

—Deberías estar callada y obedecer como hiciste conmigo cuando te dije que no te metieras en esos problemas —contestó Pyschen a Luminosa—. Eres una mandada, tu positividad me enferma.

—¿Quieres dejar ese maldito tono y comportarte? Tú sí que me enfermas, y más al haberlos matado sin compasión alguna —contestó Ànima, notándose la rabia, preparándose para cualquier ataque.

Ànima esperaba que sus palabras lograran frenar a Pyschen, pero se equivocó o al ver cómo reía, más cuando vio las lágrimas en los ojos de Luminosa.

—Se acabó.

Kemi trató de retener a Pyschen, pero tal idea no funcionó cuando las enredaderas no pudieron obedecer a sus órdenes. Chillaron de dolor, algo que tomó por sorpresa a Kemi, intentando alejarse de Pyschen para ver cómo ya no ocultaba su sonrisa llena de odio y maldad.

«No me dejas otra».

Forzó su poder, logrando que a su alrededor un aura verdosa tomara más fuerza. No era suficiente, Kemi lo sabía bien al estar cansado por todo lo que había vivido en su vida.

—E-Es fuerte —murmuró Ànima atónita, abrazando a Luminosa con cuidado.

—¿Fuerte? —preguntó Pyschen, mirando de reojo a Ànima de forma burlona—. No tienes ni la menor idea, querida, yo conozco a alguien que os mataría con un solo gesto.


Aquellas palabras resonaron de tal manera que Luminosa, abrazada a Ànima, no pudo evitar gritar por sus adentros ante el miedo que tenía. Se atrevió a mirarla, solo un momento, para encontrarse con un poder tétrico que obligaba a los presentes caer de rodillas contra el suelo. No solo eso, desprendía un humo grisáceo, uno que consumía la vida de toda la naturaleza que había a su alrededor, y por si fuera poco, podía oír algo. las voces de sus padres.

Gritaban horror y dolor, pidiendo clemencia ante aquella que tenía enfrente. La culpable de sus muertes. Oía risas escandalosas, una que carecían de compasión, más cuando los torturaba de aquella manera que los llevaría hacia su muerte inevitable.

No podía evitar llorar al oír todo eso, abrazaba a Ànima con todas sus fuerzas, pidiendo a todos los Soles y dioses de la luz que la protegieran. Manteniéndose siempre al lado de aquella que tanto admiraba y quería.

Hasta que alzó su rostro, y se dio cuenta que Pyschen no estaba sola.

—¿¡Qué ocurre, Kemi!? —chilló Pyschen entre risas—. ¿¡Dónde está tu fuerza?! ¿¡Dónde está tu honor y valor?!

¿Cómo era posible? Ese poder no era propio de una Cinei, había algo más, algo más poderoso que Pyschen ocultaba. Luminosa trataba de ver, iluminando su cuerpo a pesar de herir a Ànima, pero era necesario para encontrarse con una una silueta al lado de Pyschen. La presencia masculina de gran altura que observaba todo en silencio.

—¿¡Y qué si fui yo?! —gritó Pyschen entre risas—. ¿¡Y qué?!

—¡Basta, Pyschen! —chilló Ànima.

Luminosa no se había dado cuenta, pero Ànima había conseguido ponerse en pie, aunque le era difícil mantenerse ante la sangre que caía por su boca, nariz y orejas. Aquello captó mucho la atención de Pyschen, ladeando la cabeza hacia la izquierda.

—¿Me vas a mandar tú cuando no hiciste nada ante ese día?

De pronto, los ojos de Ànima se abrieron demasiado, provocando que cayera de rodillas contra el suelo. Luminosa la agarró a tiempo, pudiendo escuchar los murmullos de Ànima, unos en los que se culpaba sin parar, como si se hubiera dado cuenta de algo demasiado importante.

—Dime algo, Pyschen —pronunció Kemi, siéndole difícil mantenerse de pie por culpa de la presión y poder que ejercía la contraria—. ¿Qué otro poder nos ocultas? Porque no creo que el ruido sea capaz de asustarme y ver cosas que no son.

—No es mi culpa de que me tengas miedo —respondió Pyschen en un tono divertido.

—Una órbita experta no puede superar el poder de un dios a no ser que el contrario lo permita.

—Menuda norma más estúpida, ¿no? —preguntó con vacile.

—¿Quién es el que te está dando ese poder?

—¿Qué poder? Yo soy superior a ti. Soy superior a todos los que existen en este miserable planeta.

Cuando la situación iba a ser peor, de repente los ojos de Pyschen mostraron lágrimas y, sin explicación alguna, empezó a temblar todo su cuerpo. Por consecuencia, su poder iría disminuyendo, como si algo le hubiera frenado sus acciones. Pyschen cerró sus ojos por unos segundos, para luego mirar hacia los presentes.

—Capaz tengas razón. Capaz tengamos que esperar a ver que deciden, pero mientras tanto, prefiero quedarme sola e ignorar todo hasta que Cin me llame.

—Tú no vas a ningún lado —contestó Kemi, cabreado.

Estaba listo para retenerla, tenía las enredaderas envolviéndola para atacarla, pero para su sorpresa, Pyschen desapareció a una velocidad que no era propia del ruido, menos en una órbita experta.

El silencio dejó un muy mal cuerpo a los presentes. Ninguno se podía creer el poder que tenía guardado. Ànima aún estaba recuperándose como mejor podía con la ayuda de Luminosa, quien disminuyó su luz para que pudiera estar en la sombra y recuperar su poder.

—Quién... ¿Quién eres? —murmuró Kemi—. ¿Quién eres tú para saber toda mi historia y torturarme de esa forma? —Giró poco a poco en dirección a Ànima y Luminosa, dándose cuenta de su debilidad—. Tú no controlas el ruido, sino algo más, controlas las mentes de los demás y te aprovechas de ello.

Como mejor pudo, se levantó del suelo. Luminosa en todo momento lo miró, agarrando a Ànima con cariño mientras buscaba la forma de despertarla de sus miedos.

—Voy a hablar con Cin —avisó Kemi a ambas chicas—. Marcharos, id con alguien en donde estéis seguras. No os quiero ver solas, ¿entendido?

Luminosa quería decirle algo, pero se marchó sin decir nada más, dejándolas solas en aquel bosque. O al menos fue lo que creyó hasta que vio las enredaderas y las ramas de los árboles moverse poco a poco, creando una cúpula a su alrededor.

—Tranquila, Ànima —susurró Luminosa con la voz algo quebrada—. No dejaré que te haga más daño. No lo permitiré más.

El problema era que sus palabras no eran escuchadas cuando Ànima había perdido la conciencia ante las palabras que le había dedicado solo a ella.



—Te he dicho que yo no he sido, que alguien lo ha hecho —se defendió Cin. Lo había repetido varias veces, pero eso no quitaba la rabia que Cuis contenía.

Luminem, en medio de su discusión, se quedaba en silencio cuando era necesario, analizando la actitud de uno y otro.

—Entonces debe de ser una de tu maldita raza, ¿en serio no eres capaz de vigilar que hacen? Es decepcionante —contestó Cuis.

—Mucho he tenido que vigilar en los días que vosotros estabais centrados en un problema que se podía haber resuelto con el paso del tiempo, ¿y si a lo mejor Christel asesinó los padres de Luminosa sin que nos diéramos cuenta? —preguntó Cin. Luminem y Cuis se miraron de reojo un tanto cansados por esas palabras—. Vosotros tan cegados os habéis olvidado del problema, ¿qué no veis que os puede engañar fácilmente? Simula tener unos sentimientos que no tiene, está planeando algo, ¡de eso estoy seguro!

—Cin, estás siendo paranoico, incluso dejaste un ruido horrible en la cabeza de mi elegida. ¿De qué tienes miedo? La oscuridad sabe lo que hace, es tu aliada —contestó Cuis.

Una ligera risa se le escapó de los labios de Cin.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Luminem.

—No me creo que la oscuridad sepa lo que haga, no me gustó saber que ellos pueden transformarse en seres monstruosos que inundan todo su alrededor de oscuridad y atacan sin piedad alguna —respondió Cin.

Luminem miró hacia Cuis con cierta sorpresa, encontrándose con la decepción y vergüenza en los ojos de Cuis.

—Nuestra raza tiene un poder oculto que nadie sabe utilizar a excepción de mí y Ànima —explicó Cuis—. Nuestra raza adoptó un poder especial, uno que en medio de la desesperación y caos pueden desatar un poder que los hace perder la consciencia, sumido en la ira y poder.

Pronto los ojos de Luminem cambiaron a unos de compresión e incluso de empatía. Aquello alivió a Cuis, aunque no a Cin, que puso una mano en la cabeza mientras reía desesperado.

—¿¡Te crees que es buena idea enseñarle un poder como ese a tu elegida?! ¡Es una maldita locura! ¡Hicieron bien en dejarle esa energía ruido en su cabeza y debilitarla! ¡Hacerla sentir como una inútil!

Esas palabras colmaron la paciencia de Cuis, moviendo sus brazos de golpe contra el suelo para atar a Cin con varias lianas de oscuridad. Para su suerte, Luminem las cortó y miró a ambos de un lado a otro, mostrando una rabia que ninguno de los dos estaba acostumbrado a ver.

—¿Qué nos está pasando? —preguntó Luminem—. Antes esto no era así, nos hemos distanciado, actuamos por pura ira, ¿se puede saber qué os pasa? En especial a ti Cin. —Giró su cabeza hacia él—. ¿Se puede saber quién te mete esas ideas tan estúpidas? No deberías tener miedo, hasta yo he querido tomar medidas especiales para ser más fuertes solo por si acaso.

—No son ideas estúpidas, Lumen, son situaciones que cuando lo piensas tiene sentido, cubren tus espaldas de cualquier problema, ¿sabes? —respondió Cin.

—Cin —pronunció Luminem en un tono firme—, le dijiste a Pyschen que la atacara, ¿verdad?

—No.

Sus miradas se cruzaron en un desprecio que Cuis notó y le asustó. Estaban frente a frente de pie con una posición amenazante, parecía que en cualquier momento iban a enfrentarse.

—Tú le pediste a Pyschen que controlara todo lo que ocurría a nuestro alrededor, fuiste primero con Cuis porque te quedaba más cerca y de paso así controlara mejor el ruido, ¿verdad?

—Y luego el paranoico soy yo —se burló Cin. Luminem estaba perdiendo la paciencia—. No haría tal cosa.

—Pero agradeciste que la debilitaran, por lo que realmente estabas consciente de la situación, sabías quién fue, si no, no lo agradecerías, no serías así de cruel —aseguró Luminem.

El silencio era como un puñal que iba clavándose en los corazones de los dioses para ver quién aguantaba más. Luminem podía aguantar todo el día si era necesario, no como Cin que movió su cabeza con rabia.

—¿Sabes qué? ¡Sí, sí lo hice! ¡Lo hice porque no confiaba en nadie a estas alturas! Pyschen me había dicho tantos problemas que no me lo creía y quería asegurarme de ello, entrené con ella, le enseñé todo lo que podía y más —admitió Cin mientras se acercaba Luminem, pero frenó sus pasos cuando de reojo miró hacia Cuis con asco—: ¡Bonita relación con Cuis! Creía que entre nosotros seríamos amigos, no que tendríamos un favoritismo. Qué bonito es que despreciéis a mi guardiana, ¡pero sorpresa! Ella sabe bien que hace y cómo debe actuar, no como las vuestras. ¿Sabéis por qué dije eso? Porque a diferencia de la mía, conoce lo que es el miedo.

—¿De qué vas con esas palabras, Cin?

Luminem tenía el puño preparado, la luz que emitía su cuerpo era tan brillante que hacía daño a Cuis quien cayó al suelo y se cubrió con sus manos. Luminem la aflojó de inmediato al darse cuenta de quien estaba haciendo realmente daño.

—¡Menudo cobarde estás hecho!

Cin, sin dudar, lanzó varias lanzas de ruido, logrando que una de ellas impactara en el hombro de Luminem. Fue suerte que las demás no le impactaran porque las demás fueron desviadas por varias enredaderas que hicieron de escudo.

—¿Cómo es posible que os dejéis llevar por esta situación?

La pregunta de Kemi hizo que Cin girara su cabeza hacia la derecha, viendo al dios con un rostro enfurecido mientras caminaba con decisión hacia él.

—¿Cómo es posible que os dejéis llevar por ese miedo y que con ello traiciones a tus amigos? —preguntó Kemi.

—¿Traicionar? Ellos ya lo estaban haciendo —contestó Cin, irritado. Luminem no se creía esas palabras, apretaba sus dientes mientras atendía a Cuis, quien se estaba recuperando ante esa espontánea luz. Ambos, aunque no quisieran, seguían escuchando las palabras de Cin—: Lo hicieron al cargarme todo el peso y reírse como si nada hubiera pasado.

—Dime algo, Cin. —Kemi se puso enfrente suya con su intimidante altura y apariencia, pero el dios del ruido no se dejaba llevar por eso—. ¿Qué tanto te ha comido la cabeza Pyschen?

—¿Perdón? —preguntó Cin, arqueando la ceja.

—¿Cómo es posible que Pyschen tenga tanta experiencia a diferencia de las demás? —preguntó Kemi.

Cin soltó una pequeña risa.

—¡Por que claramente le enseñé bien!

—Cin —intervino Luminem con calma—, según dijiste, Pyschen era discreta y no quería llamar la atención, pero el ruido es escandaloso y desea siempre resaltar.

—Sí, pero lo hacía por un motivo obvio, para...

—Matar a todos sin compasión alguna —interrumpió Kemi, notándose la rabia en sus palabras—. Dime, Cin, lo hacías todo por ser previsor ¿verdad? Porque tenías miedo de todo, ¿no?

— ¡He sido previsor y astuto! Pero no me dejé por el miedo, ¿cómo puedes acusar así a mi...?

—Ser previsor a veces no sirve, todo puede ocurrir de una forma muy distinta a lo que esperabas. Al final todo puede ser destrozado por un evento inesperado —interrumpió Kemi sin perder la paciencia—. ¿Sabes cómo se le llama eso? Ser sereno, no dejarse llevar por los problemas, tener la cabeza lo suficientemente fría para poder pensar bien todo, no dejarse llevar por el miedo.

—¡¿Me estás llamando cobarde?! —preguntó Cin en un grito.

—Te estoy diciendo que te han manipulado y engañado —corrigió Kemi—. Cuando tratabais de analizarlo todo, cuando hablaba con la verdad, cuando se decía algo que pudiera ser una pista, Pyschen y tú saltabais nerviosos, retirando toda esperanza.

—Exagerado, ¿retirar la esperanza? ¡Solo me preparo para lo peor! —gritó Cin—. ¡Mi elegida no es ninguna asesina! Ella estuvo a mi lado para mí, me demostró lealtad, luchó para el bien e intentó ayudarnos.

Cin tuvo el valor de caminar hacia Kemi, pero el simple paso y fuerte de Kemi hizo detenerlo de miedo como si enfrente suya se encontrara con un dragón de más de tres metros con una mirada que mataría a cualquiera. Esta sensación, por desgracia, lo vivieron Cuis y Luminem, quienes se mantenían abrazados, siendo Luminem permaneciendo enfrente para protegerla.

—Cin, dijiste que dijisteis que cuando apareció Christel, no os dio tiempo a reaccionar, ¿en serio crees que podrás hacer algo cuando Christel quiera atacar? —preguntó Kemi. Cin no dio una respuesta, solo le miraba con desprecio—. ¡¿No te das cuenta?! ¡Os pudo matar desde el primer momento! Pero si no lo hizo es porque no tiene esas intenciones, como hemos dicho, es una humana encerrada en el cuerpo de un dios y que, en vez de tomar ese rol, vive la vida que jamás pudo tener.

Algo se había roto, como si se arrancara una tela y que esos hilos que la componían se rompían una por una a cámara lenta. Un ruido que Cin le mataba por dentro, como si le rompieran sus brazos con lentitud. Desesperado, cayó de rodillas al suelo mientras todo su cuerpo temblaba, mirando al suelo sin entender nada. Lágrimas grises salían de sus ojos blancos mientras pensaba en aquellas palabras.

Kemi se dio cuenta que ese ruido, esos hilos rompiéndose, no era algo figurado, sino que pudo ver unas cuerdas que se habían roto y alejado de la cabeza de Cin. Su corazón bombeó con fuerza y giró su cabeza hacia los otros dos dioses.

—Hay un problema muy grave, uno que no habéis visto por culpa de Christel, y en parte mi culpa. Aquello fue aprovechado de tal manera que supo moverse con cuidado —habló Kemi, angustiado.

—¿Qué está ocurriendo? —preguntó Cuis.

—Pyschen, ese es el problema —respondió Kemi—. Cuando me dejaron solo con las elegidas pude ver una actitud y comportamiento que no me gustó para nada. Tuve que ponerme en medio. Decirme, ¿cómo actuó ella con ustedes?

—Yo solo puedo dar esa respuesta porque no dejé que la vieran hasta más adelante —intervino Cin, a lo que Kemi se puso tenso—. Entre todo lo ocurrido, yo le di una idea, vigilar a Christel y saber que había en la ciudad.

—¿¡Diste esa idea a tu elegida?! —preguntó Luminem.

—Lo hice porque no confiaba en Christel y cuando Pyschen me confirmó que se quedó a solas con Lihuco y Christel, me temí lo peor.

Kemi se quedó con los ojos bien abiertos, mirando hacia Cin.

—¿Quedó sola con Lihuco y Christel? —repitió Kemi.

—Sí, me lo aseguró, y creo que Luminem y Cuis pueden confirmarlo —respondió Cin, mirando hacia los mencionados, quienes afirmaban con su cabeza—. Luego no supe nada de ella hasta la noche.

—Como había dicho Ànima —murmuró Kemi—. ¿Qué ocurrió después?

—Aparte de entrenarla, dejaba que vigilara a los suyos en todo momento... Admito que a lo mejor... no fue buena dejarla tan sola.

—Cin, te voy hacer una pregunta y quiero que me seas muy honesto —pidió Kemi—. ¿Ella realmente es una Cinei? ¿Ella realmente es parte de la raza del ruido?

Silencio tan mortal como si varias agujas les estuvieran amenazando en ese instante, como si algo les vigilara. Ante la nula respuesta de Cin, Kemi decidió respirar hondo y dar una pisada fuerte contra el suelo que hizo retumbar su alrededor.

—¡Cin! ¿¡Es o no?!

Su grito lleno de desesperación y preocupación hizo que los árboles de su alrededor se movieran y que unas pocas hojas fueran cayendo. Cuando estas tocaron al suelo, Cin puso las manos en la cabeza y respondió:

—¡N-No lo sé! Cuando la vi parecía tener la apariencia de una, aunque me era raro sus manos en forma de agujas, su vestimenta o sus ojos. No son algo común en mi raza —admitió Cin—, pero aun así la acepté porque sabía que podía haber va-variaciones...

Kemi se giró de inmediato hacia Luminem y Cuis. La angustia le estaba superando poco a poco.

—Vais a avisar a todos, vais a prepararos —ordenó Kemi—. No conocemos sus intenciones, no sabemos qué tiene pensado, pero nada bueno seguro. Debo irme, debo hablar con alguien y entonces iremos a por ella. Nos reuniremos aquí, ¿¡entendido?!

Se notaba que Kemi tenía mucha más experiencia que los demás, parecía haber vivido lo suficiente para conocer todo lo que podría pasar en cualquier momento. Tenía que moverse rápido, por eso no le dio tiempo a los demás a responder, simplemente se movió para buscar a la única quien podría ayudarle.


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