Menudo resultado
Teníamos una vida nueva que recomponer y no sabíamos por donde empezar, en nuestra antigua vida teniamos los típicos problemas que tiene todo el mundo, mis padres una lucha constante con las facturas, el trabajo y sacar adelante a la familia, mi madre se ocupaba de las tareas de la casa, mantener todo en orden y que no faltará nada de lo esencial; mi padre trabajaba muchas horas como cocinero en un elegante restaurante, para ganar el máximo dinero y poder vivir decentemente, aunque ello llevara a pasar temporadas casi sin ver a su familia; mi hermano pequeño medía el día a día en la cantidad de diversión que podía exprimirle a cada segundo, cambiando de objetivo principal con cada momento vívido, el colegio lo llevaba a un segundo plano, era una obligación más, cómo hacer los deberes, poner la mesa o colocar sus juguetes, que le quitaba tiempo de diversión en sus fantasías diarias de superheroes, fútbol, consola y demás juegos; y yo como toda adolescente mis preocupaciones eran los exámenes, importantes para mi formación ante una carrera, que aún no tenía determinada, un día quería ser enfermera, al otro médico, al siguiente veterinaria, o pediatra... No lo tenía claro, pero la cuestión era hacer malabares entre sacar la máxima nota posible, pasar tiempo con mis amigas y pensar en esos ojos que me hacían suspirar, el chico que me gustaba y al que nunca le dije nada, para mí era una lucha constante con mis revolucionadas hormonas, me enfadaba por nada y por todo, como todo adolescente.
En esa vida teniamos casa, ropa y calzado de sobra, un baño pequeño pero suficiente, con todos los útiles necesarios, una cocina con armarios llenos de cosas y comida, un salón con todos los muebles necesarios, un acuario con nuestros peces, juguetes, libros, ordenadores, tablets, consolas, cada uno tenía su habitación con su confortable intimidad y su magnífica cama, en la que reponerse de un duro dia, mogollón de fotos, cuadros , recuerdos y maletas, unas maletas que tuvimos que llenar con lo imprescindible, dejando atrás a nuestros queridos peces y al noventa y cinco por ciento de nuestras pertenencias.
Eran tiempos dolorosos, aunque habíamos ganado la guerra, ahora tocaba ser informado de los supervivientes. Mi padre no era militar aún así fue elegido para ir a las filas a defender nuestro hogar. No sabemos cómo empezó toda esta historia, solo sabemos que irrumpió en nuestras vidas para cambiarlo todo, para dejar todo patas arriba, junto a mi padre también llamaron a muchos jovenes ya mayores de edad, a algunos los conocia, alguno era mi amigo y alguno me gustaba, pero solo tenía la cabeza en mi padre, en todo lo que era para cada uno de la familia.
Recuerdo a mi hermano de siete años que siempre estaba fascinado por los protagonistas de alguna película de acción, y como cuando se enteró de la noticia, sus ojos se le iluminaron de orgullo, nuestro padre pasó a ser el número uno de sus héroes de acción, dejando relegados a un segundo plano a Spiderman, a Batman e incluso a su favorito Thor. También recuerdo a mi madre llorar, ahora no solo tenía que sufrir por haber perdido la casa, tenía que afrontar la posible perdida de su alma gemela, esa que tanto le había costado encontrar y con la que había luchado, día a día, para formar una familia y un hogar. Yo como adolescente, en aquel momento, egoísta de mi pensaba, "¿Y no puede ir otro? Ya hemos perdido demasiado, ¿Que vamos a hacer sin mi padre?, no podíamos perder a nuestro padre también" , días más tarde, comprendí que no éramos los únicos en esa situación y que sólo nos quedaba, rezar por que acabará pronto la guerra y todos volvieran sanos y a salvo, para poder volver a la normalidad, pero ya nada podría ser igual, todo había degenerado en un completo caos, en los que cada día no sabíamos si sería el último. Las bombas habían arrasado vecindarios enteros, ni siquiera sabíamos si nuestra casa seguía en pie, si nuestros peces seguirían vivos, antes de salir, les dejamos comida especial de viaje para un mes, con la esperanza de que siguieran allí al volver.
El día de la despedida todos nos derrumbamos, hasta el gran hombre de la casa, llorabamos con cada beso de despedida, entre los abrazos más largos que haya podido recordar, mi madre era un mar de lágrimas, mi hermano no quería soltar a mi padre, por fin se había dado cuenta que podía que fuera la última vez que lo viera y estaba enfadado con él y con el mundo, por privarle de su poderoso padre, yo... Yo no quería despedirme, no sabía cómo decirle adiós, no quería hacerlo, por qué ello implicaba que aquellas palabras pudieran ser las últimas antes de que mi padre se fuera, en un arrebato le grité que le quería, que volviera con nosotros, él se giró sonriente, aún con lágrimas en sus ojos y dijo "os quiero, volveré a buscaros " y nos dejó allí, mientras lo veíamos subir en un coche militar. Estuvimos tanto tiempo a la espera de noticias... Se nos hacían eternas las horas, mi madre y yo no podíamos dejar de pensar en mí padre, mi hermano en cambio encontró a más niños de su edad, hablaba y jugaba, a veces, reía a carcajadas, bendita inocencia el ser tan joven...
Tuvimos que irnos también de la base en la que estabamos, ya que corría peligro de ser atacada, una mañana, mi madre, nos dijo que teníamos que cruzar la frontera para estar a salvo, países de los alrrededores nos acogerían entre los suyos, nos daban un techo, comida, ropa y una cama en la que dormir. Cada noche, oía a mi madre rezar entre lloros por mi padre, yo en silencio me unía a ella.
Hoy por fin sabríamos algo de mi padre, quizás, hoy puede que al fin lo veamos de nuevo. Estábamos todos los refugiados agrupados esperando el regreso de nuestros familiares, realmente ¿podría encontrarnos mi padre? aún no habíamos tenido noticias de él, de todos los sitios por los que fuimos desperdigados, era difícil saber cómo daría con nosotros, nerviosos ante la espera y la incertidumbre, allí estábamos apiñados mirando por encima de los hombros de otros, algunos de puntillas ante la tan esperada llegada.
Cuando el autobús apareció mi madre contaba mentalmente cada persona que bajaba del autobus, por cada uno era una familia reunida de nuevo, una alegría por ellos y decepción, por qué no era su ser amado, por cada uno que bajaba mi madre más nerviosa se ponía, por fin, nuestro pecho sintió alivio al verlo, mi padre era el 48 de la fila, ella lo sabía los había contado a todos, felices por estar de nuevo juntos, era lo único que realmente importaba, estaba vivo, sano y a salvo, al marchar vimos familias rotas por la perdida irreparable que la guerra había dejado en ellos, cómo, rotos de dolor, se tiraban al suelo llorando, los entendíamos, a nosotros nos podía haber pasado lo mismo. Tuvimos suerte, teníamos a mi padre con nosotros, nos sentíamos felices por nuestro reencuentro, y tristes por sus dolorosas pérdidas, nos íbamos del lugar hacia la base, hablando entre nosotros ante la posibilidad de que nuestra casa siguiera en pie, de que nuestros peces siguieran con vida.
Al día siguiente decidimos volver a nuestra localidad, de camino veíamos escombros, que antes formaban miles de hogares y cientos de coronas de flores por todas partes, dedicadas a todas esas personas perdidas, todo estaba muy cambiado, ya apenas reconocía las calles, de echo eran casi intransitables, en nuestro barrio había de todo, casas enteras, casas que dejaban entrever su esqueleto y las pertenencias ya inservibles de la gente que vivía en ellas, llegamos a la altura de nuestra casa, estaba en pie algo desmejorada, mi padre se adentró, a comprobar si se podía pasar, si era seguro estar dentro, para nuestra sorpresa sí, lo era, faltaban muchas cosas pero no importaba; los peces .. murieron, debido al corte eléctrico, lloramos por ellos y por todo lo que se había perdido en esta guerra, personas, hogares, la sensación de seguridad con la que tendremos que lidiar, ahora no había trabajo al que ir, ni escuelas en las que estudiar, los parques estaban inhabilitados, las tiendas que habían sobrevivido estaban cerradas, nos tocaba reconstruir nuestro hogar, aunque yo sabía que estuviéramos donde estuviéramos, cualquier sitio sería nuestro hogar si permaneciamos juntos.
Ahora comprendemos que no se puede dar nada por sentado, ni nuestros vienes, ni nuestro hogar, ni siquiera nuestra propia existencia, todo es tan voluble y tan fácil de cambiar, el simple deseo de posesión, de liderazgo, de una sola persona, que no quería dar su brazo a torcer, con las palabras "Un llamamiento a los miembros de las fuerzas armadas de Ucrania. No obedezcáis sus órdenes criminales. Os insto a deponer de inmediato las armas inmediatamente, toda la responsabilidad por un posible derramamiento de sangre recaerá enteramente en la conciencia del régimen que gobierna en el territorio de Ucrania." nos llevó, poco a poco, al principio del fin de nuestras vidas tal y como las conocíamos, de echo aquellas 48 palabras conmocionaron al mundo, dejando al resto de países en jaque, con solo la opción de movimientos inútiles ante tal cabezonería. Hemos despertado, hemos madurado, ahora sabemos con certeza lo que realmente es importante en esta vida.
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