Epílogo
Quince años después…
Maddox
Miro hacia la puerta con ansiedad, lleva un buen tiempo en el camino y espero que no me desobedezca, Azael se llevará un buen regaño por esta gracia, llevarse mal con su hermano no es una maldita opción.
Doy la orden de entrar cuando tocan, Patrick está hecho un desastre, el cabello negro despeinado, el labio roto y los ojos ardientes de su padre, no hay que ser un genio para saber que está enojado.
Idéntico a su padre.
—Siéntate —Patrick muerde su labio inferior mirándome, sí definitivamente la mirada enojada de su padre, cree que lo llamé a la oficina para regañarlo, no es así, ya no tiene la edad para eso.
Es Azael quien se está escapando de mis manos.
Por fin se sienta mirando la placa de identificación en el escritorio, también la miro y vuelvo a leer, tampoco me canso de hacerlo.
“Maddox Werner. Mariscal”
Los ojos de Patrick se endurecen, la mirada gélida deja mucho que desear, antes me miraba con cariño, pero en algún momento se tornó en rivalidad, sospecho que es por Azael, pero no puedo afirmarlo.
—¿Por qué me llamaste?
—Porque sigues con problemas de… —ni siquiera me deja terminar la oración y resopla.
—¿Estás enojado porque tu chico consentido se hizo daño? —levanto las cejas, esta rivalidad entre ellos es estúpida, se criaron juntos por los últimos quince años, se celan demasiado.
—Azael no es mi consentido, los crié igual. Así que no vengas a reclamarme nada —cruza los brazos mirándome con altanería, sí, definitivamente su hijo.
—Por algo estoy yo aquí y él no.
—Azael todavía tiene dieciseises, tú eres el mayor y…
—¿De qué quieres hablar en realidad?
Me peino hacia atrás, odio que me interrumpa y lo sabe perfectamente, por eso lo hace, no digo nada sobre ello, si me pongo a reclamar será mucho peor y no vamos a terminar nunca.
—Tienes veintiuno, casi veintidós y sigues siendo Subteniente.
—¿Y qué?
—A tu edad tu padre ya era Teniente Coronel y tienes las misiones requeridas para ser Capitán.
Patrick da un golpe en la mesa y gruñe.
—No soy mi padre y no quiero ser Capitán —achico los ojos, odio que me rete y lleva haciéndolo los últimos dos años.
—Pues dime qué jodidos quieres para que empieces a hacerlo.
—Quiero tu puesto —todo el enojo se me baja, no es cierto, si quisiera mi puesto estuviese saltando de rango en rango, probablemente ni quiera estar aquí, pero no entiendo por qué sigue quedándose si no es lo que quiere.
—No me esperaba eso.
—¿No? —me encojo de hombros.
—¿Y qué harás para quitármelo? Mínimo tienes que ser General y no te veo subiendo de rango —pone los ojos en blanco.
—Eres un odioso.
—Ya que por fin estamos hablando —Patrick levanta una ceja—. ¿Cuándo conseguiste un tatuaje?
—No seas hipócrita, no puedes decirme nada sobre eso, sólo mírate y para tu información soy mayor de edad.
—Me queda claro que eres mayor de edad, pero eso no quita que sea tu padre y me preocupe por lo que haces.
—Maddox, no eres mi padre —la pulla debería doler un poquito, ni siquiera lo hace, lo dice tantas veces que ya ni siquiera lastima.
—¿No?
—No soy un Werner, soy un maldito Williams, así que tú… —Patrick pierde todo el aire de una sola vez al sentir las manos apoyarse en sus hombros, ni siquiera me hace falta verlo para saber quién es.
Conozco cada detalle, las uñas, los dedos, el anillo de matrimonio.
—Repíteme cuál es tu apellido —la voz profunda y conocida me hace suspirar como colegiala enamorada, Patrick acaba de meterse en problemas y lo peor de todo es que él solito se puso la soga al cuello.
—Yo… uh… —me mira pidiendo ayuda, sonrío ignorando su terror, sabe que está atrapado, puede hacer eso conmigo, no con él.
—Dime, Patrick, ¿cuál es tu apellido?
—Patrick Werner —responde automáticamente.
—¿Y Maddox es…?
—Mi padre.
—¿Y entonces?
—Lo siento —dice mirándome a los ojos, muevo la cabeza.
—Está bien, mencioné lo del tatuaje para que tomes las medidas adecuadas, no quiero que te enfermes por una irresponsabilidad.
—Está todo bien.
—Y respecto a tu ascenso…
—Presentaré la solicitud.
—No te obligo, si no quieres estar aquí puedes hacer lo que quieras.
—No, ya dije que me quedaré con tu puesto —las manos en sus hombros presionan, Patrick hace una mueca—. No puede quedarse sentado ahí para siempre —replica de repente.
Me echo a reír.
—Raphael, suéltalo, tiene razón, no voy a quedarme aquí toda la vida, ya veremos si logra alcanzar el puesto antes que Azael.
—¿Qué? —gruñe de repente, es una sorpresa que no lo sepa cuando Azael le dice a todos a dónde quiere llegar.
—Oh… no lo sabías, vas a tener que pelear con tu hermano y te lleva ventaja, ya sabes, como sigues rechazando el ascenso.
—No puede ser jodidamente en serio, ¿puedo irme ya, no vas a regañarme por la pelea?
—No te hice venir por eso, Azael y tú pelean desde que él cumplió los ocho años, estoy acostumbrado, sólo intenten no hacerlo en el Comando, esperen llegar a casa.
—Bien —se retira dando un portazo y dejándonos completamente a solas.
Levanto la mirada y observo los ojos verdes, el cabello, el uniforme, cada maldito detalle que recuerdo, el pasar de los años sólo hace que se vea mucho más sexy, es como el vino, sólo que mucho más agradable.
—¿Dónde estabas? —pregunto poniéndome de pie y colocándole seguro a la puerta, Raphael se apoya en el escritorio y sonríe.
—Mmm… ¿Dónde está mi beso? —me acerco y beso sus labios, Raphael aprovecha el momento para profundizar el beso y deslizar la lengua por todos los rincones hasta hartarse.
—Te extrañe —jadeo contra sus labios, Raphael muerde mi labio inferior.
—Este saludo es mucho más agradable.
—¿Dónde estabas? Demoraste mucho más de lo esperado —me besa el cuello dejando marcas por donde quiera, no me importa, que haga lo que quiera, no voy quejarme.
—Con tu padre, quiere que vayamos a cenar el domingo, todos.
—¿Todos?
—Sí —murmura desabotonando mi camisa y dejándola caer al suelo.
—Estuve recordando —Raphael me quita la camiseta, luego observa mi escritorio, lo único importante es la laptop, la coloca en la silla y lanza lo demás al suelo.
—¿Qué cosa? —pregunta apoyándome en la mesa, me siento dejándole espacio entre mis piernas y le quito la camisa de entrenamiento, acaricio su pecho y agarro las chapas, tiene mis antiguas chapillas y las suyas, yo tengo la actual de Mariscal y la copia de las suyas.
Le prometí que las llevaría y ya llevan quince años conmigo.
—Hace quince años —Raphael se tensa y me mira a los ojos, sé que el tema está un poco prohibido, ni siquiera me gusta recordarlo, pero no es de eso lo que quiero hablar.
—No me gusta recordarlo —gruñe desabrochando el cinturón.
—A mí tampoco, casi te pierdo.
—Bueno, al final no lo hice.
—Gracias por eso o las cosas serían muy distintas —me besa y abre la gaveta del escritorio agarrando el lubricante, no me juzguen, no es la primera vez que hacemos esto en mi oficina, así que soy un hombre preparado.
—No des vueltas, ¿qué dices que recordaste exactamente? —humedezco mis labios haciendo que fije la mirada en ellos, sus ojos se oscurecen, a pesar de los años el deseo sigue intacto, me mira como siempre y eso me encanta.
—Recordé mi primer beso.
—¿En serio? —me quita las botas y luego el pantalón, vuelve a besarme.
—Sí.
—¿Y cómo fue? —me quita la ropa interior y moja sus dedos con el lubricante, acaricia mi erección y luego desliza un dedo en mi interior haciendo que jadee, le encajo las uñas en la espalda haciéndolo reírse—. Creo recordar que estábamos hablando.
Me cuesta enfocarme, pero decido hablar cuando me mira con ironía. Es un creído.
—El beso como tal no fue bueno, pero la experiencia contigo no la reemplazaría.
—¿Así que no fue bueno? —gruñe colocando dos dedos, vuelvo a encajarle las uñas.
—Hazlo de una vez, deja las tonterías.
—Tan desesperado como siempre, fierecilla —mordisquea mi pecho y luego saca su erección y esparce el lubricante.
—Hace más de un mes que no te veo —replico, Raphael se desliza en mi interior sin consideración, algunas lágrimas caen y se encarga de lamerlas—. Joder, eres demasiado brusco.
—Es lo que te gusta, cielo.
Me apoyo en el escritorio aguantando las embestidas, Raphael me agarra de la cintura y arregla su ángulo, los besos no se hacen esperar, las caricias, los toques desesperados.
—Te amo —murmuro contra sus labios, Raphael sonríe y cede a mi confesión.
—También te amo —y de alguna manera sé que lo hace, no de la misma forma, pero me quiere.
Lo beso y deslizo los dedos por su pelo, cada vez que lo tengo de esta forma agradezco que no tuviera el valor de dejarme solo, porque no me engaño, no lo hizo por él, lo hizo por mí.
Por eso sé que me quiere lo suficiente.
Me acaricia al mismo ritmo de sus embestidas y muerde mis pezones, luego va mordisqueando hasta llegar a mi oreja.
—Sigues tan sexy como la primera vez —susurra en mi oído, me estremezco.
—¿A cuál primera vez te refieres?
—No definitivamente a la del beso, cuando follamos por primera vez contra mi escritorio —gruñe, le jalo el pelo y vuelvo a besarlo mientras se mueve contra mí, jadeo.
—Dios, eres tan pervertido.
—¿Sólo yo?
—Raphael… —gimo, Raphael lame mi cuello y me mira con diversión.
—Córrete de una vez, no quiero hacer esperar más al Mariscal —mancho mi pecho al terminar, Raphael da una última embestida y termina en mi interior.
—No puedo creer que eso te siga dando morbo.
—¿Qué, follarme a la figura más importante del mundo? —muerde mi labio inferior—. Mierda, eso le daría morbo a cualquiera, no sabes cuantos quieren estar en mis zapatos.
—Claro, lo que digas, ahora déjame bajar, necesito un baño.
Se aleja arreglando su ropa, agarro la mía y camino al baño.
—¿Compartimos?
—No, ve a casa, iré más tarde, necesitas dormir.
—Al menos puedo verte bañar —replica entrando al baño conmigo y apoyándose en el lavamanos, abro la ducha y lo miro de reojo.
—No me haré cargo de lo que consigas —pone los ojos en blanco, agarro la esponja y me enjabono—. Bromas aparte tengo que decirte algo.
—¿Qué?
—Es sobre tu hermano.
—Dios, ¿ahora qué pasa con ese imbécil?
—Se suicidó o lo mataron, no estoy muy seguro —Raphael se encoge de hombros, no me sorprende, sólo lo dije porque era el único que quedaba, de todas formas no tenía muy buena vida recluido en el puto loquero.
—¿Por qué me importaría?
—¿No lo hace? Era con quien te llevabas moderadamente bien, así que pensé que…
—Sí, hasta que intentó matarme, no debí sacarlo del hospital mental, ¿algo más?
—Maxim me visitará mañana.
—¿Y?
—Que no puedes estar ahí.
—No voy a irme de mi propia casa porque él quiere visitarte, dile que se joda —niego.
—Soy yo quien lo pide, Maxim no ha dicho nada en todo este tiempo, pero quiero que esté cómodo.
—No.
—Raphael.
—Dije que no.
—Bien, lo que digas —murmuro, me apoyo en la pared y deslizo los dedos en mi interior para limpiarme, sonrío de medio lado viendo la mirada oscura de Raphael, le advertí sobre ello.
Una vez limpio me seco y pongo ropa limpia, siempre tengo ropa por aquí debido a estos inconvenientes.
Raphael sale conmigo, esta vez está más pensativo que juguetón.
—Maddox…
—¿Qué pasa?
—Que los niños no se enteren como tomaste el cargo, sólo algunos sabemos sobre eso —niego y me echo a reír, sí, no obtuve el cargo de forma legal, pero es demasiado.
—¿Tienes miedo de que mis propios hijos me maten para dar un golpe de estado? Eso es una locura hasta para ti.
—No tengo miedo de ellos, me preocupan los demás, tomar el cargo a la fuerza no fue inteligente.
—¿Qué querías que hiciera? —gruño, odio cuando hablamos de esto—. Él estaba entorpeciéndolo todo, tu tratamiento, la toma del puesto de Alessio, mi incorporación, no tuve opción.
—No me quejo —dice colocando una mano contra mi mejilla—. No soy nadie para quejarme, sabes todo lo que hice, sólo que si existe el precedente puede ocurrir de nuevo, así que no quiero que nadie se entere.
—Está bien.
—Nos vemos en casa —sonrío como un idiota al escuchar eso, ya debería estar acostumbrado a la frase, pero…
—No me canso de escuchar eso.
—¿El qué?
—Nos vemos en casa —repito, Raphael se echa a reír.
—No te cansas de escuchar nada.
—Dime que me amas —pone los ojos en blanco con molestia.
—Tengo que irme, no puedo seguir entreteniendo al Mariscal —agarro su mano y hago que se gire hacia mí.
—A nadie le importa, dímelo.
—Te amo, fierecilla, ahora y hasta el final de los tiempos.
—También te amo —suspiro, Raphael deja un beso en la comisura de mis labios.
—Sabes que te quedaste con el villano, ¿cierto?
—Dejé de ser un héroe hace mucho tiempo, ahora también soy un villano.
—Y me gustas así —gruñe antes de irse.
Sonrío como un imbécil, me gusta la vida que tengo, me quedé con el villano, lo sé, pero desde el principio asumí que me gustaba este villano, ahora no soy un hombre bueno y ejemplar como hubiese querido mi padre, pero intento ser justo.
Lo que comenzó con malas intenciones e incluso se tornó oscuro en el camino al final terminó bien para nosotros, porque no debían importarnos los demás, sólo nosotros.
Los villanos también tienen derecho a su historia de amor.
Y me encanta la nuestra.
******
*Fin*
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