Capítulo 7

Raphael

Encajo el cuchillo en la mesa de madera haciendo brincar al doctor amordazado y amarrado a la silla, estoy quedándome sin paciencia y necesito conseguir algo.

Llevo tres días detrás de estos infelices, sólo para enterarme de que sólo uno de los seis está vivo, por supuesto que no es una maldita casualidad. Bajo la mordaza y lloriquea con fuerza.

—Deja de llorar y dime qué pasó esa noche.

—Por favor, no sé nada.

—No sabes nada —repito agarrando el cuchillo nuevamente y deslizándolo por su cuello—. No te creo, resulta que estabas ahí, así que vas a decirme. ¿Niña o niño?

—No sé de qué habla —murmura, hago una herida pequeña en el cuello, una exclamación se le sale.

—Puedo cortarte en tiritas si no me dices lo que quiero, eres el único que queda vivo y estuvo en la cesárea de la esposa de Maddox Werner, Teniente Coronel hace un año, ve refrescando.

—Coronel, por favor, tiene que detenerse —aprieto el cuchillo y hago un corte superficial en el cuello, sólo para que sepa que hablo en serio, grita como un cobarde—. Niño, era un niño.

—¿Lo dices por el cuchillo o en serio lo recordaste? —tiembla, carajo, odio a estos idiotas.

—Maddox Werner, fue atacado en el Hospital militar, sé quién era, puedo asegurarle que su esposa tuvo un niño, no estaba sano debido a la abstinencia, pero, era varón.

Camino hacia el otro lado de la mesa, el hijo de puta me engañó por completo, desde el principio, y yo creyéndome el inteligente, saco el teléfono y verifico la ubicación de Alexander, no hay nada, el GPS no marca un carajo.
Estuve ignorándolo, pero no creo que… muerdo mi labio inferior cuando siento el filo de un cuchillo contra mi cuello, el pecho contra mi espalda, una mano me acaricia el pelo de forma brusca, luego agarra y hace que lo mire.

—¿Te digo lo mucho que me molesta que me ignoren? —me echo a reír viendo el aspecto enojado de Alexander.

—¿Sí?

—No juegues conmigo, Raphael, hoy no estoy para tus tonterías —gruñe empujándome hacia la mesa, me apoyo con las dos manos en la madera, tiene un carácter de los mil demonios.

—Pensé que no requerías de mi presencia ahora que estabas con el Krysha —se echa a reír y me gira, puedo ver la diversión sin esfuerzo alguno.

—¿Esos son celos? —pregunta deslizando la punta del cuchillo por mi mejilla—. No dejes que crea semejante cosa.

—No tengo celos, eso para mí no existe, no soy un hombre inseguro.

—¿Qué haces aquí?

—¿Qué haces tú aquí y por qué no sirve el maldito localizador?

Lyubov, soy yo quien hace las preguntas —me hace un corte en el cuello y luego lame el cuchillo probando la sangre, tiene un maldito tornillo suelto—. ¿Qué haces aquí?

—No te importa.

Lyubov… —gruño cuando repite ese estúpido apodo.

—Deja de llamarme así, no soy tu amor, ni un… —me agarra del pelo y junta nuestros labios en un rudo beso.

—Deberías permanecer callado por un tiempo, eres exasperante —me apoyo en la mesa, Alexander hace que me siente y se coloca entre mis piernas.

—Estoy ocupado, deja de entretenerme.

—¿Ahora es un entretenimiento? Antes era un castigo, estabas muy reacio a mi toque —desliza una mano bajo la camisa y acaricia mi abdomen.

—¿No conoces a este hombre que tenemos aquí detrás? —ladea la cabeza para mirarlo, luego me mira otra vez, parece confundido.

—¿Debería conocerlo?

—Sólo compruebo tu reacción —niega y desabrocha el botón de mi pantalón, le agarro la muñeca—. ¿Qué crees que haces?

—Pensé que ya te sentías cómodo conmigo.

—¿Cuándo vas a dejar de fingir? —por fin me presta la debida atención, frunce las cejas confundido.

—¿Qué estoy fingiendo exactamente?

—Sé que eres tú, Maddox, así que deja las tonterías —se echa a reír como si estuviese loco.

—¿Ahora crees que soy tu amante muerto? ¿Qué te hace pensar eso, me parezco a él? —lo agarro de la nuca y acerco nuestros labios.

—Eres escandalosamente distinto, no te pareces en nada, lo que me tiene bastante confundido.

—¿Confundido de aquí… —toca mi frente, luego la coloca en mi entrepierna—, o de aquí?

No puedo tener una maldita conversación normal con él, ni siquiera sé si lo hace a propósito o es que es así, me besa deslizando la lengua en el interior de mi boca, correspondo el beso y muerdo su labio inferior antes de que se aleje.

—Deja de decir tonterías, deliras —murmura, suspiro, sabía que no lo aceptaría, está jugando conmigo a pesar de saber que tengo poca paciencia, no me gustan los juegos previos.

—¿Me harás seguir perdiendo el tiempo? Podríamos aprovechar todo este tiempo, Mad… —me agarra el pelo haciéndome gruñir, lame la herida en mi cuello.

—No me llames así, Lyubov’, es descortés, no tienes pruebas de nada, si estás tan seguro demuéstramelo.

—¿Es en serio?

—Pruebas, Lyubov’ —susurra en mi oído, es un cabrón—. Entonces, ¿Qué hacemos con la audiencia?

Me separo y miro al médico, mi objetivo no es matarlo, nunca lo fue, ya sé lo que necesito.

—Nada, nos vamos, tengo que ir a mi casa primero.

—¿Qué estamos esperando? —pregunta dándome la espalda y comenzando a caminar.

Lo sigo acotejando mi ropa, trajo su propio auto, lo cual me decepciona un poco, si logro hacer que Laura escuche su voz es probable que lo reconozca, engañarla debería ser casi imposible.

Conduzco a casa con el auto de Alexander pisándome los talones, se estaciona antes de llegar a la verja, bajo y doy dos toques a la ventanilla para ver qué diablos le pasa.

—No preguntes, no puedo entrar ahí, estás infiltrado, Raphael, ni siquiera se supone que me relacione contigo, sólo con tu personaje, entra, deja el maldito auto, despídete y regresa conmigo, estaré esperando aquí.

—Lo que quieras.

Voy a casa y dejo el auto en el garaje, Patrick está dibujando algo, me acerco y acaricio el cabello, el niño no está bien, pero no puedo estar pendiente de él las veinticuatro horas del día, tendrá que arreglárselas.

—Cachorro, tengo que irme otra vez —levanta la cabeza y me mira, ruega con la mirada que no me vaya, no es como si hiciera una diferencia, apenas me conoce, ni siquiera entiendo la razón por la que se siente seguro a mi lado.

Me agarra el pantalón y niega, levanto las cejas.

—No puedo estar contigo las veinticuatro horas del día, tienes que dejar de tener miedo, esta es mi casa, nadie que yo no autorice puede poner un pie aquí para hacerte daño.

Aprieta los labios.

—¿Alguien te hizo daño estando aquí? —niega, agarro su mano y hago que me suelte—. Demuéstrame que puedes ser valiente, ningún hijo mío puede estar lloriqueando por los rincones, sé que te hicieron daño, pues hazte fuerte para que no dejes que te lo hagan de nuevo.

Comienza a llorar, no soy bueno en estas cosas, miro a Phil que está mirándonos desde hace un buen rato, me hace una señal para que lo cargue. Suspiro, agarro a Patrick, él se aferra a mi cuello y esconde la cabeza.

—Por lo menos ya le hablas —dice acercándose, me siento en el sofá, el cachorro me agarra con más fuerza.

—Tarde o temprano iba a pasar, no puedo ignorarlo toda la vida.
Phil sonríe de medio lado.

—¿Por qué ahora, qué cambió?

—No lo sé, no indaguemos en eso, tómalo, necesito irme —le paso al niño que hace una pataleta, Phil lo calma con un par de palabras suaves.

—¿Cuándo volverás?

—No puedo decirte un día exacto, estoy trabajando en algo grande y…

—¿Lo encontraste? —suspiro y miro más allá de la puerta, mi respuesta es afirmativa a ese hecho, pero si no lo acepta sigo en el mismo lugar.

—Podría decirse, pero es complicado.

—En eso se basa vuestra relación, si no haces que deje de ser complicado nunca va a funcionar.

Ese es un consejo que definitivamente él debería escuchar, no tengo problema con hacer las cosas fáciles, pero Maddox está bastante reacio a aceptar la verdad.

—Ya veremos.

Camino hacia el auto de Alexander y me siento a su lado, no demora mucho en empezar a conducir. Tengo que idear una forma de hacerlo aceptar que es él, eso agilizará bastante mis planes, juntos podríamos ser imparables.

—¿Por qué quieres a Thomas? —chasquea la lengua como si estuviese grandemente ofendido sólo por escuchar su nombre.

—Hizo algo que no me gustó mucho.

—¿Acostarse contigo y luego engañarte como un tonto? —me fulmina con la mirada, levanto las cejas instándolo a que me vaya a la contraria.

—Ni siquiera voy a comentar sobre eso, no vas a cambiar de idea.

Conduce en silencio luego de eso a pesar de que intento sacarle conversación, antes era yo quien no quería conversar, ahora sólo quiero que diga algo importante que me sirva para por fin confirmar que es él.

—Baja, que Anika se encargue de tu aspecto —desabrocho el cinturón y me siento a horcajadas sobre él, Alexander levanta una ceja, pero no se resiste a poner las manos en mi cintura.

Quito su cinturón y deslizo las manos bajo su camisa, con la derecha toco una herida de bala, me agarra de las muñecas antes de que pueda seguir explorando.
—¿Qué rayos se te metió en la cabeza? —a pesar del regaño está excitado, puedo sentirlo.

—¿Eres un santo ahora?

Ladea la cabeza y se toma un tiempo repasándome, suelta una de mis muñecas, deslizo la mano de nuevo repasando los abdominales, la cicatriz en el costado, sigo subiendo hasta el pecho, hay más cicatrices, una herida de bala.

—¿Haremos algo o no?

—Si me sueltas, podríamos… —me agarra del pelo y junta nuestros labios en un beso feroz, enrosca su lengua con la mía casi hasta quedarnos sin aliento.

Le quito la camisa por encima de la cabeza viendo de cerca los tatuajes que esconden las cicatrices, es bueno que no sea de día porque no pienso parar, jadea haciendo lo mismo con la mía.

—Maldición, eres una obra de arte —gruñe besando mi pecho, desabrocho el pantalón y bajo la ropa interior dejando salir su erección, acaricio con fuerza sacándole un gruñido.

Muevo mi mano mientras se encarga de mi pantalón, nos froto juntos cuando por fin consigue liberarme.

—Bésame —murmura, jadeo, es una maldita pena que no pueda ver sus ojos azules, que tenga este aspecto, es atractivo, pero nada como su aspecto natural.

Junto nuestros labios sin dejar de mover mi mano, me agarra por la parte posterior del cuello y profundiza, parece un hombre sediento y yo la cura para su padecimiento, estoy jodidamente encantado de tenerlo de vuelta.
Junta una mano a la mía, acaricia la punta de mi polla y luego lleva los dedos húmedos a su boca.

—Dulce —ronronea, me echo a reír y luego muerdo su labio inferior haciendo una pequeña herida.

—Eres un jodido hijo de puta —me quejo besándolo otra vez a medida que mi mano se mueve con más rapidez.

—Córrete para mí, Lyubov’ —susurra contra mi cuello, muerde la piel haciendo que por fin llegue al final, la evidencia de mi corrida queda en sus manos y parte de su abdomen.

Sigo acariciándolo, esto fue jodidamente rápido, un record, desliza los dedos por la humedad y vuelve a llevarlo a su boca, saboreándome, me encanta que haga eso.

—Fierecilla, ¿seguirás negándote a mí? —deslizo la lengua por su oreja, deja salir un suspiro agarrándome el trasero.

—No.

Dejo un beso en sus labios, muerdo y deslizo la lengua en el interior de su boca enroscándola con la suya.

—Eres mío, ¿recuerdas eso? —no responde, jalo su pelo y hago que levante la cabeza—. Dímelo, vamos, quiero escucharlo de nuevo.

—No.

—Acabas de decir… —lame mi labio inferior.

—Sé lo que dije, no voy a tu ritmo, ahora tu vas al mío, dímelo primero y quizás te de lo que quieres —lo miro directamente, no voy a negar que la actitud me enciende, pero… dejo que pase, no voy a perderlo de nuevo, no me importa lo que tenga que hacer.

—Te amo, Fierecilla.

Me besa por última vez y se corre en mi mano, mi abdomen también se mancha, jadea contra mi cuello, ya ni siquiera estoy seguro de que vaya a decirlo.

—También te amo, Raphael Williams.

Me aferro a él, ha pasado demasiado jodido tiempo, y que se hiciera el desentendido me molesta muchísimo, puedo dejar eso de lado hoy, olvidarme de todos los malditos problemas alrededor por un momento.

Sólo quiero tenerlo entre mis brazos.

Lo tengo de vuelta y esta vez no voy a dejar que se vaya.

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