Capítulo 39

Raphael

Apenas salgo del auto comienzo a vomitar, tengo cólicos, agujetas en todo el cuerpo, estoy febril, jodidamente hecho una porquería, Miriam sale de su casa y me ayuda a llegar a entrar, no sé nada más que eso una vez caigo en el sofá.

La voz de Simon inunda mis oídos, escucho ruidos, respiraciones, pero no puedo abrir los ojos.

¿Por qué lo trajiste aquí?

No lo traje, él vino aquí, creo que evita a alguien.

Maddox —menciona Simon con un malhumor inesperado.

¿Lo conoces?

Están casados y piensa joder las cosas, no lo voy a permitir.

Abro los ojos poco a poco, el dolor de cabeza viene de repente sacándome un quejido, me obliga a cubrirme los ojos, Simon coloca una mano en mi hombro, siento las extremidades entumecidas.

Alcancé el límite demasiado rápido, aún me faltaban cosas por hacer, no pude encargarme de Dima, tampoco del Mariscal, intento ponerme de pie, pero caigo de rodillas en el suelo.

Dios, soy patético, los síntomas me consumieron más rápido de lo que pensaba.

Perdí demasiado tiempo.

—Tengo que ir al hospital —Simon me levanta y mira como si estuviese loco, Miriam mira a otro lado.

—¿Por qué iríamos al hospital, recibirás el tratamiento? —no sé porqué ese motivo le da tanto pánico, me insistió para que me operara, así que no sé cuál es la sorpresa ahora.

No importa, estoy demasiado agotado para pensar en ello.

—Llévame al hospital militar —gruño soltándome de su agarre e intentando dar algunos pasos, al menos recuperé el equilibrio.

—No tengo idea de lo que estás pensando, pero creo que ya es muy tarde para hacerte la cirugía.

—No me haré ninguna cirugía, ¿vas a llevarme o no?

Simon accede y va a buscar el auto, Miriam me ayuda a llegar, suspiro una vez estoy dentro, saco mi teléfono, lo apago y dejo en la guantera del auto, al menos haré una última cosa antes de irme.

Bajo una vez estamos ahí, el doctor que me dio el diagnóstico parece un poco asustado de verme, no entiendo qué le pasa a la gente, voy directamente a recepción y pregunto por la habitación de Stella, ya ni siquiera recuerdo dónde está.

—Quédate aquí —le digo a Simon agarrando el papel que me da la secretaria, él obedece a duras penas.

Voy a enfermería, la chica vestida de blanco me mira con una sonrisa y enreda un mechón de pelo oscuro en uno de sus dedos de forma coqueta, no entiendo por qué, nunca la miré dos veces.

—¿General, en qué puedo ayudarlo? —me acerco a ella y le hablo directamente en el oído.

—¿Podemos ir a un lugar más privado? —sus mejillas enrojecen, puedo ver la llave del estante de medicamentos en su bolsillo.

—Yo… uh… creo que sería una buena idea.

Le beso el cuello y deslizo una mano por su pecho, el abdomen, el costado y agarro la llave antes de pretender desmayarme, ella se asusta y sale corriendo pidiendo ayuda.

Abro el estante, agarro tres ámpulas de Amiodarona y una jeringa, cierro y tiro la llave al suelo, camino al ascensor mientras veo a dos o tres idiotas ir corriendo a la enfermería, entro y presiono el tercer piso, sé que Stella ha tenido evolución, pero gracias al cielo aún no puede moverse, lo sé jodidamente todo.

Voy directamente a la habitación de mi madre, está dormida ya que hace aproximadamente una semana despertó del coma, me acerco y acaricio el cabello negro, con ella empezó todo, ella me trajo al mundo sólo para hacerme sufrir.

—¿Raphael?

—Quiero saber tantas cosas que no se me ocurre qué preguntar —Stella arquea las cejas—. ¿Por qué me quitaste a Patrick?

—Porque no eras capaz de cuidarlo, eras inmaduro, violento, irresponsable, no podías cuidarlo, sabes lo que eres… —la agarro de las mejillas.

—¿Y tú lo cuidaste? —gruño, ella me fulmina con la mirada, lo único que puede hacer—. Dejaste que le hicieran lo mismo que a mí, incluso peor, dejaste que lo utilizaran para manipular al Mariscal, lo protegiste de mí, pero lo expusiste a los demás.

—No quería que pasara eso, nunca quise que sufrieras o le hicieran daño a Patrick.

Mentira.

—No te importé y tampoco Patrick, deja de fingir, todos creen que me protegiste, yo lo sé mejor que nadie, no te importo —ella lloriquea, Dios, es buena actriz.

—Eso no es cierto.

—Apuesto a que sabes que la psicopatía tiene un componente genético —la suelto, Stella aprieta la mandíbula, está enojada—. Y estoy jodidamente seguro de que no lo heredé de mi padre, engañaste a todos durante años, los manipulaste a tu antojo para que hicieran justamente lo que querías y tú quedaste como la buena, la protectora del pobre Raphael. 

—No soy como tú —escupe con ira, me echo a reír, desgraciadamente tengo que darle la razón.

—No lo eres, debo decir que eres incluso más inteligente y manipuladora que yo, pero eso se acaba hoy —saco las ámpulas y la jeringa, coloco todo en la bandeja y cargo dos.

—¿Qué es eso? —Stella me mira con pánico, lo mejor es que no puede pararse y detenerme.

—Amiodarona, es una muerte más generosa que la que te mereces —inyecto el medicamento directamente en la vía de su antebrazo y luego voy por la otra ámpula.

—No merezco esto —replica mientras paso el último.

—Lo sé, mereces algo peor por dejar que ellos me golpearan, torturaran, dejar que dañaran a Patrick, por matar a mi padre, esa fue tu jodida idea, estoy seguro de eso, lástima que no tenga pruebas de nada para dejar que te pudras en Iron Grills —miro el monitor, el ritmo cardiaco comienza a disminuir, la presión baja, bien, hace lo suyo.

—Tú padre sólo interfería con los planes.

—¿Entonces por qué te casaste con él? —se echa a reír.

—Para poder manipularlo, te amaba como no tienes idea.

—Perra —gruño saliendo de la habitación y recostándome en la pared.

Espero con las manos en los bolsillos, los monitores no demoran mucho más para alertar la parada, los médicos corren a la habitación, Simon se queda de pie cuando me ve, está bastante sorprendido, sonrío con satisfacción y desecho lo que utilicé en el cesto a mi lado.

Que no tenga duda de que fui yo quien mató a esa perra, quien se encargará de todos los malditos Williams.

Me quedo ahí hasta que declaran la muerte y ordeno que no divulguen la información, que hay que investigar el tema y me creen por completo, regreso a casa de Miriam con Simon y duermo hasta casi las nueve.

Tengo una cita con los abuelos, son los últimos y acabo con todos, sólo quedará Simon, Patrick ya tiene el apellido de Maddox.

Busco la bolsa de cocaína que le dije a Simon que comprara e inhalo el polvo, le prometí a Maddox que no lo haría, pero esta es la última vez, necesito estar más o menos presentable para poder ir.

Imaginé que podía pasar, pero aun así Maddox me sorprendió presentándose en casa de los abuelos, no lo quería involucrado, pero es terco, incluso tanto como yo.

Una vez está hecho lo dejo en el hospital y regreso a casa de Miriam, es una completa estupidez, ya no doy para más, así que finalmente le pido a Simon que me lleve a casa.

Es ahí donde voy a terminar con todo.

—¿Estás seguro de hacer esto? —lo ignoro mirando por la ventanilla, nos estamos acercando—. Raphael.

Agarro mi teléfono una vez estamos en casa y lo enciendo, al menos necesito escuchar a Patrick por última vez, también quiero llamar a Maddox, pero estoy seguro de que si lo hago terminaré retrocediendo en mi decisión.

Llamo a Maxim, se toma su tiempo para responder, entendible.

—¿Qué quieres?

—Hablar con Patrick.

Está durmiendo —replica, suspiro.

—Es urgente.

—Bien —escucho algunos ruidos, a Maxim murmurando y luego la voz de mi hijo.

—¿Papá?

—Sí, soy yo, ¿cómo estás?

—Bien.

—No me verás por un tiempo, pero tienes que obedecer a Maddox —no me responde de vuelta—. Patrick, promete que te portarás bien aunque no esté.

—Lo prometo. Te quiero.

Aun no entiendo la razón, pero no le doy tantas vueltas.

—Yo también.

Cuelgo y subo las escaleras, Phil me abraza y le devuelvo el contacto a duras penas, tengo que moverme con rapidez, ya Maddox debe estar en sobreaviso sobre mi ubicación.

Simon se queda con Phil y subo a mi habitación, nuestra habitación, la que compartía con Maddox, abro el armario y toco su ropa, su aroma está por todos lados, quisiera no tener que hacerle esto.

Me quito la ropa y pongo el uniforme de gala, camino hacia mi caja fuerte y agarro la Sig Sauer, tengo que hacer esto, es la única forma, no dejaré que siga consumiéndome, arrastro una de las sillas a la ventana de cristal y me siento, puedo ver todo mi territorio desde donde estoy, es todo lo que tengo, lo que conseguí y aunque es tremendamente egoísta quiero hacerlo aquí.

Agarro el arma con fuerza y quito el seguro, no le tengo miedo a la muerte, eso para mí no existe, el problema es otro, Maddox, Patrick, los dejaré atrás y la idea no me entusiasma.

Me pregunto por qué terminé rindiéndome así de fácil.

Supongo que no tenía de otra, no me dieron las posibilidades suficientes.

Suspiro y pongo el cañón del arma contra mi sien, esto es lo mejor, nada de convulsiones, entumecimientos, estar días completos sin caminar porque no puedo coordinar bien las piernas.

Es una pesadilla y quiero salir ella.

Pongo el dedo en el gatillo y miro por última vez todo lo que me pertenece, al menos dejé huella, acabé mi maldita venganza, aunque no pude hacer nada con el Mariscal o Dima, pero Maddox y Alessio se encargarán.

Cierro los ojos y luego aprieto el gatillo.

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