Capítulo 38

Maddox

Me levanto de la silla con el peor dolor en la espalda, al final no pude encontrar a ese hijo de puta y terminó matando a su madre, no es que me importe realmente, sabía que haría algo como eso, pero no quiero que ande huyendo de mí como si fuese su jodido enemigo.

Stella no era un ángel, ni siquiera voy a perder saliva hablando de eso cuando lo vea, hoy en la tarde tengo que recoger los malditos exámenes y ni siquiera sé donde está Raphael.

Verifico mi teléfono cuando suena, es una foto de Patrick con Azael, ya están a salvo, así que las fichas pueden empezar a moverse, Alessio tiene vía libre para enfrentarse a Dima, hay que eliminar a esa rata de una vez.

Me levanto y camino hacia la puerta al escuchar los toques, Misha está ahí esperando una orden, no debería estar aún a mi mando, pero Alessio no lo necesita, él no tiene que pelear en esta guerra, es otra víctima de las circunstancias.

—Pasa —se sienta en el sofá directamente mirándome con ansiedad, sabe lo que planeamos—. No vas a involucrarte en esta guerra.

Misha me mira con pánico, es la primera vez que pasa esto, estoy seguro.

—¿Por qué, hice algo mal?

—No, nada de eso, eres libre, te estamos dejando ir, a ti y a tu hermana, pueden irse —la mirada ansioso se vuelve recelosa.

—Estás tomando precauciones por si fallas.

—No, estoy tomando precauciones porque Alessio ganará y si lo hace contigo a su lado no podrán salir de esto —Misha niega.

—No quiero salir, es lo único que sé hacer, terminaré de la misma forma, como asesino a sueldo o algo peor.

—¿Estás seguro? Esto es importante.

—Me quedaré con él.

No me gusta la idea de que se quede, la vida de un Krysha no es fácil, nunca lo tuvo fácil y escoger esa vida no es la mejor opción, suspiro, no creo que lo haga cambiar de idea ahora mismo, quizás en el futuro sea diferente.

—Bueno, nadie puede decir que no lo intenté.

—Ya tengo su primera orden —aprieto la mandíbula, Alessio y yo quedamos en una cosa, no puede hacer esto.

—¿Cuál?

—Proteger a los niños y a Maxim, así que tienes que llevarme con ellos.

—Misha…

—Estoy bien, no te preocupes por eso, me gusta lo que hago.

—Ve en mi auto, es la última dirección en el GPS.

—¿Dónde está él? —pregunta mirando alrededor, yo también quisiera saber.

—No lo sé.

—¿Es necesario que me quede?

—Los niños y Maxim son la prioridad, lleva a tu hermana y protégelos.

—No te preocupes, conmigo ahí no sufrirán ningún daño —me levanto y acaricio su cabello rubio claro.

—Ten cuidado.

—Tú también.

Misha se va dejándome solo en una casa que ahora se siente el doble de grande, vuelvo a revisar otra notificación en mi teléfono, esta vez no es una foto agradable, sólo un mensaje pidiendo verme en una dirección específica, hay una invitación de almuerzo adjunta, al pincharla me doy cuenta de que son los abuelos de Raphael.

Raphael hizo un movimiento y ellos están lo suficientemente asustados como para incluirme en el problema, está bien, resulta que me conviene.

Me cambio de ropa y me siento frente al volante de un Audi, tengo que hacer esto, rechazar esa invitación pondría en sobrealerta a sus abuelos, es probable que cancelen la cena si no voy.

Conduzco a la dirección indicada y aparco junto a un Audi conocido, Raphael me fulmina con la mirada desde la entrada, ni siquiera ha tocado el timbre para avisar de su llegada.

—¿Qué haces aquí? —vaya, ni siquiera merezco un saludo de su parte, vamos de mal en peor.

—Vine al almuerzo que vas a compartir con tus lindos abuelos.

—¿Quién te dijo que vinieras? —gruñe agarrando mi brazo con fuerza—. Este es mi problema, te dije que no te metieras en mis cosas.

—¿Qué manera es esa de hablarle a la persona que se casó contigo? —reprocha Rafaella abriendo la puerta y mirando a su nieto con reproche, esto es absurdo, deberían estar enterrando a Stella, probablemente Raphael se encargó de que ellos no se enteraran.

—Ustedes no son nadie para meterse en mi maldita relación, Maddox y yo nos entendemos —el agarre se hace aún más fuerte, Rafaella levanta una ceja.

—Ya veo, se entienden, pero él no estaba invitado al almuerzo que tanto insististe en tener con nosotros.

—Ven aquí —me jala y hace que baje los escalones, hago que me suelte y lo sigo mientras vamos al jardín—. ¿Por qué sigues interviniendo en mis planes?

—No intervengo en nada, no soy tu enemigo, hacemos esto juntos, ¿recuerdas?

—No, hago esto solo —replica, niego, está cegado por la ira y desesperación, ya dejó de pensar racionalmente.

—Tus abuelos saben lo que piensas hacer, por eso me invitaron a venir.

—No voy a detenerme porque tú estés ahí, Sandro lo pensó y terminó terriblemente mal.

—Pero ellos no lo saben, dime lo que planeas.

—Vete de aquí, Maddox, sólo estás entorpeciendo mis planes —aprieto la mandíbula, odio que me subestime.

—Ellos me dijeron que viniera, no podía rechazar la invitación y no voy a irme, eso sería una falta de respeto.

—Eres la persona más terca que conozco.

—Raphael, puedo ayudarte, cuando termines aquí ven a casa conmigo.

—No vas a controlarme —lo agarro cuando planea darme la espalda.

—No quiero controlarte.

—Claro, quédate o lo que quieras, luego no te quejes.

Lo sigo y por fin entramos, los abuelos de Raphael nos reciben con una sonrisa, al menos Rafaella, sinceramente cree que tiene la carta ganadora teniéndome aquí, la pobre está completamente equivocada, Raphael continuará con sus planes no importa quien esté en la mesa.

Tomamos asiento uno al lado del otro, frente a ellos y enseguida traen el almuerzo, ni siquiera tengo apetito, sí, debí obedecer e irme pero ya es muy tarde para echarse atrás. 

Comemos en silencio por lo que parece una hora hasta que Raphael habla.

—Enrico estaba diciendo algunas cosas disparatadas la última vez que lo vi —me tenso cuando Raphael saca el tema, ellos comen sin inmutarse, yo ni siquiera puedo masticar la carne.

—¿Qué cosas son esas? Enrico siempre careció de cordura, aunque debe ser muy importante si pediste vernos, hace años no nos hablas directamente —Raphael remueve su almuerzo de forma distraída, se me revuelve el estómago sólo de verlo con tanta tranquilidad.

—Que soy sobrino del Mariscal, por ejemplo —bebo un poco de agua, Rafaella desliza su plato y se limpia con una servilleta.

—¿Qué tontería es esa?

—¿No es cierto, entonces quién es mi padre? —Jonathan es quien termina respondiendo la pregunta.

—Sólo un muerto de hambre con quien Stella se encaprichó.

—¿Por qué será que no me lo creo? —él achica los ojos mirándolo.

—¿Y dónde está tu tío?

—Muerto —responde con simpleza, el almuerzo acaba de terminar, no creo que nadie más quiera seguir comiendo.

—¿Lo mataste?

—No fui yo directamente, desgraciadamente se me adelantaron —paso saliva con nerviosismo.

—Estás cometiendo un error, pretendes eliminar a todos los Williams sólo para dejarle el terreno completamente despejado a Lucca, somos tu familia —levanta una ceja escéptico con el tema, ni siquiera yo sé cómo se atreven a decirlo.

—¿Entonces por qué se empeñaron en torturar a Patrick?

—Los niños necesitan una mano fuerte, tienen que aprender, no serías el hombre que eres ahora si hubiésemos sido blandos contigo.

—Claro —Rafaella por fin mira mi plato, apenas toqué el contenido.

—Maddox, ¿no tienes apetito?

—No me siento muy bien.

—Bueno, Miriam traerá té negro ahora, te sentirás mejor cuando tomes un poco.

—Gracias.

No soy muy fan del té, pero no tengo otro remedio, Miriam retira los platos y unos minutos más tardes trae unas tasas transparentes con un contenido oscuro, se me contrae el estómago sólo de pensar en tomar eso.

Ellos comienzan a beber, Raphael los imita con una sonrisa, Dios, los matará con el maldito té, miro la tasa con otros ojos, está bebiendo de su propio veneno, definitivamente no debí entrar, este hombre ya está actuando como si no tuviera nada que perder.

No lo reconozco.

—Maddox, bebe, te sentirás mejor —me llevo el borde a los labios y trago el contenido, el sabor definitivamente no es agradable, Raphael deja su tasa vacía y mira a sus abuelos.

—¿Por qué mataron a mi padre?

—Sigues diciendo ridiculeces —replica Jonathan dejando su tasa, sólo quedó el final, Rafaella se termina todo el té con calma, incluso nos quedamos unos minutos en silencio.

—Ya que insistes con el tema —dice de pronto mirándolo con mala cara—, porque se metía donde no debía, era demasiado limpio para esta familia, se le dio una advertencia y de todas formas hizo lo que quiso.

Jonathan se toca el pecho con confusión, sus pupilas están un poco más grandes de lo normal.

—¿En serio era el hermano del Mariscal? —Rafaella se ríe, la misma risa maniática de su nieto, incluso finge secar una lágrima.

—En serio estás perdido con el tema —miro a Raphael, también tiene las pupilas dilatadas, Jonathan se frota los ojos y se queja de un dolor de cabeza.

—Él era el Mariscal, Lucca llegó después tratando de jodernos, lo pusimos de rodillas cuando Patrick fue nuestro.

—Luego lo rescató —murmura.

—Sí.

—Que ridiculez, soy el hazmerreír de esta puta familia —gruñe, su respiración es rápida, le toco un hombro tratando de ayudarlo.

—Raphael…

—No me toques —gruñe quitando mi mano con mala forma—. Tienen bien merecido lo que les pase, por cierto, me encargué de Stella hace unas horas, lamentablemente la zorra murió.

A pesar de sus palabras se ríe a carcajadas, no sé si es él o el veneno haciendo efecto en su personalidad ya de por sí torcida.

—¿Qué?

—Ups, sólo quedan ustedes dos y este fue el último almuerzo, por lo menos lo compartieron conmigo, con vuestro nieto preferido.

—¿Qué hiciste? —pregunta Rafaella tocándose el pecho, Jonathan respira con rapidez, parece ahogarse.

—Belladona en el té, espero que lo disfruten.

—Necesito ir al baño.

—Miriam, vigílalos —eso es lo último que escucho antes de levantarme de la mesa, me siento febril, con dolor de cabeza, no quiero ni imaginar los demás, sólo tomé un poco.

Raphael es quien me lleva al baño y termino vomitando todo el té.

—Por esto te dije que te quedaras —recuerda como si no tuviese suficiente, me enjuago la boca y refresco el rostro, miro por el espejo cuando saca un ámpula de su bolsillo junto a una jeringa.

—¿Qué es eso?

—Fisostigmina —rompe el ámpula y rellena la jeringa—. Luego de esto tienes que ir al hospital —levanta el hombro de mi camisa e inyecta el medicamento, no tengo idea de cómo se mantiene en pie.

—¿Qué hay de ti?

—Hay otra en mi bolsillo, tuve la sensación de que vendrías por aquí —rebusco y por fin la encuentro, busco en el botiquín del baño y encuentro una jeringuilla nueva, sigo sintiéndome mal, pero mi vista se enfoca lo suficiente para cargar la jeringa y ponérsela en el hombro.

Raphael me besa, dejo caer la jeringuilla usada en el suelo y correspondo el beso, ni siquiera puedo decir cuánto lo extrañé, lo siento caliente contra mí y no en el buen sentido.

Tiene fiebre.

—Esto es una maldita locura.

—Tenemos que irnos.

—No podemos manejar así.

—Miriam —dice antes de desmayarse.

Mierda.

Lo coloco a mi espalda y de alguna manera logro subirlo, Miriam está en el comedor viendo como Jonathan y Rafaella se retuercen, parece bastante complacida con la imagen y casi me hace vomitar otra vez.

—Miriam… —ella ladea la cabeza y nos mira.

—Esperó demasiado para ponerla —chasquea la lengua y comienza a dirigirnos a los autos, le lanzo las llaves del mío y entro en la parte de atrás con Raphael.

—El auto de Raphael no puede quedarse ahí, nuestras huellas, las jeringas, esto tiene un millón de posibilidades de salir mal.

—El auto de Raphael tiene las llaves puestas, mi novio se lo llevará cuando lo limpie todo, no hay de qué preocuparse.

—¿No temes que llamen a la policía?

—Cortamos las líneas, no hay posibilidad —conduce en silencio por varios minutos, no estamos tan lejos del centro de la ciudad, Raphael está dormido contra mi hombro, si pudiera mantenerlo así, hacer que se quedara conmigo las cosas serian distintas.

—Al hospital —dice de repente incorporándose en el asiento.

—¿Estás bien?

—Sí.

—No pareces…

—Maddox, estoy jodidamente bien —el gruñido brusco hace que apriete la mandíbula.

—Vale, ¿dónde te estás quedando?

—No te importa.

—Sabes que me importa, estoy preocupado por ti.

—No te preocupes, no necesito tu preocupación, no te entrometas en mis asuntos.

—Raphael…

—Baja —Miriam detiene el auto, efectivamente estamos en el hospital.

—No puedes… —Raphael agarra un arma y me apunta con ella, lo fulmino con la mirada, está jodidamente trastornado, pero no para tanto.

—Baja.

—No vas a dispararme.

—Cierto, no soy capaz de dispararte, pero puedo adelantarme la muerte, ¿qué dices? —replica colocando el cañón del arma contra su sien, salgo de una vez y veo al auto alejarse.

Jodido imbécil, luego no me cree cuando digo que lo odio.

Entro al hospital sintiéndome mareado, busco al doctor que vio a Raphael, de todas formas tenía que venir a saber los resultados, logro verlo en la oficina y me siento cuando señala la silla.

—Hay buenas y malas noticias —me froto la frente.

—Dime las buenas, necesito escuchar algo bueno en todo esto.

—Raphael no tiene un tumor maligno.

Por fin dejo salir el aire y me echo a llorar. Yo tenía la razón, esto probablemente fue cosa de Simon, seco mi frente y siento náuseas, quiero ir a decirle, contarle antes de que haga una completa estupidez.

Porque lo conozco, lo hará.

Ni siquiera puedo preguntar cuál es la mala noticia o agarrar mi teléfono para decirle a Raphael, aunque dudo que me conteste.

Simplemente pierdo la conciencia.

******

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top