Capítulo 22
Maddox
Alzo los brazos enseñando las palmas ante la orden, la alarma sigue sonando, repiqueteando en mi cabeza y el equipo de asalto me tiene rodeado, sabía que no sería fácil salir de aquí, pero no imaginaba cuanto, en realidad.
—Al suelo —ordena uno de ellos y no puedo hacer más que obedecer, el plan de escape era demasiado desorganizado, una total locura, al menos Maxim está fuera.
Me esposan las muñecas en la espalda y luego dirigen a una oficina conocida, la misma donde vi a Raphael la última vez, sólo dos guardias entran con nosotros, el hombre detrás del escritorio me mira enojado.
Qué suerte la mía, sólo hago que la gente a mi alrededor me odie.
—Alexander Smirnov, desde que te tengo aquí sólo eres puro problema, robaste las llaves de las celdas, mataste a uno de los reclusos, peleas con todos y ahora protagonizas el intento de una fuga, tu amigo escapó, pero estamos haciendo todo lo posible por traerlo de vuelta.
Aprieto los labios, eso no se escucha bien.
—¿Y por qué se supone que estoy aquí? —el hombre hace una mueca, no está contento.
—Por mí estarías ya en una celda de aislamiento, pero dos Coroneles pidieron hablar contigo un tema de suma importancia.
Uno de los guardias me golpea quebrándome el labio, escupo en el inmaculado suelo mirándolo con altanería.
—Van a tener que hacerlo mejor que eso —el tipo se levanta y camina hacia mí, me agarra del mentón y sonríe.
—Nadie va a dejarme como un hazmerreír otra vez, Fabio, tu amigo, tú no vas a salir de aquí.
—No puedes tenerme en una celda de aislamiento para siempre.
—No, pero puedo hacer que desaparezcas por completo, todos obedecen las reglas, tienes que aprender o morir, esto es Iron Grills.
Abren la puerta, el hombre da un paso atrás y enseña su sonrisa más gentil.
—Es bueno que estén aquí, estábamos esperándolos.
—Esperen fuera, todos, tú también, Simon, dame unos minutos —me tenso escuchando su voz, no se acerca hasta que todos se marchan.
Espero que me grite hasta hartarse o me bese, dependiendo de su estado de ánimo puede ser cualquiera de ellas, me quita las esposas y junta el pecho a mi espalda, siento su respiración y una mano bajo mi camiseta.
—Fierecilla, eso fue una completa estupidez —gruñe mordisqueándome el cuello, si así van a ser los regaños de ahora en adelante, no me molestan nada, deslizo una mano por su cabello y ladeo la cabeza.
—Esto no fue mi culpa, ni siquiera sabía, sólo fue mala planificación —Raphael llega a mi oreja y la muerde levemente, me giro y por fin lo beso deslizando la lengua en el interior de su boca, me agarra del pelo y chupa mi lengua.
—¿Mala planificación? Eso fue una basura —gruñe lamiendo sus labios, me echo a reír.
—Alessio hace lo que puede.
—Pues no me sirve que haga las cosas a medias, te quiero fuera de aquí ya o van a matarte.
—Estoy bien.
—No estás bien, ya eres el centro de atención y una vez me vaya de aquí no lo pasarás bien, ese maldito director no es una puta broma, por algo está al mando de este lugar —gruñe contra mi oído, suspiro.
—Raphael, todo estará bien.
—Claro, todo estará bien cuando te saque de aquí —dice de repente caminando hacia el sofá, se quita la chaqueta y la deja en el respaldo.
—¿Qué haces?
—Ya te dije, voy a sacarte, no vas a estar ni un minuto más aquí —me echo a reír, aprecio que esté preocupado, pero no puede sacarme de aquí como si nada.
—¿Qué haremos, utilizar tu ropa para escapar por la ventana?
—No, vas a salir de aquí caminando con mi ropa.
—¿Qué? —lo miro como si fuese una broma, no lo es, lo dice muy en serio, se quita la corbata y camisa dejándolo todo en el mismo lugar.
—Tenemos estaturas parejas, nadie notará el centímetro que me llevas y en contextura física estamos igual, perdiste masa muscular encerrado aquí.
—Claro, voy a ponerme tu uniforme y nadie se dará cuenta del cambio de persona.
—¿Para qué crees que está Simon? Utilizas mi gorra para cubrir la raíz rubia de tu pelo y caminas con la cabeza gacha, tendrás el uniforme de un Coronel, nadie te detendrá, ni siquiera me miran a los ojos cuando paso, no van a notar una mierda.
—Me atraparán.
—¿Y qué? Ya estás jodido de todas formas, así que me arriesgo —me acerco a él y lo beso.
—Esta idea es una puta locura.
—Mejor que la de Alessio queriendo sacarlos a la fuerza, atacar Iron Grills no es una broma, el chiste pudo salir peor.
—Al menos funcionó para uno de nosotros.
—Bueno, sacó al que quería, pero dejó aquí dentro al que yo quiero fuera, se acabó lo de esperar por él, ahora me toca a mí.
—Raphael —deja el pantalón en la pila y cruza los brazos mirándome enojado, quisiera reírme porque hace eso en ropa interior, pero incluso así no es gracioso, sólo sexy.
—No voy a repetirlo, quítate la ropa.
Cedo y me quito el mono, comienzo a vestirme con rapidez, Raphael me mira de arriba abajo una vez termino, camina hacia el otro lado de la habitación y agarra su gorra, ni siquiera me había dado cuenta de que la había dejado ahí.
Me peina hacia atrás y la coloca un poco más bajo de lo normal.
—No van a darse cuenta de nada —gruñe, no sé si lo dice para mí o simplemente para calmarse, lo beso de forma lenta recostándolo al escritorio.
—Simon y tú van a meterse en problemas.
—No, vamos a culparte a ti —dice metiéndose en el mono de la cárcel—. Ahora ven aquí y golpéame.
—No.
—¿Qué?
—No voy a golpearte, de ninguna manera —Raphael niega con una sonrisa.
—¿Nunca hiciste una práctica de sparring?
—No estamos en una práctica, y no, nunca tuve que hacer sparring con mi amante.
—Eres tú o Simon, y prefiero que lo hagas tú, Simon probablemente me tenga ganas.
—No —pone los ojos en blanco.
—Bien —gruñe y da dos toques en la puerta, Simon entra viendo el cambio.
—Espero que esta mierda funcione.
—Lo hará, ahora ven aquí y golpéame, no puedo dar excusas si estoy… —ni siquiera lo deja terminar y la da un golpe en la mejilla, otro en el abdomen, doy un paso adelante y me señala.
—No, tengo que tener una excusa para dejarte salir de aquí —Simon le da una patada haciéndolo caer, luego vuelve a darle otro golpe.
—Ya es suficiente.
Levanta las manos como si se rindiera, pero sonríe.
—Él me lo pidió, no me mires así —saca unos guantes blancos de su bolsillo y me los tiende—. Nos vamos.
Antes de eso rebusca en el escritorio y agarra un abrecartas, le hace una pequeña cortada en el hombro a su hermano y luego me lo da.
—¿Ya sabes lo que vas a decir?
—Lo que repasamos, ponme las esposas —agarro las argollas y las coloco en sus muñecas, limpio la sangre de su labio y lo beso.
—Nos vemos fuera, Lyubov’.
—Sí.
—Vamos.
Simon abre la puerta, bajo la cabeza un poco ocultándome con la gorra, sólo los guardias están ahí, lo cual es una gran ventaja, no están tan emocionados por trabajar.
—Entren en unos cinco minutos, no está presentable —gruñe Simon y acatan la orden enseguida, me agarra por la parte posterior del cuello y comienza a caminar.
Llegamos a la primera reja, hace una señal y la abren, aprieta su agarre mientras seguimos caminando.
—Una reja más y estamos fuera —avisa luego de dejar la segunda reja, el corazón repiquetea en mis oídos, siento como si todos me observaran.
Simon saluda a uno de los guardias y llegamos a la última, pasamos, me tienden las pertenencias de Raphael, guardo la billetera, agarro la pistola y el cuchillo, lo pongo todo en su lugar, casi sintiendo que estoy a salvo, pero el director de la prisión se detiene frente a nosotros.
Simon se coloca delante de mí y le sonríe al hombre.
—Gracias por dejarnos hablar con él —me mira y simulo estar tosiendo.
—¿Se encuentra bien su hermano?
—Creo que pescó un resfriado, se mete donde no debe —la alarma comienza a sonar y uno de los guardas viene corriendo hacia nosotros, agarro el abrecartas y lo coloco en el cuello de Simon.
—Supongo que me toca —murmuro mientras el intercomunicador alerta del estado de Raphael y mi posible huida—. Dan un paso en mi dirección y le corto el cuello al Coronel.
Retrocedo suavemente, veo a uno de los guardias intentar coger su arma y le hago un corte en el cuello para que vean que no bromeo, el director ordena que bajen las armas mientras Simon retrocede conmigo.
—Dime que Raphael trajo el Maserati, o no saldremos vivos de aquí —Simon agarra mi brazo.
—Una vez salgamos podrás verlo al instante, pero sólo puede conducirlo él.
—Simon, tu hermano es más inteligente que eso.
Salimos con todos mirándonos, los francotiradores no se atreven a disparar porque tengo a Simon colocado de forma estratégica, si me matan a mí, también a él.
—Bueno, genio, dime cómo vas a manejar el Maserati sin el consentimiento de Laura —me echo a reír cuando llegamos al auto.
—Laura, abre las puertas —la IA obedece enseguida, me cuelo yo primero y luego a Simon—Bueno, creo que nos vamos.
Laura tranca las puertas antes de que los disparos empiecen a resonar, repiquetean por todas partes, comienzo a conducir bajo fuego enemigo, el auto es blindado, por lo que nos da la cobertura perfecta.
—De verdad no puedo creer que te diera acceso al Maserati —sonrío de medio lado mientras acelero.
—Tu hermano me ama a su manera.
—Y espero que eso sea mutuo.
—Simon, tu hermano es un hijo de puta manipulador que apenas puede expresar lo que siente, créeme, si no lo amara no me hubiese presentado en su vida otra vez.
—¿Eso no fue parte del plan?
—¿De qué puto plan estás hablando? —gruño, porque espero que Raphael no tenga esa estúpida idea en la cabeza—. Nunca tuve un plan que involucrara a Raphael, el plan original era hacerlo todo yo solo, pero no podía estar ni un minuto más lejos de él, regresé porque lo quería a mi lado, sin nada en el medio esta vez.
—¿No piensas que si no te hubieras involucrado con él no estarías en esta situación?
—Bueno, sí, lo odié por eso —admito, no estoy bien de la cabeza y Dima utilizó eso—. Dima me decía cosas, hablaba y hablaba durante horas sobre él, llegué a pensar que era todo lo que estaba mal en mi vida, pero luego analicé lo que consideraba mi vida y me di cuenta de que jamás la tuve.
—¿Qué?
Cambio la velocidad y paso una curva, estamos lejos aún, no escucho autos policiales cerca y no creo hacerlo con la potencia del Maserati.
—Cuando descubrí el sexo sólo buscaba eso, no me conformaba con nada, luego llegó Yara con sus delirios sobre ser virgen, el matrimonio y me dejé embaucar, aunque quería culparla sé que el único culpable fui yo por alimentar su locura, porque para mí eso era lo correcto, pensé que era yo quien estaba equivocado.
—¿Y luego se embarazó? —me echo a reír, en realidad el destino siempre estuvo ahí enviándome señales.
—No, no pasaba nada, y para ser normal necesitaba una esposa, un hijo, un perro y vivir en una casa con la cerca blanca, hicimos el tratamiento de fertilidad y me conformaba con mi vida, al menos eso quise creer.
—Hasta que llegó Raphael.
—Sí, no lo romantizo porque no puedo hacerlo, se acercó a mí con malas intenciones, acostarse conmigo, usarme, pero me mostró lo que en realidad quería y estaba mal en mi vida.
—Ustedes son un caso perdido.
—Tienes toda la maldita razón, pero estamos juntos.
Por órdenes de Simon manejo a la casa de Raphael, entro encontrándome con una bonita sorpresa, el hijo de Raphael está en la sala de estar viendo algo en la televisión.
Se pone de pie y da dos pasos hacia mí, es el mismo aspecto, mismos ojos, se decepciona al ver que no soy su padre, me quito la gorra y la dejo en uno de los asientos, el niño vuelve a tomar asiento mirándonos extraño.
—¿Es seguro que esté aquí?
—Sí, sólo Patrick está aquí, Raphael llegará en unos minutos y yo iré mañana a Iron Grills a prestar declaración, imagina lo preocupados que deben estar por el Coronel desaparecido —dice levantando las cejas, me río.
—Pero pueden localizar el auto.
—Tiene el GPS desactivado y estamos en propiedad privada, tu amante es poderoso.
—Lo sé —suspiro, miro al chico que todavía nos sigue viendo de forma perspicaz, tiene la mirada de halcón del padre—. Es idéntico a Raphael.
Simon sólo se ríe dándome la razón.
Me pongo algo de ropa de Raphael y esperamos por tres horas más hasta que Raphael abre la puerta, lleva ropa normal, demasiado normal para él, supongo que se la dieron en la cárcel, la puerta se cierra y lo veo algo extraño.
—Carajo, esos imbéciles me interrogaron por dos horas, estoy… —da dos pasos de forma tambaleante mientras le sangra la nariz y luego se desmaya.
—¿Papá? —murmura Patrick corriendo hacia él.
Voy hacia él y lo reviso, está pálido, sudoroso y con fiebre, le grito a Simon que llame a un médico mientras lo subo a la habitación, Patrick nos sigue llorando.
Lo dejo en la cama e intento calmar al chico con algunas palabras, no tengo idea de si esto ha pasado en otras ocasiones o es nuevo, le limpio la sangre más que asustado.
Espero no perderlo, porque ya no sé vivir sin él.
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