Capítulo 2
Camino por el pasillo del pabellón psiquiátrico apretando los documentos en mi mano derecha, necesito respuestas y Simon puede dármelas, según los doctores hoy está estable, por lo que es posible que diga algo.
Me abren la puerta y entro a la habitación, está organizada, mi hermano mayor está sobre la cama leyendo un libro, no parece desmoralizado como en los últimos meses.
—Simon —saludo tomando asiento, deja el libro bocabajo y me mira, se ve pálido, ojeroso, y está de más decir que ya no es un Coronel activo.
—Raphael, que sorpresa tenerte aquí, ¿vienes a jactarte de lo patético que soy?
—Podría, pero no —Simon sube las cejas y levanta las mangas largas de la camisa blanca de hospital, es una jodida humillación estar en su estado.
—¿No es suficiente con lo que me hiciste, qué más quieres arrebatarme?
—Yo no estoy involucrado con la muerte de tu familia —aprieta los labios.
—No te creo, querías muerta a mamá, y que yo pasara por lo mismo que tú.
Resoplo.
—La muerte de Stella sinceramente sería una buena noticia, pero olvidas que puse a Maddox a protegerla, nunca se me ocurrió ponerlo en peligro a él.
—Que bien que esté muerto y lejos de tu maldita toxicidad —le tiro los documentos y los agarra con mala cara.
—Lee eso.
—¿Qué es?
—Son las pruebas de que no fui yo, sé quien las mató, y puedo dártelos —Simon ni siquiera mira los documentos.
—¿Por qué harías esto por mí? Sé muy bien que me odias.
—No es un favor, es un intercambio.
—¿Intercambio, a estas alturas que podría darte? —apoyo los codos en las rodillas y lo miro.
—Información.
—Raphael, no tengo nada que te interese.
—¿Quién escondió al niño hasta ahora?
—¿Qué niño? —se ve confundido, así que le ofrezco más información.
—A mi hijo, Simon. ¿De quién fue la maldita idea, y por qué?
—¿Tu hijo? —Simon se carcajea con ganas, ladeo la cabeza, no parece fingir—. Creo que deberías estar aquí haciéndome compañía.
—No estás aquí por loco, recuerda que intentaste matarte, y te diagnosticaron una depresión.
—Lo recuerdo, desgraciadamente sigo vivo, ahora tú eres el mejor hermano del mundo y me ayudas.
—No soy un buen hermano, todo lo que hago es por conveniencia, te ayudo por información.
—No sé nada, pregúntale a nuestra madre.
—La maldita perra sigue en coma, no puedo preguntarle un carajo, tú eres el único que… —Simon interrumpe mis gruñidos.
—No, yo nada, no tengo idea de qué hablas, la última vez que revisé, tu hijo estaba muerto.
—¿Así que no sabías que estaba vivo?
—No, eso quiere decir que las mataste en vano —me levanto y lo agarro del frente de la camisa, si yo fuese el culpable lo admitiría, pero resulta que no es el caso.
—Imbécil, escúchame, no fui yo, admito que iba a matar a Camila, pero no a mi sobrina, eso no fue cosa mía.
—Júralo, Raphael, júralo, y haz que me lo crea.
—Te lo juro, no fui yo, tengo a los que apretaron el gatillo, y podría llegar al cabecilla a través de ellos, te odio, a ti, y toda la familia, pero estoy claro en una cosa —achica los ojos escudriñándome.
—¿Qué?
—Sé con quién me meto, sí, quiero venganza por toda la basura que me hicieron pasar —Simon aprieta la mandíbula, pero deja que termine de hablar—, y matando a tu hija conseguiría hundirte, pero no quería hacer lo mismo que ustedes me hicieron.
—¿No era eso más fácil?
—Sí, pero nunca dije que mi venganza fuese fácil, ese nunca es mi camino.
—No puedo irme de aquí, esta mierda no me sirve de nada —tira los documentos al suelo, los recojo y vuelvo al asiento.
—Puedo sacarte, pero tienes que pagarme por todo.
—No, déjame en paz.
—Esto no va a devolvértelas, pero puedo asegurarte que te hará sentir un poco mejor.
—¿Quién crees que es el culpable?
—No estoy seguro, sólo tengo una corazonada —Simon tuerce los ojos.
—¿Quién?
—Lucca Santino.
—¿El Mariscal, estás jodiendo conmigo?
—Quizá estoy equivocado, no tengo pruebas, tampoco dudas —se apoya en la pared, es la primera vez que tengo una conversación de más de diez minutos con Simon sin que exista una pelea.
—¿Por qué?
—Por Stella, la muy estúpida no fue muy disimulada a la hora de hacer las cosas.
—¿Estás diciéndome que las mataron por accidente, que el objetivo era mamá?
—Sí, eso creo.
—¿Qué quieres que haga?
—Quiero información de Jonathan y Rafaella, te llevas bien con ellos.
—¿Crees que los abuelos están metidos en eso?
—Sí. También quiero que seas mi sustituto en el Comando.
—¿Por qué?
—Voy a infiltrarme en la Bratva.
—No entiendo una mierda, ¿para qué vas a la Bratva? Además, la última vez que revisé eras un miembro de esa porquería de organización.
—Ya no, perdí el anillo, otra vez, y necesito sacar a Dasha, es la única forma en la que voy a poder saber la ubicación de Maddox —Simon se peina hacia atrás, comienza a desesperarse.
—¿Estás en medio de un brote psicótico? Maddox está muerto, lo asesinaron hace un año junto a su hija.
—Quizás lo esté, y sólo estoy dejándome engañar por el Mariscal, pero tengo que intentarlo.
—¿Según tú, el Mariscal lo tiene de rehén, o Maddox quiso irse?
—No lo sé —Simon se echa a reír, aunque parece hueco.
—Lo sabes, simplemente no quieres creértelo.
—No vine para pedir consejo, sí, sé que si está vivo probablemente decidió alejarse de mí, pero no dejaré que lo haga, tiene que regresar conmigo, no voy a dejarlo en paz.
—No me importa tu mierda, sácame de aquí y vamos por esos hijos de puta.
Voy a recepción y firmo todos los documentos correspondientes, gracias al cielo tienen la ropa con la que llegó Simon, por lo que no tengo que llevármelo de aquí vestido como un puto loco.
Le lanzo la ropa a penas vuelvo a la habitación, los documentos que traje están sobre la cama, los leyó, eso es bueno, comienza a cambiarse y me mira cuando ya tiene puesto el pantalón.
—No tuve opción.
—¿Qué?
—Me llamaste, escucharon nuestra conversación, no pude hacer nada por ti —me froto el puente de la nariz, no necesito esto.
—¿Por qué me lo dices ahora?
—Antes no escuchabas razones, ahora… bueno… pareces más accesible —murmura colocando la camisa.
—Deja de hablar tonterías.
—Supongo que es la paternidad —le doy la espalda, para mi mala suerte sigue diciendo tonterías.
—No tengo roce con ese niño, así que déjalo ya.
—¿Por qué? Estabas tomando venganza porque lo mataron, y ahora que lo tienes no lo quieres. ¿Seguro que no quieres quedarte?
Lo fulmino con la mirada y salgo de la habitación, sí, suena estúpido cuando lo dicen así, pero ya todos saben que no funciono correctamente, me acostumbré a la maldita idea de que lo había perdido, es difícil hacer como si nada, sentir las cosas adecuadas.
Ya estoy roto, que ese niño entre a mi vida de nuevo no hará que deje de estarlo.
La verdad es que no sé qué hacer con él, como debo actuar, qué decirle, estoy perdido.
—Sigues teniendo una mecha muy corta, los niños requieren paciencia —Simon me sigue, salimos del hospital y subimos al auto.
—Claro, es más fácil que él se adapte a mí, a que sea al revés —niega mientras digo la palabra de seguridad.
—¿Puedo conocerlo al menos?
—Puedes hacer lo que quieras, ve a casa y habla con él, que te conteste ya es una historia distinta.
—¿Conteste?
—Olvídalo, ya lo verás, ahora necesito que te concentres.
—Ya entendí, sacarle información a los abuelos, y ser Coronel de tu Comando, ¿olvidé algo?
—Abre la guantera —Simon obedece y se queda mirando las dos pistolas en el interior—. ¿Qué esperas, mi permiso? No vayas a dispararte.
—Aprecio tu preocupación —murmura agarrando las pistolas.
Arqueo una ceja, no me preocupo por él, sólo por mis planes, giro a la derecha siguiendo el GPS de Laura, ya que no voy a estar muy vinculado tengo que hacerme cargo de esto, darle un motivo a Simon para que me ayude.
—¿A dónde vamos?
—A por tres hijos de puta, también me deben una, por poco matan a Maddox.
—No sabía que podías enamorarte —dice mirando por la ventanilla.
¿Puedo?
No lo sé, no estoy seguro de que esté enamorado, si esto es amor es más complicado de lo que pensé, creo que normalmente soy peligroso, pero sentirme así me hace el doble de peligroso.
Y eso es un gran problema.
—Yo tampoco, es la primera vez que pasa algo así —Simon me mira, sin otra palabra guarda las armas.
Bajo antes de llegar al distrito correspondiente, no dejaré mi auto cerca de esos maleantes, tampoco es conveniente llamar mucho la atención, Simon espera por mí, no tiene idea de a dónde vamos.
Subimos por la calle empinada, conseguí esta dirección luego de golpear al jefe del distrito enseñándole las fotografías de los infelices, debieron ser más cuidadosos, cuando me lo propongo soy imparable.
Le disparo a la puerta en cuanto llegamos, alguien viene corriendo hacia nosotros y disparo, a los únicos que quiero vivos son a esos tres infelices, la información que pueden darnos vale oro.
Simon dispara, buena cosa que las armas tengan silenciadores, no necesito más problemas, más cadáveres.
Corro hacia el tipo que busca su arma y evito que la coja dándole una patada en las costillas, se retuerce con una queja, Simon le dispara en el hombro al más cercano y le da una orden al tercero.
Ya son nuestros.
Los atamos a las sillas y paseo con el arma alrededor, tengo que hacer las preguntas correctas para obtener las respuestas que quiero.
—No sean estúpidos, dejen que… —agarro del pelo al hablador.
—¿Nos recuerdan? Hace un año hicieron algo tremendamente malo.
Uno de ellos parece atar cabos, sí, evidentemente no nos recordaban.
—¿Por qué están aquí?
—Pensé que estarían preparados, después de todo, le dispararon a la familia Williams, mataron a la esposa e hija de mi hermano.
—Fue un error —dice uno de ellos, Simon le da un puñetazo, el tipo escupe la sangre en el suelo.
—¿Tengo que dejarlos ir por decirme eso?
—No se suponía que ellas dos estuviesen ahí —Simon le da otro golpe, lo alejo un momento, dejaré que haga lo que quiera con ellos, pero antes necesitamos respuestas.
—¿Quién ordenó el golpe?
—No sabemos.
—Piensas que soy estúpido, ¿cierto? —miro a Simon, ya que está ansioso por tomar venganza iremos poco a poco—. Dispárale en la pierna— Simon obedece más que dispuesto, los gritos ensordecen.
—Sólo es una pequeña herida, sacaron tres balas de mi hija, dos de mi esposa, aún les faltan unas cuantas.
—No sabemos nada, por Dios, fue un accidente, disparamos, cuando nos dimos cuenta era demasiado tarde.
Saco mi teléfono con una llamada entrante, no reconozco el número, miro a Simon.
—Sabes cómo hacer que hablen, voy a contestar esta llamada, trata de no matarlos hasta que te den la información que queremos. ¿Entendido?
—Sí, no soy estúpido.
Salgo y contesto la llamada, la noche está fría, incluso húmeda, no me gusta.
—Raphael Williams.
—Adelantaremos el encuentro unos días —miro al cielo buscando un poco de calma, me obligo a preguntar.
—¿Alexander?
—Sí, llámame Alex, vamos a tener una relación estrecha en el futuro.
Relación estrecha, este hombre es insoportable, nada de eso, él irá por su lado y yo por el mío, no quiero confraternización innecesaria, no me gusta su arrogancia, por tanto, no quiero salirme de control y terminar matándolo en algún momento.
—Deja la confianza y dime lo que necesito saber —se ríe suavemente, obviamente se burla de mí.
—Te enviaré una dirección, hay una mujer esperándote, ella va cambiarte el semblante, no podemos dejar que te reconozcan.
—¿Esa mujer es de confianza?
—Sí, no hay un mínimo de posibilidades de que me traicione.
—Bien, ¿algo más?
—Deja tu auto en el garaje, hay otro auto, utiliza ese, a partir de ahora adoptas mi apellido —tiene sentido, sólo existe un auto como el mío, por lo que sería bastante peligroso tenerlo conmigo.
—¿Sólo cambiarás mi apellido?
—Sí, no hay problema con tu nombre, puedes mantenerlo, eso nos ahorrará un montón de problemas. ¿Entendido?
—Sí.
—¿Sí, qué?
Aprieto la mandíbula, creo que ya dije que lo odio, pero vuelvo a reafirmarlo, no es bueno que me presionen, respiro tratando de calmarme, lo necesito para lograr lo que quiero, es un mal necesario.
—Sí, Señor —cedo, Alexander da su visto bueno.
—Aprendes rápido, por cierto, Raphael.
—¿Qué?
—Anika es absolutamente intocable, en todos los sentidos.
—Bien.
Cuelgo y entro nuevamente, Simon se ha desquitado un poco con los prisioneros, están golpeados, ensangrentados, no me importa, de todas formas van a morir, ya depende de ellos si es rápido o no.
—¿Dijeron algo?
—Tengo un nombre, pero no nos llevará a ningún lado, es el jefe de estos estúpidos.
—Entonces voy a dejarte con esto.
—Está bien, tengo cuentas que saldar aquí todavía.
—Busca al jefe e intenta obtener el nombre, necesitamos saber quién está detrás de todo esto —Simon mueve la cabeza como respuesta.
—¿Dejaste todo resuelto, tu infiltración, mi incorporación a tu Comando, puesto, todo?
—Sí, habla con el Teniente Coronel, Ares Knight, está todo en su poder.
—¿Qué hay de la comunicación?
—Voy a dejarte mi teléfono, conseguiré otro y llamaré sólo cuando sea necesario —le lanzo el teléfono, lo agarra y desliza en el bolsillo de su pantalón.
—Entendido, ten cuidado.
—No te preocupes por mí, me revuelves el estómago.
—Sigues siendo mi hermano menor.
—Me voy.
Conduzco al lugar que marca el GPS de mi auto, es una casa normal, diría que mediana, estaciono el auto y toco, una mujer con un vestido rosa pálido abre la puerta en unos minutos, tiene el cabello rubio y largo, ojos grises, es joven, parece conocida, pero no me viene nada a la mente.
—Alexander…
—¿Eres Raphael?
—Sí.
—Pasa, ya tengo las instrucciones.
Ni siquiera pregunto qué quiere decir eso, me siento en el lugar preparado para mí, hay varias cosas de maquillaje en la mesa del frente, la rubia se recoge el pelo en una coleta mal hecha y me mira con una sonrisa.
—Lo siento, que maleducada soy, me llamo Anika Petrov.
—Ahora soy Raphael Smirnov —sonríe, es agradable.
—Mucho gusto, sólo serán cambios leves, nada permanente, voy a decolorar tu cabello y pondremos lentes de contacto.
—Estoy bien con eso.
Anika se ocupa de mi apariencia por horas, estoy acostumbrado a estas cosas, en las misiones de infiltración nos cambian, así que no estoy particularmente afectado por la cuestión.
La chica se planta frente a mí mirando su obra maestra, me peina y por fin sonríe, es bonita, puedo entender al estúpido de Alexander si la tiene como amante, sería lo más lógico.
—Ve al baño y ponte estos, yo iré a cambiarme —me levanto, agarro el traje que me ofrece y los lentes de contacto, camino a donde señala.
Me planto frente al espejo y miro lo que hizo conmigo, ahora tengo el pelo castaño, no se ve mal, pero no es de mi gusto, me lavo las manos y coloco los lentes.
Azules.
Si Alexander conociera de la existencia de Maddox diría que es un puto castigo, mirarme en el espejo y recordar los ojos de Maddox, la última vez que me miró.
Me coloco el traje, es de mi talla, luego salgo y espero a Anika que baja con un vestido azul entallado en la cintura.
—¿Qué es lo próximo?
—Ir con Alexander, te presentará hoy mismo.
Guardo mi auto en el garaje y me voy en el otro guiado por Anika de copiloto, nos detenemos en un edificio, este lugar si parece la guarida de un mafioso, dos pisos con apariencia de casa presidencial.
Estaciono y bajamos, Anika agarra mi mano y me lleva al interior, pasamos por algunos pasillos, me hace esperar en una sala de estar, no me gusta todo este misterio.
—Ven conmigo —dice Anika de regreso, la sigo hasta una puerta—. Están ahí, ya puedes pasar.
Agarro el picaporte y me tomo un tiempo antes de abrir, cuando por fin lo hago logro divisar a Alexander, está al frente con un traje perfectamente planchado, sonríe de medio lado en cuanto me ve.
—Ahí está mi chico —camino hacia él, los hombres alrededor hacen silencio mirándonos.
Me detengo frente a él, Alexander extiende una mano, entiendo la señal enseguida y coloco mi mano derecha encima de la suya, saca un anillo de su bolsillo y lo desliza en mi dedo anular.
—A partir de hoy tenemos un nuevo integrante, rango BYKI, además de mi amante ¿Entendido?
Todos se quedan en silencio, no me gusta mi rango, en realidad pensé que no me daría rango, es una sorpresa, como BYKI soy guardaespaldas, me da la libertad que necesito, sin embargo, el título de amante es un total incordio, no sé qué rayos está pensando.
—Arrodíllate, Raphael, sabes cómo se hacen las cosas —susurra mientras aprieta mi mano, lo miro fijamente.
—¿Por qué soy tu amante también?
—Todo tiene su momento y explicación, ahora, ponte de rodillas.
Planto una rodilla en el suelo y agarro la mano derecha donde lleva el anillo de Avtorityet, beso el anillo mirándolo a los ojos, no puedo creer que esté de rodillas frente a este hombre, en esta situación.
Bien dicen que el amor te vuelve estúpido.
—A partir de hoy paso a llamarme Raphael Smirnov, juro lealtad y proteger al Avtorityet, Alexander Smirnov, con mi vida.
He caído realmente bajo, ni siquiera me reconozco, espero que todas estas ridiculeces valgan la pena, poder sacar a Dasha de aquí y encontrar a Maddox, si resulta que en serio está muerto el Mariscal no correrá con suerte.
Si me engañó me va a importar un carajo que sea Mariscal, Presidente, o el maldito Rey de Londres, se arrepentirá de jugar con un Williams.
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