Capítulo 11
Raphael
Entro a casa de Maddox y al instante soy atacado por Azael, me lo quito de la pierna y sigo caminando, nada, es exasperante igual que su padre, achico los ojos tratando de descifrar los balbuceos.
—Para de hablar —gruño frotándome la frente, no es suficiente con el dolor de cabeza que me provocó Maddox, también tengo que aguantar a este niño—. ¿Sabes jugar a las escondidas?
Ladea la cabeza y me mira con ojos de cachorro.
—No.
Acaricio el cabello rubio y sonrío.
—Tienes que esconderte bien y no puedes dejar que te encuentre.
—¿Uh?
—Si te encuentro pierdes y no podrás ver hoy a tu padre. Voy a cubrirme los ojos y tú corres a esconderte, ¿entendiste? —asiente.
Me cubro los ojos, escucho los pasos alejarse de mí y me acomodo en el sofá, por fin solo, al final se cansará y vendrá por sí solo.
Ya tengo suficiente para pensar, Maddox me mandó aquí como castigo, porque no quiero ceder a lo que quiere, eso no es del todo correcto, no es que no me gusten sus planes, el problema es la maldita personalidad que tiene.
No estoy acostumbrado a verlo así, lleno de ira, sediento de venganza cuando me criticaba incluso por respirar.
Me pongo de pie y camino de un lado a otro, me llamó débil, sin objetivos, son una sarta de estupideces, sólo me concentré en buscarlo a él y dejé de lado la venganza contra mi familia, el objetivo de querer escalar a la cima.
No soy de los que dejan los planes a la mitad, por supuesto que quiero el puesto de Mariscal, matar a mi tío y todo el que tuvo que ver con todo este lío. Aliarme a Maddox siempre fue el plan, que tenga una personalidad extraña no interfiere en mis planes.
Me convienen sus planes, no soy un santo, no debería importarme si ahora parece un puto mafioso, no lo parece, lo es.
Miro hacia la puerta, Anika me mira con una pequeña sonrisa, arqueo una ceja, no entiendo que hace aquí, sé que supuestamente no se acuesta con ella, pero aún así me molesta, probablemente sepa más que yo de él en este momento.
Ahora es otra persona.
—Raphael, no sabía que estabas aquí.
—Estoy esperando a... Alexander —digo después de unos segundos, ahora que sé que es Maddox tengo que pensar lo que digo, Anika asiente.
—Y yo sólo vine a cuidar de Azael, es raro que no viniera a saludarme.
—Estamos... uh... jugando a las escondidas, pero no lo encuentro, ¿podrías...? —hago una señal alrededor y pretendo hacerle creer que estuve buscándolo, sonríe.
—Claro, te ayudaré.
Escucho los gritos de Azael unos minutos más tarde, evidentemente su guarida no era tan buena como pensaba, tomo asiento de nuevo, la puerta vuelve a abrirse y tengo a Maddox de vuelta, se sienta frente a mí, algo cambió, su actitud es distinta esta vez.
—Raphael, tenemos una conversación pendiente.
—No hay nada de qué hablar, accederé a...
—No —menciona cortando mis palabras, pestañeo con sorpresa.
—¿Qué?
—Vuelve al Comando y déjame hacer esto solo.
—No puedes estar hablando en serio —se peina hacia atrás, es un gesto de nerviosismo o desesperación, no estoy muy seguro de lo que pasa por su mente, este hombre se convirtió en un misterio para mí.
—Acabo de darme cuenta de una variable que ignoré y a eso se debe tu cambio.
—No cambié, alucinas.
—El Mariscal te devolvió a tu hijo —arqueo una ceja, pensé que estaba al pendiente de todo desde el principio, que le había seguido la pista a todos mientras estuvo lejos.
Me equivoqué.
—¿Y eso qué?
—Me alegro por ti, pero ya no eres el mismo por ese motivo.
—No digas tonterías.
—No son tonterías —gruñe poniéndose de pie—, varias veces te pregunté qué cambió, ese es tu cambio, Raphael, el asesinato de tu hijo te movía, era tu maldito detonante, ya el niño apareció y evidentemente hiciste las paces contigo mismo, no hay sed de venganza, no hay ira descontrolada, por eso estás más tranquilo —me pongo de pie también, ahora siento como si estuviese atacándome y no me gusta.
—¿Ahora tienes un certificado en psicología?
—No voy a cambiar de idea, no necesito tu ayuda —lo agarro del frete de su ropa y jalo hacia mí.
—Viniste a mí, algo necesitas, me querías aquí, no puede ser que ahora me corras porque supuestamente estoy estable, que ya no es el maldito descontrol que necesitas —niega.
—Así no me sirves, quiero sangre, quiero llegar a la cima y tú no vas a poder darme eso.
—Escúchame —le jalo el pelo tan fuerte que se queja, no me importa, este hombre es exasperante—, que sea la última vez que dudes de mí, puedo darte lo que quieras, sólo tienes que pedirlo —aprieta la mandíbula, aflojo el agarre y acaricio su mejilla, ya no es el mismo, puedo verlo—, te dañaron, entiendo eso, son tus enemigos y ahora los míos también, estamos juntos ahora, no intentes dejarme de lado otra vez.
—Estás diferente, mejor, no quiero arruinarte la vida de nuevo —murmura, lo beso embriagándome con su sabor, sus besos, no sé en qué momento me hice tan dependiente, pero ahora estoy en problemas.
—Estoy jodidamente arruinado desde que nací, tengo este maldito apellido, nada en mi vida sirve desde que nací, no arruinarás nada porque no hay nada que arruinar.
—Tu hijo...
—Esto no es una debilidad, que lo tenga ahora no hace desaparecer lo que me hicieron, lo que le hicieron, mi familia consiguió joderlo también, haremos esto, acabaremos con mi familia, con el Mariscal, Dima, voy a darte lo que quieres, pero vas a tener que empezar a confiar en mí.
—Sabes que eso es difícil —suspira, dejo un beso en sus labios y lamo su labio inferior, sé que no está convencido del todo.
—Sí, me lo busqué, tengo eso claro, sé que te manipulé, pero ahora estamos en el mismo bando, no hay necesidad de hacer algo que nos afecte, no llegaremos muy lejos si sigues dudando de mí.
—Está bien.
—¿Bien? —me besa y ríe de medio lado.
—Sí, pero eso no pasará de la noche a la mañana.
—Me vale con eso.
Tuerce los ojos y me aleja con un leve empujón.
—Ya que hablamos ahora quiero ver a mi hijo —le agarro la muñeca e impido que se vaya.
—Quédate un rato conmigo y deja que el pequeño demonio juegue con Anika —Maddox se echa a reír.
—¿Pequeño demonio, qué forma es esa de decirle?
Resoplo por el regaño.
—Déjalo así.
—¿Con esa actitud cómo te llevas con tu hijo?
—Normal.
—¿Qué es lo que consideras normal?
—Hace unos días le hablé.
—Le hablaste —repite como si no pudiese creerlo—, llevas un año con él, imagino que no fuese la primera vez que... —mira mi expresión, sabe leerme como un libro—. Espera, tiene que ser una maldita broma.
—¿A qué te refieres?
—¿Cómo fue tu relación con tu hijo en este año?
—Prácticamente nula, no habla, así que yo... —Maddox me golpea el pecho mirándome con furia, este hombre está jodidamente loco, va de un extremo a otro.
—Raphael, eres un completo idiota.
—¿Y ahora cuál es tu problema?
—¿Estuviste haciendo un berrinche porque no tenías a tu hijo y cuando te lo regresan decides ignorarlo? Hay algo mal contigo —pongo los ojos en blanco, no es la primera noticia que tiene de esa cuestión.
—Eso lo sabes desde siempre.
Por fin deja el problema y acaricia mi mejilla, sonríe suavemente, esta vez parece curioso y no me equivoco.
—¿Se parece a ti?
—Sí, ahora dejemos de hablar sobre...
—No, cuéntame sobre el chico.
—Luego —me quejo intentando besarlo, Maddox me evita.
—Ahora.
—No hay mucho que contar, se llama Patrick, tiene seis años, es igual a todos en mi familia y no habla.
—¿Por qué no habla?
—Yo que sé, puede hablar, pero no lo hace, está traumatizado y antes de que preguntes, no sé por qué, pero parece que alguien estuvo castigándolo.
—¿Tu familia?
—Es probable —suspira peinándose hacia atrás.
—¿Por qué es que todos están tan podridos?
—Porque el árbol original lo estaba. Fierecilla.
—¿Qué?
—¿No estuviste al tanto de tus conocidos durante este tiempo, de tus padres, hermana, Ares, ni siquiera de mi?
—No, no sé nada de ninguno, ni siquiera sobre ti, tu actitud me pareció extraña, así que investigué un poco y supongo que lo encontré.
—¿Por qué? —deja un pequeño beso en mis labios.
—Sabes el motivo, no tienes que preguntármelo, si averiguaba sobre las personas que me rodeaban en mi antigua vida querría volver y no puedo darme ese lujo, ya no, así que no quiero saber, voy a quedarme de este lado, pertenezco a este lugar ahora.
—Quizá más adelante...
—No —interrumpe colocando su dedo índice contra mis labios, agarro su mano y beso la palma.
—Eres testarudo.
—Lo sabes.
—¿No podemos deshacernos de la barba al menos? —pregunto deslizando un dedo por su mandíbula.
—Claro que no. ¿Sabes cuánto cambia a una persona tener barba? Es una ayuda considerable en mi situación.
—¿Cómo conseguiste esta imagen? Esto no es sólo por la barba.
—Alessio, gracias a él estoy aquí, es uno de mis aliados para quitarle el poder a Dima.
—¿Estás seguro de que no va a traicionarte a mitad de camino?
—Seguro, Dima violó y mató a su esposa.
Niego, ha cambiado, no puedo negar ese hecho, pero sigue siendo un idiota confiando en los demás.
—¿Entonces decidió darte un montón de dinero para este cambio radical porque quiere la cabeza de Dima?
Maddox hace una mueca, no quiere hablar del tema, lo conozco lo suficiente como para saber que no está cómodo con la conversación.
—Algo como eso, sólo fue cirugía menor, no hay muchos cambios, algunas facciones en general, los labios, lentes, tintes, es un trabajo en conjunto, pero son menos cambios de los que crees —deslizo el dedo pulgar bajo sus ojos.
—Al menos quítate los lentes por unas horas.
Muerde su labio inferior, justo cuando pienso que se negará otra vez agarra mi muñeca y me jala hacia la habitación que compartimos, me deja cerca de la cama mientras se dirige al baño. Me sudan las manos como un estúpido y a penas soy consciente del tiempo que se toma en el baño.
—Listo —dice caminando hacia mí, son los ojos azules que recuerdo y suspiro con alivio, ni siquiera sé por qué—. ¿Aún tenías dudas de que fuera yo?
—No, eso no, pero... —lo agarro de la parte posterior del cuello y lo beso, Maddox enreda su lengua con la mía mientras desliza una mano bajo mi camisa—, me encanta el color de tus ojos, la forma en que me miras y deja de hacerme decir estas cosas, parezco un estúpido hablando tonterías.
—Me gusta que me lo digas.
—No te acostumbres —me besa la mejilla.
—Lo tendré en cuenta, no voy a...
—Pá —nos separamos en cuanto Azael se asoma a la habitación, Maddox le abre los brazos y enseguida corre hacia él.
—Te extrañé —le dice llenándolo de besos, Azael coloca las manos en sus mejillas y lo mira, el azul de sus ojos es idéntico, es una copia del padre, deja un beso en su mejilla haciéndolo reír.
—Tito malo.
Le pongo atención a la ventana cuando Maddox me mira, para no saber hablar es chismoso.
—¿Qué te hizo Raphael? —lo miro retándolo a que hable, esconde la cabeza en el cuello de su padre para evitar mi mirada, Maddox achica los ojos—. Raphael.
—No le hice nada, sólo le enseñé a jugar a las escondidas.
—Ya, no imagino la razón por la que le enseñarías ese juego en específico.
Camina a la cama y se sienta recostándose al respaldo, Azael se acomoda en sus brazos con una mejilla contra su pecho, Maddox lo acaricia para ayudarlo a dormir.
—Ven aquí —pide palmeando un espacio, obedezco sentándome a su lado, Azael tiene la respiración bastante lenta, está durmiéndose—. Dima estuvo torturándome por tres meses, pero no sólo fue físico, el daño psicológico fue mucho peor.
Lo miro cuando se queda callado.
—Hacía llorar a Azael durante horas, ordenaba que no lo alimentaran y sólo lo veía cuando él me lo llevaba para más tortura.
—¿Llegó a lo físico? —Maddox levanta la camisa de Azael con cuidado y me enseña una V grabada directamente en su espalda, es una quemadura.
—Casi lo pierdo gracias a esto, Raphael, no voy permitir que haga lo mismo de nuevo, no voy a quedarme sin Azael.
Me apoyo en la cama y lo beso, Maddox hace un ruido de satisfacción mientras profundiza el beso, muerdo su labio inferior al separarnos.
—No será el caso, Maddox, ya nos hicieron tocar fondo, arrastrarnos por el lodo, a partir de ahora sólo podemos llegar a la cima. Protejo lo que es mío, nadie va a tocarte, ni a ti, ni al diablillo. ¿Entiendes?
Maddox sonríe levemente y deja un pequeño beso en mis labios.
—Sí, cuando todo termine quiero conocer a tu hijo.
—Cuando todo termine vas a vivir conmigo, así que no es un deseo difícil de cumplir.
—¿Quién eres y qué hiciste con Raphael Williams? —agarro su mejilla y achico los ojos.
—No lo dije de forma romántica, es una orden, no me importa si en ese momento ya cambiaste de idea respecto a mí, vas a quedarte conmigo de todas formas —me besa otra vez.
—Me gusta tu forma obsesiva de amarme, así que me parece perfecto.
Espero que sepa lo que hace, darme la razón es un jodido peligro, querer esto conmigo una maldita locura, pero si él está de acuerdo con mi forma obsesiva de amarlo nadie puede meterse entre nosotros de nuevo.
No soy el príncipe del cuento, no soy ese hombre que lo dejará marcharse por su bien, soy el que lo arrastrará al infierno conmigo, no hay manera de que me deje solo.
Ya no.
******
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top