Capítulo 1
Un año después…
Raphael
Me lanzo en el sofá y miro el techo, ya no tengo ni esperanzas de que aparezca, Diago fue derribado del puesto de Don y ahora es Thomas quien lo ocupa, era un puto imbécil, pero la combinación de Thomas con Fabio es letal.
No lo vi venir.
Ya eliminaron a más personas de las que puedo contar en este último año, casi me matan a mí, joder, ni si quiera sé dónde está mi anillo.
Suspiro cuando escucho los pasos de Philippe, es él quien me ayuda con el niño, no tengo tiempo para encargarme, no es como que quiera tampoco.
—Raphael.
—¿Qué pasa? —gruño frotándome la frente.
—Tienes que empezar a relacionarte con tu hijo.
—Así estamos bien —Phil cruza los brazos frente a mí y achica los ojos, ya está en ese plan de nuevo.
—Ni siquiera le hablas.
—No tengo nada que decirle, tampoco habla, es defectuoso —me da una patada en la rodilla, gruño y me froto.
—No le digas así, podría escucharte.
—¿Es mentira?
—Escúchame por una vez en tu vida —frunzo el ceño—, te advertí que perderías a Maddox y así fue, te concentraste en lo que no tenías y perdiste de vista a la persona que tenías en frente, no cometas ese error de nuevo.
—Trato de enmendarlo.
—Cometiendo otro, Maddox no está, ni siquiera sabemos si de verdad está vivo.
—Está vivo —replico, Phil niega.
—Esa no es la cuestión. No te pido que dejes de buscarlo, porque eso es imposible, búscalo cuanto quieras, pero relaciónate con Patrick, necesita un padre —me echo a reír, nadie necesita de una persona vacía como padre.
—Te tiene a ti, créeme, no necesita a una persona como yo.
—Aprende, háblale, siéntete cómodo con él, y quizás empiece a hablar.
—No tengo tiempo —Phil coloca los ojos en blanco.
—Si tienes tiempo, el problema es que ni siquiera lo intentas.
—Déjame en paz.
—¿Acaso tienes miedo del pequeño chico?
—¿Miedo, de dónde sacas eso? —se encoge de hombros, es exasperante.
—Eso parece.
—No digas tonterías.
—Sé que no lo sabes, pero…
—¿Qué?
—Patrick tiene cicatrices, creo que no lo pasó bien donde quiera que estuvo.
—¿Cicatrices?
—Sí —me pongo de pie dispuesto a revisar eso, Phil me agarra la muñeca—. Lo asustarás si vas así, establece un vínculo con él, luego lo demás.
Miro a Phil, en serio quiere a ese niño, sé que se encariña con todos, lo hizo conmigo, y aún no me ha dado una patada a pesar de que soy inaguantable.
—Está bien —cedo.
Camino hacia su cuarto, Patrick está sobre la cama coloreando algo, uno de los privilegios, a su edad ya sabía usar todo tipo de armas.
—Cachorro. ¿Qué tal todo? —deja de colorear pero no hay respuesta, eso me da un tic en el ojo, maldición, no soy de los pacientes, suspiro—. ¿Sabes hablar siquiera?
Mueve la cabeza arriba y abajo respondiéndome, bien, sabe hablar, por lo menos algo, tomo siento en la cama y dejo caer los ojos en el dibujo, hay garabatos completamente negros.
—No se supone que colorees así, tienes que seguir las líneas y usar los colores —levanta las cejas, no le importa, no se crió conmigo, y aún así parece una maldita copia—. No me importa tampoco, haz lo que quieras.
Patrick deja el libro y se baja para buscar en un cajón, toma lo que quiere, luego extiende el puño.
—¿Qué, quieres darme algo? —pide mi mano, la extiendo y deja lo que tiene, es una cadena, la reconozco, son mis chapillas de hace seis años, era Capitán en ese entonces, como era lo único que tenía se las dejé.
Miro las chapillas y luego al niño, si hablara podría decirme quien lo tenía, quien vivía con él, a quien conoce, qué le hicieron.
—¿Dónde las conseguiste? Imagino que no te dejaron con ellas —niega, es jodidamente frustrante.
Le devuelvo las chapillas y salgo, no puedo lidiar con ese niño, me voy al Comando ignorando los gritos de Phil, en serio no puedo, si paso un minuto más con él terminaré dejándolo en una iglesia.
Subo al Maserati, aún me estremece estar aquí, me recuerda mucho más a Maddox, aunque ya no haya sangre en los asientos.
Coronel, palabra de seguridad.
—Maddox —murmuro, la puse como castigo, para recordar mi estupidez cada día que subo aquí.
Coronel, tiene el control, por favor, conduzca con cuidado.
Resoplo y empiezo a conducir al Comando, la notificación del Capitán que tengo actualmente en Rusia salta en la pantalla, es un mensaje urgente, incluso utilizaron una palabra clave.
Llamo y suspiro, no recibo noticias con regularidad de la tropa que tengo trabajando en Rusia.
—¿Qué pasa?
—Señor, atrapamos a un miembro de la mafia roja, pero exige hablar con el superior al mando —suspiro.
—No me molestes por pequeñeces.
—No creo que sea una pequeñez, Señor, además, ocupa el puesto de Avtorityet —piso el freno, hasta ahora los miembros de alto rango se nos resbalaban con facilidad, lo cual quiere decir que comienzo a tener suerte.
—¿Seguro?
—Sí.
—Estaré ahí en unas horas.
Llamo para que preparen el avión y subo en cuanto llego, una vez listas las preparaciones nos elevamos en el aire, tengo que convencer a quien quiera que sea para poder entrar en la organización.
Entro al Comando provisional y me llevo el debido saludo de todos, voy directo a la sala de interrogatorios, el actual Capitán, Steven Mirley, se acerca con nerviosismo antes de que pueda entrar.
—Señor, es bastante violento —levanto una ceja y lo ignoro entrando a la sala.
El hombre esposado viste de traje y corbata, cabello negro, barba perfectamente recortada, no se ve común, pero tampoco es una maravilla, sin embargo, puede ser mi entrada directa a la mafia roja ahora que no tengo el anillo.
—Por fin trajeron a alguien con quien hablar —dice sin mirarme, cierro la puerta y pone los ojos en mí de una vez, se sorprende bastante, me conoce.
—¿Sabes quién soy? —tomo asiento frente a él, una vez sale de shock inicial suspira, tiene los ojos tan negros como el pelo.
—Sí, Coronel, Raphael Williams. ¿Correcto?
Coronel, me conoce como oficial, no como miembro de la mafia rusa, es bastante extraño, miro sus manos esposadas a la mesa, tiene el anillo que lo identifica como Avtorityet, este hombre dirige una brigada, tiene un rango por encima de un Krysha.
—Correcto. ¿Y usted es? —se echa a reír sin hacer caso a mi pregunta, es frustrante, y bastante perturbador, me pone inquieto por alguna razón.
—¿Por qué el Coronel de Londres tiene una maldita base en Rusia? —achico los ojos, no es ruso, lo sé, tiene acento americano, y demasiados detalles sobre mí.
—¿Vas a responder, o me hiciste venir aquí para nada? —frunce el ceño y me lanza las esposas, las cojo en el aire dándome cuenta de que acabo de quedarme a solas con un criminal suelto.
No me importa, no le tengo miedo a nadie, este hombre no es una excepción.
—Quería que vinieras para que le digas a tus hombres que me suelten —es mi turno de reír, se pone de pie y lo sigo con la mirada, pasea por la habitación como si estuviese admirando la estructura, camina con seguridad, como si tuviese todo a sus pies.
—No te dejaré ir.
Me pongo de pie, él se acerca enseguida, me lleva al menos cuatro o cinco centímetros, es incluso un poco más ancho que yo, me daría una buena pelea.
—Tienen al hombre equivocado —le sostengo la mirada, no soy un idiota.
—No lo creo, trabaja para la mafia rusa, y resulta que los quiero a ellos.
—Déjeme ir y no habrá consecuencias —el tono suave y bajo me estremece, puedo identificarlo, es una maldita amenaza.
—¿Me amenaza? —ladea la comisura de su boca, arqueo una ceja sin perderme su prepotencia, le hace falta más que altura para intimidarme.
—Para nada.
—¿Cómo me conoce? —extiende su mano y desliza los dedos en mi pelo, hago una señal hacia el espejo en la habitación para que no entren a nadie, no necesito ayuda.
—¿Quién no lo conoce, Coronel? —susurra directamente en mi oído.
Hago que me suelte, rompo su equilibrio con un pie y lo sostengo contra la mesa metálica agarrándolo del cuello mientras le presiono la espalda con la otra mano.
—No te acerques tanto a mí —gruño, él se echa a reír, ni siquiera me considera una amenaza mientras lo mantengo en esta posición.
—Coronel, no se enoje, fue una broma —me da un golpe en una rodilla desconcentrándome, se gira y esta vez el acorralado contra la mesa soy yo, odio esto, también a este tipo.
—Suéltame antes de que vengan a castigarte, quiero irme de aquí cuanto antes.
El hombre se acerca a mí, tiene una fuerza jodidamente inhumana, ni siquiera deja que me mueva, puedo sentir su pelvis contra mí, no dejo que me afecte, hace falta más para asustarme.
—No sea mentiroso, Coronel, necesita algo, o no estaría aquí —aprieto la mandíbula, este tipo es demasiado inteligente para su propio bien—, hagamos un trato y dejemos todo esto aquí, necesito hacer mi reporte en una hora.
Por fin me deja ir, me froto la muñeca mientras lo veo recostarse al espejo, cruza los brazos y mira con insistencia.
—¿Qué quieres? —tomo asiento y apoyo en la mesa, definitivamente no tengo más remedio, es la primera oportunidad que se me presenta en un maldito año, desperdiciarla sería tremendamente estúpido.
—Entrar a la mafia.
Hace una mueca.
—¿Quieres que arriesgue mi pellejo para meterte en la organización? Olvídalo, no pasará.
—Escucha…
—No, escúchame tú a mí —interrumpe acercándose a la mesa—, si te atrapan, estás muerto, normalmente no me importaría, pero si resulta que yo te llevo, no sólo van a matarme, lo sabes, ¿verdad?
—Sí.
—Entonces pedirme esto es una tontería, no voy a ponerme en esa posición.
Aprieto los labios, por lo general no suelo estar en desventaja, pero no tengo nada para negociar, no sé su nombre, no sé nada, estoy completamente a oscuras en esta situación, y no me gusta.
Tengo que hacer que me ayude.
—¿Cuándo nos vamos a esa carselucha de ustedes? —lo miro, este hombre me subestima.
—No voy a dejarte en Iron Grills, no soy idiota, es lo que quieres.
—Entonces, ¿cómo hacemos?
—Hagamos un trato, te doy algo que quieres, y me das lo que estoy pidiendo —se ríe como si fuera gracioso.
—No hay nada que puedas darme, Coronel.
—Siempre hay algo —niega.
—¿Qué quieres?
—Llegar a Dasha, la quiero a ella —se acerca otra vez y agarra por el frente del uniforme, lo fulmino con la mirada.
—Dasha Volkov, esa es una mala idea, no voy a meterte en mi organización para que te lleves a la mujer del jefe.
Pestañeo varias veces tratando de procesar la oración, hay algo mal, no puede ser posible.
—¿La mujer del jefe?
—¿No lo sabías? Está embarazada.
—Estás jodiendo conmigo, ¿cierto? —hace una mueca.
—Por desgracia, no.
—Dasha es su tía.
—¿Crees que le importa?
—¿El embarazo es…?
—Sí, es de Dima —se me revuelve el estómago, en algún momento iba a pasar porque Dasha es una Volkov, pero no pensé que sería directamente con Dima.
—Mierda, ese asqueroso está a otro nivel.
—No voy a irte a la contraria, por eso, la mujer del jefe es intocable.
—¿En serio no quieres nada, más poder, un puesto más alto?
—No —dice de forma tajante, me peino hacia atrás, necesito recuperar mi ventaja en algún momento.
—Quiero hacer esto a las buenas, así que coopera con la cuestión.
—¿Cuáles son los métodos malos? Espero que incluya las esposas y una cama —sonrío de medio lado.
—No precisamente.
—Vaya, estoy decepcionado.
—Deja que te emocione otra vez, juguemos —me levanto y toco la puerta, los reclutas y Steven llegan enseguida, agarro un revolver antiguo de los chicos nuevos, tranco la puerta—. Según tengo entendido, a ustedes les gusta este juego.
Vuelvo a la mesa y dejo caer las balas, me mira con una ceja levantada mientras escojo una bala y la deslizo en el cilindro, lo giro varias veces y lo pongo en su lugar.
—No voy a dejar que te vayas mientras esté vivo, pero si me ganas te vas caminando de aquí sin ningún problema, si no, bueno, estarás muerto.
Toma asiento, logré capturar su atención, bien, es lo que quiero.
—Coronel, no se lo aconsejo, soy de los afortunados.
—Bueno, entonces ya sabemos cómo termina esto —murmuro y me apunto a la cabeza con el revólver, aprieto el gatillo, no pasa nada.
Dejo la pistola en la mesa y le hago un gesto, la única forma en la que voy a dejar que se vaya es estando muerto, me mata, o pierdo el juego, es como único voy a renunciar a mi oportunidad.
Agarra el revólver y lo mira por unos segundos, acaricia el armazón.
—¿Por qué está tan desesperado, Coronel?
—Di que me ayudarás, y quizás te lo diga.
—No soy tan curioso —murmura colocando el cañón en su sien, aguanto la respiración cuando veo su dedo moverse, acciona el gatillo.
Nada.
Deja la pistola en la mesa y me reta con la mirada, no tiene miedo, en este juego tengo más desventajas que ventajas, pero la esperanza de encontrar a Maddox hace que cruce los límites.
Necesito algo de una vez, o voy a volverme loco.
—Este juego no tiene sentido si no le temo a la muerte, ya hice las paces con el diablo, pero creo que usted no.
Agarro la pistola y la coloco contra mi sien.
—Coronel, olvídese de eso, no puede sacar a Dasha —presiono el gatillo suavemente, me arrebata el arma antes de que lo haga y la deja sobre la mesa—. Eres demasiado testarudo.
—¿Me ayudarás, o no?
—Sí, ahora que recuerdo, quiero algo —accede, no tengo idea del motivo por el que cambió de parecer, pero lo tomo.
—¿Puedo dártelo?
—Quiero a Thomas Salvatore, ¿puedes dármelo?
—Haré lo que esté en mis manos.
—Está bien, hagamos ese trato.
—¿Así de fácil? —se carcajea.
—¿Qué, en serio ibas a morir en vano?
—¿Te preocupas por ti, o por mí?
—¿Cómo es esta locura?
—Te pondrán un localizador, siempre estarás disponible para mí…
—No.
—¿Qué? —me agarra por el frente del uniforme otra vez y acerca nuestros rostros, su mirada es de acero puro.
—Yo no estaré disponible para ti, eres tú quien tiene que estar disponible para mí, vas a entender eso, aquí, puede que seas importante, pero allí, son mis reglas, yo soy el puto amo. ¿Entendido?
No puedo creer esta mierda, debe ser el karma encargándose de mí, encontrar a un tipo tan insoportable como yo no entraba en mis planes, creo que tendremos más problemas que soluciones.
—Sí, no tengo problema con eso.
—Me conformo sólo con un, “Sí, Señor”, recuérdalo la próxima vez.
Aprieto la mandíbula, en serio estoy haciendo un esfuerzo para no agarrar el arma y dispararle, me recuerdo varias veces el motivo por el que estoy aquí.
—¿Terminaste?
—Sí, ahora coloca esa cosa de una vez, tengo que irme.
Le marco a mi Capitán y enseguida contesta.
—¿Señor?
—Mirley, trae al especialista —cuelgo y dejo el teléfono en mi bolsillo otra vez—, ¿ya puedes responderme?
—¿El qué?
—¿Tu nombre, y cómo me conoces?
—Alexander Smirnov, te conozco por mi padre, no diré nada más —problemático hasta el final, sin embargo, el apellido no me dice nada, no creo que conozca a su padre personalmente.
—Señor —miro hacia la puerta, el especialista está ahí con la bandeja, ordeno que pase.
—Colócale el localizador.
—¿Puede quitarse el traje? Necesito su brazo descubierto —Alexander mira al especialista bastante mal antes de deshacerse de la chaqueta dejándola en el respaldo de su asiento.
Empieza a desabrochar la camisa blanca, tiene tatuajes en el pecho, la camiseta cubre la mayoría, saca el brazo derecho y se lo tiende al especialista, más tatuajes, un lobo, rosas negras, un reloj y una serpiente.
—Recuerda que tienes que darme a Thomas —el técnico desinfecta el lugar con algodón, lo miro directamente.
—Siempre cumplo mis promesas —inyecta, ni siquiera hace una mueca y comienza a vestirse.
—¿Ya puedo irme?
—Sí, este es mi número, contáctame —dejo la tarjeta sobre la mesa y la desliza en el bolsillo de su traje cuando termina de vestirse.
—Una semana, dame ese tiempo.
—Está bien.
—Williams, sea lo que sea que busques, ¿vale la pena morir por eso?
—No estoy muerto —camina y me agarra del mentón, miro hacia arriba desde mi posición.
—Pero casi me voy de aquí como si nada —murmura y acaricia mis labios con el dedo pulgar—, te lo recuerdo, dije que tengo suerte. Raphael, te dejé ganar esta ronda, ya veremos la próxima.
Por fin se retira dejándome a solas con las balas sobre la mesa y el revólver cargado, deslizo el cilindro y compruebo que tan buena es su suerte.
Sí, definitivamente me dejó ganar.
En realidad perdí esta ronda.
Parece que Alexander Smirnov es una rata con suerte, y quiere más de lo que dejó ver.
******
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top