𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟥𝟨
—¿Quieres dejar de moverte? —le espeto a Vanss para que Ana pueda colocarle en la cintura, una gruesa cinta plateada y avocada sobre la falda del vestido mientras me amarro la agujetas de mi segunda bota.
—¡Listo! —emite Ana con una amplia sonrisa mientras destina a la comandante de los desertores al largo espejo que refleja su imagen—. Se ve hermosa, señorita —le escucho alabarla al tiempo que cierro la casaca del uniforme de la guardia azul que hoy porto.
Muchas veces me hice pasar por ella y lo justo es que fuera su turno de ser yo. Todos mentimos y nosotros, no seremos la excepción.
El vestido azul marino que la viste, es exquisito y recatado. Mi propia abuela y tía Guirnalda se encargaron de supervisar las especificaciones antes de que partieran a Santiago, sabiendo que pronto la coronación de Benjamín cedería, aunque su nieta no sería quién lo portaria.
—Todavía le falta...
—¡Oh no! Ya permití que me hicieran este nido de peinado. No me pondré ese pájaro en la cabeza.
—¡Es un sombrero Vanss! —protesto, asentando a Ana para que lo coloque—. Evitará que la mayor parte de gente que te mire, no note nuestras mayores diferencias -tomo el sombrero de las manos de Ana para ser yo quien lo coloque y es que ya que nuestro tono de cabello es similar, mas no igual, fue necesario recogerlo y dejarle solo unos cuantos bucles sueltos hechos por Ana al frente de su rostro—. Además, son solo tres pequeñas plumas en la esquina. Es lindo.
Y es verdad. En definitiva sería algo que me pondría (me habían vestido con cosas más extravagantes). No era gigante como a algunas cortesanas en celebraciones vi, aunque coincido en que podía ser un tanto excesivo.
Considero que si antes creía que ella era alguien bella aún con toda esa rudeza mezclada en su personalidad en estos momentos, reafirmo lo hermosa que de verdad es.
—No sé cómo pudiste vivir tantos ciclos con vestidos tan apretados como este —se acomoda la parte del escote del corsé—. Había olvidado que no se podía respirar con cosas como estas.
—¿Alguna vez has usado un vestido como este? —la duda me invade, pero ella no responde—. Espera, aun falta un último detalle. Nunca voy sin él, así que esto lo hará más creíble -exclamo colocándole en su cuello, el collar que mi madre me obsequió algún día—. Cuídalo bien que es como otra extremidad mía —mis palabras regresan a Vanss de sus pensamientos, haciendo que su mano rose lo colocado para después, posar su mano sobre mi hombro y observar el dije que mantengo de Hozer.
—Eres una acumuladora de personas, sabes.
—¿Eso es bueno o malo?
Toca la cadena y el dije de Hozer de entre sus dedos.
—Te gusta ¿cierto? Ese fuerte. El general Damián Marven
—Yo...
—En realidad no me sorprende. Debiste oír como rogó en nuestra guarida en Santiago para ir a rescatarte de los rebeldes cuando supimos que vivías, pero...
—¿Pero qué? ¿es un fuerte? No hay nada malo que lo sea. Sí fueras capaz de ver el lado bueno de ellos...
—Ya lo hice. Existió uno. Un fuerte que me hizo ver su lado bueno como dices —mi mirada se contrae seguido ejecutar una mueca picara—. Era un hombre mayor antes que comiences a suponer.
—Oh —agrego decepcionada.
—Fue amable conmigo y me ayudó tanto como pudo cuando fui comprada. Aprendí muchas cosas de él como leer, así que un par de ojos rojos no son razón para juzgarlos, aunque la mayoría de los tuyos y los míos no logran ver lo maldito y bendecidos que ambos somos -algo me dijo que se refería a su experiencia de vida en específico.
—Supe que estuviste con Ichigo en Isidro —hablo deseando saber si me contará algo al respecto—. Sabes, pienso que somos más parecidas de lo que creemos, pues Diego usó y controló a personas que queríamos y confiábamos ciegamente con todo el corazón para traicionarnos.
—¡No estoy enamorada de él! —arremete molesta—. Sé que todos piensan eso, pero mi sentimientos hacia él no son de ese tipo de amor. Pasamos tantos ciclos siendo únicamente él y yo, protegiéndonos y confiando el uno al otro como dos buenos hermanos lo harían. Tú más que nadie debería entender ese cariño. Tu hermano casi te mata dos veces y mírate, continúas cuidando de su vida, incluso más que la propia o ¿acaso miento?
Mi boca permanece abierta sin exclamar una palabra, siendo que todo era totalmenete cierto y es por eso que sé que desea salvar a la persona que le recuerda quien era antes de todo esto. En los buenos y malos tiempos por igual.
La entiendo porque justo eso hace mi hermano por mí, aunque él no lo sepa. Me gusta la forma en la que Benjamín logra transformarme en la versión que él solía amar. Y ella también coloca aquello en Ichigo. Extraña ser Vanesa tanto como yo extraño ser Ofelia.
—Él me dejo ir —explaya con voz ausente mirando mas allá del espejo—. Lo hizo porque supo que me cansé de esto. Finalmente, me resigné a que él tiene una vida propia tal como yo tengo la mía ahora y que ahora cada quien decide salvarse o...
—Destruirse —termino su oración con la misma sensación de certeza y peligro que existe en ella.
—Ya es hora, princesa.
Rolan aparece a la vista de la habitación y comprendo que es momento de dar inicio nuestro plan. Sé que comprende bien cuál será su misión, aunque lo repito para sentir alivió por dejarlos.
—Protégela como si fuera yo misma.
—Lo haré —me promete—. Es lindo verte siempre, así que regresa, quieres Ofi —no concibo devolverle la frase. Nuestra frase. O la que al menos fue alguna vez—. Y por favor, destruye a esos bastardos por mí.
Sonrió como respuesta como signo de su muestra de confianza a pesar de su mirada triste por el peligro en el que nos enfrentaremos. No me convence de no hacerlo, pues sabe bien que sería imposible.
Me coloco la boina que oculta mi dorado y trenzado cabello que me mimetizara con el resto para pasar desapercibida por las salas y corredores de la casa gobernadora.
No me despido de Ben, pues dentro de la casa gobernadora, existen ojos ajenos qué pese que no sean una amenaza, ponen en peligro la clandestinidad de nuestro plan. Tanto los nobles como los trabajadores y guardias, deben ver a su princesa subir a ese jet junto con Benjamín y eso implicaba que nadie excepto nuestro comando, debía verme revestida de un guardia azul.
—Lista para la acción, soldado —escucho al conductor del móvil militar que nos llevará a la prisión de Qualifa.
—¿Y usted Teniente Marven, lo está?
Ambos nos miramos con la certeza de dos personas que se conocen lo suficiente para confiar el uno del otro. Su hermano menor no me dejaría en el resguardo de alguien en quien no confie para cuidarme y su hermano mayor era el adecuado.
—No hay razón para no estarlo. No cuando llevo conmigo a tres valientes damas e intrépidos caballeros en mi comando.
—Nos dijo caballeros —habla Faustino codeando a Pablo que luce un poco nervioso—. Me agrada este fuerte —agrega de tal modo que aminora la tensión entre los presentes con nuestros respectivos uniformes.
Faustino, Agata, Pablo y yo nos vestimos en azul marino, mientras Kendra, Saúl e Iriden se miran de negro. En cuanto a Clausius (mi otro guardia fuerte) se destinará en ir en aquel jet con Vanss y mi hermano acompañado de Riben, Marino, Agustín y por supuesto guardias fuertes a mi servicio de lealtad completa a la princesa. No voy a ningún lado sin ellos por lo que sería sospechoso no hacerlo en esta ocasión, aunque me hubiera gustado que yacieran conmigo.
Naturalmente, Rolan irá con ellos, ya que será el encargado de que aquella ilusión de verme en el menester, se plasme hasta que el momento llegue y tome mi lugar en el estrado del menester. No habrá forma de culparme de los actos que se cometerán esta mañana sí mi hermano y yo permanecimos en Lorde todo ese tiempo. Por el contrario, será el propio clan rebelde el culpable. Los cuales se aprovecharon de nuestra situación ante La entrega del preso y ciudadano de Libertad. Era ahora o nunca cuando se debía actuar.
Estando dentro del móvil militar, no pude evitar que mis manos sudaran y mi estómago revoloteara lamentando un tanto el haber desayunado de más. Llegaremos a Qualifa en una hora, siendo que se encuentra en los límites de Teya y La Capital. Por suerte, no esta muy apartado del Menester. Para pasar desapercibidos, sobrepasamos unos minutos la zona cero del poblado de Concordia, la cual se evacuó hace casi dos meses.
El silencio invade la nave dejando sonar solo el motor del transporte, sin embargo, este silencio no es agradable. Es un silencio perpetuo y desolado que me hace recordar la historia de miles de personas que murieron en el sitio, de la misma forma que yo lo hice.
Repaso mentalmente los informes que leí de Diego. Nada. Absolutamente no existe registro de Diego en Victoria por la simple razón de que él no nació aquí. Fuera mucho o poco, las leyes que debían protegerlo dentro de esta nación no existen para él. No para alguien que no es considerado ciudadano nuestro y todavía con ello, en la suya no le concederán tampoco piedad, pues le matarían tras arribar pese que tenga derecho a un juicio, aún si la pena de muerte no es común en Libertad según he leído, pero su nuevo rey desea justicia o venganza. Lo que llegue primero nos sirve a ambos.
Sin embargo, con Ichigo de su lado siendo controlado o no, sus lazos persisten de manera formidable e injustificable, aunque la soledad en verdad puede destruirte, te vuelve egoísta y vil. Yo lo fui un tiempo. Solo basta una vez. Probarlo una única vez para sucumbir a aquella dulce sensación de no sentir remordimiento. Pero, a diferencia de él, yo aún tengo a personas que me quieren, las mismas a las que les he mentido e incluso traicionado en cierto punto de la historia y pese a ello, me perdonaron. Siempre lo han hecho tal como yo lo hacía con Rolan.
Él siempre me mentía y yo siempre le perdonaba.
—¿Por qué no te agrado? —le cuestiono a Pablo, quien yace a un costado mío en las bancas laterales del móvil.
Como siempre, me otorga un resoplido de fastidio.
—¿En verdad es tan soberbia como para creer que el mundo gira siempre sobre usted? —me contempla con repudio-. ¿Sabe quiénes son las personas que sufren más en este mundo? —niego con la cabeza—. Aquellas que lo tienen todo, Su Alteza. Ellas no conocen el dolor de ser despojados de algo o alguien y cualquier pequeña gota de alteración dentro de sus vidas provoca el más grande de los desbordes.
—Porqué me dices eso.
—Esto es una guerra princesa y en ellas se pierden personas, así que espero que se encuentre lo bastante preparada para ello ahora que ha optado ir tras ella —sus palabras me estremecen dirigiendo la vista a sus manos donde le veo tamborilear tres dedos de ellas.
Cualquiera podría pensar que es un tic por nervios o manía adquirida, pero yo sé que es una secuela adquirida cuando la guardia negra del palacio lo capturó y torturó, destrozándole la mano creyéndolo un rebelde. Jamás se recuperará del todo de esa lesión porque no pude llegar a tiempo. Siempre estará ahí, recordándole lo que fue, es y será.
—Debiste tomarle una foto —comenta Faustino sonriente, volteándose de su asiento para hablarme. Sé que se refiere a Vanss con aquel bello vestido y peinado.
Sonrió ligeramente por querer aminorar aquel insulso momento que Pablo me provocó.
—Mi mente no lo olvidará, créeme —respondo.
—Sé que me romperá la nariz tras hacerlo, pero pienso que bien valdrá la pena mencionárselo unas cuantas veces cuando me encuentre aburrido —rio mientras le coloco una mano sobre su hombro.
—¿De dónde sacas tantas ocurrencias, Faus?
—Rasgos familiares paternos dijo mi madre, algún día.
Después de eso noto que suspira. En realidad, no sé mucho de su pasado que incluye una familia. Me habló de todas sus aventuras cuando se unió al Fuego Blanco, pero no antes de eso, excepto aquella vez en nuestro entrenamiento previo al ataque de Isidro.
—Teniente primero, Marven. Un gusto tenerlo en este sitio con los imprevistos de la última semana y el traslado de nuestro preso extranjero. No he tenido oportunidad de anunciarlo. Su hermano, el general de Victoria, llegó no hace mucho.
—Lo sé y es por eso que he traído refuerzos debido a la baja de guardias por la emisión de la reunión de reyes que se llevará a cabo esta tarde. De hecho, me parece que he arribado con muy buena anticipación.
La atención de aquellos comandantes o coroneles yacen completamente en Iriden, por lo que sus miradas nunca colisionan en ninguno de los soldados seguidores. Mientras le ofrecen alguna especie de bienvenida y reporte de la situación, mis ojos permanecen en la prisión. Esta es la primera vez que la contemplo y sinceramente es impresionante.
La prisión es una construcción sublime. Luce como un castillo de piedra caliza gris e impetuosa que se levanta hasta una inclinación considerable que causa que nuestra vista se eleve. Me recuerda al piso cero, pero en una amplia escala. Solo una puerta de metal dividida en dos secciones basta para contener a sus presos. Supongo que mientras menos accesos de salidas y entradas existan, será menor el porcentaje de escape o de algún imprevisto dentro de la zona.
Detrás nuestro, visualizo prisiones de escala menor a la principal, pero esas deben permanecer casi vacías, pues presos seguidores habitan en aquel sitio con crímenes más severos de los habituales, aunque Diego no se encuentra allí. El yace en el prisión principal donde los fuertes residen en máxima seguridad debido a los presuntos escapes que el libertano ha ejecutado por una habilidad, pero que ellos no saben que posee.
Por fuera, podría parecer solo una construcción rudimentaria, sin embargo, por dentro las cosas son distintas, siendo que esta es verdaderamente tecnológica, puesto que las puertas se abren con sensores y tarjetas de acceso únicos. Cientos de cámaras se plantan en cada esquina, junto con habitaciones y oficinas con paredes y puertas de cristal con el objetivo de ver al personal comandando los paneles de la instalación de cada celda del sitio.
No puedo evitar abrir mis ojos con asombro hasta que el teniente primero Marven, se acerca a nosotros y con entusiasmo dicta:
—Bienvenidos a Qualifa.
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