𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟥𝟣
El verano está por acabar, sin embargo, aquí en Teya aún se siente como una caótica primavera. Este es el gobierno más cálido de todo Victoria, por lo que prácticamente el invierno no toca estás tierras.
Las cortinas se delizan para dar paso a los rayos del sol. Escucho a Ana mover cosas mientras bostezo y retiro las sabanas de mis pies, pensándo en la pesadilla de anoche. A veces, se cuelan por las esquinas de mi habitación que juraría son tan reales haciéndome dudar en ocasiones de mi cordura.
—Buen día, princesa. Lamento interrumpir su sueño, pero Su Alteza Real dijo que usted le reemplazaría el día de hoy en sus sesión con los asesores.
—No, esta bien. Debo reunirme con el consejo de comercio y las audiencias ciudadanas por igual ¿Qué hora es?
—Las 6:45.
He de tener labores en nombre de mi hermano, ya que pese que no recibí una educación como Benjamín, comencé a educarme en ello cuando se me consideró la regente, sin embargo, soy todavía deficiente, aunque me ofrecí a ayudarle, considerando mi buena memoria de recordar todo lo que cruza por mis ojos. Después, me uní con Ben con el consejo de comercio para finalmente, ir a las audiencias ciudadanas que suelen demorarse en horas.
—Se ha anunciado como Fabela Ducante, princesa —me espeta Agustín una vez que he optado por un descanso para disponerme a comer con Benjamín —. Ha solicitado una audiencia con usted desde la mañana y dice estar dispuesta a esperar si es necesario —no reconozco el nombre, pero la curiosidad es grande. Sobre todo cuando se rehusó a marcharse ante los guardias del cerco de seguridad que rodea varios metros de distancia de la casa gobernadora.
Deben pasar veinte minutos antes de que la conozca en el salón de recepción donde las audiencias se llevan a cabo. Es amplio y acordonado con guardias por todos lado que se mire. Después del ataque Palomino, toda visita se ha vuelto estrictamente vigilada. Y tras verla confirmó lo sospechado: no tengo ni la menor idea de quién sea.
Sin embargo, compruebo que la mujer de cuarenta y tantos ciclos de edad frente mis ojos no se definiría precisamente amenazante. Se envuelve en un vestido rosado, con melena rubia y cejas castañas acentuando sus rasgados ojos rojos. Con gracia, se inclina al ser anunciada ante mí.
Agustín se une a Clausius y Kendra que permanecen en su sitio inamovibles como los guardias personales que son.
—Siento haber insistido de esta manera Alteza. Mi nombre es...
—Fabela Ducante. Ya se me ha informado —interrumpo quizá de manera abrupta, aunque en verdad mis ánimos (después de pasar cuatro horas sentada en el salón) no se encuentran del todo accesibles para atenderla.
—Y hace poco... de Pinzón.
Un destello en mi mente se dispara con lo que aún considero una habilidad afortunada ya que el apellido de Ernesto era justamente aquel.
—¿Eres... la esposa de Ernesto?
—Lo era —un vacío me invade.
Y es que aquel hecho pasó justo frente a mis ojos. Una bala en su cabeza le arrebato la vida esa noche del ataque.
—Pero eres...
—¿Una fuerte? —eso era más que evidente.
En realidad tiene sentido. Pudiera que Ernesto parecía un seguidor, pero la verdad es que no lo era.
—Su Alteza debe saber que esto no es una visita cortesana, y que no demoraré demasiado en explayar lo siguiente que he de informarle.
"Lindo vocabulario". Susurro para mis adentros. Es notable su educación. Al fin y al cabo es la dueña de la instalación de Torna en Santiago, por lo que puedo suponer que sus padres fueron militares e incluso ella también puede serlo.
—De acuerdo, entonces hágalo.
—La única razón por la que me encuentro aquí, es porque soy adecuada para adentrarme al sitio sin ser sospechosa. No soy una seguidora como para ser considerada un rebelde ni una fuerte armada para atacarla, siendo que he traído a mi hija conmigo. Supongo que usted sabe bien a qué lado me inclino, cierto —lo último suena como una pregunta, pero mi cabeza solo se ladea en afirmación—. Le debía un favor a Vanss, la cual me trajo hasta aquí para...
—¿Cómo esta ella?
—Porqué no se lo pregunta usted misma —extiende la mano hacía las amplias puerta de la entrada del salón—. Solo basta con que sus guardias le permitan acceder.
Por regla, todo aquel que acompañe al que espera una audiencia, debe reposar en la caseta de seguridad de la propiedad. De inmediato ordeno que las acompañantes de la señora Ducante ingresen.
—El señor Ernesto me habló de Dendera —exclamo mientras esperamos, recordando cuanto amor emergió de la voz de Pinzón aquella ocasión que habló de su hija—. ¿ Y ella es...?
—Una ciudadana más de Victoria, princesa —agrega un tanto enfadada.
Rubor sube por mis mejillas ante mi deshonroso sentido por clasificarla. Irónico. Justo lo que deseo erradicar de esta nación. Es solo que me intriga saber que un fuerte sin fuerza puede engendrar con un fuerte.
—Lo siento —exclamo honestamente sin saber si lo hago por mi comentario o por dejarla sin marido ni padre para su hija.
—Le creo —me asegura y emito una señal a mis guardias para que abran una de las salas particulares que rodean el salón y poder hablar de manera privada.
La observo por un instante. Ella se mira tan elegante e incluso luce más princesa que yo, siendo que mi vestimenta es mas casual con telas vaporosas debido al calor de este gobierno al que sigo sin acostumbrarme.
—Hola, chica daga. Apuesto a que me extrañaste.
Miro a Vanss con asombro por un breve instante, ya que porta un uniforme de trabajadora siendo que la única manera de poder registrarla era decir que servía para un fuerte. Sin embargo, pronto mi mirada cambia a Dendera Pinzón. Se parece en absoluto más a su madre, aunque su cabello es más oscuro como el de Ernesto. Me concentro en sus ojos, apenas visiblemente rojos que bien pueden pasar por apenas una tercera clase, pero qué, cuando Fabela dice que su favor se ha cumplido por hacer ingresar a Vanss a la propiedad y declina mi invitación para que se quede con nosotras, tomando a su hija del brazo, esta no se mueve ni un poco.
Dendera es fuerte. Más fuerte de lo que debería ser a primera impresión.
Finalmente, opta por quedarse ante las palabras de Vanss y la insistencia de su hija. Para cuando regreso a Vanss y le pregunto porque tanto teatro, la respuesta cobra sentido. Y es que con los recientes sucesos, el estatus de desertora (por más ley que se este implementando en el menester) se sigue atribuyendo a un rebelde de esta nación, por lo que Fabela la acogió como una seguidora con registro tras presentarla como su empleada, dándole paso a las fronteras y al cerco de seguridad de la casa gobernadora.
—Uno pensaría que no deseas ser molestada, sabes. Es difícil contactarte. Sobre todo cuando no sales de estas cuatro paredes blindadas con soldados fuertes que me aprisionarían sin dudarlo y con mi único contacto aquí esfumado.
—Faustino ha estado enfermo desde hace un par de días. No sé qué estuvo haciendo o comiendo cuando salía de la casa gobernadora, pero ha estado en cama desde entonces. Tuvo fiebre por un agudo dolor en los intestinos. Ya está estable por suerte.
—Ese maldito imbécil devorador —exclama con una sonrisa—. Le rogué que fuera prudente, esta tierra lo condimenta todo en sus festivales, pero supongo que lo sintió como un reto. Descuida, tiene un estomago muy resistente, mejorará. Siempre lo hace.
Opta por sentarse en uno de los sillones de la sala a las que la he llevado y coloca tendidamente su par de gruesas botas sobre la mesa mientras tira de su cabeza la cofia negra que complementa su uniforme, dejando caer su cabello sujeto a una coleta.
—En definitiva la palabra refinada no es algo que te describa ¿cierto?
—Ni a ti débil. Solo mírate. Casi mueres y estás de pie con tu agridulce rostro, tal como lo recuerdo ¿Cómo lo consigues?
—¿Sobrevivir o mantener mi agridulce rostro?
—Ambas —responde con una sonrisa.
Dendera ríe por segundos de manera inesperada, causando que su madre intente reprenderla, pero al ver que le correspondo la sonrisa, la señora Ducante se detiene. Vanss me mira y con golpes al largo sillón, me invita a sentarme. Lo hago de manera tendida y sin clase alguna y adquiero su misma postura con los pies sobre la mesita resoplando. Me alegro de tenerla aquí. Su brutal sinceridad no es algo que se tiene por aquí todos los días, aunque no se lo haré saber.
—Sí vienes a contarme que Diego no es de Victoria sino de Libertad temo que ya te han ganado la premisa.
—Qué significa exactamente "Diego no es de Victoria sino de Libertad"
—Está en prisión esperando ser deportado.
Ella sopesa la información.
—Maldito bastardo de mierda —murmura entre dientes.
—Vanns —reprende Fabela.
—Pero madre, tú dices cosas peores —protesta Dendera.
—Y eso es porque soy una Santiaguense. Está en mis venas, así como la mitad de la tuya ya que...
—La otra es de una alegre Teyana —su madre le sonríe posando los dedos en la mejilla de su hija, pensando en su esposo.
Vanss y yo las miramos por un breve instante añorando algo que ninguna tiene, pero que desearíamos vivir.
—Comprendes que el hecho de que se haya revelado que es de otra nación no puede ser una coincidencia o sí, chica daga.
—¿Crees que lo ayuden a escapar?
—Más que eso. Ichigo me dejo en aquella celda y pude ver lo dependiente que está de Diego.
Una vez sentí su mente. Ella ha visto lo roto y manipulado que se encuentra su antes amigo, aunque aun con ello él le dejó en la prisión del cuartel de Isidro cuando se lo pidió, pues su esencia jamás le habría permitido dañarla ante la renuencia de no acompañarlo. Creo que así como fue manipulado Ron conmigo, Diego lo hizo con Ichigo en Vanss.
—Pienso que si él está ahí es porque así lo trazaron. Créeme que cuando te digo que Ichigo no lo dejará en prisión es porque será así o tal vez Libertad sea el punto de encuentro y Diego ayude a Ichigo a salir de esta nación sino es que ya lo hizo.
Sus suposiciones suenan lógicas ante mis oídos. Esos soldados de Libertad o fueron realmente controlados o puede que su disposición fuera voluntaria.
—En ese caso no hay que brindarles una oportunidad a ninguno de los dos.
Atravesamos por los corredores en dónde apenas logro recordar el almuerzo con mi hermano. Me es posible visualizar a Damián en la lejanía con sus hombres y eso indica que Ben todavía no se ha marchado. Nuestros rostros, tanto la del General como el mío continúan siendo los mismos de ayer.
De alguna forma, ahora que todo se ha calmado siento como si debiera disculparme por la manera en que lo traté.
Soy cobarde, no lo hago.
—¿Sabe si mi hermano sigue en el comedor, general Marven?
—Ha ido a su sala privada antes de que partamos, princesa Ofelia —responde y sé que está molesto conmigo, pues solo me llama Ofelia cuando lo está, aunque la implicación en enfatizar mi título actual arde en mi orgullo.
Su cabeza se ladea y reconoce el rostro de Vanss, aunque no pregunta el por qué de su presencia.
—Creí que te agradaba —murmura ella justo después de pasar de largo tras la respuesta del general. Ignoro su comentario y abro la puerta.
—Necesito ir a Qualifa —le espeto a Ben en cuanto le encuentro en su sala privada donde Eren le acompañaba por igual.
—Si, descuida. Perdono que hayas causado que mi estofado se enfriara en el almuerzo.
El sarcasmo de mi hermano muere en cuanto sus ojos dejan de visualizar el papel del escritorio para plantar la mirada sobre mis acompañantes.
—Vanesa —se levanta de su silla, haciéndola chirrear en el camino—. ¿Cómo es que...? —me observa de soslayo para volver a ella con su inesperada vestimenta que le resta aquella rudeza y fama adquirida—. ¿Cómo se encuentra tu brazo?
—Sanando, Majestad —habla de manera nerviosa por la atención, otorgando una ligera reverencia a Benjamín.
¿Debería acaso irritarme que sea tan propia con él, mientras que conmigo es confianzuda? la verdad es que ese es el encanto de la comandante y así me agrada. Más de lo que me gustaría admitir, aunque el hecho de que no haya recordado que fue herida en el ataque no habla muy bien de mí.
—Nada que no haga conjunto ya con la marca de una espada, látigo, daga o tenedor.
—¿Tenedor? —cuestiona Eren.
—Solo diré que jamás subestimen a los cubiertos. Duele más de lo imaginan, créanme —su comentario logra que tanto mi hermano y Eren que casi no lo hace, sonrían.
—¿Podemos regresar a lo importante? —carraspeo.
Ben me presta atención de nuevo.
—Ella es lady Fabela Ducante —continuó la conversación presentándola. Su hija se quedó en resguardo de Agustín y Ana recorriendo la casa.
Explico su visita y ambos asienten con cortesía y respeto a su presencia.
—Entonces quieres ir a la prisión a... —menciona Ben una vez que le comento lo hablado hace minutos, mientras su cuerpo se recarga en el escritorio usando las uñas de sus dedos para emitir un sonoro sonido.
—Lo acabo de explicar, Benjamín ¡Esta es la oportunidad que esperabamos!
—No, no lo creo.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—¡Porque no podemos tocarlo! Libertad lo reclama como suyo por hacerlo directamente responsable de la muerte de su rey. Nuestras naciones tienen acuerdos muy escrupulosos, Ofelia. Los victorianos pagan en Victoria y los libertanos en Libertad.
"Me importa muy poco sus y nuestras leyes, Benjamín"
—¿Es que ahora le protegerás?
—No lo protejo a él sino a ti. Interferir tendría consecuencias y no solo para cualquiera que ose interponerse sino Victoria completa pondría colocarse en peligro. Se han y estarán aposando cerca de cinco docenas de soldados suyos en estos días antes de la entrega. Sabes bien que debí aceptarlo ante las acciones de ayer o es que deseas que te lo recuerde, acaso.
—No es necesario.
Ya era bastante vergonzoso como para que Vanss y Fabela lo supieran.
—No hay forma de que podamos soportar cualquier futura disputa que ellos nos lancen. No nos encontramos en posición de iniciar una guerra por un solo seguidor.
—Ese hombre no es solo un seguidor —me aventuro a decirle—. Él ayudó a matar a nuestros padres, nuestro hermano, casi lo logran contigo y conmigo por igual. Destruyen nuestra nación cada vez que lo desean y puede que ese hombre no sea de esta nación, pero si posee conocimiento de donde yace uno, Ichigo, y no podemos permitirles que ganen. No sin antes haber pagado todo lo que nos han hecho.
—Ofe, la venganza no es igual a la justicia y si pudieras ser testigo de la ansia en tu mirada y la sed en tu voz, notarias que lo que pides es lo primero.
—Y que si es así —contesto con total sinceridad.
"Que tendría de malo vengarnos de aquellas personas que tanto daño nos han hecho" desearía agregar, pero pronto me percato que eso no es algo que él este deseando. Suspiro un tanto frustrada con mis sentimientos expuestos, ideando una mejor forma de convencerle.
—Esta rebelión nos ha costado caro, hermano y no cesara mientras alguno de los dos continúe libre. Fue Ichigo quien los reclutó. Diego quien los controló y Farfán quien ofreció los recursos para ejecutarlo, aunque por menos él ya se encuentra muerto. Murió exactamente como la maldita rata traicionera que era y planeo que ellos vivan exactamente lo mismo —lo exclamo con sumo desprecio, pues pese que existe la posibilidad de que René Farfán fuera controlado al final, sus motivaciones eran reales.
Hacía mes y medio de ese evento y los presentes no emiten ni una palabra, ya que realmente no conocen lo que le sucedió aquel día.
—De ser ese caso, alguien podría decir porque mantenemos a un miembro de su familia escuchando los planes.
Comenta Fabela y es entonces que recuerdo que no estamos solo mi hermano y yo. De pronto, observo a Damián recordando que muerto o vivo, Farfán sigue siendo su tío y lo que dije tal vez mas allá de dolerle le incómoda pues pese que no me arrepiento de lo que dije, Rene al igual que su hija serían los fantasmas que siempre le perseguirían.
—El general Marven está de nuestro lado —extrañamente soy la primera que salta en defenderlo, ya que aunque yazca molesta con él, eso no significaba que yo siguiera creyendo que él no es un buen hombre—. Cada ser es ajeno ade nuestro apellido y sangre. Tomamos elecciones y aceptamos riesgos, así como estoy segura de que usted también lo ha hecho en algún punto de su vida o ¿me equivoco? —arremeto logrando su silencio, sabiendo que ella eligió a Ernesto pese que si ambos hubieran sido descubiertos, él y su hija estarían muertos.
—¿Y tú, ya mediste los nuestros? —habla mi hermano—. Porque la visita de un Tamos en la prisión no pasaría desapercibida aun si eres... habilidosos en lo tuyo. No pienso que sea lo suficiente para un centenar o ¿sí?
Miro a mi alrededor y pese que todos exceptuando por Fabela saben de mi control, me siento estudiada e incomprendida, pues tristemente los únicos que pueden verdaderamente hacerlo son hombres que me hicieron daño consciente o inconsciente.
—Bueno, no será necesario averiguarlo porque no lo sabrán. Para ellos y los nuestros, estaré contigo en una faustosa reunión que nos encargaremos de hacerla lo suficientemente pública para que Ichigo y sus secuaces vean la oportunidad de rescatar a su... líder.
Los presente me miran cuestionando mi salud mental de no ser que Damián comprende mi plan.
—Será una emboscada —dice, atrayendo la atención—. El mismo nos lo entregará.
Sonrió imaginando a ambos acabados cual plaga se tratara. Pesé que le dije a Vanss que averiguaríamos que tan manipulado Ichigo estaba, ya no puedo prometerle que vivirá.
—De acuerdo, entonces esto se resume en clandestinidad y mentiras —resuena la voz de Vanss—. Aunque la pregunta aquí es ¿Cómo planeas estar en dos lugares al mismo tiempo, chica daga?
La miro y con completa seguridad sonrío maquinando nuestro plan.
—Bueno, temo que ya sabe la respuesta, comandante Vanss.
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