𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟥𝟢
Mi sonrisa decae de inmediato tras escucharlo. De pronto, siento como si mi estómago se contrajera y mi corazón saliera de mi pecho sin poder creer del todo que el causante de tanto dolor y muerte sea nada menos que un extranjero. Qué todo este tiempo, el tirador de hilos fuera un libertano. Y de la nada, comprendo por qul eligió ser llamado de esa manera. Una sombra oculta en Victoria.
Sí, eso es él.
-O eso es lo que el hombre asegura -interpone con velocidad Damián, aunque su voz yace distante ante mi conmoción.
-Hasta dónde sabemos, el rebelde podría estar mintiendo y vaya que se ha ganado a pulso el gran beneficio de que dudemos de su palabra -agrega Ben a Zande.
Sin embargo, muy dentro de mi interior sé que es verdad. Aquel niño fuerte que vi dentro de la mente de Diego en el ataque, no le había llamado por el nombre que todos conocemos sino... Lebrón.
De la nada, el odio y dolor se mezclan en una constante inevitable. No puedo evitarlo, mi control me domina, aunque de igual modo no deseo que se detenga y lentamente, levanto mi rostro para enfrentar a Zande Casaco.
-No va llevárselo ¿me comprende? Usted ni nadie se lo llevará ¡Él es mío!
-Ofe -escucho a Ben con voz entrecortada y fatigada, tomándome del brazo. Ignoro el acto, pues mis ojos se encuentran enteramente en el ministro Zande.
-Es por ese tipo que su rey realmente lo ha mandado, cierto. Conteste ¿cuál es la verdadera razón de que viniera? -aferro mi mano al saco del libertano, esperando su respuesta, pero antes que pueda causarle dolor, la mano de mi hermano va a mi rostro y toca mi barbilla para que le observe.
-Detente -me espeta de tal manera que comprendo lo que les estoy haciendo.
Les oprimo el corazón, aprisiono sus pulmones y les arrebato el aliento. Mi control, había tirado para todos los que me rodeaban en la misma proporción y eso incluía a mi hermano. Los escoltas encapuchados del primer ministro de Libertad entran en acción en cuanto observan la molestia física de su señor.
Se colocan en protección a él, así como el resto de soldados nuestros que notan el altercado, preparándose para cualquier desenlace posible. Las armas se levantan. Esto no puede terminar nada bien.
-¡Abajo! -vocifera mi hermano con el corazón agitado hacía sus soldados en una orden que obedecen de inmediato-. Un médico ahora. Traigan a Gastón.
No es para él, ni Damián o para mí sino para el embajador libertano que parece no poder mantenerse de pie solo. Su rostro se ha enrojecido de dolor y se lleva la mano al pecho sudando. Por varios segundos, quedo inmóvil observando mi alrededor para intentar recuperar mi aliento mientras soy testigo de como alejan con premura a Zande Casaco a la sombra de su pequeña aeronave al tiempo que Ben me dirige una mirada severa recriminándome por el evento.
-Lo prometiste.
-Desde cuándo -reprocho a cambio notando arrepentimiento en sus ojos tras no contármelo-. ¡Desde cuando!
-El día que despertaste. Por eso lo envié a Qualifa.
-Dime que no se lo darás -exclamo al borde de las lágrimas.
-¿Tengo otro remedio ahora?
-No, no puedes tomar una decisión como está tu solo. Debemos estar de acuerdo los dos.
-¿Así como tú lo hiciste con el gobernador Borja y el trato de casarme con su hija?
La confesión me cae como balde de agua helada.
-Yo...
-Cuándo pensabas decirme que negociaste conmigo para obtener este tiempo su apoyo.
Me lleno de vergüenza, puesto que él había saltado en mi defensa con la proposición de matrimonio del primer ministro Zande con su rey, mientras que yo tomé elecciones en su nombre.
-¿En verdad creíste que podías ocultármelo? ¡Soy tu hermano por todo Victoria! Creí merecer más respeto que eso.
-Se supone que no debías haberlo sabido -objeto-. Yo... me incluí en el trato también con su hijo Odelen.
-¿Y eso debería aliviarme?
-Solo era una medida provincial en lo que hallaba la forma de controlarlo, pero ya lo ha olvidado. Me he encargado de ello.
-¿Planeas arreglar todo siempre con él?
Me quedo en silencio. Duele la dureza de su postura. El hecho que me vea como el resto me hiere y entonces hago lo único que sé, atacar.
-No es muy diferente a lo que nuestro padre o tú ejecutan con una corona puesta.
-De acuerdo -asiente con rostro estoico después de segundos-. Entonces hazlo -estira su mano al horizonte-. Controla a quien quieras controlar, mata a quien debas matar y ¿para qué? Para que puedas sentirte mejor con respecto a personas que amamos y que no importa lo que hagamos, jamás volverán -el traerlos a la mente apaga nuestras bocas un instante. Nos hace tomar un amargo respiro.
-No me disculpare por mi falta -respondo finalmente-. Hice lo que debía hacer para mantenernos a salvo. Para sacar a Damián, Eren y nuestro primo Alaric con el resto de los guardias de la prisión y lo cierto es, que lo volvería a hacer si con eso evito que Victoria se bata en medio de una batalla civil. Sacrificaría tú y mi corazón, cientos de veces por el bienestar de esta nación, porque ese es nuestro deber. Personas como nosotros, no pueden darse el lujo de elegir. Generación tras generación siempre ha sido y lo seguirá siendo.
-Nuestros padres...
-Una bella excepción, lo admito, pero mira como terminaron -me mofo con dolor-. Se amaron tanto entre ellos que olvidaron la promesa de resguardar a Victoria y sus habitantes haciendo apenas lo suficiente por ellos.
-No te atrevas a hablar de ellos -me arrepiento tan pronto como lo exclamo-. No lo hagas porque si ahora estamos aquí, luchando por igualdad y deseando que esta nación sea más que solo lo suficiente, es justo por ellos. Porque es por nuestros padres que si tu sales de esta propiedad, yo te seguiré sin importar lo que decidas, iré contigo a donde sea que fueres, porque vivimos o morimos juntos ¿lo recuerdas? ¿Es eso lo que deseaba escuchar de mí, princesa Ofelia? -pronuncia mi titulo de nacimiento, dejando en claro el papel en el que nos encontramos.
De manera instintiva, mi mano se mueve hacía su pecho en respuesta a sus palabras, pero retrocede ante mi toque.
-No -apenas murmuro con la mirada postrada en él-. Eres rey antes que hermano y jamás te pediría que realizases tal elección, sin embargo, el tiempo corre indiscriminadamente en contra nuestra y si se lo llevan, será liberado y ya sea porque ellos mismos lo han trazado de esa forma o porque aquel sujeto los convencerá, el resultado será desastroso para nuestra nación. Así que como tu súbdita, espero que consideres mi más que sugerencia, advertencia, mi rey.
Su silencio me ahoga y en un sencillo asentamiento se aleja, dándome la espalda con sus escoltas para intentar interferir por mí con aquel hombre libertano.
Damián me mira alerta como si en cualquier momento fuera a hacer otra idiotez con mi control, aunque también noto la redención en sus ojos por saberlo y no decírmelo.
-¿Por qué sigues aquí? -descargo mi ira contra él-. ¡Estoy bien! Ve con mi hermano y asegúrate de que esos libertanos se larguen de nuestra nación lo más antes posible o es que acaso esperas que lo haga por ti. Porque si es así...
-No. Mi deber es seguir sus órdenes, princesa. Sirvo para usted también -explaya en un asentamiento con la cabeza y se aleja.
A la distancia, puedo imaginar que avanzo por la explanada y averiguo lo que deseo, aún si eso acababa con la vida del hombre o ambas naciones, sin embargo, solo llega a ser eso porque doy media vuelta y me adentro a la casa gobernadora hasta llevar a mi alcoba.
Grito con rabia yendo a la mesita más próxima y con impotencia, arrojo lo que hay en ella para desbordar mi rabia hasta que el dolor en mi mano me recuerda mis recientes heridas.
Termino con mis latidos acelerados, mirando la ventana y encontrándome con la caseta de vigilancia restablecida que meses atrás explotó porque mi padre la incendió para protegerme de aquel video que pudo haberme condenado tiempo atrás y que a cambio, recibió la herida que le arrancó la vida.
Sola. De nuevo me siento sola y no sé si soy yo, pero al parecer todo indica que poseo una habilidad extraordinaria de alejar a toda persona que me quiere.
-No se lo llevarán -le prometo a mi familia acariciando mi collar heredado entre los dedos-. Jamás lo permitiré aún si eso me cuesta la vida propia.
♨
No es hasta que el hambre cede que decido salir de mi alcoba. Había pasado las últimas horas recostada sobre la cama, mirando el techo mientras maquinaba cientos de historias y planes acerca de los rebeldes, Diego y Libertad que al final, no rindió ningún fruto.
-Me alegra verla de pie, Alteza -la voz de Eren me causa un ligero respingo tras redoblar por el pasillo.
De inmediato, giro para contemplarle con aquella postura que dice estudiarme.
-Ofelia, Eren. Sabes que puedes llamarme solo Ofelia. Nos hemos salvado tantas veces la vida que el hecho que me llames así, me parece absurdo.
Hasta donde sé, el coronel se marchó dos días anteriores a este cuando mi abuela y tía Gladiola se destinaron a Santiago, pues mi abuela consideró que necesitaremos el patrocinios de los grandes nobles para la solidificación y restitución de Victoria ante el reinado de Benjamín. Supongo que fue lo mejor, pues de haber estado aquí, su reproche ya hubiera hecho meollo en mi autoestima como acostumbra.
-Supongo que ya te han puesto al tanto de la visita del primer ministro de Libertad -resoplo al tiempo que restablecemos el paso una vez que me informa que el viaje y resguardo de mi abuela y tía no sufrió ningún percance-. ¿Deseas que confirme la versión escuchada o me darás protesta?
-¿Habría diferencia? -levanto los hombros en respuesta-. Sabe, aún recuerdo la primera vez que le vi a usted y su hermano -temo que nunca me dirá por mi nombre-. Usted poseía cuatro y él siete. Ambos jugaban como los hermanos que todavía son.
"Extrañamente emparejaba bien usted su paso al suyo pese la diferencia de edad, pero entonces usted tropezó y cayó sobre el jardín. Su hermano se detuvo y sin pensárselo dos veces, la levanto y limpió con su mano el pequeño vestido que la había hecho tropezar para quitar aquella tierra que pudo ensuciar su prenda. Fue un gesto que ninguno de los dos notó ni agradeció, porque quiero pensar que estaban acostumbrados a gestos como esos, porque esos es lo que hace la familia: Se ayuda, aunque a veces el otro no lo sepa. Hacen lo mejor que pueden para mantener al otro a salvo sin esperar nada a cambio ¿o me equivoco?"
De alguna forma su plática ha calmado mis nebulosos pensamientos. Mi boca se abre, pero él es más veloz.
-Su hermano esta en el estudio, por si es que se lo pregunta.
Eren se despide con un asentamiento, sabiendo que ha logrado su cometido luciendo de intermediario. Es cálido tenerlo como un guía. Alguien en quien puedo confiar.
-Hola -digo con voz suave hacia mi hermano. El escucharme, le sorprende tanto como que su mirada se aferra a la mía lamentando lo sucedido al igual que yo-. Yo... he venido a disculparme, Beni. Comprendo que mis acciones y palabras han sido reprobables y si estás te hirieron en algún grado, lo cual es lo más seguro, quiero que sepas que lo siento demasiado.
Cierro la puerta y me adentro más al estudio.
-No me gusta que estemos enojados. Sobre todo en tiempos tan precarios como estos en los que deberíamos estar unidos, aunque si pudieras comprender lo duro que es para mí el tener que entregarlo después de todo lo que han hecho, tal vez puedas encontrar el perdón para tu hermana -miro mis manos sobándolas. Torpe manía, nunca se ira-. Y es que siento tanta rabia... TODO EL TIEMPO. No se marcha. No me deja ni consuela y no consigo averiguar qué hacer con ella. Es agotador sentirla, sabes.
-Te entiendo. Quizá no de la misma forma que tú, pero la he sentido -habla por primera vez. Su tono no es duro sino cauteloso-. En la soledad, es difícil encontrar la paz consigo mismo y más cuando debes cargar con una nación entera sobre los hombros. Solo llevo dos semana al frente y para serte franco, esto comienza a sentirse demasiado pesado para mí -señala su corona esquinada en una acojinada almohadilla sobre un mueble, pues estando presente el primer ministro Zande debía lucir como un poderoso rey-. Y me parece que yo también debería disculparme. Sé que debí contártelo, así como tú debiste decirme otras más. El primer ministro está bien por cierto. Al parecer un conato de infarto fue lo que pensó sentir por tu repentina acción.
Lo mismo que le sucedió al gobernador de Santiago en mi presencia. Debo ser cuidadosa o alguien puede unir los cabos sueltos.
-Sabes que hemos gastado demasiados recursos en la reconstrucción del palacio, el menester y la casa gobernadora de Lorde, del mismo modo que lo hemos hecho con los refugios y pese que la peste roja se ha difuminado, otras más han venido empobreciendo a gran escala a los gobiernos y La Capital que por un par de meses no han producido ningún recursos primario, colocando nuestros suministros de almacenamiento casi al límite, mientras que en las urbes, existe revueltas, desempleo y asaltos constantes en los gobiernos céntricos sin olvidar la gran estación eléctrica que esta restablecida apenas a un 50%.
Como acto cómico y lleno de ironía, las luces de la sala parpadean.
-Y luego sucede esto con Libertad qué, aunque no sepamos sus intenciones, claramente necesitamos de su ayuda.
-¡No! -protesto-. El aceptar su ayuda podría costarnos muy caro.
-¿Qué otra opción nos resta? -regresa-. Lamento informarte que por el momento no nos hallamos exactamente para elegir. Necesitamos recursos y sí entregárselo nos permite mejorar la vida de nuestros ciudadanos entonces nos tragaremos nuestro orgullo y odio y lo haremos. Buscaré la forma de que ese rebelde se quede y sea juzgado aquí, pero si no puedo debes prometerme que no te interpondrás.
Por un instante, me bato en duelo ante lo que me pide.
-Solo si tú me prometes que no aceptarás nada que provenga de ellos por el momento. No hasta que averigüemos sus intenciones, al menos.
-Tres días -espeta-. Ese es el plazo que acepté para entregarlo ante mi renuencia y su hostilidad. De hacerlo, ellos cubrirán los gastos que su ciudadano ha causado durante estos meses aquí, proveyéndonos de un desahogo económico que sin duda, requeremos.
-¿Tan dispuestos están por recuperarlo? Me pregunto que crímenes pudo haber cometido en esa nación para ofrecer tal cosa.
-Intentó matar al príncipe ahora rey de Libertad cuando esté aún tenía trece ciclos.
-¿Cómo? -expreso un tanto anonadada por la noticia-. Entonces ¿no pudo con su nación y vino por la nuestra? -rio con suficiencia hasta que algo se enciende en mi mente-. Espera, mencionaste que Solomen Austria poseía trece cuando el ataque cedió ¿cierto?
-Si.
-Eso fue hace diez ciclos, los mismos en los que la Bahía de Tolomen se infectó con el virus, por lo que al no poder atacar al príncipe huyó a Marina y se infectó o vino aquí, se infectó e intentó atacar al príncipe con su control.
-Por lo espetado del primer ministro, su preso escapó hace dos ciclos, por lo que es muy probable que la segunda opción que planteas sea la correcta.
Aquello me hace pensar que llevábamos casi ocho meses en confrontación desde que estalló el celeste, por lo que he de suponer que el tiempo restante debió usarlo para huir y planear acabar con mi familia.
-Entonces lo saben. Ellos saben lo que es capaz de hacer Diego y puede que a ello se deba su desesperación.
-De ser así, no parecen temerle ¿viste cuantos guardias trajeron para llevarse a sus ciudadanos?
-Quizá el anterior rey y primer ministro lo supieron, pero Solomen y Zande no. Tal vez por eso ellos están muertos ahora -deduzco-. Él quería venganza y lo ha logrado a través de nosotros con los rebeldes y sí lo devolvemos ahora, puede que termine lo que quería hacerle en un principio al hijo de Vakrek.
-En ese caso, debemos decírselo.
-No, eso podría arriesgar a los que son como yo. Debemos hallar otra manera.
-Pero Diego ha sido testigo de lo que eres y puedes hacer. Saben que infectaste y no moriste y sí se lo cuentan al nuevo rey de Libertad cuando se los demos...
-Quedaré expuesta.
-No, no permitiré que suceda algo que pueda revelar de lo que eres capaz -sus manos toman mis hombros-. Nuestra madre alguna vez me dijo que la política deja menos muertos que la guerra y creo aún en esa frase.
La mención a mi madre me causa nostalgia. Verdaderamente Carina era la cortesía y amabilidad de esta nación. Todo eso de lo que mi padre carecía en ocasiones. Muchos solían afirmar que la reina gobernaba a través de la voz del rey. Quizá dijeron eso porque mi madre siempre tenía ese tacto y gracia que hacía sucumbir a los fuertes con lindas palabras y corteses sonrisas. Algo que sin duda heredó Ben.
-No debí haber dicho eso de nuestros padres, Ben. Se marcharon tan pronto sin haberme dicho como enfrentar este mundo.
-Lo sé.
-Perdona por haberte ocultado lo de Borja también y causarte dolor con mi control. No era mi propósito provocarte algún daño con él, pero no pude reprimirlo. Viene a mí de la nada tan pronto como de desvanece.
-En ese caso, no comprendo cómo los libertanos lograron mantener a ese rebelde en una prisión por tanto tiempo.
Y es que existen tantos huecos faltantes en esta historia y en la vida de aquel hombre que no consigo hallar sentido del porque lo hizo tan personal ¿Qué fue lo que mi familia le hizo?¿Cómo terminó en Marina si es libertano? ¿Por qué no huyó de esa prisión en su nación si poseía el control?
Ante esa última pregunta me remonto a aquel recuerdo donde Diego caminaba por un hermoso jardín, lo que me hace pensar que el hecho que este parcialmente lisiado haya sido la razón por la que duró tanto tiempo preso. Tal vez ellos lo causaron.
-¿Y si intentaras controlarlo en lugar de reprimirlo? -cuestiona de repente Ben-. Tal vez Rolan pueda ayudarte -pronuncia de la nada y el escuchar su nombre de nuevo me inquieta lo suficiente para darle la espalda-. Era él ¿cierto? Rolan era la persona por la que aquellas personas creyeron que tenías ese don como el señor Palomino. El que ahora realmente posees.
-Si.
-Es por eso él se convirtió en tu guardia personal.
-De hecho, el que haya sido mi guardia fue una coincidencia. Quién lo puso en aquel sitio realmente fue... Damián -no me agradaba pensar en los dos al mismo tiempo-. ¿Por qué estamos hablando de él?
-Bueno, estaba pensando que ya que fue liberado mentalmente de la esclavitud de ese tipo y que esta de nuestro lado ahora podría ayudarte.
-¿Ayudarme? ¿A qué?
-Ron podría enseñarte a usarlo correctamente para que no vuelva a pasar lo de hoy. Si pudiste hacerlo con Borja, tal vez lo logres con Solomen y Zande -algo de lo que dice tiene sentido-. Y puede que también te enseñe a devolverme mis recuerdos.
Me remonto a cuando Rolan entró a la mente de alguno de los rebeldes que me atacó en Hidal. Ron llegó a adentrarse a las memorias del preso sin esfuerzo, sabiendo bien lo que deseaba encontrar en ella del mismo modo que hizo que el resto de los fuertes creyeran que su encanto (como el lo llama) me pertenecía a mí y no a él.
-Después de todo, que mejor que te enseñe aquella persona que lleva toda su vida poseyéndolo ¿no lo crees?
-Si -es lo único que emito, mientra mi mente contempla aquella sugerencia.
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