𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟤𝟪
Faustino es el primero en visitarme (quitando a los médicos de la lista) y me cuenta cómo fue que Vanss se expuso frente a los rebeldes para que él y el resto lograran salir de la instalación e ir en busca de ayuda. Dijo por igual que ella fue encontrada en una de las celdas del bloque, aunque eso era algo que de antemano contemplaba, sin embargo, el que Ichigo la dejara fue nuevo para mí. Naturalmente, la comandante de los desertores no es de la que da razones por lo que temo que aquello será un misterio.
Me informa que el ataque no solo sucedió en Teya, pues todo indica que los rebeldes poseen un soberbio gusto por atacar al gobierno de Lorde. Mi pobre primo Alaric debía encargarse de ello junto con los refugiados que ya viven en sus tierras hasta que se reconstruyan los poblados inhabitables de La Capital por la infección de hace mes y medio. Mi hermano lanzó un comunicado a toda la nación de los tiempos austeros y ataques que presidiamos en el momento, pero con la estación eléctrica destruida supuse que no a todos les llegó el mensaje, por lo que la inseguridad, robos, motines y muertes, abarcaron por lo general los sitios atacados.
Decido intentar reincorporarme de la cama para ir a la sala de baño.Por suerte, toda aguja ha sido retirada de mis venas hinchadas por tanta intravenosa y medicamento en mi sistema que debieron colocarme para salvar mi vida.
Observo a través del ventanal de la habitación a militares fuertes charlando y otros más en caminas de vigilancia donde vislumbro a Damián. Debe de estar regresando de aquel jet militar al que todavía le ruge el motor con el que dejaron a Diego a la prisión de Qualifa. El mismo donde se encontraba Rolan, pues Ben me aseguró que se quedaría en el sitio como guardia.
Definitivamente no me hubiera gustado estar con ambos dentro de aquel jet con la tensión de sus miradas sobre mí. Ana me confesó también que Marven había venido cada mañana de los últimos tres días y noches a preguntar cómo estaba y si había despertado, aunque por supuesto que recibía a cambio una negativa.
—Pero que estás haciendo, Ofelia.
Me reprendo mentalmente cuando vanidosamente paso mi mano por mi desobediente y rizado cabello una vez que me pregunto si me veo presentable para él. Me dirijo hacia la salida de la habitación, sosteniéndome en muebles y la pared con sumo cuidado para no abrir ningún punto de mi herida.
Me lleva ocho pasos fuera de la alcoba escuchar hablar a Damián y su padre, el gobernador y dueño actual de la casa, Roberto Marven.
—Bien, que fortuna —responde el padre de Damián ante una conversación que encuentro inconclusa—. ¿Y a dónde te diriges? —le cuestiona a su hijo y tras verle dudar con la vista en el piso superior en donde me encuentro, Roberto Marven coloca su mano en el brazo de su hijo sin pensarlo dos veces para detenerlo seguido de suspirar-. No lo hagas, hijo. Sé que piensas que tienes una posibilidad ahora que ella volverá a ser una princesa, pero Ofelia Tamos no es para ti y lo sabes.
Las palabras del comandante Marven me toman por sorpresa. No olvido cuando él nos miro en Santiago y fuera lo que supuso de ello, le ofrecía su opinión a Damián al respecto. No debía ser ajeno a las murmuraciones, ya que se rumoraba la escandalosa forma en la que él me había convencido para volverlo General de Victoria debido a lo joven que es para el cargo.
—No me mal entiendas, Su Alteza salvó mi vida y estoy en deuda por ello, pero eso no evita que piense que es peligrosa con respecto a lo que sea que puede hacer. Sabes bien a lo que me refiero ¿no es así? Te lo ha contado —su hijo no dice nada como respuesta—. He visto lo que puede hacer. Es una joven bastante singular y puedo adivinar de antemano que ese apego que le profesas tú no va de vuelta. Ella no te elegirá.
Sus palabras me hacen sentir de nuevo como una falla en el sistema. Una que debía ser eliminada y pese que su voz sonó autoritaria, esta se suaviza con un pequeño rose de su mano en la mejilla de su hijo que provoca que Damián permanezca petrificado sin saber que decir o hacer y entonces, comprendo lo que elegirá.
Los malos hábitos nunca se olvidan y aún recuerdo el de Damián y ese era hacer todo lo que su padre le decía. No me quedo mirando la elección que sé que tomará, por lo que doy pasos atrás, regresando a mis aposentos, sintiéndome extrañamente confundida adolorida y furiosa, sin embargo, al entrar me percato que la habitación yace en total oscuridad, pues la lámpara de hace minutos yacen apagadas.
—¿Ana? —pregunto en un hilo de voz ante una silueta femenina al fondo.
De pronto, la puerta se cierra con violencia al mismo tiempo que siento como una mano cubre mi boca y rodea con su brazo mi cintura para acercarme a la cama, presionando la herida de mi abdomen ahogándome en un grito de dolor hasta que mi cuello tienta el frio filo de una cuchillo queriendo rebanar mi piel.
No le permito dar más allá de un paso, pues mi mente recorre su cuerpo encontrando sus palpitantes latidos para detenerlos aún si no es lo que deseo. De manera instantánea cae al sueño y junto a él, aunque a rastras y trompicones, avanzo con inmediatez hasta la puerta gritando por ayuda, pero a cambio me encuentro con una tercera silueta.
Está va por mí cuando escuchó un grito emitido por Ana seguido de que llega Agustín. Debieron estar juntos y por eso no la encontré al despertar. El hombre que va por mí, cambia de rumbo y fija la vista en el par de seguidores mientras la mujer empuña por igual su daga lista para clavarla en mi pecho.
Es entonces que la detengo causándole un espasmo que la manda directo al suelo. No puedo hacerle más que eso a esa mujer debido a que después de sustraer una vida y en mi estado de salud actual, mi control está aturdido, dejando a Agustín y Ana en peligro, aunque por fortuna no les sucede nada, pues el atacante es detenido por la espada de Roberto y Damián Marven. Ambos debieron escuchar el suceso añadiendo a sus filas más guardias.
El general de Victoria corre hacia mí para ayudarme a levantar. Coloca con suavidad su mano en mi rostro, preguntándome si me encuentro bien, sin embargo, yo solo puedo recordar la conversación con su padre. Le miro con severidad mientras y retiro su mano de mi cara. Damián observa mi extraño acto dando un paso atrás, aunque le doy la espalda en el mismo instante que mis ojos se trasladan a los dos restantes agresores.
Me dirijo primero a la mujer siendo sometida por los guardias. Tomo una de las dagas del cinturoncillo de Agustín para interrogarla y usar mi poder contra ella cuando la habitación se alumbra por completo y puedo ver los rostros de mis atacantes con claridad y darme cuenta que no eran rebeldes sino fuertes.
—¿Quién eres? —pregunto sorprendida.
—Arandela Palmer —responde con esa mirada que le causa que sus arrugas se pronuncien más al costado de los ojos. Lleva puesto un uniforme de soldados de la guardia negra, así que por eso nadie debió sospechar que se adentrara.
—¿Quién te ha mandado?
—Nadie, vine por elección. Por venganza, por mi padre —en ese instante vuelvo a mis recuerdos.
—Palmer Tato —murmuro ante el recuerdo de que algún tiempo atrás torturaré a su padre. Damián me mira remontándose a la misma memoria que yo—. ¿Y cómo esta?
—Muerto. Murió en Qualifa. La prisión en donde lo dejaste —responde y a pesar que debí mostrar una especie de respeto, una sonrisa es lo que emerge a cambio—. Mi padre...
—¡Tu padre era un bastardo! -apunto en un grito—. Debió vivir más tiempo para pagar todo lo que hizo, pero ahora tú serás quien lo cumpla por él —disfruto el instante que la situación me ofrece al ser yo, quien lleva ahora el filo sobre su cuello.
—¡Esos débiles debieron acabar contigo! —levanta su voz mientras soldados la reincorporan y esposan—. Una abominación como tú debería estar muerta. Nadie se atreverá a decírtelo, pero lo pensaran, aunque sea un poco -instintivamente miro a mi alrededor sintiéndome tal como ella lo describe—. Ni siquiera tu hermano merece esa corona.
Podía hablar de mí lo que quisiera, pero de Ben....
Sus palabras me encienden más de lo que debo y la tomo de la camisa con violencia, olvidando un instante mi mano con dedos rotos.
—¡Dilo de nuevo! ¡Atrévete a darme una razón! —espeto viendo como una gota de sangre brota de su cuello de Arandela al presionar la daga en su rostro. Es una fuerte. Ni siquiera se inmuta—. ¡Anda!
Espero que hable, sin embargo, soy recibida por un escupitajo de su parte suya.
—Púdrete maldita reina controla mentes.
La llevan atrás con brusquedad alejándola de su ofensa. Su padre debió contarle lo que le obligué a hacerse y los rumores en aquel entonces crecieron, provocando la duda de Octavius también.
—Podrás controlar nuestras mentes, pero jamás nuestros corazones ni lealtades. Mucho menos respeto.
—¡Llévenselos! —ordeno tempestivamente—. ¡Ahora! —grito a los guardias con desesperación, limpiándome el rostro—. No quiero volver a verlos. Jamás... jamás
No tenían ni idea. Ni un poco de lo que yo había sacrificado por esta nación. Había hecho y permitido demasiadas cosas de las que no esperaba ser absuelta. Perdí demasiadas partes de mí inocencia que mi mente me atormentaba cada una de mis noches.
—Alteza, está sangrando -señala Roberto Marven.
Miro mi camisón con la mancha roja en mi abdomen expandiéndose, logrando que mis pies tiemblen de nuevo. Damián intenta acercarse, pero es su padre quien me sujeta. Le dice a su hijo que vaya por un médico y de inmediato le hace caso.
Siempre lo hace.
El comandante Marven saca de su uniforme un pañuelo. Lo tomo y limpio la punzada que el filo me rosó el cuello mientras me dirijo a la cama.
—Alteza, podría preguntarle... ¿usted quiere a mi hijo? —suelta repentinamente una vez que me siento en la cama esperando al médico.
—Yo—titubeo por la sorpresa de sus palabras —... su hijo es... él me ha brindado de su ayuda incondicional. A mi y a mi hermano.
—No le pregunte eso Alteza, pero me parece que ya me ha respondido.
Se aleja tan rápido como el medico se vislumbra en la habitación junto con Damián quién observa preocupado mis heridas, mientras yo solo pienso que no logré decirle a su padre que sí, que yo quería a su hijo.
La culpabilidad emerge en simultaneidad con el entendimiento de por qué, el comandante Marven alejaba a su hijo de mí. Es amor. Ama a su hijo y sabe que le dañaré. Siempre lo he hecho, aunque finja que no es cierto. En este momento, sé que lo mejor es no elegirnos.
♨
Requiero de cuatro nuevas puntadas por el atentado, junto con un sedante para dormir profundamente. No es hasta que el regaño de mi abuela hacia un empleado me despierta por a mañana siguiente. Su voz, es de las cosas más intimidantes que comencé a temer cuando era niña.
—Esa seguidora tuya se demora demasiado ¿Cuánto capacidad requiere traerle algo de almorzar a su ama?
—Yo no soy su ama, abuela.
—Y esos guardias ¿Cómo se atrevieron a dejar tu habitación sola después de lo sucedido? Pero la culpa es tuya, Ofelia ¿Por qué creíste que podrías con ellos en esa estación siendo como eres? Tu hermano estuvo en peligro por ello también —me reclama al tiempo que me ayuda a acomodar las almohadas para sentarme.
—Abuela que te dije sobre perturbar a Ofe.
—Hijo —mi abuela voltea para mirar entrar a su nieto en la alcoba y besar su frente—. Es cierto, lo siento —me mira con una disculpa para seguido de ello, retraer uno de mis risos detrás de mi oreja con sus dedos. En ocasiones puedo sentir que de alguna forma me quiere—. Supongo que ya no importa. El que te encuentres sana y salva es por ahora, lo único que debe importar.
—A dónde irás tan elegante, hermano.
Cambio la conversación prestando atencion en su elegante y oscuro atuendo con chaqueta larga en detalles y botones dorados.
—Espero que sea para llevar a ese par de hermanos a expirar su último aliento. Cualquiera que se atreva a tocar a alguno de ustedes dos debe retribuir lo cometido para dejar una lección a la población.
—Arandela y Raos Palmer ya han sido detenidos en la prisión provisional de Vita y esta tarde serán llevados a Lorde para que sean juzgados debidamente, ya que el tercer atacante, Paulino Shöden, quien se identificó como un amigo suyo murió—. Ben me mira ante la noticia de que mi control acabó con la vida de aquel hombre—. En lo que respecta a la reprenda, he estado pensado seriamente que la condena a muerte ya no es, en ningún lado que se mire, la erradicación a los problemas de esta nación.
—¿Pero de que estas hablando, hijo? Esa ley ha acompañado a Victoria desde sus inicios.
—Y mira hasta donde nos ha llevado, abuela.
Debo admitir que en eso coincidió con Ben ¿Y si las personas eran inocentes? ¿Quiénes somos nosotros para creernos superiores y decidir quien vive y quién no?
—¿Qué propones? —explayo.
—Dejarlos vivir y de esa manera, evitar causar más revuelo. De cometerlo, nuestra gente comenzará a preguntarse la razón de por qué lo hicieron y sí indagan...
"Averiguarían mi secreto"
—¿No sería mejor la indulgencia ante sus fantasías mentales?
Mi abuela Rebeca acepta lo que Ben plantea ante su falta de conocimiento de lo que me ha sucedido, pero yo soy capaz de leer ese entrelineas que propone para que piensen que están locos al igual que lo creyeron de su padre. Sí, eso suena mejor a que descubran que ahora soy lo doble de anormal que antes.
—¿Cómo se demoran estos sirvientes?
Mi abuela se dispone a alejarse en búsqueda de lo solicitado anteriormente lo que le permite a Benjamín sentarse en la esquina de la cama.
—Espero estés de acuerdo en conceder sus vidas, Ofe. No para demostrar que somos mejores que nuestros antepasados o que los rebeldes, pues suponerlo sería un acto de egolatría por nuestra parte sino más bien, hagámoslo por nosotros. Para despertar cada mañana sin remordimientos alguno
¡Ay hermano si tan solo supieras cuán llena de remordimientos estoy!
—Torturé a su padre, sabes —le confieso sin poder mirarlo—. Le obligué a destrozarse su propia mano. Una y otra vez él la apuñalo sin poder hacer nada al respecto porque no poseía control alguno sobre su cuerpo y lo cierto es que lo disfrute y no me arrepiento.
Debía saberlo. Ben necesita saber que su pequeña hermanita, la que conoció hace meses, ya no existe y que debe aprender a amar a la nueva.
—Esa mujer dijo que tal vez pudiera que controlara mentes y voluntades, pero jamás corazones, lealtades o respeto y la cuestión es que si puedo. Puedo hacer que sientan todo aquello, y sin embargo, he decidido no hacerlo. Elegí ganármelos, esforzarme y demostrarles de lo que soy capaz como antes de haber obtenido esta... maldición -miro mis manos como si al visualizarlas encontrara dolor y desdicha-, y no importa lo que haga ni cuanto me esfuerce. Nunca dejaré de ser una abominación para el resto.
—Ofe, no dejes que un par de personas te nublen la perspectiva.
—¡Un par de personas! Ben soy la razón por la que los rebeldes no dejan de fastidiar esta nación.
—¡Hey no te lleves todo el crédito! Déjale algo a tu querido hermano también —bromea, aunque sea para hacerme sentir mejor, pero no funciona—. Mira, puede que tal vez la mitad de nuestra gentenos guarde rencor y en el peor de los caos, odio perpetuo, pero existe otra parte que todavía espera que los ayudemos, que creen que podemos ser la diferencia. Y ya sea medio mundo o uno entero, bien vale la pena luchar por aquellos que nos encomiendan sus vidas ¿no lo crees?
—Pienso... que en definitiva eres mejor reinante de lo que yo pude y puedo ser.
Es modesto y niega con la cabeza.
—No, tu iniciaste esto hermanita y sin ti, yo habría sido solo otro rey con apenas intenciones de hacer lo suficiente por su nación.
Sopeso sus palabras que de algún modo son verdad. Ben tiene un buen corazón con limpias intenciones, pero en un mundo como este, aquello no basta para cambiarle. Se necesita de alguien que tome las decisiones difíciles y que pueda vivir con las consecuencias.
Por suerte, mi mente ha vuelto a dominarme y he dejado los sentimientos atrás, siendo que una pequeña parte de mi reinado lo hice y aunque no me gustaba serlo, debo admitir que fue cuando obtuve mejores resultados e información, así que la idea de convertirme de nuevo en ella por mi hermano y Victoria, es factible y sucumbo a él con una sonrisa que complacerá solo a uno de los dos.
—Antes de dejar la casa gobernadora, me gustaría que escucharas algo de mi propia voz y que temo que es necesario que debas saber ahora que te miras mejor.
—¿Qué sucede?
—Es Vakrek Austria, hermana
—¿Qué hay con él?
—Murió. El rey de Libertad ha fallecido.
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