Capítulo 6
I know we're just like old friends
We just can't pretend
That lovers make amends
We are reasons so unreal
We can't help but feel that something has been lost
Perfect — Smashing Pumpkins
☆★☆
Un Altima dorado ocupa el lugar de Eric en el garaje, maldice por lo bajo al estacionarse detrás. La música escapa del interior de la casa, el volumen es tan alto que hace vibrar las ventanas.
No hemos hablado mucho en el camino. En primera, está muy cerca la casa de Cedric; en segunda, estoy nerviosa. Además, en los escasos minutos que pasamos en el automóvil, escuchamos la misma canción que Dimas cantara en el video que Eric me envió. No puedo creer que hiciera eso por mí...
—Henrik y Bere llegaron antes —avisa al tiempo en que lanza una mirada hacia la puerta principal—. Siempre están por aquí.
La casa de Eric se ve tan dulce y acogedora, jamás creí que viviera en un sitio así. Es de un tono marfil con algunos acabados en color café oscuro; tiene un pequeño jardín al frente y sitio para un automóvil.
—No conocía a Berenice... —señalo, no recuerdo verla antes.
Se desabrocha el cinturón de seguridad, saca un cigarro de su cajetilla y lo coloca detrás de la oreja; sea lo que sea que pasa por su cabeza, lo deja nervioso...
—Estaba divorciándose y no con muchos ánimos de salir.
¿Era casada? ¿Y en qué momento Eric y ella...? ¿Por eso se divorció?
—No pongas esa cara —advierte.
Su voz ha sonado como una súplica.
—¿Y cuál quieres que ponga?
—Aura...
Apaga el automóvil, echa la cabeza sobre el respaldo del asiento y mira hacia el techo. La manzana de adán resalta en su cuello, eso es sexy...
—¿Ustedes...? —titubeo—. ¿Cuándo ella...?
—¿En verdad quieres saber?
Así fue...
Eric se gira hacia mí a la misma velocidad en que desvío la mirada, no deseo que note lo mucho que pesa esa confesión.
—Siempre he sido un desastre, Aura...
Ya no queda rastro de la felicidad que percibí en él hace un rato, su tono bajo está cargado de melancolía y remordimiento, como si fuera culpable de algo terrible.
—No lo fuiste con Ángela...
No comprendo por qué he dicho eso o cómo lo sé. Estuvo mal, es un golpe bajo y sucio, aunque tenía que decirlo. No puedo sacar de mi cabeza que Ángela tuvo lo mejor de Eric y que jamás podrá ser igual con otra chica, esa parte suya murió con ella.
—No con ella, cierto...
Reconozco la voz de Shirley Manson, están escuchando a Garbage.
—Disculpa, Eric —murmuro. Sólo somos amigos; los amigos no tienen que informar a otros amigos sobre su vida sexual—. No debí decir eso.
—No te preocupes... ¿Sí?
El suave roce de sus dedos en mi mano consigue que observe la forma lenta en que me acaricia. Me produce cosquillas, esbozo una débil sonrisa y encuentro una igual en sus labios.
La puerta principal se abre con tal fuerza que golpea la pared, la música se cuela fuera de la casa, en efecto es Garbage. Berenice emerge como si fuera un tornado rojo, lleva unas mallas azul eléctrico y una blusa blanca larga, agita las manos saludándonos.
La pelirroja es mucho más curvilínea que yo, parezco una niña de párvulos al lado... ¿Seguirán pasándola bien...? ¿Cómo podría encontrarme atractiva luego de acostarse con chicas como Berenice o las esbeltas mujeres con las que le vi irse del bar?
—Aura.
Me sujeta la muñeca, como si adivinara que escaparé. Abro la puerta del automóvil, tiro de mi mano y consigo salir del vehículo sin escuchar lo que dice después. No quiero saber más sobre su agitada vida nocturna, vespertina, matutina o lo que sea. Ya sabía que se acostaba con muchas chicas, pero nunca creí que fueran relevantes en su vida como Berenice.
Eric baja del auto con prisas, se sorprende al verme al lado de la cajuela.
—¿Necesitas ayuda con las guitarras? —pregunto con los brazos cruzados.
Bere nos observa con curiosidad, sólo le faltan los binoculares para ser más obvia.
—No...
Saca ambos estuches, ayudo a cerrar la cajuela y me apresuro hacia la casa; la presencia de Eric a mis espaldas es sumamente intimidante.
El enojo se me pasa al detenerme en el umbral de la puerta... ¡Jamás creí que la casa de Eric luciría así! Me la imaginé con latas de cerveza vacías por todos lados, muebles rotos, o al estilo minimalista de Cedric: sin muebles... ¡Es todo lo contrario! La casa es acogedora, inspira a preparar un almuerzo familiar y jugar con los primitos. Es rústica, en tonos arena y madera, con sillones cómodos frente a un librero que llega hasta el techo, es donde está el estéreo, que reproduce #1 Crush de Garbage, y repleto de discos de vinilo. En el fondo, a un lado del librero, está un mueble con tres guitarras eléctricas protegidas por una vitrina de cristal.
—¿Y qué tal? —pregunta Bere a Eric—. ¿La vas a comprar?
La voz cantarina de la pelirroja me saca de mi ensimismamiento.
—No creo.
—¡Pero necesito ese dinero, Eric! —exclama con las manos convertidas en puños y un mohín infantil.
—¡Lo siento, Bere! —burla imitando su voz—. Yo igual tengo deudas.
Berenice suelta un bufido y le arrebata su guitarra.
—Regresa con Dimas e ignora a este imbécil —me dice la pelirroja—. Sólo para hacerlo sufrir por malagradecido.
—¡Berenice! —reprende Eric.
¡Ni si quiera sé que responder! Evito la mirada de Eric y decido que las puntas de mis zapatos son muy interesantes.
—¡Aura, qué sorpresa! —Es Henrik, otro torbellino, me saluda con un abrazo que apenas alcanzo a corresponder—. ¿Y eso que estás por aquí? —Me sostiene por los hombros y lanza una mirada llena de preguntas a su primo—. Creí que Gray tenía exclusividad sobre ti.
—Eric me ha invitado... —Mi voz es casi un murmullo.
Eric baja el volumen al estéreo y deja su guitarra al lado del mueble donde están las demás.
—¿Quieres algo de beber? —me pregunta.
—Agua, por favor...
Asiente y desaparece por un pasillo, Henrik va detrás ansioso por saber la historia completa de qué hago yo aquí; ojalá luego me explique porque tampoco tengo idea.
—Es una novedad estar aquí con otra mujer —comenta Berenice y se deja caer en el sofá—. Ven, quiero enseñarte algo.
—¿A qué te refieres con novedad?
Me siento a su lado, apaga el estéreo con el control remoto y abre la laptop sobre su regazo.
—Eric nunca trae chicas por aquí.
Sólo a ti.
—Me cuesta creerlo...
Me mira de soslayo, no dice más. Está tamborileando sobre el teclado de la laptop. Supongo que sabe que sé sobre ellos... ¡Es complicado como un trabalenguas! Me pregunto por qué Eric no puede acostarse sólo con mujeres a las que nunca tendré que hablarles y que, además, sean desagradables como Minerva.
No, que no sean como Minerva.
—¿Conoces a Hole? —me pregunta, interrumpiendo mis pensamientos, y entra a Youtube—. Es de los 90's.
—No conozco mucha música de esos años...
—¡No puede ser! ¡Fue la mejor década!
Me parece que una vez Eric dijo lo mismo, tiempo atrás en la oficina, y me hizo escuchar algunas canciones.
—Estás a tiempo para culturizarte —opina con autosuficiencia.
Reproduce un video, con el volumen de las bocinas al máximo, justo cuando Eric regresa con mi vaso de agua. Se detiene detrás de nosotras y mira el video; es Malibu de Hole, cuando se estrenó probablemente tendría unos siete u ocho años.
Berenice simula tocar la batería, se mueve tanto que su laptop casi cae un par de veces. Me gusta cómo agita su cabello sobre sus hombros, es como el fuego relampagueando contra la madera.
Henrik se deja caer a mi lado y me arrebata el vaso de agua, luego sonríe de forma encantadora. No le encuentro mucho parecido con Eric, quizá en la forma de los ojos y el color de piel.
—Bere quiere formar una banda femenina —informa el rubio.
—¿Tocas algún instrumento? —pregunta la chica.
—¿Yo? —río cuando el video acaba—. No y tengo pánico escénico.
—¡No puede ser! —exclama Bere como si le hubiera dicho que mi perro de veinte años acaba de morir en mis brazos—. ¡Sólo tengo a Minerva!
Vuelvo a reír y niego con la cabeza.
—¿Minerva y yo en el mismo escenario? ¡Eso no pasará!
—Estoy de acuerdo —opina Eric—. En un ring de pelea, tal vez.
Berenice esboza otro mohín aniñado y dice:
—La música debe unir a las masas.
—Pero no a ellas dos —señala Henrik con una amplia sonrisa como si imaginara la situación.
—Y soportar a Minerva requiere de mucha paciencia... —agrega el guitarrista a mi espalda.
No me ha parecido que a Eric le costara tanto, pienso mordaz.
Él nota mi mirada, le doy la espalda antes de que diga algo. Por suerte, su primo le pide ver los videos de los dos chicos que quieren entrar a la banda; se sientan en el otro sofá con una tableta electrónica.
—Yo quiero que entre el rockabilly, pero de seguro me llevarán la contraria —me dice Bere en voz baja—. No es fácil ser la única mujer en una banda.
—Minerva lo maneja muy bien —comento con fastidio—. Incluso a Eric.
—Él es educado —excusa como si adivinara a dónde quiero llegar—. Y como tiene todos esos problemas con Dimas, supongo que no quiere añadir tensión a la banda.
Dimas, el chico que estuvo a punto de besarme hace unas horas... Me preguntó qué le habrá dicho a Eric al marcharnos del ensayo.
Berenice abre un video de los Smashing Pumpkins, la canción me provoca un nudo en la garganta. Es Perfect, mi historia con Dimas hecha canción.
—¿Cómo es que decidieron hacerse el tatuaje?
¿Y tiene que preguntar eso ahora?
Maldición, esta canción es demasiado para mantener la voz firme.
—Nos conocemos desde niños, era mi mejor amigo al igual que Sofía —empiezo, tras un breve suspiro—. A veces le hacía dibujitos en la mano o él a mí, de tal forma que al juntarlas se formara la figura completa. Los años pasaron y cuando intentamos mantener una relación, todo se complicó por nuestras familias. Sus papás detestan que él esté metido en la música y no haciéndose cargo del negocio familiar. Supusimos que en algún momento intentarían separarnos, pues sabían que lo apoyaba en todas sus decisiones. Una noche nos dibujamos un corazón...
—Espera, espera... —interrumpe enderezándose en el sofá con sincera sorpresa—. ¿El corazón lo dibujaron ustedes?
Esto en verdad duele...
—Sí...
No quiero recordar esa noche, es agridulce. La imagen de la sonrisa de Dimas, al ver la aguja deslizándose sobre su piel, es tan vívida como si hubiera sucedido ayer. No paraba de preguntar si le dolía, me respondió con un beso mientras seguían tatuándolo, susurró que no sobre mis labios.
—El chico que nos tatuó lo arregló, la verdad —río, nuestro boceto original estaba algo disparejo—. Dijo que al menos no nos estábamos tatuando nombres.
Éramos menores de edad, Dimas pagó bastante para que el chico accediera tatuarnos. Después, me cuidó como si estuviera convaleciente de una cirugía y se encargó de curar mi tatuaje. Él lavaba la herida, aplicaba la crema y procuraba hacerme el amor muy despacio sin tocar mi mano; era un Dimas tan diferente...
—No fue muy buena idea... —murmuro sin lograr borrar la sonrisa nostálgica, pero son memorias tiernas de un par de chicos que creían ciegamente en el amor eterno.
—¿Planeas quitártelo?
—No —respondo, quizá, con demasiada intensidad—. Es un bonito recuerdo, forma parte de mí.
Ya no quiero pensar en eso, en Dimas, porque vuelvo a extrañarlo con cada pedacito de mi corazón.
—¿Me estás haciendo caso, Eric?
La voz de Henrik me hace mirar al aludido, lo descubro observándome y su expresión parece herida, supongo que me escuchó. No es un secreto lo que tuve con Dimas... ¡Hasta personas que ni conozco saben sobre nuestra relación!
Yo también tengo un pasado, Eric...
Llaman a la puerta, la pelirroja se levanta como si tuviera un resorte integrado. Deja la laptop sobre la mesa y corre a abrir. Dos chicos están ahí, me parece que tienen la edad de Nicolás. De inmediato reconozco al rockabilly por su cómico copete.
—¡Hola! —exclama la mujer y abraza a cada uno—. ¡Pasen, ya está aquí el verdugo!
Eric entorna los ojos cuando se levanta para saludarlos.
Permanezco apartada observando las presentaciones. El rockabilly se llama Billy, o así dijo que le llamen, lo cual no es nada original, y el otro es Héctor. El segundo tiene unas larguísimas pestañas que resaltan sobre su piel pecosa y pobladas cejas.
—¿Tú eres Aura? —pregunta éste, sin disimular su curiosidad, y con la vista fija en mi tatuaje.
Hago un gesto afirmativo con la cabeza. No tengo muchos ánimos de hablar.
—¿La novia de Dimas? —agrega Billy.
—No. —Me levanto para saludarlos con un apretón de manos—. Exnovia.
La novia de, exnovia de, hija de, amiga de...
Henrik cambia el tema, toman asiento para hablar sobre Mjölnir. Me mantengo apartada, no tengo mucho que ver con ellos, y me siento en el brazo del sillón al lado de Eric. Descubro que la banda tiene varios meses desde que Henrik llegó a la ciudad y comenzó a formarla con su primo, pero él se salió al conseguir un empleo, mal pagado, como diseñador gráfico antes de quedarse sólo como freelance... Me pregunto si habrá terminado la universidad, un día le preguntaré... o investigaré en Google.
Sofía envía un mensaje, sólo leo el nombre de Dimas en la vista preliminar y decido revisar.
Sofía: ¿Por qué están las llaves de Dimas en la cocina de la casa?
¡Maldita sea!
Aura: Larga historia. Te cuento por la noche.
Sofía: ¿Y qué hago? ¿Se las llevo? ¿Le llamo? ¿Se supone que alguien más sabe que estuvo aquí?
Aura: ¡No, no! Pregúntale a Cedric... ¡Ay, no sé! ¡So, no pasó nada! ¡Lo juro!
Sofía: Sólo no compliques las cosas, Aura.
Aura: No me regañes, So. Estoy en casa de Eric con Bere y Henrik. Sólo llámale a Cedric y pregúntale si puede pasar por las llaves... Y de paso dile que no sea tan chismoso.
Sofía: Es que todo sobre ti debe ser secreto y es complicado... Bueno, ya veré qué hacer.
Aura: Gracias.
—¿Todo bien?
—Sí —respondo a Eric y guardo el celular—. Sólo era Sofía.
Él asiente y continúa escuchando la conversación de los demás. La parte superior de las alas de su tatuaje se asoma por arriba del cuello de la playera; las líneas son delgadas e intrincadas, una invitación silenciosa a acariciarlas con las uñas.
La uña de mi dedo índice acaricia una pluma, su reacción es erizarse. Me detengo, todavía tocando su piel, y noto que se mueve un poco para que pueda ver mejor las alas.
Me encantaría ver ese tatuaje completo, otra vez, a solas.
Deslizo un poco la uña hacia un costado, al medio de su espalda, un recorrido silencioso sobre la piel blanca decorada con las líneas negras; la mezcla perfecta para desvanecer la realidad. El detalle de cada pluma es asombroso... ¿Cuánto habrá tardado en realizarse? No sé si sería capaz de soportar tanto dolor.
—¡Eric! —exclama Bere.
Aparto la mano y Henrik suelta una sonora carcajada.
—¿Qué? —pregunta el guitarrista, se mueve incómodo sobre el sofá.
—No escuchaste nada ¿Verdad? —sonríe la pelirroja—. Estabas ocupado.
Eric se aclara la garganta y finge demencia.
—¿Qué pasó?
Ambos chicos nos miran con curiosidad, Berenice evita cualquier pregunta incómoda al retomar la conversación sobre los guitarristas. Ella insiste en que Billy se adecúa más a la banda, Eric piensa igual y solamente Henrik no está muy convencido. No obstante, Héctor tiene problemas con los horarios y, luego de darle unas cuantas vueltas al asunto, Billy se queda con el puesto.
Henrik va por unas cervezas a la cocina y aprovecho para sentarme en el otro sofá, lejos de la tentación de tocar el tatuaje de Eric. Los chicos aprovechan para contarnos un poco sobre ellos, estudian contabilidad y conocieron a Mjölnir y Gray en una fiesta en el bar.
El rubio me entrega una cerveza y se sienta a mi lado. Berenice se queda a un costado de Eric, no me gusta que estén tan cerca...
¿En qué demonios estoy pensando?
—Siempre creí que eras la novia de Dimas —comenta Héctor.
¡Y dale con eso!
—Fuimos novios hace mucho —explico—. Antes de que se fuera a la Ciudad de México y cuando regresó ya estaba con Minerva.
Es mentira, lo sé. Pero es mejor que contar todo el drama que vivimos y que al final terminó así.
—Mina es muy buena —opina Bere con tono solemne—. La admiro mucho.
Yo quiero que la aplaste un tren, pienso con mi mejor sonrisa.
—Prefiero a Aura —dice Henrik y choca su botella de cerveza con la mía—. Es más, estoy considerando obligarla a formar parte de Mjölnir.
Pongo los ojos en blanco.
—No lo hará —ríe Eric con una de esas miradas que suben la temperatura.
—¿Y por qué no? —pregunto con desdén—. Henrik es el único que me valora en el escenario.
—Es que mi primo te valora en otros sitios...
Me cubro la boca cuando casi escupo la cerveza. Las carcajadas estallan al mismo tiempo en que una almohada vuela a toda velocidad hacia mí. Consigo echarme hacia atrás, pero le pega a la botella y la cerveza se derrama arriba de mi blusa.
—¡Es tu culpa! —grita Eric a Henrik.
Me levanto, con los brazos extendidos y la cerveza goteando... ¡Mi ropa es prácticamente transparente! Cubro mi pecho, espero que nadie viera el estúpido sujetador de encaje... ¡No sé por qué tuve que usar uno así hoy!
Henrik se ha hecho un ovillo en el sofá, intenta hablar sin lograr meter aire a sus pulmones por culpa de la risa. Eric se acerca hasta donde estoy y propina un fuerte puñetazo en la espalda a su primo. El vikingo se queja en medio de una carcajada, es un sonido extraño, y su rostro está rojo, completamente rojo. Berenice se dobla sobre su estómago, ríe con tanta emoción como Henrik, solamente los dos chicos nuevos intentan mantener la compostura, no lo consiguen.
—¡Limpia todo esto! —le grita a su primo, parece que morirá ahogado sin dejar de reír—. ¡Henrik!
—¡Ya, yo lo hago! —chilla Bere cuando se deja resbalar para seguir riéndose en el suelo, es como si se derritiera arriba de la alfombra.
Estoy muda cubriendo mi cuerpo y más que avergonzada, no logro levantar la vista... ¡Odio pasar por vergüenzas así! ¡Por eso jamás me subiré a un escenario!
—¿Estás bien? —Eric sujeta mi rostro y rompo el contacto... ¡No quería hacer el ridículo frente a él!—. Perdón, arrojé la almohada hacia Henrik y...
—Estoy bien —interrumpo—. ¿Me prestas tu baño?
Toma mi mano, se disculpa con los otros dos chicos, y ni se percata que ahora tengo que intentar cubrirme el pecho con un brazo.
Me guía por el pasillo, las paredes están decoradas con varias fotografías que han sido hechas por él, así que me sorprende descubrir que la última es de Minerva; está toda la banda, pero con el ángulo de la foto parece que sólo se ha centrado en ella para hacerla.
—Sólo me gustó la fotografía —dice cuando me descubre observándola—. En serio.
La perfecta Minerva...
—Préstame una toalla, por favor —suspiro—. Me iré a casa y ya.
—Aura...
Muerde su labio inferior y abre la última puerta del pasillo. Creí que nos dirigíamos al baño, pero entramos a su habitación.
Mi respiración se acelera, es instantáneo, y observo cada centímetro del cuarto como si pudiera memorizarlo en un segundo. Si me sorprendió lo hogareña que era la sala, su habitación me deja en blanco. Las paredes son grises y la cama está al medio, una cama muy grande. En la pared del fondo hay una ventana desde donde se ve el atardecer. Las sábanas son de un tono más claro que las paredes, el ropero es negro y hay una televisión sobre la pared frente a la cama.
No sé nada sobre Eric...
La puerta se cierra detrás de mí y nos quedamos casi a oscuras, con los últimos rayos del atardecer apenas iluminando la habitación.
Rompe nuestro agarre, se mueve con paso cansado hacia su ropero y me dirige una mirada imposible de descifrar con tan poca luz.
—¿Te vas a quedar ahí?
Niego con la cabeza, pero permanezco quieta.
—No muerdo... —Arrastra las palabras al hablar y usa sin consideración el tono rasposo de su voz.
Los bichos voladores del universo entero emigran a mi estómago, tiene una fiesta salvaje con mis pobres nervios. Eric continúa mirándome, imagino esos ojos oscuros analizándome, esperando que haga algo... y yo, no sé qué hacer. Creo que jamás me he sentido tan nerviosa como ahora frente a él. Eric produce emociones desconocidas, adictivas como la noche misma que encierran sus ojos.
☆★☆
La reacción de Dimas al leer el final del capítulo 😂:
¡Gracias AlexisN11 ! AMÉ a Dimas enojado, es tan adorable 💜... Ay, mi Dimas 😭
Y aquí tenemos a Eric con sus alitaaaaaaaaaaaas 😍 *fangirling* y Aura... No se notó mi emoción con Eric, eh 😂 ¡Muchas gracias, SanSart ! Está hermoso 💜
En la página de Facebook de la historia tengo un álbum con varios diseños, dibujos, banners y cosas lindas que han regalado a Aura y compañía. Me encantaría subir todos, pero dejaría los capítulos larguísimos 😭; así que espero puedan pasar a revisar 💜. Dejo en un comentario el link ➡️
Gracias por seguir aquí 💗
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